A. –Distraídos en razonar la inmortalidad, habíamos dejado que anocheciera sin encender la lámpara. No nos veíamos las caras. Con una indiferencia y una dulzura más convincentes que el fervor, la voz de Macedonio Fernández repetía que el alma es inmortal. Me aseguraba que la muerte del cuerpo es del todo insignificante y que morirse tiene que ser el hecho más nulo que puede sucederle a un hombre. Yo jugaba con la navaja de Macedonio; la abría y la cerraba. Un acordeón vecino despachaba infinitamente la Cumparsita, esa pamplina consternada que les gusta a muchas personas, porque les mintieron que es vieja... Yo le propuse a Macedonio que nos suicidáramos, para discutir sin estorbo.
Z (burlón). –Pero sospecho que al final no se resolvieron.
A (ya en plena mística). –Francamente no recuerdo si esa noche nos suicidamos.
En El hacedor (1960)
Imagen: Cena en mayo 1933 en homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz (centro), celebrando
la quinta edición de "El hombre que está solo y espera".
Están presentes, entre otros, Macedonio Fernández (conversando con Arturo Capdevila)
y Alfonsina Storni (a la izquierda del homenajeado)
Foto (s/a) del álbum familiar, gentileza de Martín Scalabrini Ortiz. Vía