Surge por un grabado de un libro de la Casa Garnier que había en Francia, en la biblioteca de mi padre. Era una especie de edificio parecido a un anfiteatro, tenía grietas, se veía que era un edificio alto porque era mucho más alto que los cipreses y que los hombres. Yo pensaba que si tuviera una lupa o tuviera una mejor vista podría ver un minotauro adentro, y desde entonces he tenido esa visión del laberinto. Pero además es un símbolo del estar perplejo, de estar perdido en la vida, y yo me siento muchas veces perplejo, es decir, casi diría que mi estado continuo es un estado de asombro: ahora estoy asombrado de estar grabando aquí, de estar conversando con ustedes, y me parece que el símbolo más evidente de la perplejidad es el laberinto. Además, el laberinto tiene algo muy curioso porque la idea de perderse no es rara, pero la idea de un edificio construido para que la gente se pierda —aunque esa idea sea tomada de los túneles de las minas— es una idea rara, la idea de un arquitecto de laberintos, la idea de Dédalo o (si quiere literariamente) la idea de Joyce es una idea rara, la idea de construir un edificio de una arquitectura cuyo fin sea que se pierda la gente y que se pierda el lector, esa es una idea rara, por eso he seguido siempre pensando en el laberinto…
Borges para millones, 1978
En Borges A/Z
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
A. Fernández Ferrer y J. L. Borges, 1988
Foto: Jorge Luis Borges en Buenos Aires,1978
Portada del libro Borges A/Z
Colección La Biblioteca de Babel
Colección La Biblioteca de Babel