Al hojear Cartas del fervor los lectores tenemos la inmediata y regocijante impresión de
que en el campo de la edición de obras de Borges están soplando nuevos aires. Nos
sorprende una edición cuidada, que reúne textos que sin reparos podemos atribuir a
Borges, ordenados según las fechas reales o posibles –pero debidamente fundamentadas
como posibles- de su escritura, precedidos por un estudio introductorio de alguien que
conoce de cerca su obra (en este caso, Joaquín Marco); comprobamos también que por
primerísima vez los textos van acompañados de un sólido aparato crítico (acertadamente
confiado a un especialista: Carlos García), de una noticia responsable sobre los nombres
citados y una bien confeccionada lista de la bibliografía de y sobre Borges mencionada en
el volumen. La grata impresión del lector se refuerza al recorrer las secciones dedicadas a
las 25 cartas de Borges a Maurice Abramowicz (presentadas en su versión original
francesa y la correspondiente traducción de Marietta Gargatagli) y a las 46 cartas
enviadas a Jacobo Sureda. En los dos casos, los textos van precedidos por una semblanza
de ambos amigos de Borges y están reproducidos en forma integral, sin descartar tachaduras o agregados. Sin embargo, el lector no puede dejar de advertir que los “nuevos aires” no han logrado purificar plenamente el ambiente editorial en que está inmersa la obra de Borges. El primer indicio lo proporciona el título del volumen, Cartas del fervor,
que encierra al menos un riesgo: si este libro llega a correr el destino de otros –como fue
el caso de Textos cautivos- no tardará en ser incorporado a las Obras Completas, que
pasarían así a cobijar otro volumen de Borges que él nunca escribió y que –si hubiera
llegado a escribir- casi seguramente habría bautizado con otro nombre. Segundo indicio:
Cartas del fervor se abre con una “Nota del editor”; el lector atento, que ya ha leído la
carátula, supone que la nota proviene de Cristóbal Pera, a cuyo cuidado ha estado la
edición del libro; no obstante, es Hans Meinke –tal vez vinculado con alguna de las
empresas editoriales- quien no sin emoción recuerda el día en que las cartas de Sureda,
provenientes de Mallorca, pasaron por Barcelona en viaje a París, celosamente
custodiadas por María Kodama, “verdadero ángel defensor del grandioso legado
borgiano”. Una edición que cuenta con los méritos arriba señalados debería haber
renunciado al juego de palabras y preferido la sobriedad de un título descriptivo -como,
por ejemplo, el que aparece confinado al pie de la cubierta: Correspondencia con Maurice
Abramowicz y Jacobo Sureda (1919-1928)-. Y sin duda, también debería haber ahorrado
al lector la confusión –e incluso la lectura- de las anecdóticas páginas de Meinke.
Jorge Luis Borges: Cartas del fervor. Correspondencia
con Maurice Abramowicz y Jacobo Sureda (1919-1928),
Barcelona: Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Emecé, 1999
Escribe Cristina Parodi, de Buenos Aires
Imágenes de otro fervor: Cartas que sus lectores dejaron en la tumba en Ginebra
Foto Archivo La Nación