Una mezcla explosiva: sol, humor, talento, Borges, Mujica Láinez y Silvina BulIrich. El resultado fue un cóctel que complació a los paladares más exigentes. Casi 600 personas lo saborearon entre el viernes 16 y el sábado 17 en el Convention Lincoln Center de Punta del Este. Aplausos, risas e ingenio (un ingenio cargado de inteligencia) estuvieron a la orden del día. En la tarde del viernes María Esther Vázquez y Jorge Luis Borges se entregaron a un diálogo entre escritores que terminó siendo (para beneplácito de la platea) una conversación entre amigos de las que merecen el raro adjetivo de memorable.
Borges, demostrando ocultas cualidades de showman, mantuvo en vilo a los asistentes haciendo trizas todo rastro de solemnidad y transformando un acto típicamente cultural en un espectáculo que por momentos tuvo un aire a café-concert. Por lo pronto, sorprendió al público recitando el padrenuestro en anglosajón, para aclarar inmediatamente: "No sé si lo pronuncié correctamente. Pero no importa. Total, nadie lo sabe como para corregirme". De allí en más Borges se tomó como blanco de su propia ironía y el diálogo anunciado bajo el título "En el mundo de Jorge Luis Borges" se transformó en una fiesta.
Ante la andanada de preguntas de María Esther Vázquez, nuestro candidato permanente a Premio Nobel no dudó en declarar que "he adiestrado mis manías con fines literarios. Por favor, olviden mis 'Obras Completas': son un adefesio. 'El hombre de la esquina rosada' es un cuento falso. Mi mayor defecto es la vanidad. La ceguera no es un tema aunque yo la haya explotado como tal". Y si este strip-tease borgiano fascinó a un público que lo escuchaba como si fuera un auténtico gurú, no menos arrasadoras fueron sus opiniones sobre Buenos Aires: "Es la ciudad más fea del mundo. Pero siento por ella un amor terriblemente celoso. No creo que nadie la ame como yo". Sobre la literatura clásica europea: "Goethe es una superstición alemana". Fue lapidario respecto a sus creencias políticas: "¿A quién le importa que yo descrea de la democracia?". Y nuevamente sobre sí mismo: "Si tengo algún enemigo, creo que tiene razón".
El sábado 17, Silvina Bullrich y Manucho Mujica Láinez continuaron el exultante show borgiano sacándose chispas con sus recuerdos de juventud y sus opiniones sobre los temas más disímiles. La primera en saltar al ruedo fue Silvina, quien relató cómo conoció a Mujica Láinez. "Tenia 13 años cuando leí un poema de Manucho en la revista 'El Hogar'. Mi hermana mayor era muy bonita y como todas las personas extraordinarias, una verdadera mitómana. '¿Vos conoces a Mujica Láinez?, le pregunté. 'Por supuesto —respondió—. Es un poeta alto y pálido que usa capa'. Un buen día me anunció que vendría a casa. Me sentí terriblemente inhibida. Yo era gordita, miope y me vestía horriblemente mal. Cuando llegó el famoso Mujica Láinez era un muchacho de 18 años, rosadito y con rulitos. Creo que ese día comencé a odiarlo".
Ni corto ni perezoso, Manucho recogió el guante arrojado por Silvina, volcando él también sus recuerdos ante un público definitivamente seducido. "Me acuerdo de tu hermana Tití. Era realmente una mujer hermosa y, por supuesto, eligió casarse con un hombre rico. '¿Cómo podes casarte con hombre tan feo?', le dije en ese entonces. Me respondió: 'Porque tiene unos dientes hermosos". Ambos recordaron sus comienzos literarios y coincidieron en que debieron pedir dinero a sus respectivos padres para editar sus primeros libros. Hubo, sin embargo, una diferencia. Silvina devolvió hasta el último centavo. Manucho jamás se preocupó en hacerlo.
Ambos afirmaron, sin dudar, que Argentina es el único país que eligen voluntariamente para vivir. Manucho alabó a la nueva generación de escritores argentinos. Silvina negó rotundamente que existiera tal generación. Manucho juzgó que en los últimos años la cultura argentina no sufrió modificaciones de importancia. Silvina, en cambio, consideró "que antes había una clase dirigente más culta y una clase media menos culta". En una de sus raras coincidencias, tanto Silvina como Manucho criticaron duramente al escritor Julio Cortázar por sus actitudes políticas. Finalmente, Silvina pareció querer enterrar el hacha de guerra trayendo un nuevo recuerdo: "¿Te acordás, Manucho, cuándo el público te insultó en Paraná y yo te defendí?".
Como es de rigor, la fiesta terminó con un asado criollo en la residencia de Ana y Alberto Lowenthal. En el trayecto la gente paraba a los escritores para pedirles autógrafos. "¡Pero qué barbaridad! —comentó Borges, divertido—. ¿Creerán que somos artistas?"
Texto e imagen de los tres escritores
En revista Somos, Febrero de 1979