Borges no puede disimular cierta emoción y algo de molestia cuando le decimos el motivo de la entrevista.
—¿Joyce? ¿Así que usted me quiere hacer hablar de James Joyce? ¿Y de lo que queda en mí de Joyce? ¡No! Eso no tiene importancia, lo importante es la personalidad de Joyce. La relación que yo pueda tener con él es insignificante.
[¿Cuándo leyó a Joyce?]
—No recuerdo bien, pero debe de haber sido el 27 o el 28, un año antes de la muerte de Güiraldes. Cuando me lo presentaron a Ricardo, en el hotel Phoenix, en Córdoba y San Martín, me preguntó si yo sabía inglés. En aquel tiempo pocos lo sabían, era un idioma un poco secreto. Todo el mundo sabía francés. Y cuando Güiraldes se enteró de que yo sabía inglés, dijo: “¡Qué suertudo!” “Creo que sí”, le dije, “pero, ¿por qué me dice eso?” “Porque puede leer a Kipling en el original.” A él le gustaba mucho Kipling pero lo había leído en francés. Tiempo después Güiraldes me entregaba un grueso volumen, era la edición inglesa del Ulises. Ante ese libro realmente sentí lo que es el vértigo; me encontré como perdido.
Después escribí un artículo muy inadecuado. Güiraldes me pidió que tradujera la última página del Ulises y lo hice muy mal. Eso se publicó en Proa, la revista fundada por Brandán Caraffa.
Borges trata de cuidar las palabras, y a cada rato insiste en que no quiere hablar mal de Joyce… Por fin se decide:
—Yo creo que Joyce cometió un error capital, creer que su estilo, su talento, eran los de un novelista. Él era, en realidad, un escritor esencialmente verbal. La novela es desde luego verbal en el sentido en que tiene que valerse de palabras pero no un arte verbal en el sentido que lo es la poesía.
El talento de Joyce era esencialmente verbal. No sé si poético es la palabra. Es lo que Shaw llamaba word music. Joyce es música verbal e invención de palabras. Una novela se hace más bien imaginando personajes, penetrando en ellos. Eso no sucede con Joyce. Si se lee o se trata de leer el Ulises, al final no se conoce a los personajes. En el Ulises se conocen miles de situaciones pero no se conocen los personajes como pueden conocerse los de Conrad, Dostoievski y otros. Joyce cometió ese error. Aunque creo que fue uno de los máximos artífices verbales, eso nada tiene que ver con la novela. En una novela hay que pensar en los personajes, en los caracteres, en lo que sucede, más que en las palabras empleadas.
El arte de Joyce es pues, ante todo, verbal. Espléndido, desde luego, pero creo que si hubiera elegido ser poeta, si se hubiera limitado a ser poeta, aunque ser poeta no tiene nada de limitado, hubiera sido mejor… En todo caso más legible. Porque el Ulises es bastante ininteligible y el Finnegan's Wake es ilegible.
Ya dije que cuando leí el Ulises por primera vez me encontré perdido… Yo no sabía nada de la teoría de Joyce. Después leí el libro de Stuart Gilbert, de mucho más fácil lectura que la obra de Joyce, y otro libro titulado Una ganzúa para Finnegans Wake. Me gustaron mucho, pero cuando trataba de leer el Ulises y el Finnegans Wake me resultaba imposible. En cambio sé de memoria muchos versos, muchas poesías de Joyce y creo que El retrato del artista adolescente es un libro admirable y también algunos cuentos, no todos, porque la imaginación de Joyce es totalmente verbal. Si yo pienso en Finnegan's Wake, recuerdo frases de igual modo que recuerdo versos de un poema. Es una obra fragmentaria, sí. Esto no lo digo contra Joyce. Yo lo admiro pero hubiera querido de él una obra aún más admirable que la que ha producido.
Se ha entendido que hay un paralelismo entre la Odisea y el Ulises. Yo no sé si ese paralelismo es benéfico. Yo diría que no; no tiene nada que ver. Además, en el libro de Stuart Gilbert, que fue secretario de Joyce, se lee por ejemplo que en tal capítulo del Ulises casi todas las metáforas están tomadas de la respiración, de los pulmones; en otro se habla de lo sexual; en otro, del cerebro, de la inteligencia. O bien, que en un capítulo predomina el color rojo, en otro, el amarillo, en otro, el negro, etc. Pero yo no sé si ésas son virtudes. No hacen a la obra, y no hacen sobre todo al goce de la obra. Posiblemente Joyce pensó que eso podía facilitar su labor o le gustaba la idea, pero no quisiera decir una palabra contra Joyce.
Indudablemente Joyce fue un gran poeta. Chamber Music, por ejemplo, es gran poesía, poesía verbal como la de Quevedo y Lugones. Un ejemplo de poesía verbal, de Quevedo: “Su tumba son de Flandes las campañas / Y su epitafio la sangrienta Luna”. “Su epitafio la sangrienta Luna” es un verso espléndido, es poesía verbal. Si tuviera que traducirlo con otras palabras desaparecería la poesía. Poesía verbal, poesía de este tipo es la que hizo Joyce, quizá mejor que nadie, en cualquier época, y en cualquier idioma. Pero es una lástima que todo eso esté perdido en dos vastas obras ilegibles. La traducción de esa música verbal, la de Joyce, me parece imposible. Es como traducir la música en palabras. El caso más sencillo: ¿Cómo traducir la música del tango El choclo? El tango El choclo es simplemente eso.
Joyce mismo colaboró en la traducción francesa del Ulises, dirigida por Valéry Larbaud, que es muy mala, y no por culpa de Joyce o de Larbaud. Es mala, entre otras cosas, por la facultad de Joyce de acuñar palabras compuestas, que pueden usarse en griego, en inglés, y en alemán, pero no en francés y en castellano, idiomas éstos en las que resultan pesadísimas y artificiales. El mismo Joyce tiene que haberse dado cuenta de esto.
[¿Tradujo usted el Ulises?]
—No, no es cierto, yo no he traducido el Ulises. Puede ser sí que me hayan ofrecido la traducción al castellano. Al cabo de ochenta años a uno pueden haberle ocurrido todas las cosas. Pero yo me di cuenta de que la obra era intraducible.
Mi memoria está llena de pasajes de Joyce, pero no pienso en sus personajes…
—¿Qué importancia tiene que el Ulises no sea una novela? Las grandes obras se escriben muchas veces a pesar de sus autores.
—Sí, pero él se propuso hacer una novela…
—Pero si no es una novela, ¿no tenía derecho a hacer el Ulises?
—Tenía derecho, pero hubiera sido mejor para sus lectores si hubiera intentado otra cosa. Yo soy uno de sus lectores.
—¿Y qué problema hay además en que se trate de una obra fragmentaria, una especie de homenaje al “lector salteado” de Macedonio Fernández que ya previó la lectura de a ratos, de restos, de fragmentos?
—Joyce quiso hacer una novela y cometió un error, porque podría haber escrito poemas de una o dos páginas. Como creo que fue un error de Góngora escribir las Soledades, pues no tenía talento para lo narrativo. Góngora tenía talento para frases como Joyce. Es un pequeño Joyce, ¿no?
En cuanto a la lectura fragmentaria [Borges] agrega:
—Es la única lectura posible. Es lo que ocurre ya. El futuro es ilimitado, uno puede decir cualquier cosa y se cumplirá, pero quizá lo que quede de los escritores es lo que está en las antologías. Lo demás es historia de la literatura, es erudición, es una pequeña pedantería. Las obras completas son un error. Yo no quiero pecar de vanidoso, pero si cuando yo muera quedan un par de cuentos y un poema puedo darme por satisfecho. Mi Antología personal** incluso ha tenido que admitir cosas que no me gustan porque el editor me ha dicho que… No nos podemos librar de la Historia, todo se hace en función de ella, pero en los países orientales eso no existe. Y toda la poesía, toda la escritura se consideran contemporáneas. En cambio a nosotros nos interesa mucho la Historia, la sucesión cronológica, la idea de maestros y discípulos… Y todo eso es ajeno a lo estético…
—¿Y para terminar?
—Yo sé que en algunas de sus inextricables páginas está Joyce esperándome en pasajes que me han acompañado toda la vida.
[*] Borges publicó en la revista Proa “El Ulises de Joyce” y “La última hoja del Ulises”, recogidos respectivamente en Inquisiciones, 1925, en Inquisiciones. Otras Inquisiciones, 2011, y en Textos recobrados 1919-1929, Barcelona, Debolsillo, 2011. Publicó también en la revista Sur, “Joyce y los neologismos”, 1939, y “Fragmento sobre Joyce”, 1941, recogidos en Borges en Sur y en Miscelánea. (N. del E.)
[**] Borges se refiere a una Antología en preparación que no llegaría a realizar. (N. del E.)
En revista Referente
Buenos Aires, Año I, N° 1, invierno de 1981
Entrevista de O. Nayarález
Luego en Textos recobrados 1956-1985 ("La Argentina y Buenos Aires")
Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi
© 2003 María Kodama
© Emecé editores Buenos Aires 2003
Foto: Hands of James Joyce, Paris 1938, by Gisèle Freund, 1938