Libre de la memoria y de la esperanza,
ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó su esperanza.
Hasta lo que pensamos podría estarlo pensando él también;
[Aun lo que pensamos podría estar pensándolo él;][*]
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.
En Fervor de Buenos Aires (1923)
Imagen: Portada autografiada Fervor de Buenos Aires, primera edición
[*] Se indica cambio en la edición de 1969 respecto a la de 1923