El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
El rigor ha tejido la madeja.
No te arredres. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.
Soneto con el cual Borges prologa I Ching. Libro de las mutaciones (1975),
edición de Richard Wilhelm (Edhasa)
Luego, con variaciones en La moneda de hierro y siguientes ediciones.
Foto sin atribución: Jorge Luis Borges, Madrid 1980 - EFE archivo