Primera versión, suprimida en la edición de 1969
Mi canción de criollo final,
por la noche agrandada de relámpagos
en el expreso del Sur
que desfonda y pierde los campos.
Una amistad hicieron mis abuelos
con esta lejanía
y conquistaron la intimidad de la Pampa
y ligaron a su baquía
la tierra, el fuego, el aire, el agua.
Fueron soldados y estancieros
y apacentaron el corazón con mañanas
y el horizonte igual que una bordona
sonó en la hondura de su austera jornada.
Su jornada fue clara como un río
y era fresca su tarde como el aljibe del patio
y en su vivir eran las cuatro estaciones
como los cuatro versos de una copla esperada.
Descifraron hurañas polvaredas
en carretas o en caballadas
y los alegró el resplandor
con que aviva el sereno la luz de la espadaña.
Uno peleó contra los godos,
otro en el Paraguay cansó su espada;
todos supieron del abrazo del mundo
y fue mujer sumisa a su querer la campaña.
Los otros corazones fueron serenos
como ventana que da al campo;
resplandecientes y altos eran sus días
hechos de cielo y llano.
Sabiduría de tierra adentro la suya,
de la lazada que es comida
y de la estrella que es vereda
y de la guitarra encendida.
Sangre negra de copla brotó bajo sus manos;
se sintieron confesos en el canto de un pájaro.
Soy un pueblero y ya no sé de esas cosas,
soy hombre de ciudad, de barrio, de calle;
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en la tarde.
Segunda versión
Una amistad hicieron mis abuelos
con esta lejanía
y conquistaron la intimidad de los campos
y ligaron a su baquía
la tierra, el fuego, el aire, el agua.
Fueron soldados y estancieros
y apacentaron el corazón con mañanas
y el horizonte igual que una bordona
sonó en la hondura de su austera jornada.
Su jornada fue clara como un río
y era fresca su tarde como el agua
oculta del aljibe
y las cuatro estaciones fueron para ellos
como los cuatro versos de una copla esperada.
Descifraron lejanas polvaredas
en carretas o en caballadas
y los alegró el resplandor
con que aviva el sereno la espadaña.
Uno peleó contra los godos,
otro en el Paraguay cansó su espada;
todos supieron del abrazo del mundo
y fue mujer sumisa a su querer la campaña.
Altos eran sus días
hechos de cielo y llano.
Sabiduría de campo fuera la suya,
la de aquél que está firme en el caballo
y que rige a los hombres de la llanura
y los trabajos y los días
y las generaciones de los toros.
Soy un pueblero y ya no sé de esas cosas,
soy hombre de ciudad, de barrio, de calle:
los tranvías lejanos me ayudan la tristeza
con esa queja larga que sueltan en las tardes.
En Luna de enfrente (1925)
Segundo volumen de poesía de Borges, publicado
con posterioridad a Fervor de Buenos Aires, antes de cumplir 30 años.
©1925, Borges, Jorge Luis
©1969, Ultramar Editores, S.A.
Edición dirigida y realizada por Carlos V. Frías
© Emecé Editores, S.A. Buenos Aires 1974
© Ultramar Editores, S.A. Madrid, 1997
Foto: JLB, Galleria Nazionale, Palermo (Italia), 1984
© Ferdinando Scianna/Magnum Photos