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10/1/17

Jorge Luis Borges: Himno del mar*








Para Adriano del Valle**



Yo he ansiado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas que gritan;
del Mar cuando el sol en sus aguas cual bandera escarlata flamea; 
del Mar cuando besa los pechos dorados de vírgenes playas que aguardan sedientas; 
del Mar al aullar sus mesnadas, al lanzar sus blasfemias los vientos, 
cuando brilla en las aguas de acero la luna bruñida y sangrienta; 
del Mar cuando vierte sobre él su tristeza sin fondo la Copa de Estrellas.

Hoy he bajado de la montaña al valle
y del valle hasta el mar.
El camino fue largo como un beso.
Los almendros lanzaban madejas azuladas de sombra sobre la carretera 
y, al terminar el valle, el sol
gritó rubios Golcondas sobre tu glauca selva: ¡Mar! 
¡Hermano, Padre, Amado...!
Entro al jardín enorme de tus aguas y nado lejos de la tierra.
Las olas vienen con cimera frágil de espuma,
en fuga hacia el fracaso. Hacia la costa,
con sus picachos rojos,
con sus casas geométricas,
con sus palmeras de juguete,
que ahora se han vuelto lívidos y absurdos como recuerdos yertos.
Yo estoy contigo, Mar. Y mi cuerpo tendido como un arco 
lucha contra tus músculos raudos. Sólo tú existes.
Mi alma desecha todo su pasado 
como en nórtico cielo que se deshoja en copos errantes.

Oh instante de plenitud magnífica; 
antes de conocerte, Mar hermano,
largamente he vagado por errantes calles azules con oriflamas de faroles 
y en la sagrada medianoche yo he tejido guirnaldas 
de besos sobre carnes y labios que se ofrendaban, 
solemnes de silencio, 
en una floración 
sangrienta...
Pero ahora yo hago don a los vientos 
de todas esas cosas pretéritas, 
pretéritas.... Sólo tú existes.
Atlético y desnudo. Sólo este fresco aliento y estas olas,
y las Copas Azules, y el milagro de las Copas Azules.
(Yo he soñado un himno del Mar con ritmos amplios como las olas jadeantes.) 
Ansío aún crearte un poema 
con la cadencia adámica de tu oleaje, 
con tu salino y primeral aliento,
con el trueno de las anclas sonoras ante Thulés ebrias de luz y lepra, 
con voces marineras, luces y ecos 
de grietas abismales
donde tus raudas manos monjiles acarician constantemente a los muertos... 
Un himno
constelado de imágenes rojas, lumínicas.

Oh mar! oh mito! oh sol! oh largo lecho!
Y sé por qué te amo. Sé que somos muy viejos.
Que ambos nos conocemos desde siglos.
Sé que en tus aguas venerandas y rientes ardió la aurora de la Vida.
(En la ceniza de una tarde terciaria vibré por vez primera en tu seno).
Oh proteico, yo he salido de ti.
¡Ambos encadenados y nómadas;
ambos con una sed intensa de estrellas;
ambos con esperanza y desengaños;
ambos, aire, luz, fuerza, obscuridades;
ambos con nuestro vasto deseo y ambos con nuestra grande miseria!




Grecia ***, Revista Quincenal de Literatura
Sevilla, Año 2, N° 37, 31 de diciembre de 1919

Y además en Rythmes rouges, con el título "Hymne á la mer" (Pléiade, 1993, pág. 33)

Luego en En Textos recobrados 1919-1929 (1997)
Buenos Aires, Sudamericana, 2011

Notas

[*] "Himno del mar" habría pertenecido al segundo libro que Borges destruyó: "[el libro] fue titulado Los salmos rojos o Los ritmos rojos. Era una colección de poemas —alrededor de veinte— en verso libre, como elogio a la revolución rusa, a la hermandad del hombre, al pacifismo..." ("Autobiografía", 1970, en Monegal, 1987, pág. 150.) Con la aceptación de Borges, Jean-Pierre Bernés reunió en la Pléiade trece poemas bajo el título Rythmes rouges (Pléiade, 1993, pág. 32 y ss, y pág. 1266). Sobre Los himnos rojos o Los ritmos rojos, véase la mención de Borges en su cuento "El otro" de El libro de arenaBuenos Aires, Emecé Editores, 1975.


[**] Adriano del Valle (1898-1957) perteneció a la generación del 27. Fue redactor jefe de la revista Grecia. Uno de sus libros más conocidos, Primavera portátil, fue publicado en 1934. La correspondencia entre Borges y Adriano del Valle es testimonio de la amistad que los unió. En la Biblioteca Nacional de Madrid se conservan cuatro cartas —sin fecha— dirigidas a Adriano del Valle, cuyos fragmentos citamos en este libro, y una postal firmada por Borges y su hermana Norah.

[***] La revista Grecia, fundada por Isaac del Vando Villar, apareció en Sevilla el 12 de octubre de 1918. Se publicaron cincuenta números. (Monegal, 1987, pág. 143.) Dice Borges: "En Sevilla encontré al grupo literario formado alrededor de Grecia. Este grupo cuyos integrantes se llamaban a sí mismos ultraístas, se había propuesto renovar la literatura...." Y agrega: "El invierno de 1919-20 lo pasamos en Sevilla, donde vi mi primer poema publicado. Se titulaba 'Himno del mar' y apareció en la revista Grecia, en el número del 31 de diciembre de 1919. En ese poema, hice mi máximo esfuerzo por ser Walt Whitman. Hoy difícilmente pienso en el mar, o en mí mismo, como hambriento de estrellas. Años después, cuando encontré una frase de Arnold Bennet, 'lo grandioso, de tercera categoría', comprendí de inmediato lo que quiso decir. Y sin embargo cuando llegué a Madrid unos meses después, y como ése había sido el único poema mío publicado, la gente pensaba en mí como en un cantor del mar". ("Autobiografía", 1970, en Monegal, 1987, págs. 142 y 143-44.)





Fotos

Arriba: Retrato de Borges en México por Paulina Lavista Vía

Al pie: Placa en Sevilla donde Grecia, la revista de literatura con este nombre comienza a publicarse quincenalmente a partir de 1918 bajo la dirección de Isaac del Vando Villar, un poeta de Albaida del Aljarafe que ayudó a poner las bases del Ultraísmo literario - Fuente



6/1/17

Jorge Luis Borges: Música patria






Quejumbre mora
bordeando oscuramente ambas eternidades
del cielo gigantesco y de las leonadas arenas,
llevada con horror de alfanjes heroicos
a los límpidos prados andaluces
desgarrándose como una hoguera por las malezas del tiempo,
entre los siglos escurriéndose
quemando las vihuelas en llamarada de jácaras
hasta el milagro de la gesta de Indias
cuando los castellanos
saqueadores de mundos
iban robando tierras de albur al poniente.
Desmelenada por la pampa,
trasegada de guitarra criolla en guitarra,
entreverándose con la pena
de avillanada gente quichua
descoyuntándose con la insolencia del puerto,
hecha otra vez picota de arrufianados vivires
y humilladero de mujeres malas,
ha logrado ahondar con tal virtud en nuestra alma
que si de nochecita una ventana
la regala en sonora generosidad a la calle el caminante
siente como si le palparan el corazón con la mano.



En Fervor de Buenos Aires 
Buenos Aires, Imprenta Serantes, 1923 [Edición del autor]
Suprimido en ediciones posteriores
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Foto: Borges por Anatole Saderman

20/12/16

Jorge Luis Borges: Señal






A Maurice Claude* 

Cuántas noches maduras
se desgajaron sobre nuestras frentes hermano
Fuimos abriendo como ramas las calles
Nuestras risas rodando se rompieron
frescos juguetes en los cristales del fondo
Tus manos beben el cercano silencio
Las melopeas
El piano late como un torrente enyugado
Tus manos arden en la luz de los sones
Alguien
        junto al farol decapitado
               ha de ceñirnos un collar de estepas






*Según el investigador Carlos García, que ha consultado la correspondencia de Borges con Sureda, Maurice Claude sería el seudónimo de Maurice Abramowicz
Borges ha recordado a Maurice Abramowicz en dos páginas antológicas publicadas en Los conjurados, Buenos Aires, Emecé Editores, 1996
En Grecia, Madrid, Año 3, N° 46, 15 de julio de 1920
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)

Facsímil de la primera publicación del poema
Y portada del número 46 de la revista Grecia



13/12/16

Jorge Luis Borges: La vuelta a Buenos Aires








Otra vez en mi derredor la ciudad se dispersa en arrabal como bandera gironada.
Otra vez alcanzables por los ojos padecen las estrellas como en la cercanía
     de amorosa mano hay caricias.
Está su límpido desvelo sobre la bondad de los patios y la hurañía de las verjas agrestes.
En mis miradas el recuerdo de largo cielo y mar; en los oídos el tropel de huraños vocablos.
Y la noche tan sola como mi corazón sin arrimo.
La ineficaz incantanción de mis versos ha enmudecido como la misma olvidanza.
En este sitio apalabré felicidades a mis ventura[s], encandiladas y ágiles como las liviana[s] enseñas.
Desdeñador de limpia soledad, hecho tan ávido como la carne el espíritu.
Enmarañada en esperanzas el alma como la diestra del varón en crenchas de mujer.
En ti, villa de antaño, hoy se lamenta mi soledad pordiosera.
Arduo silencio brota donde yo puse generosidad de esperar.
Son forasteros en mi carne los besos y único el viento es abrazador de mi tronco.
Ya no sabe amor de mi sombra.
Yo te rezé [sic] mis palabras todas, mi patria, y me ves tan aislado como el viento.
Acaso todos me dejaron para que te quisiese sólo a vos:
Visión de calles doloridas: mi Buenos Aires, mi contemplación, mi vagancia.



Luna de enfrente, Buenos Aires, Editorial Proa, 1925
Poema excluido por Borges en la edición de 1943

En Textos recobrados 1919-1929 (1997)
Buenos Aires, Sudamericana, 2011


Nota de esta edición:
Luna de enfrente, 1925, contenía veintisiete poemas. Al reeditar su poesía en 1943 Borges excluyó: "Tarde cualquiera", "La vuelta a Buenos Aires", "A la calle Serrano", "Patrias", "Soleares", "Por los viales de Nimes", "El año cuarenta" y "En Villa Alvear". Incluimos a continuación estos ocho poemas que no fueron publicados en revistas antes de la primera edición del libro. Publicamos también las primeras versiones editadas de "Los llanos" (pág. 182), 'Jactancia de quietud", "Singladura" y "A Rafael Cansinos Assens" (págs. 196-197), "Montevideo" (pág. 199), "Dualidad en una despedida" (pág. 203) y "Antelación de amor" (pág. 204). Los restantes poemas que integraban la primera edición de Luna de enfrente fueron corregidos por Borges a lo largo del tiempo; puede encontrarse su última versión en Luna de enfrente y Cuaderno San Martín, Buenos Aires, Emecé Editores, 3a edición, 1995.El colofón de Luna de enfrente dice: "Este libro se acabó de imprimir el día 4 de Noviembre de 1925 en los talleres de G. Ricordi e C. que tienen su residencia en Buenos Aires. Calle Bolívar, 1610".

Imagen: Borges y María Kodama en New York
Foto de Pedro Meyer [+] Sitio oficial



9/12/16

Jorge Luis Borges: Soneto para un tango en la nochecita







¿Quién se lo dijo todo al tango querenciero
cuya dulzura larga con amor me detuvo
frente a unos balconcitos de destino modesto
de ese barrio con árboles que ni siquiera es tuyo?

Lo cierto es que en su pena vi un corralón austero
que vislumbré hace meses en un vago suburbio
y entre cuyos tapiales hubo todo el poniente.
Lo cierto es que al oírlo te quise más que nunca.

Arrimado a la música me quedé en la vereda
frente a la sola luna, corazón de la calle
y entre el viento larguero que pasó arreando noche.

El infinito tango me llevaba hacia todo.
A las estrellas nuevas. Al azar de ser hombre.
Y a ese claro recuerdo que buscan bien mis ojos.




Publicado originalmente en Caras y Caretas
(Buenos Aires, año 29, N° 1432, 3 de marzo de 1926)
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)


Imagen: Dibujo de Borges por  Norah Borges en 1926 Vía





8/12/16

Jorge Luis Borges: Dualidá en una despedida







Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda intimidad de los besos.
El tiempo inevitable se desbordaba sobre el abrazo inútil.
Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros sino para la soledad ya inmediata [cercana]*.
Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.
Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.
Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de tu abrazo.
Como quien vuelve de un país de espadas yo volví de tus lágrimas.
Tarde que dura vívida como un sueño entre las otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras.



*Modificación hecha en 1969 a la versión original de 1925   
[Originalmente publicada como Dualidá de una despedida 
Versión reeditada luego en Textos recobrados 1919-1929 (2007)

Y registrada en Proa, segunda época, Buenos Aires, Año 2, N° 8, marzo de 1925:

Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y gustadora y monstruosa cual un Ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda y triste intimidad de los besos.
Nos adunó la perfección del sufrir.
El tiempo inevitable se divulgaba sobre el inútil tajamar del abrazo.
Prodigábamos pasión juntamente, no a nosotros tal vez sino a la venidera soledad.
Yo iba saqueando el porvenir en tus labios aún no amados de amor.
Nos rechazó la luz: la noche vino con urgencia de grito.
Solicitamos juntos la verja en esa dura gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.
Como quien vuelve de una pradería yo volví de tu abrazo.
Como quien sale de un país de espadas volví de tu sollozado querer.
Tarde que se alza como sueño notorio entre la errante soñación de otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras.
A semejanza del candelabro judío que por gradual encendimiento se ilustra,
en luminarias de sucesiva esperanza te anhela mi amor de todas las horas.]

En Luna de enfrente (1925) 
Foto ©Pedro Raota, Borges en el cementerio de la Recoleta


23/10/16

Jorge Luis Borges: Inscripción sepulcral [Para el coronel don Francisco Borges, mi abuelo]






Las cariñosas lomas orientales,
los ardientes esteros paraguayos
y la pampa rendida
fueron ante tu alma una sola violencia continuada.
En el combate de La Verde
desbarató tanto valor la muerte.
Si esta vida contigo fue acerada
y el corazón, airada muchedumbre
se te agolpó en el pecho,
ruego al justo destino
aliste para ti toda la dicha
y que toda la inmortalidad sea contigo.



En Fervor de Buenos Aires (1923) 

Suprimido en ediciones posteriores
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Foto: Borges en Bolívar, 8 de marzo de 1972
Visita realizada con motivo del centenario de la batalla de San Carlos
En homenaje a la participación heroica del coronel Francisco Borges



29/9/16

Jorge Luis Borges: El año cuarenta







Los caserones eran grandes, como banderas y cada patio tenía estrellas distintas. 
Ya el traspatio era otro país, hecho de griterío, de negrada y de lumbre. 
Los redondeles de las duras guitarras daban siempre a la pampa. 
De San Benito de Palermo las tardes rojas engendraban soldados. 
Las calles casi estaban en la pampa, con su polvareda y patrullas. 
En carretas bajonas, detrás de bueyes bajo pértigo y yugo, iba el río a las casas. 
Don Juan Manuel de Rozas era fornido, ubicuo, inmortal. 
Monstruosos como espejos, los corazones eran iguales entonces. 
Año de gracia y de maravillosa crueldá: del quita penas y el minué montonero. 
La muerte era ancha y fácil y profunda como el campo y la noche. 
Año sangriento y candoroso: año del barrio del tambor y el punzó.



En Luna de enfrente (1925), suprimido en ediciones ulteriores
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Retrato de Jorge Luis Borges 
Borges en revista Siete Días 

Año VI, Número 310, 23 de abril de 1973
En entrevista con Andrés Oppenheimer y Jorge Lafforgue


7/8/16

Jorge Luis Borges: Aldea (dos textos ultraístas)





Aldea *


Las esquilas reúnen la tristeza dispersa de los crepúsculos. El cielo está vacío.

Lápida de un silencio serio sobre el nihilismo ecuánime de la jornada.

Las fluviales lenguas frescas del viento lamen mis manos y mejillas.

En la barbería el reloj —sexagenario sistemático— sigue jugando al solitario con los minutos.

Ante la hipnosis rectilínea del caserío y curvilínea del camino y los montes, Sureda y yo somos las dos pirámides del pueblo. Culminantes sobre la democracia geométrica y encarrilada.

Apoyadas en la baranda nuestras manos tocan el piano de colores del paisaje.

En la caja del piano está enterrado Wagner. A veces se despierta y canta en la tumba. En la caja del cráneo saltan entonces crímenes crucifixiones golpes de estado pronunciamientos piras fornicios y pluralizados suicidios.

Hasta que nos estruja un flaco silencio sin entorchados ni estandartes.

Los acordes histrionizan las acumuladas angustias.

El aqueducto tiende su espinazo polvoriento de sol.

El trasnochador dejó dos palanganas llenas de sueño.

Los badajos ultiman otra jornada.

Los párpados picotean la madeja de viento y polvo.

El Sol que talaron los leñadores rueda a ras de los campos.

Las noches náufragas han tapado el aljibe.

Aguijoneando nuestro insomnio vuelan aureolas de nerviosos insectos.

Los árboles donde se diluye la fiebre del farol son árboles de teatro.

Durante la misa un perro menea la cola.

Incensario cuyo optimismo biológico asciende —único— a esa altitud azul donde reposa Dios
y cantan los pajaritos.



En Ultra, Madrid, Año 1, N° 2, 10 de febrero de 1921.


* "Yo acabo de corregir una prosa ultraísta que escribí en Valldemosa y que se titula 'Aldea'. ¿Qué titulo más ñoño, eh?". (Carta a Jacobo Sureda.) En esta carta Borges le envía la traducción del poema "Madurez", de Whilhelm Klemm. También escribe a Abramowicz: "He recibido el segundo número de Ultra; está muy bien. Publico allí una prosa titulada "Aldea": serie de anotaciones visuales o disparatadamente idiotas..."



Aldea

El poniente de pie como un Arcángel
tiranizó el sendero
La soledad repleta como un sueño
          se ha remansado al derredor del pueblo
Las esquilas recogen la tristeza
dispersa de las tardes.          La luna nueva
es una vocecita bajo el cielo
              Según va anocheciendo
              vuelve a ser campo el pueblo.



En  Prisma Buenos Aires, N° 1, nov.-dic. 1921.
El número 1 de Prisma fue ilustrado por Norah Borges. Contiene "Caminos" dej. Rivas Panedas, "Naufragio" de Adriano del Valle, "El tren" de Eduardo González Lanuza, "Risa" y "Éxtasis" de Pedro Garfias, "Puerto" de Guillermo Juan, "Sol" de Isaac del Vando Villar y "Angustia" de Jacobo Sureda. 
"Prisma, fundada en 1921 y con una vida de dos números, fue la primera de las revistas que edité. Nuestro pequeño grupo ultraísta estaba ansioso por poseer una revista propia, pero una verdadera revista era algo que estaba más allá de nuestros medios. Noté cómo se colocaban anuncios en las paredes de la calle, y se me ocurrió la idea de que podríamos imprimir también una 'revista mural', que nosotros mismos pegaríamos sobre las paredes de los edificios, en diferentes partes de la ciudad. Cada edición era una sola hoja grande y contenía un manifiesto y unos seis u ocho poemas breves y lacónicos, impresos con mucho blanco en derredor y con un grabado hecho por mi hermana. Salíamos de noche - González Lanuza, Pinero, mi primo y yo- armados de tarros de goma y de brochas que aportaba mi madre y caminando a lo largo de millas, los pegábamos en las calles Santa Fé, Callao, Entre Ríos y México". (Autobiografía, en Monegal, 1987, págs. 152 y 153.)

Y además en: Ultra, Madrid, Año 2, N° 21, 1 de enero de 1922.

Fervor de Buenos Aires, 1923. Es la primera estrofa del poema "Campos atardecidos", publicada con variantes.



Ambos poemas antologados en Textos recobrados 1919-1929 (1997)
Buenos Aires, Sudamericana, 2011





Imágenes: Pensión americana donde vivió Borges 
en Puerta del Sol (Madrid), 1920
Fotos para este blog de Miguel Ruibal 2016
Sus sitios: Blog FB TW G+ Galería


23/7/16

Jorge Luis Borges: Jactancia de quietud






Escrituras de luz embisten la sombra, más prodigiosas que meteoros.
La alta ciudad inconocible arrecia sobre el campo.
Seguro de mi vida y de mi muerte, miro los ambiciosos y quisiera entenderlos.
Su día es ávido como el lazo en el aire.
Su noche es tregua de la ira en el hierro, pronto en acometer.
Hablan de humanidad.
Mi humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria.
Hablan de patria.
Mi patria es un latido de guitarra, unos retratos y una vieja espada,
la oración evidente del sauzal en los atardeceres.
El tiempo está viviéndome.
Más silencioso que mi sombra, cruzo el tropel de su levantada codicia.
Ellos son imprescindibles, únicos, merecedores del mañana.
Mi nombre es alguien y cualquiera.
Paso con lentitud, como quien viene de tan lejos que no espera llegar.


En Luna de enfrente (1925)
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Retrato de Jorge Luis Borges
Foto Archivo elmundo.com


15/5/16

Jorge Luis Borges: Itinerario de un vago porteño (Anticipaciones y ensayo)







Detrás de Parque Patricios
me fajaron los fenicios.

Al salir del Coliseo
me sorprendió un camafeo.

En la esquina de Monroe
un ratón casi me roe.

Con boleto de recreo
me acompañó un cananeo.

Al llegar a los Portones
me asustaron los mormones.

Entre Flores y Floresta
me adormeció un Zend-Avesta.

En el bajo de Belgrano
se me insinuó un mahometano.

De Flores a Vélez Sarsfield
disfrutamos del té Garfield.

Cerca de la Chacarita
me persiguió un manflorita.

En la calle Guanacache
casi trago el azabache.

En Paraná y Arenales
viven varios esquimales.

Cerca del bajo de Nuñez
me dijeron: No rasguñes.

En el bosque de Palermo
me rompió el alma un enfermo.

En la esquina de Deán Funes
me corrieron los atunes.

En la Avenida de Mayo
se me atravesó un cipayo.

En Arenales y Aráoz
pastan overos rosaos.

En el Pasaje Barolo
me desarmó Marco Polo.

Con Xul*, en la calle México
lo reformamos al léxico.

En la calle Lafinur
vive Banipal-Asur.

En la esquina de Bolívar
probé un postre con acíbar.

En la galería Güemes
me abordaron los trirremes.

Al andar por la calle Azcuérnaga
me iluminó una luciérnaga.

En el Tiro Federal
me tiroteó un marsupial.

En la calle Santa Fe
jugamos al Ti-Ta-Te.

Al salir del subterráneo
me cepilló un ermitáneo.

Y en la calle Darragueira
pedimos la escupideira.

Cerca del Museo Histórico
fui a comprar un vidrio teórico.


J.L.  y G.J.B.**




* Borges se refiere a Alejandro Xul Solar: "El nombre Xul era su versión de Schultz, y Solar la de Solari" 
(Autobiobrafía, en Monegal, 1987, pág. 195)

** "Ese otoño Martín Fierro publicó unas pocas rimas satíricas escritas por Georgie [Borges] 
con ayuda de su primo Guillermo Juan. Una de ellas juega con la x en el nombre de su amigo [Xul Solar]" 
(Monegal, 1987, pág. 195)


En Martín Fierro, segunda época, Buenos Aires, Año 4, N° 39, 28 de marzo de 1927
Luego en Textos recobrados 1919-1929
Buenos Aires, Sudamericana, 2011

Foto: Captura video Imágenes inéditas de Borges (s-d)



27/3/16

Jorge Luis Borges: Escaparate - Porcelana







Semejante a ese guerrero chino que encima de las olas espumosas y malvas saluda la mansión donde los gestos de su hijito florecen. 
Semejante al guerrero chino que se dirige, gracias al dragón monstruoso y pueril, hacia la costa adorable. 
Y su esposa le tiende el cuerpito radioso y vivo del niño. 
Pero siempre el espacio dorado los separa, siempre el héroe venera los suyos sin lograr abrazarlos.
Así yo ignoraré mis amores. 
Así yo deberé desconocerte.






En Textos recobrados 1919-1929 (1997)
Primera publicación en Tableros
Madrid, Año 2, Número 3, 15 de enero de 1922
Portada del ejemplar con xilografía color de Rafael Barradas
Retrato juvenil de Borges ©Fundación Sur
En Ocampo, Victoria; Diálogo con Borges 
Fundación Sur/El Ateneo, Buenos Aires, 2014


5/3/16

Jorge Luis Borges: La noche de San Juan









El poniente implacable en esplendores
quebró a filo de espada las distancias.
Suave como un sauzal está la noche.
Rojos chisporrotean
los remolinos de las bruscas hogueras;
leña sacrificada
que se desangra en altas llamaradas,
bandera viva y ciega travesura.
La sombra es apacible como una lejanía;
hoy las calles recuerdan
que fueron campo un día.
Toda la santa noche la soledad rezando
su rosario de estrellas desparramadas.



En: Fervor de Buenos Aires (1923)
Foto: Enrique Amorim junto a Norah y Jorge Luis Borges
Veraneando en Las Nubes, Salto, Uruguay, 1934
En: Helft, Nicolás;  Postales de una biografía
Buenos Aires, Emecé, 2013


2/3/16

Jorge Luis Borges: El cinematógrafo, el biógrafo (1929)






Alguna vez algunos dijimos biógrafo; ahora, generalmente, el cinematógrafo. El término primero murió; acaso lo quería más ruidoso la notoriedad, acaso lo amenazaba la insinuación de Boswell o de Voltaire, peligrosa de alta. No lamentaría yo ese fallecimiento (similar a miles de otros en la necrología continua de la semántica) si las palabras fueran símbolos desinteresados. Desconfío que no lo son, que hacen contrabando de pareceres, de consejos, de condenaciones. Toda palabra implica un argumento que es posiblemente un sofisma. Aquí, sin entrar a discutir cuál es el mejor, es fácil observar que el proyecto de la palabra "cinematógrafo" es mejor que el de "biógrafo". Este, si mi griego adivinatorio no me traiciona, quiere ser escritura de la vida; aquél, sólo del movimiento. Las dos ideas, aunque reducibles a identidad por tarea dialéctica, implican orientaciones distintas; diversidad que me autoriza a diferenciarlas y a significar una cosa por cinematógrafo y otra por biógrafo. Aseguro a mi lector que esa distinción, limitada a esta página, no es mayormente perjudicial.

Cinematógrafo es la grafía del movimiento, señaladamente en sus énfasis de rapidez, de solemnidad, de tumulto. Esa operación fue propia de los orígenes, cuya sola materia fue la velocidad; irrisoria en el aturdido infeliz que al disparar sabía llevarse por delante andamios y muebles, épica en la polvareda de "cowboys". Es peculiar también, por malicia paradójica de los hechos, del llamado cinematógrafo de vanguardia; institución que se reduce a alimentar, con más enriquecidos medios, el mismo azoramiento antiguo. Al espectador primitivo lo pudo maravillar un solo jinete; a su equivalente de ahora le basta con muchísimos o con la superpuesta visión de un ferrocarril, de una columna de trabajadores, de un barco. La sustancia de la emoción es igual: es de pasmo burgués ante las diabluras que hacen las máquinas, es la que inventó el nombre desproporcionado "linterna mágica" para el juguete presentado por Atanasio Kircher en su Ars magna lucis et umbrae. Para el espectador, es mero azoramiento bobo de técnica; para el fabricante es una holgazanería de la invención, un aprovechar la fluencia de imágenes. Su inercia es comparable a la de los escritores métricos, tan auxiliados por la continuidad sintáctica, por la escalonada deducción de una frase de otra. De esa continuidad se valen los payadores también. Escribo sin mayor desprecio: no se puede probar decisivamente que el pensamiento —el nuestro, el de Schopenhauer, el de Shaw— sea de más independiente albedrío. A Federico Mauthuer creo deber la posesión de esta duda.

Eliminado para nuestro alivio el cinematógrafo, lo sucede el biógrafo. ¿Cómo reconocerlo, entreverado en muchedumbre inferior? El procedimiento más rápido es el de buscar los nombres de Charlie Chaplin, de Emil Jannings, de George Bancroft, de algunos dolorosos rusos. Es eficiente, aunque demasiado contemporáneo, circunstancial. El de aplicación general (aunque no adivinador como el otro) puede ser formulado así. Biógrafo es el que nos descubre destinos, el presentador de almas al alma. La definición es breve; su prueba (la de sentir o no una presencia, un acuerdo humano) es acto elemental. Es la reacción que todos nosotros usamos para juzgar libros de invención. Novela es presentación de muchos destinos, verso o ensayo es presentación de uno solo. (El poeta o escritor de ensayos es novelista de un solo personaje que es él; los doce volúmenes de Enrique Heine sólo están habitados por Enrique Heine, la obra de Unamuno por Unamuno. En cuanto a los poetas dramáticos —Browning, Shakespeare— y los ensayistas de modo narrativo —Lytton Strachey, Macaulay— son novelistas íntegramente, sin otra diferencia que su menos disimulada pasión). Repito, biógrafo es el que nos agrega personas. El otro, el no biógrafo, el cinematógrafo, está desierto, sin otro sucedáneo de vidas, que fábricas, maquinaria, palacios, cargas de caballería y otras alusiones a la realidad o generalidades fáciles. Es zona inhabitable, cargosa.

Recurrir a Chaplin, para la vindicación perfecta del biógrafo, es obligación que me gusta. No creo haya invenciones más agraciadas. Ahí está su temblorosa epopeya The gold rush, título bien repetido en francés por La ruée vers For y mal en español por La quimera del oro. Recoge uno de tantos minutos. Chaplin, fino compadrito judío, sigue vertiginosamente un camino estrecho, con la pared de la montaña de un lado y el despeñadero del otro. Surge todo un oso y lo sigue. Chaplin, distraído angelicalmente, no se ha fijado. Continúan así unos pocos segundos, que son insostenibles: la fiera casi husmeándole los talones, el hombre haciendo equilibrio con el bastón, con la requintada galera y casi con el negro bigote lineal. El espectador está viendo venir un zarpazo y el despertar despavorido de Chaplin. En eso llega el oso a su cueva y el hombre sigue su camino sin haber visto nada. La situación ha sido resuelta —o disuelta— mágicamente: eran dos los distraídos en lugar de uno. Dios esta vez no ha sido menos delicado que Chaplin. Escribo otro incidente, edificado también sobre la distracción. Chaplin, enlevitado, incómodo, vuelve millonario de Alaska. Hay peligro de que lo sintamos demasiado triunfal, demasiado parecido a sus dólares. Lo recibe un vapor que parece estar tripulado exclusivamente por fotógrafos adulones. Sobre la cubierta, Chaplin cruza entre filas admirativas. De golpe, ángel guarango, advierte un pucho retorcido en el suelo: se inclina y lo recoge. ¿No es de santo esa distracción? Cada escena de La quimera del oro está así cargada. Además, el destino de Chaplin no es allí el único y eso lo diferencia de los otros puro monólogos de su inventor: El pibe, el circo, Jim, el descubridor de una montaña de oro y que ya no sabe dónde es y que atorra por los burdeles con ese trastornado recuerdo e insobornable olvido; Georgia, la bailarina sin otra fidelidad que su imperiosa belleza, leve sobre la tierra; Larsen, el hombre cuyo saludo es una descarga, el hombre resignado a ser malo, el hombre poseído por esa inocencia mortal de la depravación, son enteros destinos.

Chaplin es el narrador de sí mismo, vale decir el poeta, que tiene el biógrafo; Jannings, su novelista múltiple. No puedo transcribir nada de él: su vocabulario vivo de gestos, su directo idioma facial, no me parece traducible a otro alguno. Jannings, además de las agonías de la tragedia, sabe rendir estrictamente lo cotidiano. Sabe no sólo agonizar (tarea fácil o de fácil simulación, por ser de verificación improbable) sino vivir. Su estilo, hecho incesantemente de realizaciones minúsculas, es tan sin ostentación y tan eficaz como el de Cervantes o Butler. Sus personajes —el opaco montón de sensualidad en Tartufo, siempre con el breviario pequeñísimo ante los ojos como un antifaz irrisorio; el emperador en Quo Vadis, aborrecible de afeminamiento y gruesa vanidad; el varón justo de la metódica dicha, el cajero Schilling, el gran señor en La última orden, no menos devoto de la patria que sabedor de su flaqueza y enredos— son caracteres diversísimos, tan incomunicados entre sí que ni podemos imaginarlos comprendiéndose. ¡Qué irónico desinterés del general por la tragedia chabacana de Schilling: qué anatemas proféticos (redactados en el heroico alemán de Martín Lutero) no le arrojaría éste a Nerón!

Para morir no se necesita más que estar vivo, le oí decir con indiscutibilidad a una criolla. Añado que ese preliminar es indispensable y que la cinematografía alemana —tan desinteresada de personas como buscadora de simetrías y de símbolos— suele omitirlo con ligereza mortal. Quiere conmovernos con el general fracaso o martirio de muchedumbres que antes no hemos visto vivir y que están desfamiliarizadas aún más por su aspecto de bajo relieve y su proporción. Ignora que la muchedumbre es menos que el hombre, levanta un bosque para disimular la falta de un árbol. Pero en el arte, como en la narración diluviana, no importa la perdición de la humanidad, siempre que la pareja humana concreta se quede con el mundo. Defoe dividiría por dos este ejemplo y reemplazaría: Siempre que Robinson.




* La Prensa, Buenos Aires, 28 de abril de 1929
Luego en Textos recobrados 1919-1929
Buenos Aires, Sudamericana, 2011

Imagen: Borges. Xilografía de Elbio Fernández. Bs. As. 1966
en Horacio Jorge Becco: Jorge Luis Borges. Bibliografía total 1923-1973
Buenos Aires, Casa Pardo S.A., 1973




14/2/16

Jorge Luis Borges: Amorosa anticipación











Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por primera vez, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.


En Luna de enfrente (1925)
Publicado primero como Antelación del amor
Borges en la calle Florida
Buenos Aires, década del '60
Foto ©Jorge Aguirre


13/2/16

Jorge Luis Borges: Anatomía de mi "Ultra"





La estética es el andamiaje de los argumentos edificados a posteriori para legitimar los juicios que hace nuestra intuición sobre las manifestaciones de arte. Esto, en lo referente al crítico. En lo que atañe a los artistas, el caso cambia. Puede asumir todas las formas entre aquellos dos polos antagónicos de la mentalidad, que son el polo impresionista y el polo expresionista. En el primero, el individuo se abandona al ambiente; en el segundo, el ambiente es el instrumento del individuo. (De paso, es curioso constatar que los escritores autobiográficos, los que más alarde hacen de su individualidad recia, son en el fondo los más sujetos a las realidades tangibles. Verbigracia, Baroja.) Sólo hay, pues, dos estéticas: la estética pasiva de los espejos y la estética activa de los prismas. Ambas pueden existir juntas. Así, en la renovación actual literaria —esencialmente expresionista— el futurismo, con su exaltación de la objetividad cinética de nuestro siglo, representa la tendencia pasiva, mansa, de sumisión al medio... 

Ya cimentadas estas bases, enunciaré las intenciones de mis esfuerzos líricos. 

Yo busco en ellos la sensación en sí, y no la descripción de las premisas espaciales o temporales que la rodean. Siempre ha sido costumbre de los poetas ejecutar una reversión del proceso emotivo que se había operado en su conciencia; es decir, volver de la emoción a la sensación, y de ésta a los agentes que la causaron. Yo —y nótese bien que hablo de intentos y no de realizaciones colmadas— anhelo un arte que traduzca la emoción desnuda, depurada de los adicionales datos que la preceden. Un arte que rehuyese lo dérmico, lo metafísico y los últimos planos egocéntricos o mordaces. 

Para esto —como para toda poesía— hay dos imprescindibles medios: el ritmo y la metáfora. El elemento acústico y el elemento luminoso. 

El ritmo: no encarcelado en los pentagramas de la métrica, sino ondulante, suelto, redimido, bruscamente truncado. 

La metáfora: esa curva verbal que traza casi siempre entre dos puntos —espirituales— el camino más breve.






En Ultra, Madrid, Año 1, Nº 11, 20 de mayo de 1921

Luego en Textos recobrados 1919-1929
© 1991, 2007 María Kodama


Imagen: Cover Revista Ultra (poesía-crítica-arte) 
cuyos 24 números se publicaron en Madrid en 1921 y 1922, 
como portavoz del movimiento ultraísta










28/1/16

Jorge Luis Borges: Arrabal en que pesa el campo







En Villa Ortúzar
donde la luna está más sola
y el deseo varón es triste en la tarde
hay unos huecos hondos,
huéspedes del poniente y la pampa.
En Villa Ortúzar hay ponientes que nadie mira
y fonógrafos que les rezan dolor guarango
y callejones que son más largos que el tiempo.
En Villa Ortúzar
el deseo varón es triste en la tarde
cuando hay caderas que pasean la vereda
y risas comadritas.
En Villa Ortúzar
la oración huele a caña fuerte
y la desesperación se mira en los charcos.
En Villa Ortúzar
no he sabido ningún amor
pero detrás de una trucada he puesto horas muertas
y la canto por eso.
Por eso y porque una luna fue grande.

(De un posible libro de versos Cuaderno San Martín


En Nosotros, Buenos Aires, Año 20, Vol. 53, N° 204, mayo de 1926

Y además en: 
Cuaderno San Martín, 1929, con variantes*
Exposición de la actual poesía argentina (1922-1927), de Pedro Juan Vignale y César Tiempo, Buenos Aires, Editorial Minerva, 1927.

*Este poema fue excluido por Borges en las sucesivas reediciones de Cuaderno San Martín.

Finalmente incorporado a Textos recobrados 1919-1929
© 1997, 2007 María Kodama
Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 2011, pág. 356

Foto sin atribución de autor: Revista Ñ (25.10.2013)




16/1/16

Jorge Luis Borges: Casa Elena
[Hacia una Estética del Lupanar en España]







Las paredes petrificadas en un gesto de máxima severidad nos lapidan. Los carteles borrachos saltan de los balcones. Pero junto a un rectángulo iluminado que susurra


hay un zaguán y una escalera vehemente, y una puerta que cede con esa sumisión de los libros que se abren en la página manoseada y requeteagotada por el estudio. 
Luego = el burdel. 

* * * 

Un cuartujo donde alguno que otro sombrero decapitado se desangra en las perchas. Unas cuantas muchachas. Un tropical enroscamiento de risas. Ciñendo un velador donde se pluraliza la mentira de un carnaval de naipes, se despereza nuestro aburrimiento. Las mujeres —el muestrario esperanzado y ecuánime del burdel de provincias— se ofrecen con la porfía intermitente de un albarán demasiado alto.

Domina una atmósfera de espontaneidad y de puericia. Un ambiente de cuarto de juguetes y de patio con surtidor. Enteramente primitivo, anti-cristiano, anti-pagano, anti-maximalista y anti-patético. 

* * * 

Aquí fracasan todas las religiones. La concepción judaica fracasa, ya que al árbol del Génesis lo han talado a golpes de falo y Adán y Eva se ven aquí reducidos a su actuación más lamentable de mercancía y comprador. La concepción hedónica fracasa, ya que al placer lo han mutilado, robándole las tiaras prestigiosas de la visión romántica y subrayando su tonalidad de fatalismo duro. 

Todo es amaestrado, manso, oficial. Primitivo al mismo tiempo que encarrilado, tal un caballo que hace pruebas o una vidalita donde rimen dolor y amor... Y nosotros aguardamos al margen de la media noche como al margen de un río. 

El día, como un perro cansado, se tiende a nuestros pies y le acariciamos el lomo. Y la Estatuaria —esa cosa gesticulante y mayúscula— la comprendemos, al deliciarnos con las combas fáciles de una moza, esencial y esculpida como una frase de Quevedo. Y que acepta —sin mayor alarde de asombro— la oxidada moneda falsa de nuestros verbalismos. 

* * * 

Después = la trabazón carnal. Con estas tres palabras me basta. Ya que el placer, siendo algo que no está en el recuerdo, es igualmente inabarcable para todas las fórmulas. 

De la madeja sensorial, la memoria sólo almacena los datos auditivos y visuales. Los otros —placer, dolor, estados térmicos— únicamente persisten vertidos al lenguaje de la visualidad y de la audición. E íntimamente, ¿qué pueden importarnos las interjecciones y la plasticidad cambiante de las etapas del ayuntamiento, si estas cosas tienen sólo un valor de paralelismo con el placer, que es lo único esencial y que nadie logrará jamás encerrar en una urdimbre de arte? 

* * * 

Salimos. El bloque de aire cuadrangular que oprimía nuestras espaldas se hunde. El andamiaje de guirnaldas de brazos y voces acarameladas también se aleja. El cielo se ha llenado de astronomía. Una estrella jadeante tiembla sobre los techos del mercado. Nuestros ojos pulsan muchas estrellas. Las calles, como rieles expertos, nos empujan no se sabe a qué parte. 

Contra el silencio de acero de la ciudad nuestros pasos rebotan, como si fuésemos las avanzadas de un ejército que viniera a conquistar la ciudad desmantelada y desnuda. Una hora floja cae tropezando de un reloj. El viento escamotea las luces o las ahorca. En los arrabales del mundo el amanecer monstruoso y endeble ronda como una falsedad. 









En Ultra, Madrid, Año 1, Nº 17, 30 de octubre de 1921

Luego en Textos recobrados 1919-1929
© 1991, 2007 María Kodama
© 2011 Buenos Aires, Sudamericana S.A.





Imágenes: Covers Revista Ultra (poesía-crítica-arte) 
cuyos 24 números se publicaron en Madrid en 1921 y 1922, 
como portavoz del movimiento ultraísta







10/1/16

Jorge Luis Borges: Insomnio (1920)






Resulta legendariamente chica y lejana aquella etapa donde los relojes vertieron la media noche                [absoluta.
Estos seis muros estrechos llenos de eternidad estrecha me ahogan.
Y en el cráneo sigue vibrando esta lamentable llama de alcohol que no quiere apagarse.
Que no puede apagarse.
Reducción al absurdo del problema de la inmortalidad del espíritu.
Me he desangrado en demasiados ponientes.
La ventana sintetiza el gesto solitario del farol.
Apergaminado y plausible film cinemático.
La ventana imanta todas las ojeadas inquietas.
Cómo me ahorcan las cuerdas del horizonte.
¿Llueve? ¿Qué morfina inyectarán a las calles esas agujas?
No.
Son girones [sic] vagos de siglos que gotean isócronos del cielo raso.
Es la letanía lenta de la sangre.
Son los dientes de la obscuridad que roen las paredes.
Bajo los párpados ondean y se apagan nuevamente las tempestades rotas.
Los días son todos de papel azul bien cortaditos por la misma tijera sobre el agujero
      [inexistente del Cosmos.
El recuerdo enciende una lámpara:
Otra vez arrastramos con nosotros esa calle que la ropa tendida embanderó tan jubilosamente.
Muy lejos se hundió el frondoso piano del tupí.
El sol ventilador vertiginoso tumba los caserones.
Al vernos navegar tan espirales se ríen a carcajadas las puertas.
Pedro-Luis me confía: -Yo soy un hombre bueno, Jorge.
Tú eres un hombre bueno, Jorge... Ya se nos pasará tomando una tacita de café.
Los ojos estallan cuando los golpean las aspas del sol.

¿Qué hangar cobijará definitivamente las emociones?
Sin duda existe un plano ultra-espacial donde todas ellas son formas de una fuerza utilizable y sujeta.
Como el agua y la electricidad en este plano.
Ira. Anarquismo. Hambre sexual.
Artificio para hacernos vibrar mágicamente.
Ninguna piedra rompe la noche.
Ninguna mano aviva las cenizas del incendio de todos los estandartes.




En Grecia, Madrid, Año 3, N° 49, 15 de septiembre de 1920
Luego Textos recobrados 1919-1929
© 1991, 2007 María Kodama
© 2011 Buenos Aires, Sudamericana S.A.
Foto (detalle): Borges en Palermo (Sicilia) Italia en 1984

30/9/15

Jorge Luis Borges: Crítica del paisaje







El paisaje del campo es la retórica. Es decir, las reacciones del individuo ante la madeja visual y acústica que lo integra han sido ya delimitadas. Hasta hoy —1921— ninguna reacción nueva se ha sumado a la totalidad de reacciones ya conocidas: actitud lacrimosa, actitud panteísta, actitud estoica y antitética entre el —supuesto— lujo ciudadano y el escueto franciscanismo de la visión rural. (Apuntemos de paso cómo el mismo fray Luis de León, tan verdadero, tan arrebujado en la vida campestre, escamotea muchas veces el paisaje que lo ciñe y le concede únicamente un valor de contrapeso espiritual, de sordina o cilicio contra los incentivos de la vida ambiciosa. Y cómo el oro, el jaspe, los techos artesonados y demás prestigiosas zarandajas que anatematiza, le sirven para decorar sus poemas...)

Ir a admirar adrede el paisaje es paralelizarnos con los salvajes de la cultura, con esos indios blancos que desfilan en piaras militarizadas por los museos y se quedan con los ojos arrodillados ante cualquier lienzo garantido por una firma sólida, y no saben muy bien si están ebrios de admiración o si esa misma voluntad de entusiasmo les ha inhibido la facultad de admirarse.

Desconfiemos de su indecencia emocional.

Desconfiemos de las reacciones organizadas, de las emociones previstas y de las actitudes de recluta en que se plasman los espíritus amaestrados. El Arte —comprendido, como ellos lo comprenden, con A mayúscula— es una falsedad, es una cosa que en lugar de enriquecer la vida la estruja y empobrece.

El paisaje —como todas las cosas en sí— no es absolutamente nada. La palabra paisaje es la condecoración verbal que otorgamos a la visualidad que nos rodea, cuando ésta nos ha untado con cualquier barniz conocido de la literatura. Desgraciadamente no hay gran acervo de barnices. El ruiseñor que se derrama entero en el quietismo de la selva nos sugiere, con una regularidad geometral, los instantes del Intermedio Lírico, y el tren que opera la bisección de la planicie mansa, espolea inevitablemente en nosotros los recuerdos de dos visiones literarias ya trasnochadas: la del naturalismo (nexo causal inaflojable, enfermedades hereditarias, puestas o salidas de sol en los momentos oportunos...) y la de los albores del futurismo (belleza del esfuerzo, Whitman mal traducido al italiano, instalación de luz eléctrica en la retórica...) Y no me refiero al agotamiento del tren y del ruiseñor como elementos literarios. Pluma en ristre, les impondremos la traducción que más nos convenga, y descubriremos en el ruiseñor ironía, desesperanza o cualquier otra cosa, y diremos que su cantar le saca punta al silencio, o que se enreda en las estrellas, o que sacude el liso corazón del plenilunio...

Eso hablando en urdidor de verbalismos. Pero hablando en espectador aprofesional del paisaje, las viejas sugestiones clásicas y románticas aún me doblegan, y lo veo persistente, enorme, tedioso y como atorado de ritmos sentimentales, de estatuaria esponjosa, de proyectos y de posturas de alma gastadas.

El paisaje de campo es la mentira.

Por eso he vuelto la espalda a sus alcores, a sus tablados y a los colorines gesticulantes de sus ponientes.

Hasta que alguna vez —obliterados ya los versos que Juan Ramón Jiménez dibujó en mi pizarra espiritual— pueda volver y descubrir, sin desviación ni finalidad artística alguna, la mejorana y el tomillo.


Lo bello es lo espontáneo, lo que carece de últimos planos declamatorios o egocéntricos. (La idea estilizada en frases bien peinaditas y eslabonadas sobre una firma en letras de molde, siempre será inferior a la idea repartida humanamente, sencillamente, sin mirar de reojo a la fama y ofrecida a los demás como quien ofrece un pitillo.)

Un verso puede ser muy bello, pero nunca un libro de versos.

Lo marginal es lo más bello.

Por ejemplo: Cualquier casita del arrabal, seria, pueril y sosegada. El café donde estoy (cuyos detalles sólo nebulosamente conozco). El paisaje urbano que los verbalismos no mancharon aún. La cantinela intermitente de un organillo que se derrama por los cangilones de los ruidos más duros.



Cosmópolis, Madrid, N° 34, octubre de 1921*


Notas

[*]  Este texto esta frmado "Jorge Luis Biorges". Fue publicado en la sección "Prosistas nuevos", junto con "Buenos Aires".
Cosmópolis, fundada en 1918, estaba dirigida por Enrique Gópez Carrillo. En enero de 1922 cambió de formato y su director fue Alfonso Hernández Catá. En carta a [Jacobo] Sureda fechada 24 de noviembre de 1921: «Hace tiempo que sólo escribo prosas. En Cosmópolis de octubre han publicado dos intituladas "Buenos Aires" y "Crítica del paisaje". En la misma revista de Noviembre, habrá salido —según me dice Torre, que es secretario de redacción— otro sobre la Metáfora, donde hablo de ti, y que te enviaré en cuanto lo reciba».


En Textos recobrados 1919-1929
© 1991, 2007 María Kodama
© 2011 Buenos Aires, Sudamericana S.A.

Foto: Anverso de la tarjeta postal enviada por Borges 
a Jacobo Sureda en octubre de 1921, 
desde Buenos Aires a Leysin (Suiza)



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