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26/8/18

Julio Cortázar: Carta a Francisco Porrúa sobre Borges y otros escritores [París, 30 de noviembre de 1964]







París, 30 de noviembre de 1964
Mi querido Paco:

Gracias por tu larga carta, que me ha consternado y aliviado por partes iguales. Tenés mucha razón: todo esto habría que conversarlo con mate y caña, mirándose a los ojos. Pero ya que no se puede, me alegro de que me hayas enviado una reseña lo bastante detallada del último capítulo de la triste historia. Nada, te aseguro, me ha tomado de sorpresa, porque conozco esos mecanismos de challenge and response, y en materia de objetos que vuelan por el aire tuve mi buena experiencia en su momento. Sólo me duele que hayas sido vos quien, sin tener otra culpa que la de ser amigo mío (y también buen amigo de Edith, pero andá a hacerle entender eso en momentos parecidos), hayas tenido que soportar una reacción tan brutal. Como la conozco un poco, sé que su actitud, una vez que vaya comprendiendo las razones de todo esto, será positiva; pero poco puede importarte ya a vos que lo sea o no, después de un episodio tan desagradable y sobre todo tan injusto. Me siento como sucio y como culpable frente a vos, y quisiera poder hacerme perdonar, no sé exactamente qué, pero siento que tanto Sara como vos tienen que sentirse como el diablo después de una cosa así. Te escribo mal, al voleo y repitiéndome, pero tu carta me ha dejado muy jodido. Y a la vez me siento aliviado de que las cosas se hayan definido de una vez por todas, aunque haya sido a las patadas, porque ahora no tendrás que seguir pensando en el asunto, y yo me desentenderé a mi vez de una cuestión que me tiene exasperado y afligido desde hace qué sé yo cuántos meses.


Desde luego, ya recibí una untuosa carta del Dr. Promies en la que me anuncia que la editorial le ha hecho el insigne honor de confiarle la traducción de los Cronopios. Por mí la Luchterhand y el Dr. Promies se pueden ir al quinto carajo; me importa un bledo lo que suceda del lado de Alemania, siempre que me dejen en paz. Y sobre todo que te dejen en paz a vos.


Ah, una cosa para dejar terminado este asunto: Vos te has creído obligado a explicarme en algún momento “y de una vez por todas mi posición en este asunto de Los premios y Edith”. Mirá, Paco, si a alguien no tenés nada que explicarle, es a mí. Tu posición es absolutamente clara, ecuánime y generosa. Has hecho todo lo que has podido, como yo en mi momento hice todo cuanto pude para defender las traducciones de Edith. Ni vos ni yo podemos hacer más nada, y ella lo sabe. No sé si tengo doble vista, pero podría asegurar que conozco perfectamente cada una de tus actitudes en este asunto, desde el día en que empezó a envenenarse, y que yo no hubiera podido hacer nada mejor si hubiera estado en tu lugar. Todo el error empezó cuando yo, convencido de que Edith me traducía bien, insistí a pedido de ella en que los contratos de ustedes llevaran la famosa cláusula sobre quién haría las traducciones. Con los elementos que tenías a mano, has hecho todo lo que estaba en tu poder para ayudarla a Edith y para ayudarme a mí. La cosa está liquidada; queda el mal gusto en la boca, pero eso no es culpa ni tuya ni mía. Yo te agradeceré siempre lo mucho que te has ocupado de este asunto, y la forma en que lo has piloteado hasta un desenlace que Edith precipitó afortunadamente al sugerir el peritaje de sus trabajos. Y no hablemos más, y por favor quedate tranquilo.


Che, está bien lo que me contás de ELLOS. Lamento mucho lo del viejo, aunque cualquier tabla de vida de una compañía de seguros me demostraría que es lógico; pero hiciste muy bien en tener esa conversación y conseguir que te dieran el empujón hacia arriba. Comprendo de sobra que a pesar de eso no estés contento, porque tu trabajo te agota y el Minotauro anda anémico. Pero me pregunto, dadas las condiciones que reinan por allá (a veces leo las crónicas de Henri Janières, en Le Monde, y se me paran los pelos) si habría para vos alguna apertura más interesante en este momento. Como siempre, cuando uno ha llegado a una edad determinada (que varía en cada caso, en el mío fueron los 38 años exactamente) se empieza a sentir de una manera gástrica, existencial, casi palpable, la culpabilidad frente al tiempo “perdido”. Es inevitable, es necesario, y a veces eso ayuda a encontrar una solución, como quien pasa por una puerta sin abrirla, dejando varios dientes en las astillas. Me alegro de que digas, sin embargo, que no has perdido las esperanzas de encontrar una solución más armónica. Lo malo del sistema capitalista de trabajo (y peor todavía del sistema socialista) es que parecen dar por supuesto que el tiempo libre no sirve para nada. Me acuerdo de mi primer patrón en París; me anunció que me doblaría el sueldo si yo iba a trabajar todo el día en vez de medio como hasta el momento. Cuando me negué, me preguntó: “Pero usted, ¿para qué quiere medio día libre?”. El hombre no entendía, directamente no podía entender que entre la guita y el tiempo yo eligiera el tiempo. Los de la Unesco tampoco me han entendido nunca; pero yo [tengo] la suerte de contar con una profesión que me permitió finalmente imponer mis condiciones. En fin, bien puede ser (pero quizá es un wishful thinking nomás) que consigas organizar tu trabajo de manera que te queden algunos globos de aire puro entre ladrillo y ladrillo.


Claro, tenés mucha razón en tu crítica del “estilo” de Tomás, pero qué le vamos a hacer. La omisión del viaje a Cuba fue idiota, pero ya colmé la laguna al contestar a un cuestionario de Tiempos modernos en que me preguntan si el hecho de formar parte del consejo de redacción de la Revista de la Casa de las Américas es una forma de mi “compromiso”. Verás que a partir de eso no habrá más malentendidos: seré un apestado completo, y se acabarán las apropiaciones y las reinvindicaciones. Si tenés por ahí la andanada de Hoy en la cultura y me la querés mandar, quizá me venga bien. Me alegro de que Álvarez publique Reunión; ya es tiempo de que Dios empiece a reconocer a los suyos.


Me alegro mucho de todo lo que me contás de Alejandra, y sobre todo de que le publiquen el libro. Tu reacción con respecto a la petisa me parece perfecta. Yo también encuentro muy natural que un autor de libros procure que un editor se los publique y si ella te fue a ver con esa intención, la conozco lo bastante para saber que, además, te fue a ver porque sabe por mí quién sos vos, y porque tiene una gran admiración por vos y por Esteban; de modo que por una vez lo útil se une a lo agradable, si me permitís esta audaz forma de expresarme.


Sí, el reportaje que me hizo la gorda (Alejandra) era estupendo; vos decís que se debe a que yo contesto bien las preguntas, pero reconocerás que las preguntas son muy buenas y que estimulan cualquier imaginación. En cambio a los de Tiempos modernos les boché un montón de preguntas a cual más pava, que además parecen dar por supuesto que yo estoy enteradísimo de las actualidades porteñas y que me paso la noche sentado mirando hacia el sur y llorando de nostalgia. Nostalgia my foot.

Me rindo ante el problema de las tapas, y reconozco que en esa materia la editorial me ha puesto una de tamaño natural. Que Final del juego salga como quiera, total lo bueno de los sándwiches es siempre el relleno, no te parece.


Muchas gracias, oficial y privadamente, por dejarme en libertad frente a Einaudi por la historia de esos 4 cuentos. Le escribiré para hacerle saber que se los pienso cobrar como corresponde. Che, lo que me deja perplejo es tu deseo de que yo pre-anuncie mi “nuevo libro”. Viejo, pero es que no hay nuevo libro. Hay esos 4 cuentos y bien podría ser que una de estas noches yo me arranque por peteneras, como dice nuestra fabulosa Pepita (la femme de ménage, de la que te contaré alguna vez anécdotas delirantes) y escriba otros cuatro y entonces haya libro. Pero cómo saberlo desde ahora, si en este momento no tengo la menor idea ni gana en materia de cuentos. Suponiendo que escriba dos cuentos más (puede ser, porque me voy 10 días a Londres, solo, y eso puede dar cuentos, I feel it in my bones), entonces sí, entonces ya pensaré en un libro terminado y te lo avisaré con toda la antelación posible.


Aprovecho para preguntarte tu opinión sobre lo siguiente. Hay aquí un muchacho muy inteligente, Luis Harss, que ha vivido en todas partes luego de educarse en Buenos Aires, y que conoce a fondo los USA. La casa Harper’s le ha confiado un libro que consistiría en “conversaciones con los 8 o 10 escritores latinoamericanos más significativos del momento”. El hombre ha hecho una lista en la que entramos Fuentes, Asturias, Rulfo, Vargas Llosa, Paz, yo, etc. Armado de un grabador y una gran sensibilidad (es de los que conocen toda mi obra a fondo, ¡hángel de hamor!) está recogiendo nuestras genialidades. El libro saldrá a fines del año que viene en Harper’s, y la idea sería hacerlo publicar aquí por Gallimard y en Latinoamérica por... ¿por quién? Yo te paso el scoop, y además Harss estaría dispuesto a facilitar llegado el caso el texto en español y en inglés de algunas de esas conversaciones, para que se vea el tono del libro. Sus diálogos conmigo dieron unas 50 páginas, es decir que es el primer trabajo bastante exhaustivo que se hace sobre mis cosas; Harss, con mucha inteligencia, fue variando el ángulo de ataque (literatura, background personal, opiniones, política, tendencias, etc.). El resultado me parece ágil y sobre todo muy veraz, porque lo que yo digo es, eliminadas las muletillas y las tonterías mayores, exactamente lo que dije delante del grabador. El libro de Harper’s saldrá con fotos, bibliografía, etc. Desde luego para los USA será muy útil. Y para los franceses, que están à l’heure sudaméricaine. No sé en nuestro país, pero es justamente eso lo que te pregunto.


Che, espero humildemente que no sea un acto fallido, pero en la nómina me comí a Borges. Oh, no creo que sea un acto fallido, porque no te podés imaginar cómo se me llena el corazón de azúcar y de agua florida y de campanitas, cuando, al cruzar el hall de la Unesco con Aurora para ir a tomarnos un café a la hora en que está terminantemente prohibido y por lo tanto es muchísimo más sabroso, lo vimos a Borges con María Elena Vázquez*, muy sentaditos en un sillón, probablemente esperando a Caillois. Cuando me di cuenta, cuando reaccioné, ya nos estábamos abrazando con un afecto que me dejó sin habla. Mirá, fue algo maravilloso. Borges me apretó fuerte, ahí nomás me dijo: “Ah, Cortázar, a lo mejor, ¿no?, usted se acuerda, ¿no?, que yo le publiqué cosas suyas en aquella revista, ¿no? ¿Cómo se llamaba la revista, che, cómo se llamaba?”. Yo casi no podía hablar, porque el grado de idiotez a que llego en momentos así es casi sobrenatural, pero me emocionó tanto que se acordara con un orgullo de chico de esa labor de pionero que había hecho conmigo. Entonces le recordé a mi vez todo lo que eso había significado para mí, sobre todo porque él me había publicado sin conocerme personalmente, lo que le daba muchísimo más valor a la cosa. Y entonces Borges dijo: “Ah, sí, claro... Y usted a lo mejor se acuerda, ¿no?, que mi hermana Norah le hizo unos dibujos muy preciosos, ¿no?”. En fin, che, yo estaba hecho un pañuelo. Después lo escuchamos a Borges en su conferencia sobre literatura fantástica, dicha en un francés excelente, y a los días vino a la Unesco y les rajó una charla sobre Shakespeare que los dejó a todos mirando estrellas verdes. La chica Vázquez me arrancó la lectura de dos cuentos para una emisión de Radio Municipal, y se fueron a España. Por supuesto, los periodistas se ingeniaron como siempre para hacerle decir a Borges cuatro pavadas sobre política, pero qué poco importa, o en todo caso, qué poco me importa.


Bueno, viejo, esto sí que es una KARTA. Un dato para el libro de Harss: ¿de cuántos ejemplares son las tiradas exitosas de una colección popular como Piragua? No es obligatorio contestar, pero se trata de mostrar la diferencia entre los best-sellers latinoamericanos y los europeos y yanquis. Aurora calculó que una tirada popular debe ser de diez mil; yo realmente no sé.


Chau, Paco, con mis afectos para Sara (pienso en su expedición con la maldita carta, y se me aprieta el corazón). Dale un abrazo a Esteban cuando lo veas. Aurora les manda a todos sus cariños; está fabricando una tortilla de queso que se insinúa ya olfativamente hasta mi cuarto. Hace mucho frío, pero hay sol. Ya te contaré de Londres a la vuelta.


Te abrazo muy fuerte,



Julio 

*Textual en el original. Se refiere a María Esther Vázquez.

En Cortázar, JulioCartas 2 (1955-1964)
Edición a cargo de Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga
Segunda Edición, Alfaguara, Buenos Aires, 2016
Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, Ilustración de Víctor Gallardo

11/8/18

Jorge Luis Borges y Alfonso Reyes: Estornudos literarios (cartas)







Jorge Luis Borges me escribe desde Buenos Aires*:

"Releo en la página 40 del Calendario: 'Un solo estornudo sublime conozco en la literatura: el de Zaratustra'. —¿Puedo proponerle otro? Es uno de los tormentosos presagios de la Odisea y está en el libro XVII, al final. La reina, fastidiada, hace votos por la terrible vuelta del héroe, y entonces (sigo la versión de Andrew Lang): 'Telemaco estornudó con vigor y en torno el techo resonó maravillosamente'.

"El ominoso carácter de la efusión es reconocido en seguida, y Penélope exclama: 'Eumeo ¿No adviertes que mi hijo ha estornudado una bendición sobre mis palabras? Ya sé de cierto que ningún destino a medio forjar caerá sobre los pretendientes y que ninguno de ellos conseguirá eludir la muerte y los hados'.

"Sería entretenido rastrear los escamoteos y las deformaciones de ese estornudo a través de los púdicos traductores. ¿Lo estornudó Mme. Dacier o lo falsificó? Chapman, en su versión de 1614, no lo silencia:

...in echoes round 
Her son's strange neesings made a horrid sound


"(Neesing, me informa el Diccionario, es una antigua forma de sneezing) — P.D. También, en una revista americana, este epíteto homérico: 'The not to be sneezed at sum of two thousand dollars'. — El estornudo, ahí, es despectivo".
J. L. B.


Amigo Jorge Luis:

No tengo a la mano a Mme. Dacier, ni tampoco la Ulixea, de Pérez, el padre del célebre secretario de Felipe II, libros ambos que se me han quedado en mi tierra. Ud. puede consultar allá a D. Leopoldo Lugones, experto en materia de Odisea. — En la traducción castellana de Segalá y Estalella, la página 453 se abre con el alegre estornudo. También lo encuentro en la versión de Bérard, III, página 45.
AR

* Carta de Jorge Luis Borges a Alfonso Reyes

Monterrey, Correo literario de Alfonso Reyes, Río de Janeiro, N° 8, marzo de 1932

Y en diario Clarín, Buenos Aires, 29 de marzo de 1990

Luego incluido en Textos recobrados 1931-1955
Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio e Zocchi
Buenos Aires, Emecé Editores, 2001
© María Kodama 2001


Imagen: Alfonso Reyes. Escultura de Augusto Escobado (Mexico)
Jardín de los Poetas - Palermo, Buenos Aires
Foto Patricia Damiano FB TW



1/4/18

Jorge Luis Borges: Sobre pronunciación argentina [*]








Señor don Tobías Bonesatti

Señor colega: Con un placer en que hay gratitud, acabo de conocer sus observaciones de lector en la revista Nosotros y deseo responder a las que me atañen. Mi propósito es de conversación y amistad, no de controversia.

Son tres las observaciones que le merezco. Doy por justa la primera de ellas, la inconstancia en mi apocopación de las des finales, aunque entiendo que estamos todavía en la indecisión de ambas formas: vale decir que unas veces pronunciamos esa de final y otras no y que la eufonía general de la frase es la que decide. La segunda observación de usted, es esta que copio:

En la página 16 Borges escribe: "estendido"; en la 38, "esplicable". Y luego, en otras "examen", "excelencia". ¿Por qué no esamen”, “eselencia”?

En "transcrita" hace síncopa y escribe: "trascrita". Luego, ¿por qué no en "observaciones"?
La solución es de casi escandalosa facilidad: escribo estendido y esplicable por pronunciarlo así, y examen y excelencia por esa misma todojustificadora razón.

No hay argentino culto que pronuncie la equis de explicación o que la silencie en examen. Tampoco «oservo» en mí la menor tendencia (esta vez le estoy haciendo el gusto a usted, señor Bonesatti) a escamotear la be de observar, y sí la costumbre de ignorar la ene de transcribir.

Ya estamos en la tercera objeción. Me interroga así: Y puesto a hacer concesiones al habla común, ¿por qué el señor Borges no escribe —respetando en un todo nuestra fonación— «crioyedá» en vez de «criolledá»? Respondo que no disponiendo el alfabeto de un signo preciso para el sonido en que traducimos con imparcialidad la elle y la i griega, tanto da el empleo de una de esas dos letras aproximativas o de la otra. Los escritores gauchistas —señaladamente los orientales—, prefieren yorar a llorar: diablura de motivación misteriosa.

Sin otra conversación por ahora, lo saluda muy cordialmente su lector y leído

Jorge Luis Borges
Buenos Aires, abril del nuevecentos veintiocho



[*] Bajo este título, la revista Nosotros publica esta carta de Borges en respuesta a una crítica firmada por el señor Tobías Bonesatti aparecida en la misma revista. El comentario de Bonesatti dice así:

«Jorge Luis Borges, en su primer libro de prosa, Inquisiciones, insinúa con el ejemplo la supresión de letras al final de algunas palabras agudas —apócope—; en el medio —síncopa— y el cambio de la x, tan pedante, por la suave s. En su último libro, El tamaño de mi esperanza, también predica con el ejemplo, en el sentido indicado. Pero, ya sea en el primer libro, como en el segundo, la contradicción aparece frecuentemente. / En la página 10, de El tamaño de mi esperanza, escribe: "verdá". En la página 16, "verdad". Y en esta última forma vemos, esa palabra, muchas veces a lo largo del libro, aunque alternando, de vez en cuando, con la apocopada. / En la página 36, línea 14, Borges escribe: "amistad". Tres líneas más abajo aparece: "seguridá". / En la página 101, línea 17, tenemos "santidad". Cuatro líneas más abajo, "unicidá". / En la página 16, línea 17, "ubicuidad". Cinco líneas más abajo, "hermandá". / Escribe: "justedad", "cualidad", "realidad", "eternidad", "ciudad", "diversidad". / Escribe: "incredulidá", "espaciosidá", "cotidianidá", "faculta", "bondá". / Si nuestra fonación criolla es igual para todas las palabras terminadas en "dad", ¿por qué esa contradicción formal? / En la página 16, Borges escribe: "estendido"; en la 38, "esplicable". Y luego, en otras, "examen", "excelencia". ¿Por qué no "esamen", "eselencia"? / En "transcrita" hace síncopa y escribe: "trascrita". Luego, ¿por qué no en "observaciones"? / Y puesto a hacer concesiones al habla común, ¿por qué el señor Borges no escribe —respetando en un todo nuestra fonación—, "crioyedá", en vez de "criolledá"? / En "criolledá" es usted, señor Borges, mitad criollo y mitad español. En "crioyedá" lo sería usted todo de una pieza. / En las variantes "criollez", "criollismo", "criollera", "criollona", tan expresivas y sonoras algunas, cumpliría lo señalado en el párrafo anterior." 
(Nosotros, Buenos Aires, N° 225/226, febrero-marzo 1928).




En Nosotros, Buenos Aires, Año 22, Vol. 60, n° 227, abril de 1928

Luego incluido en Textos recobrados 1919/1929

© 1997, 2007 María Kodama
© 2011 Buenos Aires, Editorial Sudamericana

Imagen: Caricatura de Borges por Sócrates
Buenos Aires, La Nación, 14 de mayo de 1985



19/2/18

Jorge Luis Borges: Carta a Antonio Di Benedetto [Buenos Aires, 1981]








Querido amigo:

María Kodama me leyó su cuento en Madrid.

Usted no se ha limitado a evitar victoriosamente los riesgos arqueológicos de una ficción que ocurre en otro tiempo. Usted ha escrito páginas esenciales que me han emocionado y que siguen emocionándome.

Espero reanudar, aquí o en Europa, nuestro diálogo.

Jorge Luis Borges

Buenos Aires, 1981


Carta manuscrita por María Kodama, dictada por Jorge Luis Borges
En comentario al cuento Aballay de Antonio Di Benedetto
Incluida a modo de presentación junto con epístolas de Cortázar y Mujica Láinez 
En Caballo en el salitral, Barcelona, Bruguera S.A., Ed. Libro Amigo, 1981
En imagen: Jorge Luis Borges y Antonio Di Benedetto, década de 1980


9/9/17

Dos Cartas sobre «El Desafío» de Jorge Luis Borges








(La publicación de uno de los capítulos [El Desafío]
que integran la «Historia del tango» valió
a su autor estas dos cartas, que ahora enriquecen el libro)
C. del Uruguay (E. R.),
27 de enero de 1953
Señor 
Jorge Luis Borges
He leído en La Nación del 28 de diciembre «El Desafío».
Dado el interés que usted manifiesta por hechos de la naturaleza del que narra, pienso que le será grato conocer uno que contaba mi padre, fallecido hace muchos años, diciéndose testigo presencial del mismo.
Lugar: el saladero «San José» de Puerto Ruiz, próximo a Gualeguay, que giraba bajo la firma Laurencena, Parachú y Marcó.
Época: Allá por los 60.
Entre el personal del saladero, casi exclusivamente de vascos, figuraba un negro de nombre Fustel, cuya fama como diestro en el manejo del facón había trascendido los límites de la provincia, como usted verá.
Un buen día llegó a Puerto Ruiz un paisano lujosamente vestido al estilo de la época: chiripá de merino negro, calzoncillo cribado, pañuelo de seda al cuello, cinto cubierto de monedas de plata, en buen caballo aperado regiamente: freno, pretal, estribos y cabezada de plata con adornos de oro y facón haciendo juego.
Se dio a conocer diciendo que venía del saladero «Fray Bentos», donde se había enterado de la fama de Fustel, y que, considerándose muy hombre, deseaba probarse con él.
Fue fácil ponerles en contacto, y no habiendo motivos de ninguna clase de malquerencia, se concertó el lance para el día y hora determinados, en el mismo lugar.
En el centro de una gran rueda formada por todo el personal del saladero y vecinos, comenzó la pelea, en la que ambos hombres demostraban admirable destreza.
Después de largo rato de lucha, el negro Fustel consiguió alcanzar a su rival con la punta del facón en la frente, haciéndole una herida que aunque pequeña empezó a manar bastante sangre.
Al verse herido, el forastero tiró el facón y, tendiéndole la mano a su contrincante, le dijo: «Usted es más hombre, amigo».
Se hicieron muy buenos amigos, y al despedirse se cambiaron los facones en prueba de amistad.
Se me ocurre que manejado por su prestigiosa pluma, este hecho, que creo histórico (mi padre nunca mintió), podría servirle para rehacer el libreto de su film, cambiando el nombre de «Los orilleros» por «Nobleza Gaucha», o algo parecido.
Lo saluda con especial consideración
Ernesto T. Marcó

§§§
Chivilcoy,
diciembre 28 de 1952
Señor Jorge Luis Borges, en La Nación

De mi distinguida consideración:
Ref.: Comentarios a «El Desafío» (28/12/52)

Escribo esto con un propósito de información y no de rectificación, por cuanto lo esencial no sufre alteración alguna, variando sólo algunas formas del hecho.
Muchas veces escuché a mi padre detalles del duelo que sirve a la sustancia de El Desafío aparecido en La Nación de hoy, quien a la sazón habitaba en un campo de su propiedad sito en las proximidades de la «Pulpería de Doña Hipólita», cuya playa aledaña fue el escenario en que se desarrolló el terrible duelo entre Wenceslao y el paisano azuleño —el mismo visitante se lo dijo a Wenceslao que procedía del Azul, hasta donde llegaran las mentas de la destreza de éste— que vino a dirimir posiciones.
Cerca de una parva de pasto seco comieron los rivales, seguramente estudiándose, y cuando tal vez los ánimos se acaloraron, vino la invitación a un visteo hecha por el sureño y aceptada en el acto por el nuestro.
Saltarín como era el azuleño, resultaba inalcanzable para el facón de su rival, prolongándose la lucha en perjuicio de Wenceslao. Desde arriba de la parva un peón de Doña Hipólita, que había cerrado la puerta de su pulpería en vista del cariz de la cuestión, presenciaba atemorizado las alternativas de la pelea. Resuelto Wenceslao a obtener una decisión, descubrió su guardia ofreciendo su brazo izquierdo protegido por el poncho que tenía arrollado. Cayó como el rayo el del Azul con un terrible hachazo descargado sobre la muñeca de su contrincante al tiempo que la punta aguzada del facón de Wenceslao lo alcanzaba en un ojo. Un alarido salvaje rasgó el silencio de la pampa, y el azuleño puesto en fuga se refugió tras la sólida puerta de la pulpería mientras Wenceslao pisaba su mano izquierda sostenida por una tira de piel y de un tajo la separaba del brazo, metía el muñón en la pechera de su blusa y corría tras del fugitivo, rugiendo como un león y reclamando su presencia para continuar la lucha.
Desde ese entonces a Wenceslao se le conocía por el manco Wenceslao. Vivía de su trabajo en tientos. Nunca provocaba. Su presencia en las pulperías fue prenda de paz, pues bastaba su enérgica advertencia proferida calmosamente, con su voz varonil, para desalentar a los pendencieros. Dentro de esa pobreza fue un señor. Su vida sencilla tuvo trascendencia, porque su orgullosa personalidad no toleró el insulto y ni siquiera el desdén, y su profundo conocimiento de las debilidades humanas le hizo dudar de la imparcialidad de la justicia de aquel entonces y por eso acostumbróse a hacérsela por sí mismo. Ahí estuvo su error, en cuanto a su propia conservación.
La trastada de un gringo lo obligó a proceder, y de allí partió su desgracia. Una numerosa comisión policial integrada por civiles lo acorraló en una pulpería adonde fuera en busca de los vicios. La lucha a arma blanca, de 5 a 1, se resolvía ventajosamente para Wenceslao cuando el certero disparo de un civil tendió para siempre al héroe del cuartel 13.
Lo demás es exacto. Vivía en un rancho con la madre. Los vecinos, entre ellos mi padre, lo ayudaron para construirlo. Nunca robó.
Hago propicia la oportunidad para saludar al talentoso escritor con expresiones de mi admiración y simpatía.
Juan B. Lauhirat



En Evaristo Carriego (1930)
Imagen: Borges por Leon Anthony Enriquez (2014) [+]


23/8/17

Jorge Luis Borges: Postal a Leonor Acevedo desde Punta del Este





Señora Leonor Acevedo de Borges
Pueyrredon 2190 - V° Piso
Buenos Aires

Querida Madre:
                        Le he pedido a Márquez Miranda que oficie de cartero. En una semana estoy de vuelta. Por ahora el mediodía entrega las mejores posibilidades de un pensamiento que no se deja traducir. By the way, he llegado a la claridad de una ventana sólo para conversar con usted.

                               Georgie.


Postal de Borges a su madre s/d probablemente años treinta
© Archivo José María Lafuente
Transcripción Florencia Giani

3/3/17

Jorge Luis Borges: Carta a Maurice Abramowicz








[No fechada]

Acabo de hojear Clérambault de Romain Rolland: apuesto que ese viejo burgués hablará de su papel puro durante la guerra y de la fraternidad, comprensión, etc., hasta el día de su muerte. Apollinaire ha cometido poemas chauvinistas como Una estrella de sangre me corona para siempre, pero eso vale más quizá que la indecencia espiritual de un hombre como Rolland. La descendencia de Whitman me harta. ¡Janker funesto! Los alemanes y los franceses se odian porque en el fondo son la misma cosa: arribistas de la cultura. Han producido hombres de genio, está bien, pero nunca hay que juzgar a las razas por sus excepciones. Y el pueblo es tan bárbaro en Francia como en Suiza, como en Alemania y como en Inglaterra. Mira a las mujeres del pueblo de Ginebra. Es horrible, ¿no? Y bien, aquí, en España, en Italia, en Grecia, el pueblo está bien: las mujeres saben caminar, sonreír, mirar, bajar los ojos... Y eso es un arte... Mientras que en la época en que nosotros (nosotros, étnicamente) escribíamos los salmos, Europa no era nada. Si no eres un griego o un español, la única manera de tener un poco de cultura en los huesos, es ser judío como tú. O italiano o moro... La pluma que se fatiga. Los lugares comunes que faltan. El alcohol que se disipa. ¡La noche y las mujeres! ¡Y los balcones escondidos! ¡Y la jovencita (¡13 años!) que esta mañana me hizo el insigne regalo de su sonrisa!




En Cartas Francesas (1996)
Versión castellana de Hugo Becacecce

También en Cartas del fervor. Correspondencia 

con Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda (1919-1928) 
Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Emecé, 1999

9/10/16

Jorge Luis Borges: Esquela manuscrita inédita, dirigida a Ulyses Petit de Murat [Buenos Aires, ca. 1928]









compartidor de calles y de versos ¡salve! - A mí, enredado en un certamen literario en Liniers, me sucedió votar por un cuento criollo, cuyo imprevisto autor resultó ser el doctor Clodomiro Cordero, adornado después con una medalla de oro en la supuesta publicidad de un cinematógrafo de barrio (Rivadavia al once mil). Esa colaboración en una apoteosis y el haber intentado conversar anoche con Enrique Banchs, hombre dulce y despavorido, son las únicas noticias raras que se me ocurren. También he visto a Octavio (no muy bien), a Cetara, a Xul, a Paco Luis, a alguna altiva y desganada hermana de Norah Lange y a la calle Montenegro. (Hace unas noches -aprovechando nuestra ausencia- floreció un tiroteo malevo-policial en una callecita profunda y fue muerto de un balazo un furquero llamado con buen sentido del color local, Antonio Rosendo). Esta fotografía de lavanderas en el Bajo es apta para el cultivo patriótico de recuerdos imaginarios. ¿Cuándo te restituís al NORTE? Un abrazo de (fdo.) Georgie. [Al margen]: ¡Viva Groussac!


Nota de Víctor Aizenman: Texto ológrafo de 24 líneas, escrito en tinta negra sobre el dorso de una tarjeta postal publicada por la Librería “Mitchell’s”, cuyo frente muestra una fotografía de lavanderas en el Bajo [“Riverside Washerwomen, Year 1888”], “apta para el cultivo patriótico de recuerdos imaginarios” (Borges, sic), completada con una vista de la Aduana Taylor y el Ferrocarril del Norte.- Impecable conservación. Encantadora tarjeta postal dirigida a Ulyses Petit de Murat, (“compartidor de calles y de versos”), plena de suave e inteligente ironía, con alusiones, entre otros, a Enrique Banchs (“hombre dulce y despavorido), a Xul Solar, a Fancisco Luis Bernárdez y a Norah Lange. Menciona un concurso literario en el que actuó como jurado y votó por un cuento criollo de Clodomiro Cordero, y relata, con humor socarrón, un episodio policial que demuestra su conocido interés por la vida marginal de malevos y cuchilleros. Concluye con un inesperado y entusiasta “¡Viva Groussac!” (Paul Groussac, escritor francés que se estableció en Argentina, desarrolló una extensa obra de ensayista, narrador e historiador escrita magistralmente en español, fue Director de la Biblioteca Nacional Argentina y, como Borges, quedó ciego.) 



Pieza postal propiedad del librero Víctor Aizenman
Buenos Aires, Argentina
Material inédito no encuadernado





21/5/16

Jorge Luis Borges: Del Director de la Biblioteca Nacional (Carta)





Señora Directora de Clarín:
En una de las partes de la carta del señor Jorge Ballester que se publicó en la edición del 22 de febrero se expresa lo siguiente: “Si usted va a la Biblioteca Nacional media hora antes del cierre no le admitirán pedido alguno, aunque a usted le basten diez minutos para consultar el libro o el periódico que solicita. ¿Y por qué? Porque diez o quince minutos antes de la hora de cierre comienza la ‘desbandada’ y los lectores son prácticamente expulsados a fin de que los empleados puedan, a la hora del cierre —es decir cuando recién debían clausurar las salas de lectura— estar en la puerta de calle, listos para emprender la retirada a sus casas…”
Sobre el particular llevo a su conocimiento que la Biblioteca Nacional, que me honro en dirigir, presta un servicio calificado y amable a sus lectores. Extendió su horario que era de 14 a 22 horas al actual de 8 a 24 horas desde mediados de 1967, como prueba de su permanente afán de superación y servicio, implantando el servicio de fotoduplicación en el acto desde hace más de dos años, lo que representa un aporte de suma utilidad al lector, estudiante y/o investigador. En el año 1972 incrementó en forma superlativa su programa de extensión cultural con exposiciones y conferencias, concretándose un operativo conjunto con el Consejo Nacional de Educación que llevó el patrimonio del organismo al interior de nuestras escuelas primarias, dándose clases especializadas en ellas y recibiéndose la visita guiada de cerca de 9.000 escolares de 6º y 7º grado. Con estas menciones muy sintéticas quiero expresar a usted la envergadura cultural y de servicio público que presta la Biblioteca Nacional, posible solamente merced al espíritu de sacrificio de su personal, muy escaso en número y con escasa remuneración, pero que se halla consustanciado con la misión docente que de ella emana.
La Biblioteca Nacional opera mediante reglamentos que conoce el lector y, media hora antes del cierre, como ocurre en toda biblioteca pública de la importancia de la nuestra, no se entregan obras pues deben irse acomodando en sus estantes las que los lectores devuelven a fin de estar debidamente ordenadas para el servicio público del día siguiente. Además pedir un libro lleva un proceso de unos seis a diez minutos que, en el caso expuesto por el señor Ballester, distrae al personal destinado a tal tarea en lo que debe hacer específicamente entre las 23.30 a 24, que es ir poniendo libros consultados en su habitual encasillamiento; espacio de tiempo en que espontáneamente ya los lectores existentes van devolviendo las obras. Por lo demás el caso que pinta el singular denunciante habitualmente no se produce y, a quien el personal brinda razones, comprende que el reglamento de trabajo se establece de acuerdo a lo que aconseja un eficiente servicio público. Ello no es óbice para que cuando una circunstancia de real necesidad y no una cuestión de hábito encuentre disposición especial en el empleado que atiende la solicitud, que por exceso de buena voluntad crea conveniente atender. Se debe entender que la Biblioteca Nacional constituye un amplio complejo cuyo mecanismo funciona por el sistema de relojería, la única forma de hacerlo eficiente como es.
Rechazo la afirmación de que el personal se retira de sus obligaciones 10 o 15 minutos antes del cierre, expulsando a los lectores. Demasiado grosera es esta gratuita imputación a un personal que no ahorra fatigas poniendo el hombro más allá de sus normales obligaciones. Hasta ahora la Dirección no ha podido constatar deterioros en sus instalaciones por esa ‘desbandada’ de que nos habla nuestro singular crítico. Sí en cambio puedo asegurar el retiro ordenado del personal a partir de la hora 0.05 a 0.20, según sean sus responsabilidades luego de la hora de cierre a las 24. En cuanto al rubro ‘Hemeroteca’ de atención de diarios, revistas y periódicos, el horario de cierre es la hora 21. Solamente la sala principal está abierta hasta la hora 24. El señor Ballester debe comprender que su derecho termina donde comienza el derecho de su servidor, cuando le llega el turno de irse a su casa a descansar. El tiempo de cada uno debe ser graduado de acuerdo con la necesidad que se tenga, sin pretender sojuzgar caprichosamente el ajeno que no le pertenece.
Salúdala atentamente
JORGE LUIS BORGES
Director Biblioteca Nacional


En octubre de 1955, Jorge Luis Borges asumió como Director de la Biblioteca Nacional. Dieciocho años más tarde, en 1973, ante el regreso de Juan Domingo Perón al gobierno, se acogió a la jubilación, tramitada con anterioridad. (N. del E.)


En diario Clarín, Buenos Aires, 10 de marzo de 1973* - En la sección “Cartas al País”.
Luego en Textos recobrados 1956-1986
Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi
© 2003 Maria Kodama
© Emecé editores
Buenos Aires 2003

Imagen: Placa conmemorativa a Borges y a Groussac
en la Biblioteca acional de Buenos Aires
Foto: Carlos María Parise



22/2/16

Julio Cortázar: Carta a Jorge Luis Borges [sobre el Minotauro, agosto de 1947]

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      A Jorge Luis Borges


      Habrá notado usted desde algún tiempo atrás la presencia del Minotauro circulando otra vez sordamente entre los hombres que escriben sus imágenes.


        Luego de hallarlo en el Thesée de Gide -entrevisto apenas, pero hermoso-, lo encuentro pleno de admirable inteligencia en el relato que llama usted La casa de Asterión. He querido entonces hacerle llegar este minotauro mío, que curiosamente profetiza al morir (murió en enero de este año) lo que hoy ocurre: su retorno incesante y repetido. Acéptelo usted como testimonio de cariño hacia Asterión, de nostalgia por su voz tan ceñida, tan libre de lo innecesario. 

      Con afecto,
                          Julio Cortázar




Texto e imagen en: Frazier-Yoder, Amy.
"The 'incessant return' of the Minotaur
Jorge Luis Borges's La Casa de Asterión
And Julio Cortázar's Los Reyes
"

Variaciones Borges, 34 
University of Pittsburg, 2012
Primera publicación en: Montes-Bradley, Eduardo
Cortázar sin barba, Ed. Sudamericana
Buenos Aires, 2004


24/11/15

Jorge Luis Borges: Carta a Maurice Abramowicz [Barcelona, 2 de marzo de 1921]








[Barcelona, 2 de marzo de 1921]

Querido hermano: desde la ciudad rectangular e inmunda, lanzo hacia ti mi corazón como una red. Pasado mañana parto. He dejado Palma con una vasta pena. Alomar, Sureda y yo, escribimos el manifiesto que sabes y que provocó un asombro y un escándalo espléndidos. Después, en la ruleta tuve una suerte inaudita para mí (¡60 pesetas con un capital de una peseta!) y que me permitió triunfar tres noches seguidas en el burdel. Una rubia suntuosamente chancha y una morena que llamábamos La Princesa y sobre cuya humanidad me embriagué como un avión o un caballo (¡una catalana, perdóname!). 
Ahora la gloria se ha apagado. Me siento "como un huérfano pobre sin su hermana mayor". Verdaderamente he amado a esa Luz que me trataba como a un chico y cuyos gestos eran de una indecencia ingenua. Se parecía a una catedral y a una perra. 
Escríbeme a Poste restante en Buenos Aires. 
Comparto tu aversión por Helena. Me envió una carta estilo Jean-Christophe. No es ni natural como Luz ni sabiamente artificial como cierta joven de buena familia que cortejé en Palma y cuyos silencios eran una obra de arte...






En Cartas Francesas (1996)
Versión castellana de Hugo Becacecce
En imagen: manuscrito y transcripción bilingüe
Versión castellana de Marietta Gargatagli
En Cartas del Fervor (1999)


31/10/15

María Kodama: A usted, Borges








¿Qué era para nosotros el arte? Era la mágica posibilidad de percibir la realidad a través de sonidos, de colores, de texturas que, transmutados por la alquimia de la creación, ofrecen el espejismo de otra realidad.

Era la emoción compartida, porque usted supo, cuando al pie de la escalinata del Louvre alcé los ojos y descubrí a la Victoria de Samotracia, que en ese instante, anulado el tiempo, se superponía a esa escultura la imagen de una lámina en un libro de arte que mi padre me regaló. Con ese libro, me dio, a los cuatro años, sin que yo lo supiera, la primera lección de estética de mi vida. Me enseñó qué era la belleza. Recuerdo que, ante mi desencanto porque la figura no tenía cabeza, un rostro, con infinita paciencia me dijo que observara los pliegues de la túnica agitados por la brisa del mar. Detener en ese movimiento, para la eternidad, la brisa del mar, eso era la belleza. El arte y sólo el arte podía lograrlo.
No lo olvidé nunca; esto signó de algún modo mi vida y se proyectó en lo que sería nuestra relación. Nuestra decantada relación, que fue pasando, a través del tiempo, por distintas facetas hasta culminar en el amor que nos habitaba mucho antes de que usted me lo dijera, mucho antes de que yo tuviera conciencia de mis sentimientos.

Ese amor que, revelado, fue pasión insaciable para colmar el sentimiento vago, indescifrable, que experimenté por usted siendo niña, cuando alguien me tradujo un poema dedicado a una mujer a la que amó años antes de que yo naciera. A esa mujer a la que le decía:

I can give you my loneliness, my darkness, the hunger of my heart;
I am trying to bribe you with uncertainty, with danger, with defeat.

Ese amor del que fue dejando trazas a lo largo de sus libros, sin decírmelo, hasta que me lo reveló en Islandia. Ese amor protegido, como en la Völsunga Saga, por un mágico círculo de fuego, cuyo resplandor nos ocultaba de las miradas indiscretas, para poder ser Ulrica y Javier Otárola, nombres que elegí, de todos los que nos dábamos, para grabarlos en la estela de piedra que señala el punto desde el que su alma entró en el Gran Mar, como llamaban a la muerte los florentinos; pero que, a la vez, relata nuestro encuentro. Aunque parezca una paradoja, la muerte y la vida no son signos opuestos, sino que son un solo fluir, y el vínculo entre el ser que parte y el que queda es el amor.

Por eso, cuando me trajeron el proyecto para hacer una exposición de pintura inspirada en las obras que usted me dedicó, sentí temor de esa materialización que sus palabras sufrirían al convertirse en motivo de inspiración para otros creadores. Sin embargo, reflexioné en la intensidad de los momentos que vivíamos en los museos, a lo largo y a lo ancho del mundo, y pensé que esa podía ser una maravillosa alquimia que exaltaría el Amor buscado a tientas por dos almas aún sin nombres, que fueron, son y seguirán siendo un hombre y una mujer, Tristán e Isolda, Dante y Beatriz, Frida Kahlo y Rivera, Ulrica y Javier Otárola, poco importa cómo se llamen, si en el encuentro sienten que se pertenecen con esa llama de pasión inextinguible que no se consume, sino que da fuerzas para sentir que, aun en el infierno, como Paolo y Francesca, ese castigo no es terrible porque lo comparten. Hasta el infierno es ilusorio, como es ilusorio el mundo, para los que se aman, porque sólo ellos existen.

Esa dinastía que no se hereda ni se compra es un desafío y un don que debe preservarse a lo largo del tiempo de nuestra vida y más allá aún, a través de los siglos, por la magia del arte.

Desde el centro de nuestro jardín secreto se alza esa llama que pertenece a la dinastía de los amantes. A partir del encuentro, gracias al acordado movimiento de los astros, o al azar, según queramos, sigue construyéndose esa invisible cadena que, transmutada en arte o por el simple hecho de existir, hará que las nuevas generaciones sigan creyendo en la armonía del mundo, a pesar de todo.

Esa llama que espero sea como un faro cuya luz alcance el inimaginable confín del universo, para que si algo, de alguna forma, persiste del alma humana, le llegue y sienta que esa llama, hecha de amor, de lealtad, de pasión, que una vez compartimos, sigue viva en mí para usted "for ever, and ever... and a day".

María Kodama




En Catálogo de la Exposición "De Borges a María Kodama"
Centro Cultural Recoleta, Buenos Aires
30 de noviembre al 24 de diciembre de 1995
Foto: Borges y Kodama en Tokio
1° de Noviembre de 1979
© Salvador García de la Torre / EFE


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