23/3/16

Jorge Luis Borges: Entrevista con Mario Ghbara [Salta, mayo de 1964]








Don Jorge, ¿qué está haciendo en la actualidad?

En estos momentos estoy revisando con María Esther Velázquez un libro titulado Antigua Literatura Germánica, que es un texto sobre la literatura medioeval de Inglaterra, Alemania y Escandinavia, que publicó hace años el Fondo de Cultura Económica de México y que una editorial de París quiere traducir al francés. Hace unos cuatro años que estoy estudiando, o tratando de estudiar las lenguas germánicas medievales, de suerte que ahora puedo hablar de estos temas basándome en un conocimiento directo de los originales.



¿Y en la provincia de Buenos Aires está haciendo algo?

La Dirección de Cultura de la provincia de Buenos Aires me ha encargado la posibilidad de una versión cinematográfica del Martín Fierro. En estos días aparecerá una milonga de Guastavino cuya letra he escrito y que se titula la Milonga de dos hermanos.
Asimismo tengo mis tareas de director de la Biblioteca Nacional y dicto cátedras de literatura inglesa y norteamericana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires.



¿Qué nos puede decir de la actualidad literaria nacional?

Yo querría destacar en lo referente a la poesía, los nombres de Carlos Mastronardi, de Silvina Ocampo y de Silvina Harriague, y en lo referente a la prosa los nombres de Adolfo Bioy Casares, Manuel Peyrou, de Eduardo Mallea y de Manuel Mujica Láinez. Este último ha vuelto, renovándola, a la antigua tradición de la novela caudalosa, llena de aventuras, destinos y vicisitudes.



¿Y de los escritores de la nueva generación?

No puedo hablar con mayor autoridad de la producción más reciente, pues hace diez años mi vista no me permite leer ni escribir, de tal manera que he quedado rezagado.
Al hablar de los poetas he olvidado un nombre importante, el de Miguel de Etchebarne, autor de un poema épico de las orillas: Juan Nadie (Vida y muerte de un compadre).



En El Tribuno, Salta, mayo de 1964
Imagen: María E. Vázquez, Ricardo Dorré, José J. Botelli
Jorge Luis Borges y 'Pajarito' Velarde
Salta, 27 de mayo de 1964


22/3/16

Borges en El Hogar: 10 de marzo 1939







Lytton Strachey q [B S]
  
Giles Lytton Strachey nació en Londres en 1880 y murió en el condado de Berkshire el 21 de enero de 1932. Esas fechas y esos lugares parecen agotar su biografía. Era uno de esos caballeros ingleses que desdeñosamente carecen de biografía, acaso porque “no les interesa su propia vida” (como a nuestro Almafuerte) o porque les interesan más las vidas ajenas que pueblan la literatura o la historia. Era alto, demacrado, casi abstracto, con el fino rostro emboscado detrás de los atentos anteojos y de la rojiza barba rabínica. Para mayor recato, era afónico.

Hijo de una escritora, lady Jane Strachey, y del general Sir Richard Strachey, se educó en un ambiente intelectual. Hizo sus estudios en Cambridge y publicó en 1912 su primer libro: Landmarks in French Literature. En 1918 publicó Eminent Victorians, cuatro asombradas biografías de Manning, de Florence Nightingale, del doctor Arnold y del general Gordon. Ese libro (y los sucesivos) marcan la perfección de un género que muy pronto fue remedado y abaratado por Emil Ludwig. Hablar de la ironía de Strachey es un lugar común; más notable que esa ironía es su convivencia feliz con una impasible urbanidad y con un incoercible impulso romántico… “Escribo sin intenciones ulteriores”, declaró una vez Lytton Strachey: confesión que no le perdonarán quienes juzgan las obras literarias por sus intenciones políticas.

Tres años laboriosos dedicó Strachey a la preparación y redacción de Queen Victoria, que apareció en 1921. Es, quizá, su obra capital. Publicó también Books and Characters (1922), Pope (1926) y Portraits in Miniature (1931). No hay que olvidar el gran experimento romántico Elizabeth and Essex, que no ha regocijado con exceso a los historiadores, pero sí al que escribe esta nota.


DELPHOS, OR THE FUTURE OF INTERNATIONAL LANGUAGE
de E. S. Pankhurst q [R]

Este divertido volumen finge ser una vindicación general de los idiomas artificiales y una vindicación particular de la “interlingua” o latín simplificado de Peano. Parece redactado con entusiasmo, pero la extraña circunstancia de que la autora se haya documentado exclusivamente en los artículos con que el doctor Henry Sweet contribuyó a la Enciclopedia Británica, nos deja barruntar que su entusiasmo es más bien moderado o ficticio.
La autora (y el doctor Henry Sweet) dividen los idiomas artificiales en idiomas a priori y a posteriori, es decir, en originales y derivados. Los primeros son ambiciosos e impracticables. Su meta sobrehumana es clasificar, de un modo perdurable, todas las ideas humanas. No juzgan imposible una clasificación definitiva de la realidad; urden vertiginosos inventarios del universo. El más ilustre de esos catálogos razonados es, sin duda, el de Wilkins, que data de 1668. Wilkins distribuyó el universo en cuarenta categorías, indicadas por nombres monosilábicos de dos letras. Esas categorías estaban subdivididas en géneros (indicados por una consonante), y esos géneros en especies, indicadas por una vocal. Así “de” quiere decir elemento; “deb”, fuego; “deba”, la llama.
Doscientos años después, Letellier siguió un método análogo: “a”, en el idioma internacional que propuso, vale por animal; “ab”, por mamífero; “abo”, por carnívoro”; “aboj”, por felino; “aboje”, por gato; “abod”, por canino; “abode”, por perro; “abi”, por herbívoro; “abiv”, por equino; “abive” por caballo; “abivu”, por asno.
Los idiomas construidos a posteriori son menos interesantes. De todos ellos el más complejo es el volapük. A principios de 1879 lo ideó un sacerdote alemán, Johann Martin Schleyer, para promover la paz entre las naciones. En 1880 le dio los últimos toques y lo dedicó a Dios. Su vocabulario es absurdo, pero su facultad de comprimir en una palabra muchos matices no debe merecer nuestro desdén. Interminablemente abundan las inflexiones; en volapük el verbo puede tomar 505.440 formas distintas. (Peglidalöd, por ejemplo, quiere decir: “Usted debe ser saludado”.)
El volapük fue aniquilado por el esperanto, el esperanto por el idioma neutral, el idioma neutral por la interlingua. Esos últimos —“equitativos, simples y económicos”, según dijo Lugones— son inmediatamente comprensibles por todo aquel que posee una lengua románica.
He aquí una sentencia redactada en el idioma neutral:

Idiom Neutral es usabl no sole pra skribasion, ma et pro perlasion; sikause in kongres sekuant internasional de medisinisti mi av intension usar ist idiom pro mie raport di maladirit “lupus”, e mi esper esar komprended per omni medisinisti present.


MI VIDA ESQUIMAL de Paul-Emile Victor r [R]

El onceno libro de la Odisea habla de la nación y de la ciudad de los hombres cimerios, que viven en el borde del mundo y a quienes no mira el dios con sus rayos, ni cuando trepa por el cielo estrellado, ni cuando regresa a la tierra, y sobre cuyas desdichadas cabezas es interminable la noche. En el borde del mundo y entre los sucesores de los cimerios ha pasado un invierno casi dichoso el etnólogo francés Paul-Emile Victor. Su diario (que ha aparecido en Londres y París) prescinde felizmente de aventuras y de pintorescas anécdotas y narra el cotidiano vivir de un villorrio esquimal, al norte de los últimos glaciares de Melville Bay. En esas tierras hiperbóreas el autor ha construido chozas abovedadas de nieve y chozas de hueso, ha manejado alguna vez el arpón, ha sido comensal en toscos banquetes de sangre coagulada, ha adoctrinado en las maniobras del ajedrez a un viejo pescador de ballenas (que acabó por vencerlo), ha asistido a la muerte de una mujer, ha añorado una librería que está en París, ha jugado con perros y con niños —Iosepi, Azak, Tipú— y, sobre todo, ha sido lo que no suelen ser los viajeros: un hombre entre los hombres.

Para mayor contraste, Victor intercaló después en su diario —un poco a la manera de John Dos Passos en U.S.A.— fragmentos de noticias contemporáneas: “Miss España es nombrada Miss Europa”, “Quinientos mil nazis acuden al Congreso de Nurenberg”, “Furiosa batalla en Irún”… El propósito de esas interrupciones nada tiene de problemático: se trata de insinuar que la civilización es harto más absurda que la barbarie. El siglo XVIII creyó haber descubierto en los pieles rojas al virtuoso homme de la nature, incontaminado; Paul-Emile Victor, en este amenísimo libro, nos propone otro candidato: el hombre esquimal.

Muchas y excelentes fotografías ilustran la obra.


DE LA VIDA LITERARIA r

Es muy sabido que Miguel de Cervantes escribió El Quijote en la cárcel, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”. Es menos sabido que muchos otros han aprovechado esa impuesta tranquilidad para redactar páginas perdurables. Los señores A. G. Stock y Reginald Reynolds han publicado en Londres la primera antología carcelaria. Se titula Prison Anthology, y entre sus colaboradores figuran Sacco y Vanzetti, Jeremías, O. Henry, san Pablo, Marco Polo, John Bunyan, María Estuardo, Verlaine, Dostoievski, Voltaire y Mahatma Gandhi.

El doctor Albert Schweitzer —músico, teólogo y misionero— ha ejercido durante muchos años la medicina en África. Ha publicado un libro de recuerdos, Aus meinem afrikanischen Tagebuch, que abunda en amenísimos rasgos. Quizá la más agradable de sus historias es la del negro viejo que recobró la vista después de una operación de cataratas y que bailó, solemne y jubiloso, alrededor del hospital.



Nota


En mayo de 1935, la revista El Hogar presentó una sección en la que los hombres de letras más sobresalientes seleccionaban su cuento preferido. El 26 de julio, Jorge Luis Borges eligió “Donde su fuego nunca se apaga”, de May Sinclair. Según ha comentado Borges, León Bouché, director de la revista, lo invitó entonces a colaborar. Su cometido era dirigir la página titulada “Libros y autores extranjeros”, que llevaba ya cinco números en marcha y se dividía en cuatro secciones: Ensayos [E], Biografías Sintéticas [B S], Reseñas [R], y otros comentarios publicados bajo  el título “De la Vida Literaria”.
Desde el 16 de octubre de 1936, la página aparece cada quince días con firma de Borges, hasta el 7 de julio de 1939. Con el correr del tiempo, hay varios cambios. A partir del 14 de octubre de 1938 desaparece la sección Biografía Sintética, que puntualmente se verá los días 10 y 24 de febrero de 1939; el 10 de marzo se publica por última vez dedicada a Lytton Strachey. Finalmente, el 5 de mayo de 1939, la página se reduce a la mitad.
En 1986 la editorial Tusquets publicó en el volumen Textos cautivos una selección de las colaboraciones de Jorge Luis Borges en la revista entre 1936 y 1939. En 2000, Emecé Editores reunió en el volumen Borges en El Hogar (1935-1958) los textos que habían quedado sin recoger. Hemos refundido aquí ambos libros siguiendo una pauta cronológica y marcando la procedencia de cada texto bien con una llamada cuadrada [q] (Textos cautivos), bien con una redonda [r] (Borges en El Hogar). Junto al título de cada entrada, hemos agregado también, entre corchetes y al margen, las siglas que indican la sección original a la que pertenece —[E], [B S] o [R]—, y dejado los comentarios del cuarto apartado bajo el epígrafe original “De la Vida Literaria”. Los textos que en Borges en El Hogar se señalaron con las siglas [L N] (o Libros Nuevos) están aquí agrupados, por coherencia, bajo el epígrafe [R]. Además de la página de “Libros y autores extranjeros”, Borges publicó otros artículos en la revista, como el “Prólogo a la edición alemana de ‘La carreta’” o “Después de las ‘Iniciales del misal’”, que fueron recopilados en Borges en El Hogar y también reproducimos. Lo mismo ocurre con las diversas traducciones que dicho volumen incluye y que marcamos en nuestra edición con la sigla [T]. Por último, Borges en El Hogar se cierra con colaboraciones en su mayoría posteriores a 1939 (notas, encuestas, opiniones, una conferencia y un cuestionario), que agrupamos en la breve miscelánea final.











Jorge Luis Borges. Textos cautivos (1986)
Edición de Enrique Sacerio-Garí y Emir Rodríguez Monegal 
Barcelona, Tusquets Editores, 1986, col. Marginales, núm. 92
Borges en El Hogar (1935-1958) 
Buenos Aires, Emecé, 2000

Fotos cabezal: Cover, portada y contratapa Textos cautivos (Tusquets, 1986)
Foto al pie: Cover El Hogar 1935-1958 (Emecé, 2000)





21/3/16

Jorge Luis Borges: Historia de la noche








A lo largo de sus generaciones
los hombres erigieron la noche.
En el principio era ceguera y sueño
y espinas que laceran el pie desnudo
y temor de los lobos.
Nunca sabremos quién forjó la palabra
para el intervalo de sombra
que divide los dos crepúsculos;
nunca sabremos en qué siglo fue cifra
del espacio de estrellas.
Otros engendraron el mito.
La hicieron madre de las Parcas tranquilas
que tejen el destino
y le sacrificaban ovejas negras
y el gallo que presagia su fin.
Doce casas le dieron los caldeos;
infinitos mundos, el Pórtico.
Hexámetros latinos la modelaron
y el terror de Pascal.
Luis de León vio en ella la patria
de su alma estremecida.
Ahora la sentimos inagotable
como un antiguo vino
y nadie puede contemplarla sin vértigo
y el tiempo la ha cargado de eternidad.

Y pensar que no existiría
sin esos tenues instrumentos, los ojos.




En Historia de ka noche (1977)
Retrato de Jorge Luis Borges (sin atribución de autor)

20/3/16

Jorge Luis Borges visto y oído por Esteban Peicovich (algunos pasajes)







(11) No sé por qué dicen que carezco de sentimientos. O que a mi vida fueron negadas ciertas experiencias fundamentales. Supongo que se refieren al amor. Se equivocan los que piensan que no he conocido el amor. Puedo afirmar que he vivido enamorado. El primer amor (ideal, por cierto), de mi vida fue una actriz, Ava Gardner. Solía ver sus películas dos veces por día. Apenas terminada la función, deseaba que llegara el día siguiente para volver a verla. El amor exige pruebas. Pruebas sobrenaturales.

(12) A mi bisabuelo paterno le hicieron una operación que apareció en una revista porque en aquel tiempo fue algo notable. No se cómo la harían porque entonces no existía la anestesia. Tal vez le darían un poco de alcohol. Hay una novela de Melville, el autor de Moby Dick, que sirvió mucho como ballenero y en la marina norteamericana. Él cuenta de una operación a bordo de un velero, en alta mar, por el año 1870 o algo así, en la que había que amputar una pierna a un marinero. Entonces se reunió con toda la tripulación en la cubierta del barco, sacaron al marinero atado a una tabla, lo emborracharon con ron y luego se dio la orden de empezar a tocar la banda, de modo que el hombre estaba embrutecido por el alcohol, la música y además llamaron a sus dos mejores amigos, que se fueron encima y le dijeron malas palabras y le rompieron la cara a puñetazos. El marinero trataba de defenderse pero no podía por estar atado, y aprovecharon eso para amputarle la pierna. Se supone que igual sufrió bastante. A mí me hicieron muchas operaciones. En la última, la anestesia no duró y el médico me dijo que me iba a doler, pero que estuviera quieto porque si no, me quedaría irremediablemente ciego. Yo sentía el dolor, aunque no era muy fuerte. Si una tierrita en el ojo molesta, cómo no va a molestar un bisturí con los ruidos del raspaje. Pero me quedé quieto, a pesar de sentir en mi corazón como martillazos, y lo único que pensé fue en no moverme. Ni siquiera reparaba en el resultado: si yo giraba la cabeza, la posibilidad de mi visión habría concluido. No, no pensé en Dios. Sólo me preocupé de centrar la atención en la inmovilidad. Mi madre estaba a mi lado y yo no pensaba en ella, ni en mí, ni en nada. Me decía como un grito: yo no debo moverme.

(13) Como ser humano, soy una especie de antología de contradicciones, de gaffes, de errores, pero tengo sentido ético. Eso no quiere decir que yo obre mejor que otros, sino simplemente que trato de obrar bien y no espero castigo ni recompensa. Que soy, digamos, insignificante, es decir, indigno de las dos cosas. El cielo y el infierno me quedan muy grandes.

(16) Creo que el ejercicio de las armas es verdaderamente honroso, más allá del hecho de ejercerlo por unas u otras causas. La misión del soldado es algo noble, y sé que al decir esto me enemisto con mucha gente. No tengo interés en enemistarme ni en congraciarme con nadie, pero hay que pensar que la poesía empieza con la épica. En todas las culturas del mundo se empieza siempre con las armas.

(17) Yo anhelo un arte que traduzca la emoción desnuda, depurada de los adicionales datos que la preceden. Un arte que rehuya lo dérmico, lo metafísico y los últimos planos egocéntricos y mordaces. Para esto, como para toda poesía, hay dos imprescindibles medios: el ritmo y la metáfora. El elemento acústico y el elemento luminoso... La metáfora, esa curva verbal que traza casi siempre entre dos puntos –espirituales– el camino más breve.

(22) Lo barroco se interpone entre el escrito y el lector. Por otro lado, el barroquismo es como un pecado de vanidad: parece como si el escritor barroco estuviera pidiendo que se lo admire. Se siente el arte barroco como un ejercicio de la vanidad, aun en el caso de los más grandes escritores. (23) En España, y aun aquí, en la Argentina, se puede conversar todavía. A mí me gusta conversar con los chauffeurs, con los mozos de café... En España yo he estado conversando con un pastor en la sierra de Guadarrama; con un pastor, ¿se imagina? Fui feliz. En Estados Unidos no se puede dialogar con un profesor. Yo he estado en una comida y una señora me dijo: “¿Usted es latinoamericano?”, y yo: “No hay latinoamericanos: hay argentinos, colombianos, chilenos; no creo que nadie se sienta latinoamericano: cada uno se siente de su república”. “¿Y usted qué enseña?”. “Yo enseño literatura argentina”. “¿Argentiniana?”. “No, señora, argentina; no existe esa palabra argentiniana, inventada para que rime con colombiana y con boliviana”. “¡Ah!, qué interesante, sí. De modo que es usted español”. “No señora: dejé de ser español en 1810; pero en fin, digamos que sí. Enseño literatura argentina, que es una rama de la literatura castellana...”. “Yo soy profesora también”. “¿Y usted qué enseña?”. “Yo enseño conversación”. Yo pensé que sería conversación en castellano, o en alemán, o en sueco... “No, conversación en inglés. Mis alumnos tienen una media de 25 años. Se ha juzgado necesario”. Y yo me di cuenta que tenía razón. La gente dice, por ejemplo: “Yeah...” “Okay...”, una serie de sonidos básicos, así; y se acabó. De modo que tienen que enseñarles a conversar.

(32) Si todos los países llegaran a ser de clase media –eso sería la Utopía para mí– desaparecerían muchos males. Yo viví cinco años en Ginebra en la época de la Primera Guerra Mundial. La ciudad tenía en ese tiempo 120.000 habitantes; creo que había un comisario y dos vigilantes. ¿Por qué? Porque todo el mundo pertenecía a la clase media. No había gente ni muy pobre ni muy rica. En los países escandinavos, países de clase media, no hay criminales. (40) Estoy sumamente alarmado pues la Biblia recomienda vivir hasta los setenta y, pasado de ahí, según las Sagradas Escrituras, todo es pesadumbre y tristeza. Mi corazón camina perfectamente lo cual es malo, porque así no puedo esperar esa bendición que es un ataque cardíaco.

(43) Tengo la impresión de que la idea de culpabilidad es una idea protestante o judía más que católica. Porque los católicos tienen una idea más bien oficial de la responsabilidad: tienen la confesión, la absolución y la conciencia despreocupada. Por este motivo, me parece que no tiene ningún sentido para los escritores argentinos “escribir a lo Kafka”, porque este se basa sobre problemas que no tienen vigencia para una conciencia argentina. Aquí nadie está muy interesado en saber cuáles son sus relaciones con la divinidad, si actuó bien o mal, si será castigado con justicia o no. Todo esto está afuera de nuestro mundo. Por eso es que en general, el Kafka que se hizo aquí es totalmente falso puesto que se carece de los antecedentes que pueden producir un Kafka, dado que él era judío.

(50) Soy tan poco observador que cuando mi madre vivía le solicitaba detalles circunstanciales. Porque ahora se esperan detalles circunstanciales. Vamos a suponer que en un cuento describía un conventillo y alguien debía atravesar el patio. Podía haber flores. Entones le preguntaba a mi madre qué tipo de flores podían existir en un conventillo. Y mi madre me las mostraba y yo las ponía, porque no me detengo en esas cosas. En otra oportunidad, como me gustaba situar todo en el pasado para estar más libre, le preguntaba cómo era tal calle. Me acuerdo que un día estaba dictándole un cuento sobre Rosas y hablaba de los cascos de los caballos. “¿Sobre el empedrado? –preguntó mi madre– ¡Pero, estás loco!”. Y yo le había dictado empedrado por no decir asfalto. “Bueno –señaló mi madre–, que yo recuerde, en esa época, todas las calles de Buenos Aires eran de tierra, salvo Florida y Perú, que estaban empedradas...”. Y ella me evitó cometer esa gaffe de querer empedrar la calle Suipacha en tiempos de Rosas...



Esteban Peicovich: El palabrista. Borges visto y oído
Compilación al cuidado de Esteban Peicovich [TW] [FB] [fotos]
Buenos Aires, Editorial Marea, 2006
Foto: Borges y Peicovich - CEdoc.Perfil


19/3/16

Jorge Luis Borges: Yo... Yo ¿Qué opina Ud. de sí mismo?







La respuesta varía según la hora, según la temperatura, según el régimen dietético, según las personas que espero ver. De una a siete de la tarde —mis horas oficiales o teóricas de "trabajo"— me confieso un impostor, un chambón, un equivocado esencial. De noche (conversando con Xul Solar, con Manuel Peyrou, con Pedro Henríquez Ureña o con Amado Alonso) ya soy un escritor. Si el tiempo es húmedo y caliente, me considero (con alguna razón) un canalla; si hay viento sur, pienso que un bisabuelo mío decidió la batalla de Junín y que yo mismo he consumado unas páginas que no son bochornosas. Me pasa lo que a todos: soy inteligente con las personas inteligentes, nulo con las estúpidas.

Releo poco mis libros. Los dos capítulos iniciales de Evaristo Carriego, el libro entero Discusión, la página 51 de la Historia universal de la infamia y las biografías del Espantoso redentor Lazarus Morell y del Tintorero enmascarado Hákim de Merv en esa misma Historia, deben ser lo menos intolerable de cuanto he escrito. He publicado tres libros de versos: del primero (Fervor de Buenos Aires, 1923) me agradan dos páginas, Remordimiento por cualquier defunción y Llaneza; del segundo (Luna de enfrente, 1925) ninguna; del tercero (Cuaderno San Martín, 1929) las tituladas Isidoro Acevedo, Muertes de Buenos Aires, La noche que en el Sur lo velaron.

Temo parecer indulgente; sé lo imposible de escribir una página sin haber escrito un volumen.



En Textos Recobrados 1931-1955

Primera publicación en Leoplán*
Buenos Aires, Año II, Número 24
11 de diciembre de 1935
Foto: Borges con lectores, San Juan, 1984


*"Yo... yo ¿Qué opina Ud. de sí mismo?" era una sección fija de la revista Leoplán, que incluía cada semana la participación de una persona diferente.



18/3/16

Jorge Luis Borges-Roberto Alifano: Algunos recuerdos personales








A.: Borges, le propongo concretamente, que hablemos de usted. ¿Podemos evocar, por ejemplo, sus primeras lecturas infantiles, su contacto con la literatura, sus padres, su hermana Norah, sus amigos, sus maestros?




Título original: Conversaciones con Borges [12]
Roberto Alifano, 1984
Foto: Borges con Ulyses Petit de Murat, 1967



17/3/16

Antonio Tabucchi: ¿Existió Borges realmente?









Hace algún tiempo, una revista francesa publicó una noticia singular: Jorge Luis Borges no existió. La figura conocida bajo este nombre no habría sido sino la invención de un pequeño grupo de escritores e intelectuales argentinos (entre los cuales estaba, naturalmente, Bioy Casares) quienes habrían simplemente publicado bajo la máscara de un personaje ficticio una obra colectiva. Y la persona conocida como Borges, ese viejo ciego con su bastón y su sonrisa ácida, sería un actor de tercer orden, de origen italiano (la revista daba incluso su nombre, pero lo olvidé) comprometido en un origen por una simple broma y que enseguida, atrapado por su personaje, se habría resignado por acabar siendo verdaderamente Borges.

La información era tan borgeana que se volvía divertida incluso pensé en seguida que detrás de ese rumor no podía estar otro que el propio Borges. Existe por otra parte un debate que se remonta a una fecha bastante lejana, cuando el "caso" Borges explota en Europa. Se sabe que en el origen de los hechos se encuentra Roger Caillois, gran explorador de la literatura: había finalmente encontrado un escritor exótico que, no siendo para nada exótico, podía proponer al lector francés algo muy diferente de los temas provincianos y faltos de aire en los cuales la literatura francesa parecía haber caído fatalmente en esa época. El éxito decretado por Francia se convierte de inmediato en un éxito europeo y Borges, con la ironía de la cual siempre hizo gala consigo mismo, declara que él era "una invención de Caillois". Lo que se ha llamado el "boom de la literatura sudamericana" hizo el resto; el mercado cultural "confeccionó" a Borges, integrando sus escritos dentro de ese "fantástico" que se puso como emblema sobre la literatura latinoamericana y Borges se reencontró sin duda, a pesar de sí mismo, representando el estilo de un continente entero.

Pero más allá de esas consideraciones, debo decir sobre todo que el rechazo por Borges de su identidad personal (no ser Nadie) no es tan sólo una actitud existencial llena de ironía, sino más bien el tema central de su obra narrativa, el núcleo del cual parecen autogenerarse todos los grandes motivos que la caracterizan: el tiempo circular (por ejemplo en El Aleph), el carácter indefectible de la memoria (Funes el memorioso), el laberinto (El inmortal), el espejo (La secta del fénix), el mundo como libro (La biblioteca de Babel), la imposible delimitación del bien y el mal (Tres versiones de Judas), el tema del traidor, del héroe, y todas las otras metáforas de lo real que inventó para ilustrar su representación del mundo o, para hablar como "su" Schopenhauer, el mundo como voluntad y como representación.

En su narración La forma de la espada, Borges, a través de su personaje John Vincent Moon, sostiene la siguiente convicción:

"Lo que hace un hombre es como si todos los hombres lo hicieran. Es por ello que no es injusto que una desobediencia en un jardín contamine a todo el género humano; como no es injusto que la crucifixión de un solo judío sea suficiente para salvarlo. Posiblemente Schopenhauer tiene razón: yo soy los otros, todo hombre es todos los hombres, Shakespeare es de algún modo el miserable John Vincent Moon."

¿Fue Borges ateo? Me inclino a pensar que no (o, si lo puedo decir de otra forma, no totalmente). Tal vez más que Schopenhauer, que sus textos citan frecuentemente: existe en su obra una gran alma spinoziana, una especie de ectoplasma colectivo que acoge a todo el género humano. Y que acoge, en literatura, toda la literatura (o su "esencia") más allá del orden diacrónico: un orden que puede colocar a Homero después de Leopardi o de Proust.

Su gran lección, aquella de ese maestro que, irónicamente, siempre rechazó serlo, probablemente se desprende en esencia de lo siguiente: que la literatura, como el género humano, es también una idea colectiva, una suerte de alma de la cual participan todos aquellos que han escrito. Utilizar a Borges, plagiarlo incluso de manera paródica es un derecho que él nos consiente. Porque yo creo que Borges es precisamente eso, una confianza soberana en la literatura y, al mismo tiempo, de forma paradójica, su negación radical: una lección soberana de escepticismo.

Es por eso probablemente que Borges tuvo detractores encarnizados, tanto a la derecha como a la izquierda: porque hizo entender claramente, a través de sus metáforas literarias, que no se adhería a ninguna fe que no estuviera, en principio, basada en el escepticismo.

¿A qué se adhirió Borges realmente? Me lo he preguntado en repetidas ocasiones más allá de sus elecciones políticas contingentes, con frecuencia francamente irritantes—.

Borges no fue partidario más que de su inteligencia. A parte de eso, no veo, en verdad, ninguna otra adhesión. Con frecuencia pensé que era un hombre de las Luces que habría vivido fuera del siglo del mismo nombre y conocido ya el siglo XX: algo así como un hombre de las Luces "a contracorriente".

Sé bien que lo que digo puede parecer confuso, y lo es probablemente. Pero en la manera en que Borges considera el mundo existe un acento, una nota, que yo creo tienen precisamente este significado: una tentativa de racionalizar la Babel de lo real sin por ello creer en la idea de progreso. Me parece por tanto estéril y probablemente prematuro querer situarlo ideológicamente, a pesar de ciertas adhesiones en su vida. Otras generaciones lo harán un día, si el mundo dispone aún de tales estimaciones. Decir de él que es un escritor importante es, desde luego, proclamar una evidencia sin gran valor crítico. Sin embargo, su importancia no puede ser negada incluso por sus detractores (que son numerosos); pero eso tiene un sentido crítico. Su gusto por la invención y la paradoja, su aptitud para volver a poner en cuestión lo que parecía definitivamente ganado, por arriesgar normas estéticas y morales, son la prueba de una agilidad intelectual indiscutible. Se otorgará finalmente una consideración particular a su capacidad para explorar la zona de sombra de lo real, para transmitirnos la idea que lo patente, lo tangible, lo evidente en otros términos, lo concreto recelan de aspectos oscuros e insospechados que pueden quebrantar ese concreto, invertirlo e incluso ponerlo en entredicho.

Este tipo de operación sutil, Borges lo realizó sobre todo en sus escritos llamados "realistas" (definición que él mismo compartía) y entre las cuales citaré con facilidad al menos Emma Zunz (en El Aleph), Hombre de la esquina rosada (op. cit.) y El evangelio según San Marco (en El informe de Brodie). Esas narraciones realistas de Borges, de las cuales muchas aparecieron en la revista Sur de Buenos Aires y para las que se basó en parte en hechos de nota roja (creo que es importante subrayar la atención que Borges dedicó a este tipo de sucesos) constituyen, a mi parecer, lo mejor de su obra narrativa: justamente porque con los métodos de un detective bizarro, nos transmitió, como una enfermedad contagiosa, la duda sobre lo que es "verdad", la desconfianza con respecto de la evidencia, la idea de la sustancia equívoca de la vida.

Tomemos por ejemplo la narración Emma Zunz: Borges cuenta la historia (que tuvo lugar en efecto en Buenos Aires) de una joven judía de origen alemán que, para vengar la muerte de su padre, se hace violar por un marino desconocido con la finalidad de poder matar al hombre que había destruido a su familia, todo proveyendo a la policía de una justificación válida. La narración termina con estas palabras: "La historia de Emma Zunz era efectivamente increíble, pero se impone a todos porque era verdadera sobre lo esencial. El tono de Emma Zunz era verdadero, como lo eran su pudor y su odio. Y como era verdadera también la ofensa que había sufrido. Sólo eran falsas las circunstancias, la hora y ciertos nombres."

Yo creo que Borges, una vez que explora la paradoja de la vida y la aplica a la literatura, quiere, en sustancia, decir que el escritor es, ante todo, un personaje que él mismo ha creado. Si queremos sumarnos a su paradoja y aceptar jugar su juego, puede sernos permitido decir que Borges, personaje de alguien llamado como él, no existió jamás como tal. Su vida es, probablemente, un libro.







En revista Metapolítica, México
Número 47, Mayo-Junio 2006
Reproducido por La Insignia, México
Portada de la publicación periódica original
Foto ©Paulina Lavista, Borges en México, 1973

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