Obras de Robert Louis Stevenson: New Arabian Nights,
«Markheim», The Strange Case of Dr. Jekyll and Mr. Hyde. Jekyll y Hyde en el cine.
The picture of Dorian Gray, por Oscar Wilde
«Requiem», por Stevenson
Prob. miércoles 14 de diciembre
Hoy voy a ocuparme de
Las Nuevas Mil y Una Noches.
530 En inglés no se dice «Mil y Una Noches» sino
Noches Árabes. Cuando Stevenson, muy joven, llegó a Londres, sin duda fue una ciudad fantástica para él. Stevenson concibió la idea de escribir
unas Mil y Una Noches contemporáneas, basándose sobre todo en aquellas noches de
Las Mil y Una Noches en que se habla de Harún el Ortodoxo, que disfrazado recorre las calles de Bagdad. Él inventó un príncipe, Florizel de Bohemia, y a su edecán, el coronel Geraldine. Los hace disfrazarse y los hace recorrer Londres. Y les hace correr aventuras fantásticas, aunque no mágicas, salvo en el sentido del ambiente, que es mágico.
De todas esas aventuras, creo que la más memorable es la del «Club del Suicidio».
531 Allí Stevenson imagina a un personaje, una especie de cínico, que piensa que puede aprovecharse de un modo industrial del suicidio. Es un hombre que sabe que hay muchas personas deseosas de quitarse la vida pero que no se atreven. Entonces él funda ese club. En ese club se juega semanalmente o quincenalmente —no recuerdo— a un juego de naipes. El príncipe entra en ese club por espíritu de aventura, y él tiene que jurar no revelar los secretos, de modo que él mismo se encarga después de hacer justicia por una falta que había cometido su edecán. Hay un personaje muy impresionante. Se llama el Señor Malthus, paralítico. A ese hombre ya no le queda nada en la vida, pero ha descubierto que de todas las sensaciones, de todas las pasiones, la más fuerte es el miedo. Y entonces él juega con el miedo. Y él le dice al príncipe, que es un hombre valiente: «Envídieme señor, yo soy un cobarde». Juega con el miedo perteneciendo al Club de los Suicidas.
Todo esto ocurre en una quinta de los alrededores de Londres. Los jugadores toman champagne, se ríen con una risa falsa, hay un ambiente muy parecido al de algunos cuentos de Edgar Allan Poe, sobre el cual escribió Stevenson. El juego se juega de esta manera: hay una mesa tapizada de verde, el presidente da las cartas, y del presidente se dice —por increíble que parezca— que es una persona a quien no le interesa el suicidio. Los miembros del club deben pagar una cuota bastante alta. El presidente tiene que tener plena confianza en ellos. Se tiene mucho cuidado para que no intervenga ningún espía. Si los socios tienen fortuna, dejan como heredero al presidente del club, que vive de esta industria macabra. Y luego se van dando las cartas. Cada uno de los jugadores al recibir su carta —la baraja inglesa consta de cincuenta y dos cartas— la mira. Y hay en la baraja dos ases negros, y aquel a quien le toca uno de los ases negros es el encargado de que se cumpla la sentencia, es el verdugo, tiene que matar al que ha recibido el otro as. Tiene que matarlo de modo que el hecho parezca un accidente. Y en la primera sesión muere —o queda condenado a muerte— el Señor Malthus. Al Señor Malthus lo han llevado a la mesa. Está paralítico, no puede moverse. Pero de pronto se oye un sonido que casi no es humano, el paralítico se pone de pie y luego recae en su sillón. Luego se retiran. Ya no se verán hasta la otra reunión. Al día siguiente se lee que el señor Malthus, un caballero muy estimado por sus relaciones, ha caído desde el muelle en Londres. Y luego sigue la aventura, que concluye con un duelo en el cual el príncipe Florizel, que ha jurado no delatar a nadie, mata de una estocada al presidente del club.
Luego hay otra aventura, la del «Diamante del Rajah»,
532 en que se ven todos los crímenes cometidos por la posesión del diamante. Y en el último capítulo de esa serie el príncipe conversa con un detective y le pregunta si el otro viene a arrestarlo. El detective le dice que no, y el príncipe le cuenta la historia. Le cuenta la historia a orillas del Támesis. Luego él dice: «Cuando yo pienso toda la sangre que se ha derramado, todos los crímenes causados por esta piedra, pienso que a ella misma debemos condenar a muerte». Entonces la saca rápidamente del bolsillo y la arroja al Támesis, y se pierde. El detective dice: «Estoy arruinado». El príncipe contesta: «Muchos hombres envidiarían su ruina». El detective dice: «Creo que mi destino es ser sobornado». «Creo que sí», le dice el príncipe.
Este libro,
Las Nuevas Mil y Una Noches, no es sólo importante por el encanto que pueda darnos su lectura, sino porque cuando uno lo lee, uno entiende que de algún modo toda la obra novelística de Chesterton ha salido de allí. Allí tenemos el germen de
El hombre que fue jueves.
533 Todos ellos, aunque más ingeniosos que los de Stevenson, tienen el ambiente de los cuentos de Stevenson. Luego Stevenson hace otras cosas. Ya cuando Stevenson escribe su novela policial,
The Wrecker, hay un ambiente completamente distinto, todo sucede en California, luego en los mares del sur. Además, Stevenson creía que el defecto del género policial que él cultivó es que, por ingenioso que sea, tiene algo de mecanismo, le falta vida. Dice Stevenson que en su novela policial él les da más realidad a los personajes que a la trama, que es lo contrario de lo que suele ocurrir en la novela policial.
Vamos a ver ahora un tema que le preocupó siempre a Stevenson. Hay una palabra psicológica muy común que es la palabra «esquizofrenia», la idea de la división de la personalidad. Esa palabra no había sido acuñada entonces, yo creo. Ahora es de uso común. A Stevenson le preocupó ese tema. En primer término, porque le interesaba mucho la ética, y luego porque en su casa había una cómoda hecha por un ebanista de Edimburgo, un artesano respetable y respetado, pero que de noche, en ciertas noches, salía de su casa y era ladrón. Ese tema de la personalidad partida en dos le interesó a Stevenson, y con Henley escribió dos piezas de teatro tituladas La doble vida.
Pero Stevenson sintió que él no había cumplido con el tema. Entonces escribió un cuento que se llama «Markheim»,
534 que es la historia de un hombre que llega a ser ladrón, y de ladrón llega a ser asesino. La noche de la víspera de Navidad, él entra en casa de un prestamista. A este prestamista Stevenson lo presenta como una persona muy desagradable, y que desconfía del ladrón porque sospecha que las alhajas que le ha vendido Markheim son robadas. Llega esa noche. El otro le dice que tiene que cerrar temprano y que tendrá que pagar por el tiempo. Y Markheim le dice que él no viene a vender nada, que él viene a comprar algo, algo que está en el fondo de la tienda del prestamista. Al otro le parece raro, y hace alguna broma, porque Markheim le dice que todo lo que le ha vendido es una herencia de un tío de él. El otro le dice: «Supongo que su tío le habrá dejado dinero, ahora que usted quiere gastar». Markheim acepta la broma, y cuando están en el fondo de la tienda mata al prestamista de una puñalada. Cuando Markheim pasa de ladrón a asesino el mundo cambia para él. Él piensa, por ejemplo, que pueden haberse suspendido las leyes naturales, ya que él, cometiendo ese crimen, ha infringido la ley moral. Y luego, por una invención curiosa de Stevenson, la tienda está llena de espejos y de relojes. Y esos relojes parecen estar corriendo una carrera, vienen a ser como un símbolo del tiempo que pasa. Markheim le saca las llaves al prestamista. Sabe que la caja de fierro está en el piso alto, pero tiene que apresurarse porque la sirvienta ha salido, y al mismo tiempo él ve su imagen multiplicada y moviente en los espejos. Y esa imagen que él ve viene a ser como una imagen de toda la
ciudad. Porque desde el momento en que él ha matado al prestamista, él supone que la ciudad entera lo persigue o lo perseguirá.
Sube a la habitación posterior, siempre perseguido por el tictac de los relojes y por las cambiantes imágenes de los espejos. Oye unos pasos. Piensa que esos pasos pueden ser los de la sirvienta que vuelve, que habrá visto a su amo muerto y que lo denunciará. Pero la persona que sube la escalera no es una mujer, y Markheim tiene la impresión de conocerlo. Y lo conoce, porque es él mismo, de modo que estamos ante el antiguo tema del doble. En la superstición escocesa, el doble se llama «fetch», que quiere decir «buscar». De modo que cuando alguien ve a su doble es porque se ve a sí mismo.
Ese personaje entra y se pone a conversar con Markheim, se sienta y le dice que él no piensa denunciarlo, que hace un año le hubiera parecido mentira ser ladrón, y que ahora no sólo es un ladrón sino un asesino. Que le hubiera parecido increíble hace unos meses. Pero ya que ha matado a una persona, qué le cuesta matar a otra. «La sirvienta va a llegar—le dice—, la sirvienta es una mujer débil. Otra puñalada y ya podrás salir de aquí, porque no pienso denunciarte.» Ese «otro yo» es sobrenatural, y significa el reverso malvado de Markheim. Markheim se pone a discutir con él. Le dice: «es verdad que soy un ladrón, es verdad que soy un asesino, tales son mis actos, pero ¿acaso un hombre es sus actos? ¿No puede haber algo en mí que no corresponda a esas definiciones tan rígidas y tan insensatas de “ladrón” y de “asesino”? ¿Acaso no puedo yo arrepentirme? ¿Acaso no estoy ya arrepintiéndome de lo que he hecho?» El otro le dice que «esas consideraciones filosóficas están bien, pero piensa que la sirvienta va a llegar, que si te encuentra aquí va a denunciarte. Tu deber ahora es salvarte».
El diálogo es largo y se estudian todos los problemas éticos. Markheim le dice que él ha matado, pero que eso no quiere decir que él sea un asesino. Y entonces, el personaje que hasta entonces ha sido un personaje sombrío se convierte en un personaje resplandeciente. Ya no es el ángel malvado sino el bueno. El doble desaparece, la sirvienta sube. Markheim está con el puñal en la mano y le dice que vaya a buscar a la policía, porque él acaba de matar a su amo. Y así Markheim se salva. Este cuento impresiona mucho cuando uno lo lee porque está escrito con deliberada lentitud y con deliberada delicadeza. El protagonista, como ustedes ven, está en una situación extrema: van a llegar, van a descubrirlo, van a denunciarlo, posiblemente lo manden a la horca. Y sin embargo la discusión que tiene con ese otro que es él, es una discusión de delicada y honesta casuística.
El cuento fue aplaudido, pero Stevenson pensó que no había cumplido todavía con ese tema, el tema de la esquizofrenia. Y Stevenson, muchos años después, estaba durmiendo al lado de su mujer y gritó. Ella lo despertó, él estaba con fiebre, había escupido sangre ese día. Él le dijo: «¡Qué lastima que me despertaste, porque estaba soñando una hermosa pesadilla!» Lo que él soñó —aquí podemos pensar en Caedmon y el ángel, en Coleridge—, lo que él había soñado es aquella escena en que el doctor Jekyll bebe el brebaje y se convierte en Hyde, que representa el mal. La escena del médico que bebe algo preparado por él y luego se convierte en su reverso es lo que le dio el sueño a Stevenson, y él tuvo que inventar todo lo demás.
Actualmente,
El extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde tiene una desventaja, y es que la historia es tan conocida que casi todos la conocemos antes de leerla. En cambio, cuando Stevenson publicó
El extraño caso del Doctor Jekyll y el Señor Hyde, en el año 1880 —es decir mucho antes de
El retrato de Dorian Gray,
535 que está inspirado en la novela de Stevenson—, cuando Stevenson publicó su libro, lo publicó como si fuera una novela policial: sólo al final sabemos que esos dos personajes son dos caras de un mismo personaje. Stevenson procede con suma habilidad. Ya en el título tenemos una dualidad sugerida, se presentan dos personajes. Luego, aunque esos dos personajes nunca aparecen simultáneamente,
ya que Hyde es la proyección de la maldad de Jekyll, el autor hace todo lo posible para que no pensemos que son el mismo. Empieza distinguiéndolos por la edad. Hyde, el malvado, es más joven que Jekyll. Uno es un hombre oscuro, el otro no: es rubio y más alto. De Hyde se dice que no era deforme. Si uno miraba su rostro no había ninguna deformidad, porque estaba hecho puramente de mal.
Con este argumento se hicieron muchos films. Pero quienes han hecho films con este cuento han cometido un error, y han hecho que Jekyll y Hyde sean representados por un solo actor. Además, vemos la historia desde adentro. Vemos al médico, al médico que tiene la idea de una bebida que pueda separar lo malvado de lo bueno en el hombre. Luego asistimos a la idea de la transformación. Entonces todo queda reducido a algo muy subalterno. En cambio, yo creo que habría que hacerlo con dos actores. Entonces tendríamos la sorpresa de que esos dos actores ya conocidos por el público fueran el mismo personaje al final. También habría que cambiar los nombres de Jekyll y de Hyde, ya demasiado conocidos. Habría que darles nombres nuevos. En todas las versiones se muestra al doctor Jekyll como un hombre severo, puritano, de costumbres intachables, y a Hyde como a un borracho, a un calavera. Y para Stevenson el mal no consistía esencialmente en la licencia sexual o en el alcoholismo. Para él el mal consistía ante todo en la crueldad gratuita. Hay una escena al principio de la novela en la cual un personaje está viendo desde una alta ventana el laberinto de Londres, y ve que por una calle viene una niña y por la otra viene un hombre. Los dos caminan hacia una esquina. Cuando se encuentran en la esquina el hombre pisotea deliberadamente a la niña. Eso era el mal para Stevenson, la crueldad. Luego vemos a ese hombre que entra en el laboratorio del doctor Jekyll, soborna con un cheque a quienes lo persiguen. Podemos tener la idea de que Hyde es hijo de Jekyll, que él conoce algún secreto infame de la vida de Jekyll. Y sólo en el último capítulo sabemos que es él mismo, cuando leemos la confesión del doctor Jekyll.
Se ha dicho que la idea de que un hombre es dos es un lugar común. Pero como ha señalado Chesterton, la idea de Stevenson es la idea contraria, es la idea de que un hombre no es dos, la idea de que si un hombre incurre en una culpa, esa culpa lo mancha. Y así al principio el doctor Jekyll bebe el brebaje —que si hubiera habido en él una mayor parte de bien que de mal, lo hubiera convertido en un ángel—y queda convertido en un ser que es puramente malvado, cruel y despiadado, un hombre que ignora todos los remordimientos y los escrúpulos. Se entrega a ese placer de ser puramente malvado, de no ser dos personas, como somos cada uno de nosotros. Al principio, le basta con tomar el brebaje, pero luego hay una mañana en la cual él se despierta en su cama y se siente más chico. Y luego mira su mano y esa mano es una mano hirsuta de Hyde. Luego toma el brebaje, vuelve a ser un hombre respetable. Pasa algún tiempo. Él está sentado en Hyde Park. De pronto siente que la ropa le queda grande, y ya se ha convertido en otro. Luego, para la preparación del brebaje hay un ingrediente que no puede encontrar, equivale a la trampa que hace el diablo. Finalmente uno de los personajes se mata y con él muere el otro.
Esto ha sido imitado por Oscar Wilde en el último capítulo de El retrato de Dorian Gray. Ustedes recordarán que Dorian Gray es un hombre que no envejece, es un hombre que se sume en el vicio, pero va envejeciendo su retrato. En el último capítulo de Dorian Gray, Dorian, que es joven, que tiene aspecto de pureza, ve su propia imagen en ese espejo del retrato. Y entonces mata al retrato y él muere. Cuando lo encuentran, encuentran al retrato tal como lo pintó el pintor, y él mismo es un hombre viejo, enviciado, monstruoso, y sólo lo reconocen por la ropa y por los anillos.
Les propongo a ustedes que lean un libro de Stevenson que se llama
El reflujo,
536 pero que en español se llama
La resaca, muy bien traducido por Ricardo Baeza. Hay un libro inconcluso, escrito en escocés, de difícil lectura.537
Pero al hablar de Stevenson me he olvidado de algo muy importante, y es la poesía de Stevenson. Hay muchos poemas de nostalgia. Hay un poema breve que se llama «Requiem». Este poema, traducido literalmente, no impresiona mucho. El sentido del poema está dado más por la entonación. Literalmente no impresiona mucho, como ocurre con todos los buenos poemas.
Dice así:
Under the wide and starry sky,
Dig the grave and let me lie.
Glad did I live and gladly die,
And I laid me down with a will.
This be the verse you grave for me:
«Here he lies where he longed to be;
Home is the sailor, home from sea,
And the hunter home from the hill».
Bajo el vasto y estrellado cielo,
Cavad la tumba y dejadme yacer ahí.
Viví con alegría y muero con alegría,
Y me he acostado a descansar con ganas.
Sea éste el verso que ustedes graben para mí:
«Aquí yace donde quería yacer;
Ha vuelto el marinero, ha vuelto del mar,
Y el cazador ha vuelto de la colina».
En inglés los versos vibran como una espada, predominan los sonidos agudos desde el primer verso, la triple aliteración al final del verso. No están en dialecto escocés pero se puede apreciar cierta música escocesa en ellos. Luego hay [en la obra de Stevenson] versos de amor, versos dedicados a su mujer. Hay uno en que él compara a Dios con un artífice y dice que la ha hecho a ella como una espada para él. Luego versos de amistad, versos de paisajes, versos en los que él describe el Pacífico, y otros versos en que describe Edimburgo. Esos versos son más patéticos porque él escribe sobre Edimburgo, sobre Escocia y las sierras de Escocia sabiendo que él no volverá nunca allí, que está condenado a morir en el Pacífico.
Notas
530 New Arabian Nights (1882). Este libro de Stevenson fue editado como el volumen 53 de la colección Biblioteca personal, en traducción de R. Durán, bajo el título de Las nuevas noches árabes.
531 Primer relato del libro.
532 Segundo relato del libro.
533 The man who was Thursday, novela de G.K. Chesterton publicada en 1908.
534 Relato publicado por primera vez en The Broken Shaft: Tales of Mid-Ocean. Unwin’s Christmas Annual, editado por Sir Henry Norman, Fisher-Unwin, London, 1885. Incluido en el libro The Merry Men and Other Tales and Fables, de 1887. También recogido en el volumen 53 de la colección Biblioteca personal.
535 El libro de Oscar Wilde The Picture of Dorian Gray fue publicado en 1890.
536 The Ebb-Tide, por Robert Louis Stevenson y Lloyd Osbourne, publicado en 1894.
537 El libro inconcluso se titula Weir of Hermiston. Stevenson escribió las últimas frases que tenemos el mismo día de su muerte. La novela, cuya acción transcurre en la Escocia del siglo XIX, fue publicada póstumamente en 1896.
En Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Edición, investigación y notas: Martín Arias & Martín Hadis
Buenos Aires © María Kodama, 2000
Imágenes:
Stevenson en su cama en Samoa tocando el fagot (o dulzaina) / Corbis
Retrato de Oscar Wilde por Henri de Toulouse-Lautrec (1895)