En la ya extensa bibliografía crítica en torno a la obra de Jorge Luis Borges, son
relativamente escasos aquellos ensayos que centran su atención en mayor o menor
grado, y con mayor o menor detenimiento, en el relato “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
Entre esos, consideramos particularmente valiosos los de Frances Wyers Weber,
James E. Irby y Jaime Alazraki.1 A grandes rasgos, los artículos de Frances Weber y
Jaime Alazraki tienden a interpretar el relato como paráfrasis (“metáfora”, lo llama
Alazraki) de una gnoseología fundamentada en el escepticismo, que en diversos
modos niega al hombre acceso a verdades inamovibles acerca del mundo que lo rodea.
Frances Weber explica que “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, al igual que otros cuentos
de Borges, intenta llamar la atención de los lectores al hecho de la naturaleza
conjetural de todo conocimiento y representación (“the conjectural character of all
knowledge and all representation”.2 Jaime Alazraki lleva a cabo un utilísimo y cabal
resumen del creciente escepticismo epistemológico de los científicos contemporáneos,
desde Freud y Heisenberg hasta Frank Rhodes y Claude Lévi-Strauss, que postula la
arbitrariedad de los sistemas erigidos por las distintas ciencias para describir y
explicar la realidad circundante, la creciente conciencia de que los esquemas científicos,
considerados por muchos como fiel espejo del universo, pueden muy bien no ser más
que complejas construcciones de la mente humana. Alazraki advierte marcadas
coincidencias entre estas posturas gnoseológicas y la que aparece transparentada a
modo de metáfora en el cuento “Tlön,...” El crítico considera a “Tlön, Uqbar, Orbis
Tertius” como la expresión más completa de una “alquimia” que “consiste en
mostrarnos nuestra realidad, lo que hemos aceptado como nuestra realidad,
transfigurada en suma, en una fantasmagoría más del espíritu que nada o muy poco
tiene que ver con ese mundo real que se propone penetrar”.3
Entendemos que las consideraciones de la Profesora Weber, quien ve inscrita en
el cuento una expresión simbolica de la naturaleza conjetural de todo conocimiento
y las del Profesor Alazraki, quien advierte también inscrita en el relato una metáfora
de la invención por parte del hombre de esquemas que él cree representaciones fieles
del mundo externo –de la realidad– y que no son sino “fantasmagorías del espíritu”
son justas y eficaces, pero sólo si se aplican parcialmente, y no al cuento en su
totalidad. Vistas como símbolos o metáforas de todo el relato, estas consideraciones,
valiosas, de otra parte, porque nos ayudan a entender otras narraciones de Borges
(pensamos en la agudísima relación de los postulados de Alazraki con “La casa de
Asterión”), conducen inevitablemente a quienes las sostienen a conclusiones de las
cuales diferimos. En el análisis que sigue se advierte con claridad, creemos, que ni
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” culmina en una disolución nihilista, producto de un
“negative thinking” de parte de Borges (Frances Weber),4 ni que "Tlön..." y su “visión del
universo” sea una paráfrasis de nuestro mundo: que el mundo sea, ahora, Tlön
(Alazraki; Irby también parece acercarse a esta conclusión).5
El análisis a que sometemos a “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” en las páginas
subsiguientes parte del supuesto de que los principios gnoseológicos que postula el
cuento están inscritos en el desarrollo de la trama, en la estructura misma del relato
y en un hábil, lúcido y complejísimo manejo de un lenguaje cuyas coordenadas de
referentes varían y que el autor vincula con la sucesión de eventos en la narración. El
procedimiento que Borges sigue en “Tlön...” intenta explorar, así lo que consideramos,
algunos aspectos fundamentales de la naturaleza y límites de todo lenguaje, de tal
forma que se podría entender el relato como una tentativa de “crear” un lenguaje para
luego llevar a cabo una devastadora crítica del lenguaje.6 James Irby ha señalado con
gran atino que uno de los aspectos formales más sorprendentes de “Tlön...” es “the
mirroring of plot elements in the verbal texture of the tale”.7 Podríamos decir que es ése nuestro punto de partida hacia un análisis que si bien es limitado y, en cierto modo,
esquemático, intenta explicar ese vertiginoso relato en términos de una unidad
narrativa.
I. Estructura circular de la narración
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius” está estructurado al modo de las “muñecas rusas”
o las “cajas Chinas”. Un mundo fantástico contiene un segundo mundo fantástico que,
a su vez, contiene un tercero. En los cuentos de Borges, este recurso aparece con
bastante frecuencia (recuérdense “Las ruinas circulares”, “El Aleph”, “El jardín de
senderos que se bifurcan”, entre otros). Tampoco falta en sus ensayos a veces la
mención pasajera de este recurso, a veces el examen detenido de sus implicaciones
dentro de la obra estudiada. En “Magias parciales del Quijote”, Borges discurre
largamente sobre aquellos personajes ficticios que son lectores o espectadores de sus
propias historias: Don Quijote es lector del Quijote; Hamlet espectador de Hamlet,
Shaharazad en la noche DCII de Las mil y una noches narra Las mil y una noches;
Rama en los capítulos finales del Ramayana, escucha a sus hijos contar su propia
historia (que es el Ramayana) y que les había sido enseñada por el poeta Valmiki
(personaje del Ramayana) quien es, a un mismo tiempo, el autor del Ramayana.
Veamos en detalle la estructura de “caja china” de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”.
La estructura interna, el andamiaje, consiste en tres dimensiones de fantasía, que a su
vez corresponden a lo que llamaremos más adelante tres “parámetros” de referentes
lingüísticos.
En el transcurso de una conversación casual, Bioy Casares menciona a Borges
una aseveración de cierto heresiarca de Uqbar. Bioy ha extraído esta sentencia de un
artículo sobre ese país en una enciclopedia pirática, The Anglo-American Cyclopedia.
El artículo sobre Uqbar sólo existe en el ejemplar que posee Bioy. Comenzamos a
sospechar que Uqbar, sin más, es un país imaginario (Primera dimensión de la
fantasía). Borges lee el artículo sobre Uqbar. Allí se habla, en la sección sobre idioma
y literatura, de Tlön. La literatura de Uqbar, que es de carácter fantástico, “no se
refiere jamás a la realidad, sino a las dos regiones imaginarias de Mlejnas y Tlön” (p.
80). Tlön, pues, es una región imaginaria de un país imaginario (segunda dimensión
de fantasía). Luego, Borges descubre un tomo de A First Encyclopaedia of Tlön, en
cuya elaboración ha participado un tal Herbert Ashe, amigo de su padre. A la larga,
Borges se entera de un plan de parte de los “modestos demiurgos” forjadores de la
enciclopedia de Tlön para sacar otra enciclopedia escrita en una de las lenguas de Tlön
y que se llamaría Orbis Tertius. Orbis Tertius es un mundo descrito en el lenguaje de
un planeta imaginario que, a su vez, es una “región” de un país inexistente (tercera
dimensión de fantasía).8
Veamos ahora cómo esta estructura de “caja china” es a un mismo tiempo
circular. El cuento comienza con el recuerdo, dentro de un marco “real”, de una
sentencia apócrifa procedente de un artículo apócrifo de una enciclopedia pirática.
Esto conduce al descubrimiento de la enciclopedia de Tlön, a la descripción de su
mundo, y a vislumbrar la posibilidad de la existencia de Orbis Tertius. Al final del
cuento, “objetos” de Tlön, su historia y su lengua comienzan a invadir, a minar y,
eventualmente, a desintegrar la realidad. Es decir, un mundo fantástico que se origina
en los libros termina por transformar, precisamente a través de libros, el mundo que,
dentro del marco del relato, podemos considerar “real”. El laberinto circular que nos
anunció Borges, pues, existe. Falta examinar los medios que emplea el autor para
conducirnos a través de esta serie de transformaciones.
II. Aspectos "mágicos”9 del lenguaje
Si por un lado Borges nos ha dicho que Tlön es un laberinto urdido por hombres,
nos ha indicado también que es un laberinto “destinado a que lo descifren los
hombres”. Quizá sería útil recalcar que aquí “descifrar” tiene el sentido de interpolar
significados que discrepen de los literales en un texto lingüístico. Veremos que en
“Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, Borges emplea un lenguaje progresivamente cifrado,
cuyos parámetros de significado varían según nos vamos internando –progresivamente
también– en la Primera, Segunda y Tercera dimensiones de fantasía. Así, convendría
antes que nada definir el parámetro de base del cual vamos a partir: el mundo esta
cifrado, aunque muy imperfectamente, en el lenguaje.
Al referirse el relato, nos interesa examinar la primera oración:
Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. (F, p. 13)
Espejo y enciclopedia aquí no son precisamente equivalentes, pero en el
pensamiento de Borges existen vínculos entre una palabra y la otra. Varias veces se
ha referido Borges a los libros como un “espejo” del mundo. Así Marino, en “Una rosa
amarilla”, muere desencantado al darse cuenta de que sus libros de poesía “no eran
(como su vanidad lo soñó) un espejo del mundo, sino una cosa más agregada al
mundo” (H, pp. 31-32). Y en “El primer Wells” añade:
La obra que perdura es siempre capaz de una infinita y plástica ambigüedad; es todo para todos, como el Apóstol; es un espejo que declara los rasgos del lector y es también un mapa del mundo. (O I, pp. 126-127)
Pero quizá lo más importante es el hecho de que ya en la Edad Media, uno de los
nombres que se le daba a las enciclopedias era el de speculum.10 Espejo, por otra parte,
tiene también, en la obra de Borges, la acepción de “memoria”. Así, en “La busca de
Averroes”, dice el narrador: “La memoria de Albucásim era un espejo de íntimas
cobardias” (A, p. 95). El espejo en el relato “Tlön...” bien puede ser un símbolo de la
memoria que se nutre de los libros; y la enciclopedia, un imperfecto “espejo” del
mundo real y que se refleja en la memoria. Hasta aquí estamos en una dimensión que
podríamos llamar “real objetiva” en el contexto del cuento. Son reales Borges y Bioy,
es real Ramos Mejía, consideramos real la quinta y la Anglo-American Cyclopaedia.11
Pero Bioy recuerda la famosa frase del heresiarca de Uqbar, leída en una enciclopedia:
“los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los
hombres”. Cabría añadir: también los libros –tanto los históricos como los de carácter
apócrifo o fantástico– multiplican, como los espejos y la cópula, el número de los
hombres. La memoria de Bioy ha sido contaminada por una frase de un hombre
inexistente. La fantasía comienza a introducirse en la “realidad”.
1. “Creación” de un lenguaje que comienza a cambiar de las designaciones
habituales (conceptos y objetos externos) a designaciones figuradas. Primera
dimensión de la fantasía.
Borges el personaje busca y encuentra el artículo apócrifo sobre Uqbar, que
sabemos es un país inexistente. Y ya comienza el lenguaje a “cifrarse” en la primera
dimensión de fantasía. Veamos algunos ejemplos. Las fronteras de Uqbar tienen
como punto de referencia “ríos y cráteres y cadenas de esa misma región”. La voz
frontera no tiene ya la acepción que nosotros solemos dar a ese término, puesto que
los puntos de referencia son únicamente internos. Una frontera, en nuestro mundo,
separa un país de otro y así tiene puntos de referencia tanto internos como externos.
Una vez que desaparecen los puntos de referencia externos, la palabra frontera pierde
lo más de su significado. Uqbar es un país que se contiene a sí mismo. Si no lo
hubiéramos sospechado de antemano, el análisis lingüístico del texto nos permitiría
intuir que es un país de índole imaginaria. Otro ejemplo: al descubrir la literatura de
Uqbar, Borges nos dice que es de carácter fantástico, que se refiere a las regiones
imaginarias de Mlejnas y Tlön y que no se refiere “jamás a la realidad”. La voz
realidad tiene aquí otro sentido del que solemos adjudicarle. En un país fantástico, la
“realidad” consistiría en una adecuación de lo que allí ocurre a las leyes arbitrarias –
bien sean de índole natural o psicológica– que el cuentista ha prefijado como
corrientes y normales para esa región. Tenemos un último ejemplo. Al descubrir la
parte histórica de Uqbar, Borges nos comunica que “a raíz de las persecuciones
religiosas del siglo trece, los ortodoxos buscaron amparo en las islas... donde no es
raro exhumar sus espejos de piedra” (F, pp. 15-16). El examen detenido de la frase
espejos de piedra nos puede suministrar, por una parte, algunos indicios acerca de la
naturaleza de la “realidad” en Uqbar, por otra, del sentido que allí tienen las voces
ortodoxo y heresiarca.
Examinemos primero: espejos de piedra. En nuestro mundo, este tipo de objeto
no puede existir ya que la voz piedra, en este contexto, contradice la voz espejo. Los
espejos no pueden ser de piedra, ya que las piedras –exceptuando algún caso rarísimo–
no emiten reflejo alguno y por lo tanto no pueden constituir materia de espejos. Ahora
bien, refiriéndonos a la parte del relato que trata de las doctrinas idealistas de Tlön,
nos enteramos de que allí se niega la existencia objetiva de la materia. Los “ortodoxos”
de Uqbar, pues, son idealistas, pero idealistas que al fin habitan –a diferencia de los
habitantes de Tlön– un mundo donde existe la materia como una realidad objetiva. El
hecho de que aún se “exhumen” los espejos de piedra, de que estos objetos existan
independientemente de los procesos mentales de un individuo, nos da una clave para
intuir el sentido de la voz “realidad” en Uqbar. Asimismo podemos deducir el sentido
de la voz “heresiarca”. Si los “ortodoxos” (los idealistas) de Uqbar padecieron
persecuciones, parecería justo suponer que los “heresiarcas” eran aquellos que
proponían la doctrina opuesta al idealismo: el materialismo. Así, la cita del “heresiarca”
de Uqbar recordada por Bioy al principiar el relato cobra un nuevo sentido. El
heresiarca citado por Bioy es materialista, puesto que, aunque reniega de los espejos
(los clasifica de “abominables”, no de “inexistentes”), acepta su existencia objetiva
y su capacidad de reflejar imágenes de objetos y seres vivos.
El tránsito de la primera dimensión de fantasía a la segunda tiene asimismo
equivalentes lingüísticos. Al pasar del mundo de Uqbar al mundo de Tlön, Borges nos
habla en un “lenguaje de transición”. Antes de describirnos la visión del universo
(Weltanschauung) de Tlön, nos habla de sus “tigres transparentes” y de sus “torres de
sangre” (F, p. 20). Está empleando metáforas. Pero pronto sabremos por qué. Todos
los sustantivos en Tlön “sólo tienen un valor metafórico” (F, p. 25).12
2. Empleo de un lenguaje cuyas designaciones son únicamente el lenguaje mismo.
Segunda dimensión de la fantasía.
Una vez que penetramos en el mundo de Tlön, la lengua cambia de parámetros
y se “cifra” a una segunda potencia. Lo primero que descubrimos es que en Tlön “Su
lenguaje y las derivaciones de su lenguaje –la religión, las letras, la metafísica–
presuponen el idealismo”. Descubrimos muy pronto que ese mundo es “sucesivo,
temporal, no espacial” (F, p. 25) como lo es también el lenguaje. Aún más. La
vertiginosa verdad es que Tlön es un planeta hecho, constituido exclusivamente por
el lenguaje, puesto que la doctrina idealista de Berkeley –según la entiende Borges–
niega la existencia objetiva de la materia.13 Sin referentes externos el mundo se
convierte en una serie de ideas y sensaciones cuyo único referente es el lenguaje
mismo. Así, esa primera oración que nos indica que el elemento básico constituyente
de Tlön es el idealismo establece un nuevo parámetro lingüístico. Todo el lenguaje
empleado en la descripción subsiguiente de los distintos aspectos de Tlön –su teoría
del lenguaje, su literatura, su metafísica, su geometría– tendrá que ser descifrado con
referencia constante a este nuevo parámetro. Veamos unos pocos ejemplos.
“Siglos y siglos de idealismo”, escribe Borges, “no han dejado de influir en la
realidad. No es infrecuente, en las regiones más antiguas de Tlön, la duplicación de
objetos perdidos” (F, p. 27). Las palabras realidad y objetos no tienen aquí la acepción
que tienen en nuestro mundo cotidiano. En un mundo que rige el idealismo, la
“realidad” consiste exclusivamente en lo que se piensa y se siente, sin más referente
que el pensamiento y el sentimiento.14 Dentro del marco de esa “realidad”, todo es
posible. El pensamiento, el sentimiento, la imaginación no tienen otras fronteras que
las de sus propias posibilidades. Por otra parte, la voz objeto está igualmente
“cifrada”. En un planeta idealista, el mundo existe como un tránsito de ideas en las
mentes de sus habitantes. De ahí que los objetos consistan en la concreción lingüística
de esas ideas y sensaciones. Así, por ejemplo, en el hemisferio boreal de Tlön:
Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme palabra. Esta palabra integra un objeto poético creado por el autor. (F, p. 21)
Lo mismo sucede con las voces encontrar y perder cuando Borges describe la
naturaleza de los hrönir:
Dos personas buscan un lápiz, la primera lo encuentra y no dice nada; la segunda encuentra un segundo lápiz no menos real pero más ajustado a su expectativa. Esos objetos secundarios se llaman hrönir y son, aunque de forma desgañada un poco más largos. Hasta hace poco los hrönir fueron hijos casuales de la distracción y del olvido. (F, p. 27)
Pues bien, si los objetos no existen sino en la mente de los habitantes de Tlön,
perder un objeto equivale a olvidarlo, encontrarlo a recordarlo. De ahí que el que
“encuentra” el “segundo lápiz” lo halla “más ajustado a su expectativa”. La última
frase de la cita nos da un indicio para ayudarnos a descifrar el acertijo lingüístico.15
Y llega el momento en que el Borges narrador intenta descifrar su propio
lenguaje. Al describir una de las doctrinas metafísicas de Tlön, nos dice que los
Tlönistas:
Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos. Hasta la frase “todos los aspectos” es rechazable, porque supone la imposible adición del instante presente y de los pretéritos. Tampoco es lícito el plural “los preteritos” porque supone otra operación imposible... (F, p. 23)
Se podrían citar otros ejemplos de esta “cifra” del lenguaje concorde con una
segunda dimensión de fantasía, pero, entre éstos, ninguno más interesante que
aquellos donde Borges emplea parámetros matemáticos de significado. La palabra
que designa una cifra numérica está, a su vez, “cifrada” y así se impone una
reconversión aritmética de lo que las cifras significan en Tlön a lo que las cifras
significan en nuestro mundo cotidiano. Veamos dos ejemplos.
El “heresiarca” de Tlön que expone la teoría del materialismo del “undécimo
siglo”. “Siglo, de acuerdo con el sistema duodecimal”, comenta Borges en una nota
al pie, “significa un período de ciento cuarenta y cuatro años” (F, p. 24). Anteriormente,
en el transcurso del relato, Herbert Ashe había hablado a Borges del sistema
duodecimal de numeración donde el 12 se escribe 10. Podríamos expresar un siglo de
nuestro mundo en términos de un binario: 10 x 10. En Tlön, donde el 12 se escribe 10,
un siglo equivaldría a 12 x 12 = 144. Para obtener la fecha que nos indique el comienzo
de ese undécimo “siglo” en Tlön –número que en nuestro mundo sería redondo–
habría que multiplicar por una unidad inferior al número del siglo, en este caso por 10.
La fecha que obtenemos: 144 x 10 = 1440. Ahora bien, fue el 1440 cuando Nicolás
de Cusa publicó De docta ignorantia –considerado por los historiadores de la filosofía
como la más importante de sus obras– y De coniecturis. Recordemos que el
“heresiarca” de Tlön intenta probar con el sofisma de las nueve monedas de cobre la
existencia “real”, es decir una existencia independiente de los procesos mentales de
los Tlönistas, de esas monedas, aduciendo tácitamente que aunque las nueve monedas
encontradas al final del sofisma no eran iguales entre sí, eran idénticas a las perdidas
el martes anterior. El heresiarca resume su pensamiento de este modo:
El lógico pensar que ha existido –siquiera de un modo secreto, de comprensión vedada a los hombres– en todos los momentos de esos tres plazos. (F, p. 24)
En su History of Medieval Philosophy, Maurice de Wulf explica la teoría del
conocimiento de Nicolás de Cusa de la siguiente forma:
In addition to the senses, which attain to corporeal things in a gross and confused manner, man possesses a “reasoning reason” which expresses reality in abstract concepts according to the principle of contradiction. The knowledge we attain from this reason is limited and relative for there are no two things alike; the beings which reason grasps are separate and incommensurable. Hence, human science is composed of conjectures. The integral truth of a thing is hidden in God from Whom things spring, and in Whom they lie beyond our reach.16
La contraposición de la razón y los sentidos, la afirmación de que no hay dos colas
iguales en el mundo externo (lo cual serviría como argumento para combatir las
doctrinas idealistas), y la aseveración de que la verdad integral del conocimiento
parcial que obtenemos por medio de la interacción de la razón y los sentidos está
contenida en Dios (Comp.: “Es lógico pensar que han existido –siquiera de un modo
secreto, de comprensión vedada a los hombres–...”) parece encuadrar –aunque,
ciertamente, de una manera hiperbólica– con el pensamiento del “heresiarca” de Tlön.
Un poco más adelante, Borges nos dice que “cien años” después, un “ortodoxo”
promulgó una teoría más audaz que la del “heresiarca”. Las voces cien años están
igualmente cifradas. Cien años en Tlön, cabría recordar, equivalen a 144 en el mundo
en que vivimos. Así, la fecha de la promulgación de la segunda teoría equivale a 1440
+ 144 = 1584. Ahora bien, en “La esfera de Pascal”. Borges hace los siguientes
comentarios acerca de Giordano Bruno:
...para Giordano Bruno, la rotura de las bóvedas estelares fue una liberación.
Proclamó, en la Cena de las Cenizas, que el mundo es el efecto infinito de una
causa infinita y que la divinidad está cerca, “pues está dentro de nosotros más
aún de lo que nosotros mismos estamos dentro de nosotros”... Esto se escribió
con exultación en 1584, todavía a la luz del Renacimiento... (O I, p. 15,
subrayado nuestro)
El panteísmo expresado por Bruno en la cita anterior se aproxima mucho al
“panteísmo idealista” promulgado por una “conjetura feliz” del “ortodoxo” de Tlön:
Esa conjetura feliz afirma que hay un sólo sujeto, que ese sujeto indivisible es cada uno de los seres del universo y que éstos son los órganos y máscaras de la divinidad. (F, p. 26)
Vemos, pues, que al describir la visión del universo en Tlön, Borges “cifra” el
lenguaje no sólo respecto de parámetros de significado lingüísticos, sino también
respecto de parámetros de significado de índole matemática.
3. Empleo de un lenguaje que se designa a sí mismo para, a la vez, designar conceptos
y objetos externos pertenecientes al mundo cotidiano. Tercera dimensión de la
fantasía.
El tránsito a la “realidad objetiva” en la tercera parte del relato lleva, junto e
íntimamente vinculado al problema de los parámetros lingüísticos, un entrecruzamiento
de los planos de fantasía y realidad. La fantasía comienza a disolverse en la realidad
hasta tal punto que parece desplazarla. Pero el producto de esta interacción de planos
no es un mundo de pura fantasía. Más bien, los planos de fantasía y realidad se funden
para producir, proyectado en el futuro, un tercer mundo que no podríamos calificar ni
de fantástico ni de real, sino de “real-fantástico”. Este último mundo, como veremos,
constituirá el equivalente de Orbis Tertius.
Borges inicia esta tercera parte del relato con una descripción de la situación que
pretende ser realista. El autor narra los orígenes de la “sociedad secreta” iniciadora de
la que, a la larga, resultó ser la Primera Enciclopedia de Tlön, el resurgimiento de esa
sociedad en América a mediados del siglo XIX, y los proyectos de Ezra Buckley. Los
nombres de personajes reales están mezclados con otros de personajes ficticios:
Herbert Ashe y Buckley coexisten con Martínez Estrada, Dalgarno y George Berkeley.
Pero pronto se rompe el delicado equilibrio. El autor nos comunica que “objetos” de
Tlön están invadiendo el mundo real. Menciona dos: una brújula y un cono que es
“imagen de la divinidad en ciertas religiones de Tlön” (F, p. 32). Pues bien, estos
objetos no son sino metáforas “solidificadas”.
Tomemos primero la brújula. La brújula tiene que ser una metáfora por las
siguientes razones: Primero: presuponiendo la posible existencia objetiva de una
brújula en Tlön, su utilidad sería nula puesto que la geometría de ese planeta –además
de afirmar que “el hombre que se desplaza modifica las formas que lo circundan”–
“desconoce las paralelas” (F, p. 22). Desconocer las paralelas es negar la posibilidad
de trazar longitudes y latitudes. En un mundo sin longitudes y latitudes, una brújula
serviría más que para orientarse, para extraviarse; no tendría otra función que la de
sembrar la confusión y el desvarío. Segundo: En Tlön, planeta sometido a la doctrina
del idealismo, no existen, como ya hemos apuntado, los objetos materiales, puesto que
es un mundo constituido únicamente por el lenguaje. La brújula no podía, pues,
existir. Tercero: En el lenguaje que constituye ese planeta ni siquiera existen los
sustantivos. Así, los contradictores del “especioso argumento” del heresiarca
materialista afirman que “todo sustantivo (hombre, moneda, jueves, miércoles, lluvia)
sólo tienen un valor metafórico” (F, p. 25).
Tomemos el ejemplo del cono. El cono, escribe Borges, es una “imagen de la
divinidad en ciertas religiones de Tlön”. Al escribir Borges sobre la metáfora de la
esfera en Pascal, metáfora que, entre otros, Sir Thomas Browne empleó para designar
la divinidad, afirma:
... lo significativo es que la metáfora que usa Pascal para definir el espacio es empleada por quienes le precedieron (y por Sir Thomas Browne en Religio Medici) para definir la divinidad.
Y añade una nota al pie:
Que yo recuerde, la historia no registra dioses cónicos, cúbicos o piramidales, aunque sí ídolos. (O I, p. 137)
Convendría explorar un poco más a fondo el concepto de metáfora “solidificada”
puesto que este concepto es, en sí, contradictorio. La metáfora es un fenómeno
estrictamente lingüístico. Fuera de los ámbitos de la lengua, su existencia es impensable.
En nuestro mundo, ni las metáforas pueden convertirse en objetos –es decir,
“solidificarse”–, ni los objetos pueden, en rigor, convertirse en metáforas. Un abismo
real separa la palabra de la cosa que designa, el significante del significado. En un
artículo sobre Quevedo, Borges discurre brevemente sobre la naturaleza de la
metáfora. Observa que a Quevedo:
Las trivialidades o eternidades de la poesía (las metáforas), le incomodaban por ser fáciles, pero mucho más por ser falsas. Olvidó, al censurarlas, que la metáfora es el contacto momentáneo de dos imágenes, no la metódica asimilación de dos cosas. (O I, p. 59)
La metáfora, para Borges, no puede existir en el tiempo –como no sea en la
temporalidad del lenguaje, que es sucesivo– ya que es un “contacto momentáneo de
dos imágenes”; tampoco puede existir en el espacio ya que es el contacto de dos
imágenes y no la asimilación de dos cosas. Imágenes y cosas quedan, pues, en
contraposición una respecto de la otra. Así, en Tlön –mundo constituido exclusivamente
por imágenes y sensaciones traducidas al lenguaje– no pueden existir, como ya hemos
anotado más de una vez, cosas; en nuestro mundo cotidiano no pueden existir objetos
cuya materia –y aquí la enigmática nota al pie de Borges “Queda... el problema de la
materia de algunos objetos” (p. 92), nos da un indicio de la contradicción– sea el
lenguaje, a menos que esto ocurra por medio de una “magia particular”. Esta magia,
en “Tlön...”, la opera el lenguaje mismo. La voz objeto, empleada por Borges en
“cifra” al describir el mundo de Tlön y que allí significa una serie de “sensaciones e
imágenes” concretizadas en palabras, coincide, en la última parte de la narración, con
la voz objeto según la entendemos en nuestro mundo real y que significa “cosa”.
Coincidencia inverosímil e imposible, podríamos pensar. Y estamos en lo cierto. Así,
la coincidencia entre imagen y cosa, su fusión y asimilación, resulta ser una
transfusión “mágica”. Veamos ahora cómo esta fusión “mágica” de imagen y cosa
constituirá las bases de “Orbis Tertius”.
Intentemos, antes que nada, aclarar las coincidencias y divergencias de A First
Encyclopaedia of Tlön (también transcrita a veces como: “la Primera Enciclopedia de
Tlön”) y Orbis Tertius. Borges, al mencionar estas dos “obras”.
La primera vez que se mencionan las voces “Orbis Tertius” –pasando por alto el
título del relato– es cuando Borges el personaje descubre el tomo XI de A First
Encyclopaedia of Tlön. Escribe Borges:
Me puse a hojearlo y sentí un vértigo asombrado y ligero que no describiré, porque ésta no es la historia de mis emociones sino de Uqbar, Tlön y Orbis Tertius. (F, p. 18)
Sobre la importancia del hecho de que “Orbis Tertius” no aparezca impreso en
cursiva, hablaremos más adelante. Bastaría, por ahora, anotar que ninguna de las tres
locuciones aparece en cursiva.
La segunda vez que aparece citado “Orbis Tertius” es cuando Borges el personaje
encuentra en la primera página de la First Encyclopaedia of Tlön un papel de seda que
cubre una de las láminas en colores con un óvalo azul estampado con las palabras:
Orbis Tertius. Escribe Borges:
En la primera página y en una hoja de papel de seda que cubría una de las láminas en colores había estampado un óvalo azul con una inscripción: Orbis Tertius. (F, p. 18)
Notemos los siguientes rasgos: la inscripción está estampada en una hoja de papel
de seda (el papel de seda es casi transparente), sobre una lámina de colores (la lámina
en colores se transparenta, con toda probabilidad, a través del papel de seda de tal
suerte que el óvalo azul con la inscripción Orbis Tertius aparecerá como si estuviera
yuxtapuesto a la lámina), y “Orbis Tertius” está impreso en cursiva. De este último
rasgo podríamos inferir que se trata de un libro y, puesto que esta estampado en la
primera página de la enciclopedia que Borges se dispone a hojear, es un segundo título
de la First Encyclopaedia of Tlön.
La tercera vez que Borges cita la locución nos suministra información más
detallada respecto de “Orbis Tertius”. En 1914, la “sociedad secreta” envía a sus
colaboradores el último volumen de la Primera Enciclopedia de Tlön:
La edición es secreta. Los cuarenta volúmenes que comprende... serían la base de otra más minuciosa, redactada no ya en inglés, sino en alguna de las lenguas de Tlön. Esa revisión de un mundo ilusorio se llama provisoriamente Orbis Tertius y uno de sus modestos demiurgos fue Herbert Ashe... (F, p. 31)
En esta ocasión, las palabras de Borges nos suministran varias indicaciones
precisas e importantes respecto a “Orbis Tertius”. “Orbis Tertius” es una “enciclopedia”
que es una revisión de la Primera Enciclopedia de Tlön, escrita en alguna de las
lenguas de Tlön. Anotemos que Orbis Tertius tiene que estar redactada en “alguna”
de las lenguas de Tlön. Recordemos, asimismo, que el tomo XI que Borges encuentra
está “redactado en inglés”. El proyecto final de Orbis Tertius, pues, no puede ser el
tomo que Borges encuentra en Adrogué. Lo que sí podríamos inferir –aunque con
cautela– es que en el tomo que Borges hojea coexisten la First Encyclopaedia of Tlön
y el esbozo de Orbis Tertius. Ese tomo es un tomo de transición. Uno de los indicios
es el siguiente: en el lomo del volumen XI, las indicaciones alfabéticas se encuentran
ya en una de las lenguas de Tlön, mezclada con el inglés: Hlaer to Janqr. Este rasgo
nos puede indicar o que una parte de los encabezamientos alfabéticos de los artículos
están escritos en esa lengua de Tlön y otra parte en inglés, o bien (aunque quizá menos
probable) que todos los encabezamientos de los artículos del volumen están escritos
en esa lengua de Tlön y los artículos en sí están redactados en inglés. Cuando Borges
descubre el volumen XI declara que “estaba redactado en inglés” (F, p. 18). El otro
rasgo que nos indica que el tomo XI es de transición es el hecho de que aparezcan
láminas en colores. Sobre esto hablaremos un poco más adelante.
La última mención de “Orbis Tertius” nos da indicios aún más claros de que el
volumen XI es un ejemplar de transición donde coexisten la Primera Enciclopedia de
Tlön, de una manera definida, y Orbis Tertius aun de un modo indefinido. La mención
aparece en la “Postdata de 1947”:
Hacia 1944 un investigador del diario The American... exhumó en una biblioteca de Memphis los cuarenta volúmenes de la Primera Enciclopedia de Tlön. Hasta el día de hoy se discute si ese movimiento fue casual o si lo consintieron los directores del todavía nebuloso Orbis Tertius. (Ibid., p. 33)
Tengamos en cuenta que es la primera vez que se pone a la disposición del público
en general la Primera Enciclopedia de Tlön y su visión del universo (las ediciones
anteriores habían sido secretas). Pero aún así, Borges se pregunta si ese acto fue causal
o si “lo consintieron los directores del todavía nebuloso Orbis Tertius”. Las voces
todavía nebuloso implican que para esa época (1944) Orbis Tertius todavía no tiene
existencia definida y determinada, como la tiene, por ejemplo, la Primera Enciclopedia
de Tlön.
De las observaciones anteriores, y de las aparentes contradicciones internas que
encierran, inevitablemente surgirá la pregunta: si Orbis Tertius coexiste con y en la
Primera Enciclopedia de Tlön, pero aún es un proyecto que queda por realizarse en su
totalidad, ¿en qué consiste, a fin de cuentas, Orbis Tertius?
Los razonamientos que hemos venido siguiendo hasta ahora nos dejan muy pocas
alternativas coherentes que den respuesta satisfactoria a esta pregunta. Tendríamos
que empezar por examinar las voces “Orbis Tertius”. “Orbis Tertius” puede significar
a la vez, “tercer círculo”, “tercera enciclopedia” y “tercer mundo”. En el contexto del
desarrollo del relato de Borges, las últimas dos significaciones parecen coincidir. La
locución “Orbis Tertius” aparece estampada en el cuento de dos formas distintas: en
cursiva (lo cual implicaría una obra, un “libro”), y en letra de imprenta corriente, en
redonda (en una secuencia donde se enumeran lugares “geográficos”). Borges ha
escrito que el relato es “la historia de Uqbar, Tlön y Orbis Tertius”. Uqbar y Tlön son
“países” y “planetas” y, en este contexto, Orbis Tertius lo ha de ser también. “Orbis
Tertius”, pues, será un mundo y una enciclopedia a la vez, será una enciclopedia viva
y palpitante. En el contexto del cuento, es éste el único modo de explicar la locución
en los términos de la definición dada por Borges. “Orbis Tertius”, escribió Borges, es
la revisión “minuciosa” de la Primera Enciclopedia de Tlön en “alguna de las lenguas
de Tlön”. Pues bien, en los últimos dos párrafos del cuento, Borges indica que “El
contacto y el hábito de Tlön han desintegrado este mundo”. Añade que “Ya ha
penetrado en las escuelas el (conjetural) ‘idioma primitivo’ de Tlön”. Ya se han
reformado algunas de las ciencias, otras esperan su turno. El relato concluye con una
proyección hacia el futuro:
Entonces desapareceran del planeta el inglés y el francés y el mero español. El mundo sera Tlön. (F, p. 34)
Si el mundo se convierte eventualmente en Tlön, y habla alguna de sus lenguas,
con las ciencias, la metafísica, las matemáticas reformadas de acuerdo con los
razonamientos o desatinos de Tlön, entonces el mundo que conocemos se convierte
en una disparatada y pesadillesca –pero no por ello menos real y palpable– enciclopedia
viva. Ese mundo –fusión de dos contrarios: el mundo exclusivamente idealista de
Tlön y el nuestro donde, dichosa o desdichadamente, existe la materia– constituirá un
tercer mundo, será el equivalente de “Orbis Tertius”. Allí, la imagen y la cosa se
habrán fundido una en otra para formar objetos que no existen ni pueden existir en
nuestro mundo. Si las metáforas “solidificadas” parecen objetos extraños cuando
empiezan a surgir en el mundo real, en “Orbis Tertius” serán lo común y corriente.
Es ahora, una vez que vemos lo que Borges entendía al escribir el término “Orbis
Tertius”, cuando podemos intentar explicar su extraña coexistencia con A First
Encyclopaedia of Tlön. La tentativa de la “sociedad secreta” que forjó esta enciclopedia
era contaminar el mundo real con el mundo de Tlön. El modo más directo era por
medio de la introducción de su lenguaje, ya que ese mundo estaba constituido de
lenguaje. En el volumen XI, ya lo hemos apuntado, se comienza a introducir en el
mundo real la lengua, o una de las lenguas, de Tlön. Otro de los medios que podrían
utilizarse era la representación gráfica de los objetos y los seres que no existen sino
en calidad de metáforas en Tlön. Las representaciones gráficas serían inconcebibles
en aquel planeta ya que sus habitantes piensan que nada “que existe en el espacio
puede perdurar en el tiempo”. Las representaciones gráficas perduran en el espacio y
en el tiempo. Las “láminas en colores” de la Primera Enciclopedia de Tlön son el
comienzo de la fusión de los dos mundos, el comienzo de la fusión entre la imagen
y la cosa, las primeras metáforas “solidificadas”. De ahí que sobre estas láminas esté
calcado el óvalo azul con la inscripción Orbis Tertius, casi un anuncio de la futura
destrucción del mundo real.
III. Conclusión
Hemos dado la vuelta al círculo. El relato comenzó con un recuerdo de Bioy
Casares extraído de un libro apócrifo. El cuento termina con una invasión destructora
del mundo real por “objetos” (que no son sino ideas) provenientes de un mundo falso,
divulgados por un libro apócrifo: la First Encyclopaedia of Tlön. El cuento en su
totalidad parece contener una advertencia, advertencia por lo demás positiva, acerca
de las limitaciones inherentes a ciertos aspectos de la naturaleza misma del lenguaje.
Sacamos ideas de los libros, nutrimos nuestra imaginación y nuestra memoria de esos
extraños signos que son letra de imprenta y que constituyen un aspecto del lenguaje.
Hablamos, y al hablar divulgamos esas ideas. Pero el lenguaje, sin más referentes que
él mismo, no nos puede permitir distinguir entre lo apócrifo y lo auténtico, entre lo
falso y lo verdadero. Nos servimos del lenguaje para comunicar sabiduría; nos
podemos servir del lenguaje, también, para engañar y engañarnos, para traicionar y
traicionarnos y hasta, quizá, para destruirnos.
Por medio de una gradación sucesiva del lenguaje donde se han establecido
distintos y opuestos parámetros de significados para después hacerlos converger y
asimilarse, Borges nos ha hecho creer en un mundo imaginario, urdido por hombres,
capaz de invadir un mundo real y hacerlo desaparecer. La yuxtaposición y asimilación
de parámetros de significados lingüísticos han llevado a cabo una operación “mágica”.
Para crear esa concatenación de eventos extraordinarios, Borges no se ha servido sino
de “un juego preciso de vigilancias, ecos y afinidades” (D, p. 90). Vigilancias, ecos
y afinidades que están predicadas en algo que nos es muy “real”, accesible, cotidiano
e inevitable: el lenguaje mismo.
Arturo Echavarría Ferrari
Universidad de Puerto Rico
Notas
1 Citamos en el orden cronológico de publicación: Francis Wyers Weber, “Borges’s Stories:
Fiction and Philosophy” en Hispanic Review, vol. XXXVI, no. 2, abril de 1968, pp. 124-141;
James E. Irby, “Borges and The Idea of Utopia”, en Books Abroad (Norman, Oklahoma), vol.
45, no. 3, Verano de 1971, reimpreso en The Cardinal Points of Borges, Norman, University
of Oklahoma Press, 1971, pp. 35-45 (en lo sucesivo, citaremos por esta edición); y Jaime
Alazraki, “Tlön y Asterión: anverso y reverso de una epistemología”, originariamente
publicado en Nueva Narrativa Hispanoamericana, vol. I, no. 2, septiembre de 1971, y
reimpreso, con variantes, bajo el título de “Tlön y Asterión: metáforas epistemológicas” en
Jorge Luis Borges. El escritor y la crítica [comp. por Jaime Alazraki], Madrid, Taurus,
1976, pp. 183-200 (en lo sucesivo citaremos por esta edición).
2 Weber, Op. cit., pp. 140-141.
3 Alazraki, Op. cit., p. 191.
4 Weber, Op. cit., p. 135.
5 “...el mundo es, ahora, Tlön”, Alazraki, Op. cit., p. 200. Cf., además, pp. 193, 195. James
Irby, por otra parte, escribe: “... The mental powers, vicissitudes and vertigos of Tlön are our
own world, our world of reality as shifting symbol, of relentless time and unknown ultimate
pattern, here paradoxically turned about and fabled to help us perceive it more acutely as
such” (Irby, Op. cit., p. 43; el subrayado es del autor).
6 Jaime Alazraki apunta el hecho de que “en Borges, la narración fantástica se desliza sobre
ese equilibrio creado por la relación significante-significado...” (Op. cit., p. 184) Más
adelante, sin embargo, al aproximarse al estudio de los cuentos de Borges, propone: “El
lenguaje, como instrumento de conocimiento, deja de ser una traducción para convertirse en
una paráfrasis, de reflejo de la realidad deviene una realidad independiente: significado y
significante abandonan la paralela para abrirse en un ángulo sin posible punto de intersección”
(Ibid., p. 188). Si bien coincidimos con el énfasis que el Profesor Alazraki presta al carácter
arbitrario del lenguaje frente a la realidad, entendemos que, por lo menos, en “Tlön, Uqbar,
Orbis Tertius” Borges lanza una clara advertencia respecto de los peligros que lleva la
postulación de un mundo donde significante y significado se abran “en un ángulo sin posible
punto de intersección”.
7 Irby, Op. cit., p. 41.
8 Permítasenos esta simplificación provisional. Más adelante intentaremos una explicación
detallada de lo que podría significar Orbis Tertius. Por lo pronto convendría aclarar lo
siguiente: en la primera parte del cuento, Orbis Tertius convive y, hasta cierto punto, forma
parte de la Primera Enciclopedia de Tlön. En la tercera parte del cuento, el concepto de
“Orbis Tertius” cobrará cada vez mayor autonomía hasta que, en un futuro previsible para
el Borges narrador, se convierte en una entidad autónoma. Veremos entonces que lo que
llamamos “tercera dimensión de fantasía” coincide con el marco real de esa tercera parte del
cuento.
9 Empleamos aquí las voces “mágico” y “magia” en la acepción de Borges en un ensayo “El
arte narrativo y la magia”. “Magia”, pues, como la “pesadilla de lo causal” y en lo que se
refiere al arte del relato (aunque en ese ensayo Borges se refiere primordialmente a la novela)
como el despliegue, en el transcurso de una narración, de “un juego preciso de vigilancias,
ecos y afinidades” (D, p. 90). Coincidimos con la afirmación de Emir Rodríguez Monegal
respecto de que en la obra de Borges la “magia” o lo “mágico” poco o nada tiene que ver con
“el uso que, desde Franz Rob y Massimo Bontempelli, hasta Arturo Uslar Pietri, Alejo
Carpentier y Miguel Ángel Asturias... se le viene dando en la crítica contemporánea”
(“Borges: una teoría de la literatura fantástica” en Revista Iberoamericana, vol. XLII, no.
95, p. 183).
10 Véase Enrique Anderson-Imbert, “Nueva contribución al estudio de las fuentes de Borges”
en Filología, Año VIII, Números 1-2, Buenos Aires, 1962, “‘Orbis’, en efecto, era uno de
los nombres que, en la Edad Media, se daban a las enciclopedias. Otro era ‘speculum’” (11).
Entre las más conocidas se podría citar el Speculum Maius de Vicente de Beauvais.
11 El narrador describe la Anglo-American Cyclopedia, como una “reimpresión literal” de la
Britannica de 1902. La Anglo-American Cyclopedia, en cambio, no existe, cf. Mary Berg,
The Non-Realistic Short Stories of Leopoldo Lugones, Horacio Quiroga and Jorge Luis
Borges, tesis doctoral inédita, Harvard University, Cambridge (Massachussetts), 1969.
Esta excelente tesis señala gran número de fuentes respecto a “Tlön...”.
12 Se podría llevar a cabo un análisis detallado (que no cabría aquí) de la concepción del
lenguaje en el “planeta” Tlön tomando como referencia sistemática la concepción del
lenguaje de Fritz Mauthner. En Borges: teoría del lenguaje y la literatura, tesis doctoral
inédita, Harvard University, Cambridge, (Massachusetts), 1976, hemos explorado con más
detenimiento los vínculos entre la teoría de Mauthner y la que parece estar inscrita tanto en
los cuentos como en los ensayos de nuestro escritor.
13 James Irby propone que Tlön es el mundo de la “escritura”: “Tlön is also the world of writing,
of escritura, which consists in the meaningful permutation and alignment of signs according
to inherent laws and not in the mere transcription of some prior, non verbal reality” (Op. cit.,
p. 42). Nosotros proponemos que Tlön es no sólo el mundo de la escritura, sino el de la
lectura, el del lenguaje todo.
14 Irby indica: “In Tlön thought and reality are one...”, Op. cit., p. 37.
15 Irby se acerca también a esta afirmación: “The narrator caps his summary of the Eleventh
volume with a very brief description of how objects fade and disappear from view when
forgotten. The idea of proliferation is then abruptly juxtaposed with that of loss, and,
retroactively, the idea of forgetting suggests that the preceding discussion of hrönir was, at
least in part, an extended metaphor of the process of memory, as well as historiography”
(Irby, Op. cit., p. 38).
16 Maurice de Wult, History of the Medieval Philosophy, Vol. III, trad. de Ernest Messenger,
Longmans, Green and Co., Londres, 1926, p. 214. Borges cita a de Wulf en OI, p. 214.
En 40 Inquisiciones sobre Borges
Revista Iberoamericana: Vol. XLIII, Números 100-101, Jul/Dic 1977
Dirección Alfredo Roggiano, University of Pittsburgh
y Emir Rodríguez Monegal, Yale University
Patrocinada por la Universidad de Pittsburgh
Foto: Borges en Mexico, 1973
Por Rogelio Cuéllar Vía