Martes, 1º de mayo. Me levanto temprano, para buscar a Borges, que llega de Mendoza. Tanto él como su madre parecen muy conmovidos porque Silvina y yo hayamos ido a esperarlos. Me dice que en Mendoza, como en Tucumán, en Santiago del Estero, en Córdoba y aun en Pehuajó, es inevitable que un joven se le acerque a uno y le pregunte con expresión intensa: «¿No cree usted que el escritor no debe resignarse a repetir la nota cosmopolita, sino que debe bucear en lo regional...?» Dice también que oyó la palabra cajonario, por de cajón.
Tomo el té chez Borges, donde voy en busca de consejo sobre si debo
aceptar o no el nombramiento como Director de Asuntos Culturales. Allí
están Norah, sus hijos, un muchacho Paz Leston. Norah y la madre de
Borges me aconsejan que acepte; Borges, que de ninguna manera
acepte: «Escondete en la Laguna de los Cisnes; cualquier cosa, pero no
aceptes. No hay que aceptar un puesto que se parece tan poco a uno; que
uno de ningún modo hubiera inventado». Norah y la madre opinan que
debemos sacrificarnos por la patria. Borges concluye: «¿Es necesario,
para salvar a la patria, emplear a todos los chambones? Porque, ¿qué sabemos
nosotros, Adolfito o yo, de cosas de gobierno?»
Jueves, 3 de mayo. Comen en casa Borges y Wilcock. Borges comenta
poemas del Marino. Después, en un aparte, me dice que no sabe qué hacer
con un poema que Wilcock le mandó para la Revista de la Biblioteca:
un poema sin duda irónico, porque Wilcock sabe lo que hace, pero que
deja una sensación incómoda —bueno, ¿y qué?— y que no parece adecuado
para una revista oficial.
Hablo de los rollos del Mar Muerto; de mi proyecto de escribir sobre
ellos; de que Edmund Wilson no menciona a De Quincey, cuando repite
su hipótesis, aparentemente confirmada hoy, de la identidad entre los
esenios y los cristianos (¿o lo confirmado, o casi confirmado, es que
Cristo fue esenio?).1
Martes, 8 de mayo. Después del almuerzo, la madre de Borges me
hace leer una página de Borges que se titula «Borges y yo»: algo muy sencillo,
escrito de una manera llana, triste, noble.
Miércoles, 9 de mayo. Frías me dijo hoy que nuestro trabajo en
Emecé (el de Borges y el mío) había terminado. ¿Cómo lo dijo? Preocupándose
por nosotros, contra Emecé. FRÍAS: «¿Cuál es la situación de ustedes?». BIOY: «No nos pagan desde hace uno o dos meses». FRÍAS: «En
ese caso, yo no seguiría leyendo».2 Finis, pues. Le cuento la escena a Borges. «Una abeja le puso miel en la boca», comenta.
Sábado, 12 de mayo. Comen en casa Borges, Mauricio y Martín
Müller, y Wilcock. Los Müller cuentan que Martínez Estrada está medio
peronista, medio comunista: en Montevideo habló de la falta de libertad
que hay ahora en Buenos Aires; de que todo anda tan mal que no le quedan
dudas de que lo mejor sería que volviera Perón.
Esto me recordó que, al comienzo de la Segunda Guerra, cuando Inglaterra
defendía sola al mundo libre, nos reunimos en el restaurant
chino La Pagoda, en Diagonal y Florida, para firmar un manifiesto en favor
de los aliados. Esa mañana, los primeros en llegar fuimos Borges, Petit de Murat, Martínez Estrada y yo. Entre Borges y yo explicamos nuestro
propósito. Martínez Estrada dijo que él quería hacer una salvedad o,
por lo menos, un llamado a la reflexión. Nos preguntó si no habíamos
pensado que tal vez hubiera alguna razón, y quizá también alguna justicia,
para que unos perdieran y otros triunfaran, si no habíamos pensado
que tal vez de un lado estaban la fuerza, la juventud, lo nuevo en toda su
pureza, y del otro, la decadencia, la corrupción de un mundo viejo. Yo
pensé que con un personaje así no se podía ni siquiera discutir y, mentalmente,
lo eliminé de la posible lista de firmantes. Me equivocaba. Petit de Murat se levantó y dijo que para nosotros el asunto era más simple:
«De un lado está la gente decente, del otro los hijos de puta». «Si es así
—contestó Martínez Estrada, tomando un color que pasó de grisáceo a
amarillento— firmo con ustedes encantado» y, ante mi asombro, subimos
a las oficinas de Argentina Libre y estampó su firma en nuestro manifiesto.
Martes, 15 de mayo. Come en casa Borges. Corregimos Bustos Domecq (Seis Problemas) para posibles editores.
Viernes, 18 de mayo. Por teléfono, Borges; almorzó con Esther Zemborain, comió con Alicia Jurado: qué día. El hijo menor de Esther (católico, probablemente nacionalista) habría resumido así la cuestión universitaria:
«Ellos nos llaman nazis y saben que no lo somos. Nosotros los llamamos comunistas y sabemos que no lo son. Pero parece que conviene
hablar así».
Martes, 22 de mayo. A las siete pasadas vamos a la casa de Borges,
donde se celebra el octogésimo aniversario de su madre. Cecilia Ingenieros,
Delfina Mitre, infinidad de gente. Hay tanta gente que uno sólo
cabe en el sitio que ocupa de pie: Borges me contará después que su madre,
en la reunión, de pronto sintió algún mareo y se consoló pensando
que de todas maneras no podría caer.
Durante la fiesta, Rinaldini elogia el actual gobierno, diciendo: «Por
primera vez se ha llamado a gobernar a los jóvenes». BORGES: «No me parece
atinado elogiar a los jóvenes contra los viejos en casa de una persona
que ha cumplido ochenta años».
Miércoles, 23 de mayo. Come en casa Borges.
Viernes, 25 de mayo. Comen en casa Borges y Wilcock. Refieren que
Martínez Estrada, en un artículo en Marcha, de Montevideo, dice que Perón
fue el más inteligente de nuestros gobernantes, que fue grande por sus
defectos como por sus virtudes; que con él se acabaron los baqueanos y
aparecieron los topógrafos, los técnicos, y que nadie se atreverá a probarle
a él, Martínez Estrada, que lo que ha dicho no es verdad.3 BORGES: «Al que
afirma que dos y dos son cinco le corresponde la prueba. No hay por qué
registrar las sandeces de Martínez Estrada. Recordar, en su contra, el librito
de Historia de todas las literaturas:4 Historia de parte de su ignorancia».
Borges cuenta una anécdota de Tallón, suerte de boxeador enfermo,
poeta malo, a quien su antiperonismo dejó sin trabajo, viviendo a costa de
su mujer; pobre, pero sobre todo haragán e inescrupuloso. Un muchacho
Armani había ganado un premio literario de mil pesos. Estaba muy contento:
mil pesos todavía significaban algo. Armani y Clemente visitaron a
Tallón. Cuando llegó el momento de irse, Tallón les dijo: «No, debemos
comer juntos». Pero eran las nueve pasadas, todos tenían hambre y en la
casa no se advertían preparativos para la comida. Finalmente todos fueron a comer a un restaurant. Tallón dijo: «Que pague el del premio». Después
explicó que le parecía muy justo que Armani hubiera triunfado, pero que
él creía que Fulano iba a ganar el premio, y que Fulano le había prometido
un traje para el caso de ganar el premio, así que Armani le había birlado
el traje. Armani era un muchacho muy tímido y respetuoso. Parece que a
los pocos días los amigos vieron a Tallón con un traje nuevo.
Con Borges hablamos de una posible nueva edición de la Antología
poética argentina, con amputaciones (Marechal —a quien siempre consideré
mal poeta—, Gloria Alcorta y otros inexplicables inquilinos de nuestro
libro) y agregados (nuevos poemas de Wilcock, de Capdevila, etcétera). También hablamos del Club de cuentistas y preparamos una lista
de colaboradores para el primer volumen: Enrique Amorim (fundador
del primer —fracasado por las circunstancias políticas— Club de cuentistas),5 Peyrou, Silvina, Borges, yo, Wilcock, Mujica Láinez, Marcial Tamayo, Francisco Ayala, Beatriz Guido (that ineffective syndicate),6 Rosa Chacel, Elva de Lóizaga, José Bianco, Rodolfo Walsh, el increíble Pippig,7 y el
oscuro Eandi.
En un momento en que Wilcock se retira, pregunto a Borges si en algún
diccionario, junto a la expresión ad usum delphini, no se leería: «Dícese del órgano sexual de los pederastas».
Borges menciona un extraño uso de ese: «Me equivoqué, usted no es
ese amigo...». Concluyo: «...entre cuyas fauces, como el domador de leones
del circo de nuestra niñez, pondríamos la cabeza». Le sugiero que
este uso del ese debe de ser galicista: «Elle n'est pas cette femme qu'on admire».
Cuando salimos de casa, le digo que un mal poeta podría escribir:
«La luz quedó encerrada en el ascensor, como un pájaro en la jaula». BORGES: «Peor aún sería: "Salimos a la oscuridad de la calle como cartas
que se echan en el buzón". ¿Qué es esto? ¿Creacionismo? O si no: "Los
árboles, en filas como recuerdos". Un poeta prudente escribiría: "Las calles,
como espacios entre las casas"».
Se habla después de «tiempo arrodillado» y se dice que podría ser el
título de un libro; se habla de masticables (palabra con que ahora se designa
el chewing gum ¿para distinguirlo de la carne, de las legumbres, del
pan?). Borges dice que en la Plaza de Mayo, entre las escarapelas y el patriotismo,
se oía, el 25, la voz de los vendedores de masticables. Propongo:
Mi corazón apelotonado,
otro masticable de tu olvido.
Domingo, 27 de mayo. Llama Borges; por la manera en que elogia
mi nota de La Nación,8 sospecho que la encontró superficial. Me cuenta
estas anécdotas:
A la muerte del padre, la hija, acompañada de su amiga judía, está
rezando junto al cuerpo. Llega la otra hija, escritora (escritöra, diría Xul)9 y antisemita, y, al ver a la judía, se enfurece: «¿Para qué rezas? ¿Vos creés
que Dios va a escucharte? Vos deberías rezarle a un chancho». Borges explica:
«Quizá porque no comen jamón, cierta gente cree que los judíos
adoran a una cabeza de cerdo. Los judíos creían que los primeros cristianos
adoraban a un asno, o a una cabeza de asno».
Una Madame Armide plagia íntegramente los poemas del olvidado
(ay, no tanto, gime Madame Armide, cuando lee Le Figaro) escritor André Lafon. De cincuenta y tres poemas de su libro, treinta y cinco son de
Lafon. En algunos cambia una palabra: chatte se convierte en chienne, por
ejemplo; estos cambios a veces rompen la medida del verso. ¿De quién
serán los restantes poemas de Madame Armide? El cronista del Figaro
nada dice al respecto.
Martes, 29 de mayo. Por la mañana, con Borges, vamos a la editorial
Raigal, en la esperanza de cobrar algo por los Cuentos breves y extraordinarios.
Nos felicitan por la venta del libro, nos piden otro (que pensemos qué podemos proponerles), postergan el pago por quince días. «Hemos
montado la máquina para entrar en el combate del negocio editorial»,
nos aseguran. Piden que prestemos nuestra colaboración para reuniones
en que los autores firmarán sus libros. «Esto no será la remanida reunión
para la firma de libros», nos dicen; la diferencia es tan sutil que no la advertimos.
Le hablo a Borges de mi posible nota sobre la Enciclopedia de la
Pléiade10 me dice que Huxley viajaba con una enciclopedia —la décimoprimera
edición de la Britannica.11
Me cuenta una anécdota: Rosa Chacel va a la calle Alsina, con una
muestra de género, para comprar un corte; de pronto se encuentra
frente a una vidriera con libros, levanta la vista, ve que está frente a la editorial
Losada: Guillermo de Torre está en la puerta. Guillermo exclama:
«Si vienes con un libro de cuentos, ya te lo prevengo: no te lo publicaremos,
no te lo publicaremos». Rosa muestra el género, explica su inofensivo
propósito. Guillermo se aplaca un poco y concede: «Bueno, si me garantes
que no se trata de ningún género literario».
Me dice que no está feliz en la Academia de Letras: le gustaría escribir
contra ellos. También le gustaría escribir un artículo en defensa del
idioma español, afirmando que sin duda será un idioma internacional,
que esto debe alegrar a quienes lo escribimos, pero que las academias,
defendiendo un idioma arcaico y sus localismos e idiotismos y paremiología, se oponen a esa expansión del idioma.
Me cuenta algunas miserias de José Luis Romero: en un palco del
Teatro Cervantes se reía ostensiblemente de Dell'Oro Maini (Norah, invitada
de Romero, estaba incómoda); a comunistas aseguró de su simpatía
por su partido; a muchachos estudiantes azuzó contra Dell'Oro.
Miércoles, 30 de mayo. Comen en casa Borges, Resta y su mujer. BORGES: «Un señor me ha comunicado su plan de hacer un diario en que se
adule al pueblo, se olviden los crímenes del peronismo, se ataque (pour
la galerie) al gobierno». BIOY: «El plan me parece una inmoralidad; ese señor, un crápula». BORGES: «Así ha de ser. Ahora, mucha gente suspira por
atraer a los peronistas: Estela [Canto] fue al Rosario, atacó al gobierno,
a la Marina y a Aramburu. Le pregunté por qué lo hacía ahora y no en
tiempos de Perón. Este pilar de la rectitud contestó que porque ahora
hay garantías de que a uno no le va a pasar nada».
Notas
1. Cf. BIOY CASARES, Reseña de WILSON , E., The Scrolls from the Dead Sea (1956) [La Nación, 17/6/56] . Para la hipótesis sobre los esenios, véase D E QUINCEY, Thomas, «On the Essenes» (1840).
2. Cf. la versión de Borges en LOUBE T Jr., Enrique, Nueve famas [México D.F.: FCE, 1975] : 81-2.
3. «Sucesores y albaceas del peronismo» [M, 23/3/56]. Borges respondió con un artículo en Acción (Montevideo), 4/6/56, en que afirma que «Aramburu y Rojas podrán estar a veces equivocados pero nunca serán culpables. Por eso considero mala la actitud de Martínez Estrada, por ejemplo, que ha dado conferencias, y hecho publicaciones que significan un elogio indirecto de Perón».
4. MARTÍNEZ ESTRADA, Ezequiel, Panorama de las literaturas (1946).
5. Según Bioy [En Gente, nº 511 (1975)], «cuando yo empecé a escribir y lo conocí a Borges, habíamos pensado formar una especie de club y someternos los manuscritos unos a otros, pero nunca lo hicimos». Entre los probables miembros estaban también S. Dabove, M. Peyrou, Silvina Ocampo, E. Wernicke, E. Amorim, E. Mallea, H. Eandi y L. Barletta.
6. En la entrada del 27 de mayo de 1956 de su Diario, explica Bioy: «Beatriz Guido es un sindicato. Varias manos escriben para ella. Cuida todos los lados: mantiene a su Torre Nilsson, porque la introduce en el cinematógrafo; a Drago, porque es La Nación. En su nuevo film, el protagonista es un homosexual que tiene prendados a todos los homosexuales; ese público está asegurado. Ignacio Pirovano [...], arbiter del gusto en la sociedad, será un aliado, porque hará las decoraciones; el film se rodará en la casa de una familia de nacionalistas; la simpatía de éstos se descuenta».
7. Su novela Isla (1946) está bajo el influjo excesivo e increíble de Bioy. Según una reseña anónima: «El recuerdo de La invención de Morel [...] planea sobre esta nueva versión del caso clásico de Robinson [...]» [La Nación, 30/6/46].
8. Reseña de HARTLEY , L. P, A Perfect Woman (1956) [La Nación, 27/5/56].
9. «Xul [...] dijo que habría que inventar un signo ortográfico para sugerir el carácter irónico de un párrafo. Propuso la diéresis, para sugerir que algo no era auténtico: escritör, pensadör, filösofo» [Bioy Casares, Descanso de caminantes: 428].
10. Reseña de Encyclopédie de la Pléiade; Histoire des Littératures (1956) [La Nación, 12/8/56].
11. Borges [El Hogar, nº 1509 (1938)] sigue a Swinnerton [The Georgian Literary Scene (1938), XVI, 2], según el cual Huxley «is the only man I ever heard of [...] who, on setting out to go round the world, caused a special packing case to be made for his Encyclopaedia Britannica». Sin embargo, Huxley dice que en sus viajes sólo lleva «a volume (any one of the thirty-two will do) of the twelfth half-size edition of the Encyclopaedia Britannica» [«Books for the journey». In: Along the Road (1925)].
En Adolfo Bioy Casares, Borges
Edición al cuidado de Daniel Martino
Barcelona, Ediciones Destino ("Imago Mundi"), 2006
Imagen: Borges conversa con Bioy Casares el 27.11.1985
en Librería Casares
Foto cedida por Alberto Casares Vía