En 1855, Whitman había declarado que su obra no era otra cosa que un conjunto de sugestiones y de apuntes y que los poetas venideros la justificarían y cumplirían. Medio siglo tardada su patria arrebatada por la delicada música de Tennyson y de Swinburne en recoger la herencia de Leaves of Grass.
Uno de los primeros innovadores fue Edgar Lee Masters (1868-1950). Nació en Garnett,
Kansas, ejerció la abogacía en Chicago y a
partir de 1898 publicó libros poéticos y
dramáticos, sin mayor resonancia. En 1915
lo hizo bruscamente famoso la Spoon River
Anthology, que le fue sugerida por una
lectura casual de la Antología griega.
Integran este libro, que es una suerte de
comedia humana, doscientos cincuenta
epitafios o, mejor dicho, confesiones de otros
tantos muertos de un obscuro pueblo de
provincia, que nos revelan su intimidad. Ahí
está Anne Rutledge, "adorada en vida por
Abraham Lincoln, desposada con él no por la
unión sino por la separación"; ahí está el
poeta Petit, que, insensible a la vida que lo
rodea, fabrica polvorientos triolets, "mientras
Homero y Whitman rugían en los pinos"; ahí
está Benjamín Pantier, a quien ha sostenido
siempre el amor de su mujer, que no lo
quería. La obra está escrita en verso libre y
es la única importante que nos ha legado
este autor.
Edwin Arlington Robinson (1869-1935)
nació en Head Tide, Maine, se educó en
Harvard y fue inspector municipal. Teodoro
Roosevelt, impresionado por la lectura de
sus poemas, le dio en 1905 un cargo en la
aduana de Nueva York. Obtuvo tres veces el
premio Pulitzer: la primera en 1922, por una
reedición de poemas anteriores publicados a
partir de 1896; la segunda en 1924, por The
Man Who Died Twice (El hombre que murió
dos veces); la última en 1927, por Tristram,
que forma parte de una serie de obras sobre
la leyenda del rey Arturo. Muchas de sus
poesías son, como las de Masters, retratos
psicológicos de personas imaginarias, pero
ejecutados bajo la compleja influencia de
Browning. Su estilo es tradicional; Robinson
es un poeta elocuente en el buen sentido de
la palabra. Ahora, casi olvidado, salvo por las
historias de la literatura, ha sido juzgado por
el crítico John Crowe Ransom uno de los tres
mayores poetas de Norteamérica entre 1900
y 1950. Los otros dos eran T. S. Eliot y
Robert Frost. En su obra perdura la
severidad puritana, que lo llevaría después a
un pesimismo materialista.
Sin duda, el más respetado y querido de los
poetas de su patria, Robert Lee Frost (1874-1963) no pertenece a la efusiva
tradición de Walt Whitman sino más bien a la
reticente pero no menos sensible de
Emerson. Aunque nacido en San Francisco
de California, es por su linaje, por su carácter
y por los temas de su obra un poeta de
Nueva Inglaterra, es decir de aquella región
de los Estados Unidos de cultura más
antigua y más asentada. Trabajó en una
hilandería, estudió en Harvard, donde no se
graduó, fue sucesivamente maestro,
zapatero, periodista y, al fin, granjero. En
1912 se estableció con su familia en
Inglaterra, donde se hizo amigo de Rupert
Brooke, Lascelles Abercrombie y otros
poetas. Descubrió tardíamente su vocación.
Su primera obra importante, North of Boston
(Al norte de Boston), data de 1914 y se
publicó en Inglaterra. A este libro, que fijó su
fama, siguieron muchos otros. En 1915
regresó a los Estados Unidos y fue
nombrado profesor de Poesía en Harvard.
Norteamérica ya reconocía en él a su poeta.
Recibió cuatro veces el premio Pulitzer de
poesía; en 1938, la medalla de la Academia
Americana de Artes y Letras, y en 1941, la de
la Sociedad de Poesía de América. Dieciséis
universidades lo hicieron doctor honoris
causa.
Frost se ha definido como poeta de la
sinécdoque o sea de aquella figura retórica
que usa la parte por el todo. En efecto, hay
composiciones de Frost, a primera vista
triviales, que encierran un sentido complejo.
Pueden leerse así, en varios planos, el de lo
declarado y el de lo sugerido y latente. Ese
procedimiento corresponde al
understatement, al no decir del todo las
cosas, que es tan característico de Inglaterra
y de Nueva Inglaterra. Lo rural y lo cotidiano
le sirven para la suficiente y lacónica
sugestión de realidades espirituales. Es a la
vez tranquilo y enigmático. Desdeñoso del
verso libre, ha cultivado siempre las formas
clásicas y las maneja con secreta maestría y
sin apariencia de esfuerzo. Los poemas no
son obscuros; cada uno de los planos que
encierran y que podemos interpretar de
diverso modo satisface nuestra imaginación,
pero su número es indefinido. Así, para un
lector Acquainted with the Night (Que ha
conocido la noche) es una confesión de
antiguas experiencias clandestinas en
barrios bajos; para otro, la palabra noche
puede no ser un emblema del mal sino de la
miseria, de la muerte o del misterio. Stopping by Woods on a Snowy Evening (Detención entre los bosques una tarde de
nieve) refiere un episodio verdadero o imaginarlo, de innegable gracia visual; es
lícito leerlo literalmente, pero también como
una larga metáfora. Lo mismo cabría decir
del poema The Road not Taken (La senda no
tomada), cuyo primer verso nos muestra un
bosque amarillo, que empieza por ser real, y
que al fin es también un símbolo de la
nostalgia que hay en toda elección.
Muerto Robert Frost, Carl Sandburg (1878),
que de algún modo es su reverso, es ahora el
poeta más conocido de los Estados Unidos, si
bien una parte de su nombradía se debe a la
monumental Vida de Abraham Lincoln en
seis volúmenes, que le valió en 1950 el
premio Pulitzer. Hijo de inmigrantes suecos,
nació en Galesburg, Illinois. Fue
sucesivamente repartidor de leche,
camionero, albañil, cosechero, lavaplatos,
soldado en Puerto Rico durante la guerra con
España, periodista y estudiante de letras. Su
primera obra In Reckless Ecstasy (En
intrépido éxtasis), publicada en 1904, no
halló eco. Diez años después le dieron fama
sus colaboraciones en la revista Poetry de
Harriet Monroe en Chicago. En 1916 dio a
conocer sus Chicago Poems. Fue premiado
por la Sociedad de Poesía de América en
1919 y 1920. Recorrió luego el país
cantando, recitando y recogiendo coplas
populares que reuniría en 1927 en el
American Song Bag (Bolsa de los cantares
americanos). Entre sus muchos libros
citaremos Smoke and Steel (Humo y acero)
(1920), Good Morning America (Buenos
días, América) (1928), The People, Yes (El
pueblo, sí) (1936). En 1950 sus Poesías
completas merecieron el premio Pulitzer.
En toda su obra es evidente el influjo de
Whitman. Ambos manejan el verso libre y el
slang, si bien éste último, en Sandburg, es
más espontáneo y más rico. Al principio fue
poeta de la energía y aun de la violencia y la
vulgaridad; después lo fue de la melancolía y
la nostalgia. Este proceso se cifra en una de
sus páginas más famosas, Cool Tombs (Frescas sepulturas).
Como Masters y Sandburg, Nicholas Vachel Lindsay (1879-1931) nació en
Springfield, Illinois, patria de Lincoln, cuyo
ferviente culto compartieron. Siguió clases
en el Instituto de Arte de Chicago; de día
trabajaba en una tienda. Continuó esos
estudios en la Facultad de Arte de Nueva
York sin lograr vender sus dibujos. Abordó
entonces la poesía. Hasta 1913, fecha de la
publicación de su más famoso poema,
General William Booth Enters into Heaven
(El general Booth entra en el reino de los
cielos), por Harriet Monroe, recorrió a pie el
Oeste, ganándose la vida como juglar,
recitando sus propios versos a cambio de
comida y de teatro. En 1925 se casó y vivió
en Spokane, Washington; seis años después
se dio muerte en Springfield. Sus obras
incluyen Handy Guide for Beggars (Guía
para mendigos), The Chinese Nightingale (El
ruiseñor chino), The Golden Whales of
California (Las ballenas de oro de California)
y Every Soul is a Circus (Cada alma es un
circo).
Lindsay quiso ser el poeta del Ejército de
Salvación. Fue versificando una mitología de
personajes populares: Andrew Jackson,
héroe de la Guerra de la Independencia y de
las guerras contra los indios; el abolicionista
John Brown; Lincoln y Mary Pickford. Su obra
es muy despareja; influyeron en ella el fervor
religioso de los spirituals y el jazz. En ciertos
poemas el autor indica los instrumentos y la
melodía que deben acompañar las palabras.
Hasta ahora, la contribución de los negros
americanos a la poesía ha sido menos
importante que su contribución a la música.
Citaremos en primer término a James Langston Hughes (1902), nacido en Joplin,
Missouri, que, como Sandburg, desciende
literariamente de Whitman. Su obra, que usa
ritmos de jazz, incluye Dear Lovely Death
(Querida hermosa muerte), The Dream
Keeper (El guardián de sueños),
Shakespeare in Harlem, One Way Ticket
(Pasaje de ida) y la autobiografía Big Sea
(El mar grande). Sus versos son patéticos y
no pocas veces sardónicos.
Más trabajada y más sensible es la labor de Countee Cullen (1903-1946), que estudió
en Nueva York, su ciudad natal, y en la
Universidad de Harvard. Publicó entre otros
libros, Copper Sun (Sol de cobre), The Black
Christ (El Cristo negro) y una versión de la
Medea de Eurípides. Compiló dos antologías
de poesía negra, pero lo racial le interesó
menos que lo íntimo. La crítica ha advertido
en sus poemas el influjo de Keats.
En Borges, J. L.- Esther Zemborain de Torres Duggan:
Introducción a la literatura norteamericana (1967)
Incluido Obras completas en colaboración
© María Kodama, 1995
© Emecé Editores, 1979, 1991 y 1997
Barcelona,1997
Imagen: Caricatura de JLB por Hermenegildo Sábat
en The New York Times, septiembre 1970
Incluida en Horacio Jorge Becco:
J.L.Borges Bibliografía total 1923-1973
Buenos Aires, Casa Pardo, 1973
en The New York Times, septiembre 1970
Incluida en Horacio Jorge Becco:
J.L.Borges Bibliografía total 1923-1973
Buenos Aires, Casa Pardo, 1973