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14/7/18

Un mensaje tallado en piedra desde el infinito








La frase y la imagen esculpida en la lápida revelan la pasión de Jorge Luis Borges 
por el inglés antiguo y las leyendas escandinavas que Martin Hadis analizó en su libro. 

Por Héctor Pavón


Una imagen impactante de un lado, un mensaje oculto del otro. Palabras en inglés antiguo talladas en la piedra aumentan el misterio, duplican el valor histórico literario del enigma. Están inscriptos en una lápida anclada en el cementerio Plainpalais de Ginebra: allí debajo yacen los restos mortales de Jorge Luis Borges. Sus palabras escritas, claro, no conocen la muerte.

Esa lápida requiere una mirada avezada, atenta y diseccionadora como la del investigador Martin Hadis (1971) que dedicó años de su vida a dilucidar lo que decía y lo que no decían esas inscripciones. “Esta lápida es la intersección de varias pasiones de Borges, de ahí los enigmas que encierra: el coraje, el estudio de las lenguas antiguas, la erudición y la universalidad”, asegura Hadis, autor de Siete guerreros nortumbrios. Enigmas y secretos en la lápida de Jorge Luis Borges (Emecé). Hubo, hay una relación intensa y explicadora entre este mensaje y la pasión literaria de Borges: el coraje y lo que significó en su vida todo el aprendizaje del inglés antiguo y el escandinavo antiguo. Dos lenguas que no tiene correlato con la vida y la realidad corrientes y vigentes en el siglo XX... ¿pero acaso las palabras no guardan relación con su pasado original? En esa explicación genética radica la justificación de su talento abrumador e inquietante.

Hadis describe minuciosamente la lápida para después lanzarse a la interpretación que no sólo trasciende el tiempo-espacio: recorre su vida en la Argentina, su muerte en Suiza y su pasado legendario en tiempos y territorios de la antigua Inglaterra y en la vida vikinga escandinava.

En el frente de la lápida figuran el nombre de Jorge luis Borges, la imagen de siete guerreros y una frase en inglés antiguo And ne forhtedon na , que significa : “…Y que no temieran.” La imagen de los siete guerreros fue tomada de la llamada Piedra de Lindisfarne, una talla que recuerda el ataque vikingo ocurrido en Nortumbria (al norte de Inglaterra) en el año 793 dC. Hadis señala que, curiosamente, Borges ya había descrito este diseño, que terminó tallado en su tumba, en su libro Literaturas Germánicas Medievales (1966): “Una lápida en el norte de Inglaterra representa con torpe ejecución, siete guerreros nortumbrios. Uno blande una espada rota; todos han arrojado sus escudos; su señor ha caído en la batalla y ellos avanzan pare hacerse matar, porque el honor les obliga a acompañarlo. La balada de Maldon guarda la memoria de un episodio análogo...” La balada a la que hace referencia Borges narra un combate entre vikingos y sajones del año 991. La frase en inglés antiguo pertenece al inicio de esa lucha: Byrthnoth, el líder sajón, pidió a sus hombres que defendieran sus lugares, que sostuvieran bien sus escudos, “y que no temieran”.

En el reverso de la lápida hay una nave vikinga que simboliza, según el autor, el pasaje de Borges a la eternidad, y debajo de ella una frase de la Völsunga Saga (o Saga de los volsungos, un texto islandés escrito en prosa a fines del siglo XIII) que Borges cita en su cuento “Ulrica”: Hann tekr sverthit Gram ok leggr í methal theira bert ,que significa: “El tomó la espada Gram, y la colocó entre ellos desenvainada” (traducido por Hadis).

“Lo extraordinario de estas citas y figuras antiguas es que remiten, en el contexto de la obra de Borges y de un modo misterioso, a los antepasados criollos del escritor, a los compadritos de Palermo, a las milongas y al viejo Buenos Aires.” Hadis entrevistó a María Kodama (quien le dio su bendición a él y a su proyecto) y a Eduardo Longato, el escultor autor de la lápida que la viuda de Borges le había encargado.

A los 55 años Borges comenzó a estudiar inglés antiguo. Un momento particular: estaba totalmente ciego. Según el investigador, Borges utiliza metáforas germánicas: las kenningar , mezcladas en sus versos orilleros de Evaristo Carriego y en la milonga “Jacinto Chiclana”. Allí exhibe la habilidad necesaria para mezclar lo criollo con lo anglosajón, la herencia de su abuelo paterno, el coronel Francisco Borges, y la de su abuela paterna inglesa, Anne Haslam.

La lápida famosa del cementerio suizo tiene apenas 24 palabras y dos imágenes y de allí surge una serie enorme de asociaciones que conectan la vida de Borges con su particular literatura. Esta misión le cupo muy bien a Martin Hadis, un investigador obesivo e inagotable producto de una formación ecléctica e interesante. El autor se inició en el estudio de sistemas en 1993 y luego obtuvo un Master of Science en el Media Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT); estudió literaturas germánicas comparadas en la Universidad de Harvard y realizó una maestría en antropología cultural en la Universidad de North Texas. También ha estudiado numerosos idiomas, no todos de fácil acceso o utilización en la vida moderna como inglés antiguo, latín, galés, antiguo nórdico o también chino mandarín, japonés, finlandés, hindi, entre otros. Su iniciación borgeana comenzó cuando recopiló el curso de literatura inglesa que Borges dictó en la UBA y lo publicó, en colaboración, como Borges profesor* ; luego escribió Literatos y excéntricos: los ancestros ingleses de Borges.

Hadis ha recorrido un largo camino en su madura carrera como académico investigador. Pero no ha agotado las fuentes de inspiración borgeanas. Por un lado, esas fuentes son inagotables; y por otro, las exploraciones y hallazgos en el gran universo borgeano de Hadis son, como las letras del autor de El Aleph , infinitas.



* Borges profesor de Martin Hadis [+] y Martín Arias, y otras notas de M.H., 
en Borges todo el año por tag de búsqueda

Por índice :



Foto original color (arriba):
Tumba de Borges en el Cementerio de los Reyes, PlainPalais, Ginebra

16/7/18

Jorge Luis Borges: La balada de Maldon






Una lápida del norte de Inglaterra representa, con torpe ejecución, un grupo de guerreros nortumbrios. Uno blande una espada rota; todos han arrojado sus escudos; su señor ha muerto en la derrota y ellos avanzan para hacerse matar, porque el honor les obliga a acompañarlo. La balada de Maldon guarda memoria de un episodio análogo. Se trata de un fragmento; los invasores noruegos piden tributo a los sajones; el jefe sajón, que comanda unas improvisadas milicias, responde que lo pagarán con sus viejas espadas. Un río separa a las dos huestes; el jefe de los sajones permite que lo atraviesen los vikings, «los hombres de las naves a la tierra, en alto los escudos». El duro combate se entabla; los «lobos de la matanza», los vikings, apremian a los sajones; el capitán sajón, herido de muerte, agradece a Dios con su último aliento todas las dichas que ha tenido en el mundo. Lo matan y uno de sus hombres, que es un anciano, dice: «Cuanto menor sea nuestra fuerza, más animoso debe ser nuestro corazón. Aquí yace nuestro señor, hecho pedazos, el que más valía, en el polvo. Quien quiera retirarse de este juego, se lamentará para siempre. Mis años ya son muchos y me quedaré a descansar; junto a mi señor, a quien quiero tanto.» Uno de los sajones, Godric, ha huido cobardemente, en el caballo de su señor. El fragmento concluye con la mención de la muerte de otro Godric, «ése no era el Godric que huyó».
La balada de Maldon, como las venideras sagas escandinavas, abunda en pormenores circunstanciales, sin duda históricos. En el principio se habla de un joven, que ha salido a cazar; al oír el llamado del jefe, «dejó que de su mano el querido halcón volara al bosque y entró en la batalla». Dada la dureza épica del poema, la frase «el querido halcón» nos conmueve singularmente.
El carácter homérico de la balada ha sido justamente alabado. Legouis la compara con la Canción de Rolando, pero hace notar que Maldon tiene la desnuda severidad de la historia, y Rolando el prestigio de la leyenda. En el cantar sajón no hay arcángeles, pero también florece el coraje en medio de la derrota.



Véase Borges profesor. Clase cinco [Martín Arias y Martin Hadis]
Y Un mensaje tallado en piedra desde el infinito

En Jorge Luis Borges: Literaturas germánicas medievales [Literatura de la Inglaterra Sajona]
Título original: Literaturas germánicas medievales
Jorge Luis Borges, 1966
Colaboración: María Esther Vázquez

Imagen: El ojo de Borges. Dibujo de Alberto Ciupiak
Fuente: Archivo de Ilustración Argentina


31/1/18

Martín Hadis: Los mundos de Ursula K. Le Guin: entre la fantasía y la sombra de Borges









La escritora estadounidense (Berkeley, California; 21 de octubre de 1929-Portland, Oregón; 22 de enero de 2018), maestra de la ciencia ficción y el fantasy, encontró un alma gemela en el autor argentino; los pasajes del taoísmo a los universos imaginarios.


Ursula K. Le Guin fue, sin duda, una de las más grandes escritoras de ciencia ficción, pero esa definición resulta insuficiente para abarcar la originalidad de su obra. Quizá sea más exacto describirla como una creadora de mundos, a los que consideraba metáforas necesarias para entender las peculiaridades del nuestro. En esto, reconocía su afinidad con Jorge Luis Borges. Y tenía además escuela propia: su padre fue el célebre etnógrafo Alfred L. Kroeber, quien estudió en la Universidad de Columbia con Franz Boas e hizo importantes aportes a la etnografía de las tribus de California y la clasificación de lenguas nativas; su madre fue también antropóloga y recopiló relatos y leyendas de esas mismas tribus. "Los escritores de ciencia ficción" -dijo una vez Le Guin- no suelen tener demasiado interés por las personas. Pero yo sí. Me inspiro mucho en las ciencias sociales... Cuando creo otro planeta, otro mundo, intento sugerir siempre la complejidad de la sociedad que estoy creando".


La antropología es una disciplina fascinante y a menudo paradójica: se la puede definir en pocas palabras, para luego comprobar que no hay consenso sobre el significado de esas palabras. Es correcto afirmar, por ejemplo, que la antropología estudia la cultura humana, pero un artículo sobre esta cuestión que Alfred L. Kroeber (el arriba nombrado padre de Ursula) escribió en 1952 en colaboración con Clyde Cluckhohn ofrece no menos de 160 definiciones de "cultura". Tal vez sea más útil afirmar que la antropología estudia la diversidad de experiencia humana a lo largo del espacio y del tiempo, con énfasis en aspectos culturales, lingüísticos, sociales y políticos. Mediante estos enfoques, intenta responder preguntas fundamentales de la humanidad: ¿quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?


Podría decirse entonces que lo que hacía Ursula K. Le Guin era "antropología-ficción": la creación imaginaria de otros pueblos con sus respectivas cosmovisiones, lenguajes y mitologías. Así, su Ciclo de Hain tiene lugar en un universo ficticio en el que la humanidad no es originaria de la Tierra, sino de un planeta mítico que ha sembrado su semilla entre las estrellas en tiempos insondables para luego cesar todo contacto. Tres libros de ese ciclo son de lectura ineludible: El nombre del mundo es bosque, La mano izquierda de la oscuridad y Los desposeídos.


Pero Le Guin no escribió solamente ciencia ficción, también tuvo aportes destacados en el rubro de la literatura fantástica y lo que se da en llamar "fantasía": los libros más representativos de ese género corresponden al ciclo de "Terramar", originariamente compuesto por tres volúmenes. Como J.R.R. Tolkien, a quien consideraba un predecesor, Le Guin creó mundos exquisitamente detallados. Existe, sin embargo, una diferencia significativa entre ambos: en tanto que Tolkien vislumbró ámbitos imaginarios en los que el bien y el mal están nítidamente demarcados, y esos dos bandos se enfrentan en combates épicos y grandiosos, los relatos de "Terramar" abundan en distinciones más sutiles. Le Guin mantuvo siempre una fascinación peculiar por la ambigüedad, las contradicciones aparentes y las múltiples interpretaciones de un mismo hecho. No es de extrañar por lo tanto que, en esa misma línea, haya expresado un singular interés por la obra de Borges, a quien llamó "un escritor central para nuestra literatura". En 1988 se publicó la traducción a lengua inglesa de la Antología de la literatura fantástica (que Borges había escrito en colaboración con Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo). El prólogo estuvo a cargo de Le Guin, quien lo incluyó luego en su libro La onda de la mente. Allí describe a Borges con las siguientes palabras: "Sus poemas y relatos, sus imágenes de reflejos, bibliotecas, laberintos y senderos que se bifurcan; sus libros de tigres, de ríos, de arena, de misterios y fugacidades, son mundialmente admirados, porque son bellos, porque alimentan nuestro espíritu y porque cumplen la función más antigua y urgente de las palabras: el crear para nosotros 'representaciones mentales de cosas que no están en realidad presentes', de tal manera que logremos formar, a través de ellas nuestras propias opiniones acerca del mundo en que vivimos, y dentro del mismo, hacia donde podríamos dirigirnos, de qué cosas podremos alegrarnos, y a cuáles de ellas deberíamos temer".


Este párrafo de Le Guin no sólo constituye una lectura lúcida y precisa del genio borgeano, es también casi una confesión de afinidades manifiestas: la belleza lograda a través de narraciones que cuestionan los cimientos mismos de nuestra percepción y realidad mediante enigmas que se abren en sentidos múltiples al reflejarse en sucesivos lectores. Cabe recordar aquí estas palabras del autor de Ficciones: "Yo prefiero soñar [...] Kipling dijo que a un escritor le es dado escribir una fábula, pero no conocer la moraleja que se desprende de ella, ya que los lectores pueden llegar a interpretarla de un modo muy diferente de la intención que el autor tuvo al escribirla. De manera que yo intento [...] seguir pensando en metáforas o en fábulas más que en argumentos". 

Por su lado, en el prólogo a su novela La mano izquierda de la oscuridad, Le Guin afirma: "Toda ficción es una metáfora... También lo son los viajes espaciales o una sociedad o una biología alternativa; lo es también el futuro: el futuro en la ficción es una metáfora. ¿Una metáfora para qué? Si fuera capaz de responder a esa pregunta de un modo no metafórico, no habría escrito esta novela..."



Le Guin leía a Borges con fruición y lo citaba con frecuencia. En una entrevista de 2002 la autora relataba su personal relación con nuestro idioma. "Hace unos diez años estaba hojeando una traducción de uno de mis libros (creo que Un mago de Terramar) al castellano. Y pensé: Esto es tan parecido al italiano que puedo leerlo... después de todo, yo sé bien de qué trata 'este libro'. Y entonces leí un par de libros míos más en traducción al castellano y así pude empezar a captar el idioma. Y seguí leyendo. Y encontré que podía leer a Borges. Y si puedo leer a Borges, ya puedo leer cualquier cosa. No fue fácil, pero he aprendido gradualmente a leer en castellano, [...] aunque no puedo hablarlo".





El otro lado


Otra afinidad entre Le Guin y Borges está dada por el taoísmo, esa antigua doctrina filosófica y religiosa china que describe el orden natural del universo mediante un principio único e inefable, y que se manifiesta en la realidad como una continua búsqueda de equilibrio entre opuestos y cuyo atributo más evidente es el cambio. "Sí, he dedicado muchos años al estudio de la filosofía china dijo Borges en una entrevista, especialmente el taoísmo, que me ha interesado mucho". Ursula K. Le Guin compartía este interés de Borges, e iba más allá: para ella, el Tao fue también una escuela de vida y una fuente de inspiración que atraviesa casi todas sus narraciones; no en vano los peores enemigos de sus personajes no suelen ser otros individuos, sino ellos mismos, sus prejuicios y sus moldes, que les impiden comprender la complejidad del mundo.

"He regresado [al Tao] a través de los años afirmó Le Guin y siempre me ha ofrecido lo que quiero o necesito aprender. Mi traducción, o versión, del Tao Te Ching es resultado de esa larga y pródiga asociación". El Tao Te Ching es a la vez un libro breve y la piedra fundamental del taoísmo. Le Guin lo tradujo utilizando su característico lenguaje poético. La versión de Le Guin comienza así: "El camino que puedes recorrer/ No es el verdadero camino./ El nombre que puedes pronunciar/ No es el verdadero nombre [...]/ Dos cosas, un origen,/ con distintos nombres/ cuya identidad es misterio/ ¡Misterio de todos los misterios!/ La puerta a lo que está escondido".

En la concisa nota al pie que ondula, de manera tenue y casi imperceptible, inmediatamente debajo de esos versos, Le Guin agregó esta afirmación que es quizá su mejor homenaje al gran escritor argentino: "Creo que lograr una traducción satisfactoria es imposible porque, en cierto modo [este primer capítulo del Tao Te Ching] abarca todo el resto del libro. Para mí es como un Aleph, como el que Borges describe en su cuento: si lo miras correctamente, contiene absolutamente todo".


Martin Hadis [Tw] [FB]
Fuente: La Nación 27 de enero de 2018

Imagen: Ursula Le Guin. Photo by Marian Wood Kolisch 
Flicker de la Oregon State University Vía La Nación


26/9/16

Borges profesor. Clase 17: La época victoriana. Dickens. Wilkie Collins





La época victoriana. Vida de Charles Dickens
Novelas de Dickens. William Wilkie Collins
The Mystery of Edwin Drood, de Dickens



Si vemos la historia de la literatura francesa, comprobamos que es posible estudiarla tomando como referencia las fuentes de que se ha nutrido. Pero este sistema de estudio no es aplicable a Inglaterra, no concuerda con el carácter inglés. Como he dicho alguna vez, «cada inglés es una isla». El inglés es especialmente individualista.
La historia de la literatura que hacemos, y que hace la gran mayoría, recurre a un expediente, cómodo, que es la división de la historia literaria en épocas: dividir a los escritores, repartirlos en épocas. Y esto sí puede aplicarse a Inglaterra. Así que nosotros vamos ahora a ver uno de los períodos más notables que hay en la historia de Inglaterra, que es la época victoriana. Pero la caracterización de ésta ofrece el inconveniente de ser muy extensa: Su duración va del año 1837 al año 1900, un largo reinado. Y además nos encontraríamos con que la definición es difícil y riesgosa. Nos costaría, por ejemplo, encuadrar a Carlyle, ateo que no creía ni en el Cielo ni en el Infierno. Parecería una época conservadora, pero el auge mayor del socialismo corresponde a esa época. Es también el momento de los grandes debates entre ciencia y religión, entre los que sostenían la verdad de la Biblia contra los partidarios de Darwin. Debemos anotar que, sin embargo, hay [entre los defensores de] la Biblia grandes visiones del presente. La época victoriana se caracterizó por la gran reserva que mostró referente a lo sensual o sexual. Sin embargo, Sir Richard Burton321 traduce el libro árabe Perfumed Garden,322 que llega a tener su alma. Es también por esa época, en 1855, que Walt Whitman escribe su libro Leaves of Grass. Es el gran auge del Imperio Británico. A pesar de eso, varios escritores se mostraron y actuaron sin partidismos: Chesterton, Stevenson, etcétera.
La época victoriana fue una época de debates y discusiones. Su tendencia no fue tan marcadamente protestante. Hay, por ejemplo, un fuerte movimiento que nace en Oxford y que propende al catolicismo. La unión de todos estos elementos contrastantes es de difícil definición, pero de todas maneras existe. Todos los elementos son unidos por una atmósfera común pero cambiante, que abarca setenta y tantos años.
Y en ese período encuadramos a Charles Dickens. Nace en 1812 y muere en 1870. Es un hombre que surge del pueblo, de la clase media inferior. Su padre era empleado de comercio y muchas veces conoció la cárcel por deudas. El hijo fue un escritor comprometido, que dedicó buena parte de su obra a combatir en favor de ciertas reformas. No podemos decir que Dickens las haya conseguido. Y quizás esto venga a explicarnos el que se haya perdido tanto en nuestro recuerdo esta calidad de reformador que poseía Dickens. Él también vivió con el temor de que un acreedor lo enviara a la cárcel por deudas, y abogó por la reforma de las escuelas, de las cárceles, de sistemas de trabajo. Pero si la reforma fracasa, la obra que desarrolla el reformador parece carecer de validez. Si tiene éxito, tiene necesariamente que perder actualidad. Es decir, la idea de que un individuo tiene que vivir su vida, por ejemplo, cosa que ahora nos parece un lugar común, fue en su momento una idea revolucionaria. Es el caso de Casa de muñecas de Ibsen.
Ahora, el peligro de la literatura social es que no tiene total aceptación. En el caso de Dickens, la parte social de su obra es evidente. Fue un revolucionario. Su infancia fue muy dura. Para esto debemos leer David Copperfield, donde él ha pintado el carácter de su padre también.
Dickens es un hombre que vive al borde de la ruina, es un deudor vitalicio que posee un extravagante optimismo acerca del porvenir. Su madre fue una mujer muy buena pero confusa y disparatada en sus acciones. Él tuvo que trabajar desde niño en un depósito. Luego fue reportero, taquígrafo. Hacía reseñas de los debates de la Cámara de los Comunes pero con mucho mayor realismo que Johnson, que ya hemos visto cómo lo hacía.
Dickens fue un habitante de Londres. En su libro Historia de dos ciudades, A Tale of Two Cities, basado en la Revolución Francesa, se ve que en realidad Dickens no podía escribir una historia de dos ciudades. Él fue habitante de una sola ciudad: Londres.
Empezó por el periodismo y llegó a la novela por ese camino. Y al estilo resultante fue fiel, se mantuvo en él durante toda su vida. Sus novelas se publicaban por entregas, en folletín, y su resonancia fue tal que los lectores seguían la suerte de sus personajes como si fueran verdaderos. Recibió una vez centenares de cartas, por ejemplo, en que se pedía que no muriera el protagonista de la novela.
Ahora, a Dickens no le interesaba demasiado el argumento, sino más bien los personajes, el carácter de los personajes. El argumento es casi un mero medio mecánico para que progrese la acción. No hay una real evolución de carácter en los personajes. Son los medios, los acontecimientos, los que modifican a los personajes, como ocurre en la realidad.323 Los personajes que Dickens crea viven en un perpetuo éxtasis de ser ellos mismos. Suele diferenciarlos según dialectos: usa para unos un dialecto especial. Esto es visible en la versión original en inglés.
Pero Dickens adolece de exceso de sentimentalismo. No escribe al margen de su obra. Se identifica con cada uno de sus personajes. El primero de sus libros que logró una gran adhesión popular fue Los papeles póstumos del Club Pickwick,324 que fue publicado por entregas. Al principio le sugirieron que utilizara ciertas ilustraciones, y a ellas Dickens iba acomodando el texto. Y a medida que escribía el libro iba imaginando caracteres, intimaba con ellos. Sus personajes poco a poco adquirieron vida propia. Así pasa con Mr. Pickwick, que adquiere singular relevancia y es un caballero de carácter firme. Lo mismo ocurre con los otros personajes. El sirviente ve ciertas ridiculeces en su amor, pero llega a quererlo muchísimo.
Dickens había leído poco, pero entre sus primeras lecturas se contó la traducción del libro de Las Mil y Una Noches y los novelistas ingleses de influencia cervantina, novela de camino, en la que el hecho de que los personajes se trasladen crea la acción, las aventuras saltan al encuentro de los personajes.325 Pickwick pierde un proceso, lo cree injusto y resuelve no juzgarlo y sufrir la condena. Su sirviente, Sam Weller, incurre en deudas que no quiere pagar y lo acompaña a la cárcel. Es notable la afición de Dickens por los nombres extravagantes: Pickwick, Twist, Chuzzlewit, Copperfield. Y se podrían mencionar muchos más. Llegó a hacer fortuna con la literatura, y la fama. Su único rival era Thackeray.326 Pero aun a éste se cuenta que su hija le dijo una vez: «Papá, ¿por qué no escribe usted libros como el señor Dickens?» Thackeray era más bien un cínico, a pesar de que no faltan en sus obras momentos sentimentales. Dickens era incapaz de pintar un caballero, pero los hay en su obra. Conoció a la baja y a la alta burguesía íntimamente, pero no así a la aristocracia que raras veces aparece en su obra. Thackeray lo hace porque la conocía bien. Dickens porque se sentía plebeyo. Estas diferentes circunstancias las debemos hacer destacar: los diferencian.
Dickens recorrió Inglaterra haciendo lecturas públicas de su obra. Elegía capítulos dramáticos. Por ejemplo, la escena del proceso de Pickwick. Utilizaba una voz distinta para cada personaje, y lo hacía con extraordinario talento dramático. Los oyentes lo aplaudieron extraordinariamente. Se dice que sacó el reloj, vio que disponía de una hora y cuarto, y que el tiempo de aplausos hizo perder parte de la lectura. Intentó repetir la experiencia de Inglaterra en los Estados Unidos, pero allí se hizo antipático. Primero, porque declaró que era abolicionista, y segundo, porque defendió la causa de los derechos del autor. Él se sintió perjudicado y ofendido porque le parecía absurdo que los editores norteamericanos se enriquecieran imprimiendo partes cortadas de sus obras. Los norteamericanos pensaron, por el contrario, que estaba muy mal que él protestara por ese proceder. Así que al volver a Inglaterra publicó American Notes, pero pareció no darse cuenta de que Inglaterra estaba poblada de personajes ridículos, mientras que los norteamericanos eran una nación nueva, y atacó [a estos últimos] acerbamente. Como he dicho, Dickens gozó de gran popularidad, se hizo rico por su obra, y viajó a Francia, a Italia, pero sin tratar de comprender a esos países. Buscó continuamente episodios humorísticos que referir. Murió en 1870. Le interesaron muy poco las teorías literarias. Era un hombre genial, que se interesaba a lo más en la ejecución de sus obras.
La estructura de sus novelas hace que sus caracteres se dividan en buenos y malos, absurdos y queribles. Quería hacer un poco lo del Juicio Final en sus obras, y por eso muchos de sus finales son artificiales, porque los malvados son castigados y los buenos reciben premios.
Hay dos rasgos para destacar. Dickens descubrió dos cosas importantes para la literatura posterior: la niñez, su soledad, sus temores. Esto se debe a su vida, a la vida a la que fue lanzado desde niño. En realidad, no se sabe de cierto sobre su niñez. Cuando Unamuno habla de la madre nos asombra. Por último, Groussac ha dicho que es absurdo que se dediquen capítulos a la infancia, que es para él una edad vacía, y que no se detenga en la juventud y en la adultez. Dickens es el primer novelista que hace que la infancia de los personajes sea importante.
Dickens descubre además el paisaje de ciudad. Los paisajes eran de campos, de montañas, selvas, ríos. Dickens trata sobre Londres. Es uno de los primeros que descubre la poesía de los lugares menesterosos y sórdidos.
En segundo lugar, debemos destacar que le interesó el lado melodramático y trágico, junto con el caricaturesco. Sabemos por los biógrafos que esto influyó en Dostoievsky, en sus asesinatos inolvidables. En la novela Martin Chuzzlewit,327 los personajes hacen un viaje en una especie de diligencia, uno bajo el poder del otro. Chuzzlewit ha tomado la decisión de matar a su compañero. El coche se vuelca. Hace lo posible para que los caballos lo maten, pero se salva. Al llegar a la posada cierra la puerta [de su habitación y se duerme] pero sueña que lo mata. Atraviesa el bosque y al salir está solo, no arrepentido: tiene temor de que al llegar a la casa lo esperará el asesinado. Dickens describe a Chuzzlewit, que sale solo del bosque. No está arrepentido de lo que ha hecho, pero tiene el temor, el absurdo temor, de que al llegar a la casa lo estará esperando el hombre que ha asesinado.
Y luego, en Oliver Twist, tenemos una pobre muchacha, Nancy, y a esa pobre muchacha la estrangula Bill Sikes, que es un rufián. Y luego tenemos la persecución de Bill Sikes. Bill Sikes tiene un perro que lo quiere mucho, y Bill lo mata porque teme ser identificado por el perro que lo acompaña. Dickens era muy amigo de Wilkie Collins.328 No sé si ustedes han leído La piedra lunar o La dama de blanco?329 Dice Eliot que estas novelas son las más extensas de la literatura policial, y acaso las mejores. Dickens colabora con Wilkie Collins en unas piezas de teatro que se representan en casa de Dickens Y dice Eliot que Dickens debe haber dado a los papeles —porque era un excelente actor— una individualidad que no poseen en la obra. Wilkie Collins era un maestro en el arte de entretejer argumentos muy complicados, pero nunca confusos. Es decir, las tramas tienen muchos hilos, pero el lector los tiene a mano. En cambio Dickens, en todas sus novelas anteriores, había entretejido arbitrariamente los argumentos. Dijo Andrew Lang330 que si él tuviera que contar el argumento de Oliver Twist y lo amenazaran con la pena de muerte, él, que admiraba tanto a Oliver Twist, iría ciertamente a la horca.
Dickens, en su última novela, The Mystery of Edwin Drood 331 El misterio de Edwin Drood, se propuso escribir una novela policial bien construida, a la manera de las que su amigo Wilkie Collins, maestro en el género, hacía. Y la novela ha quedado inconclusa. Pero para la primera entrega —porque Dickens siempre fue fiel al sistema de los folletines; Dickens suele publicar sus novelas en volumen cuando habían aparecido en folletín— dio una serie de instrucciones a su ilustrador. Y en una de ellas vemos a uno de los personajes en un capítulo que Dickens no alcanzó a escribir, y ese personaje no proyecta una sombra. Y algunos han conjeturado que no proyecta sombra porque es un espectro. En el primer capítulo, uno de los personajes ha fumado opio y tiene visiones. Y esa visión puede pertenecer a la obra. Y dice Chesterton que Dios fue generoso con Dickens, ya que le concedió un final dramático. En ninguna de las novelas de Dickens, dice Chesterton, importaba el argumento: importaban los personajes, con sus manías, su vestimenta siempre igual y su vocabulario especial. Pero al final Dickens resuelve escribir una novela de argumento importante, y casi en el momento en que Dickens está por denunciar al asesino, Dios ordena su muerte, y así nunca sabremos cuál fue el verdadero secreto, el oculto argumento de Edwin Drood —dice Chesterton—, salvo cuando nos encontremos con Dickens en el cielo. Y entonces —dice Chesterton—, lo más probable es que Dickens ya no se acuerde y siga tan perplejo como nosotros.332
Yo, para concluir, quería decirles que Dickens es uno de los grandes bienhechores de la humanidad. No por las reformas por las cuales abogó y en las cuales logró éxito, sino porque ha creado una serie de personajes. Uno puede ahora tomar cualquier novela de Dickens, abrirla en cualquier página, con la certidumbre de seguir leyéndola y deleitándose.
Quizá la mejor novela para trabar conocimiento con Dickens, ese conocimiento que puede ser precioso en nuestra vida, sea la novela autobiográfica David Copperfield, en la que hay tantas escenas de la infancia de Dickens. Y después Los papeles póstumos del Pickwick Club. Y luego, yo diría el Martin Chuzzlewit, con sus descripciones deliberadamente injustas de América y el asesinato de Jonás Chuzzlewit, pero la verdad es que haber leído algunas páginas de Dickens, haberse resignado a ciertas malas costumbres suyas, su sentimentalismo, sus personajes melodramáticos, es haber encontrado un amigo para toda la vida.



Lunes 28 de noviembre de 1966


Notas


321 Sir Richard Francis Burton (1827-1890): explorador, lingüista, soldado, escritor y cónsul inglés. Estudió en Oxford, de donde fue expulsado por una falta menor. A los 21 años se enlistó en la East India Company. Fue destinado a Sindh, donde permaneció ocho años. Burton dominaba el italiano, el francés, el griego y el latín; durante su estadía en Sindh aprendió a hablar gran cantidad de lenguas locales. Con el tiempo, Burton llegó a hablar más de 25 idiomas, que llegaban a 40 contando dialectos. Regresó a Inglaterra en 1850, desde donde organizó una serie de expediciones: visitó la ciudad sagrada de Meca, se infiltró en la ciudad prohibida de Harar y participó luego en dos viajes para descubrir el origen del río Nilo. En 1860 viajó a Estados Unidos, donde observó la vida de los mormones. Entró luego al Foreign Office, que lo asignó a la isla de Fernando Poo, en la costa de Africa, y luego a Brasil, donde tradujo obras de Camoens. En 1872 fue despachado a Trieste. Burton escribió y tradujo gran cantidad de textos durante el resto de su vida, entre ellos obras eróticas como el Perfumed Garden, el Ananda Ranga y The Kama Sutra of Vatsayana.
322 Perfumed Garden es una traducción al inglés del libro árabe Rawd al atir fi nuzhat al khatir, escrito por el Sheik Umar ibn Muhammad al-Nafzawi. No se trata de una traducción directa; Burton escribió su Perfumed Garden basándose en una edición francesa. La versión de Burton fue publicada en 1886, bajo el título The Perfumed Garden of the Cheikh Nefzaoui: A Manual of Arabian Erotology.
323 Sería interesante relacionar esta tajante afirmación de Borges con su propia obra.
324 The Posthumous Papers of the Pickwick Club, publicada en el año 1836.
325 Se refiere a las diversas influencias, principalmente, de las Novelas ejemplares de Cervantes.
326 William Makepeace Thackeray, escritor inglés nacido en Calcuta (1811-1863). Figura con la que Dickens es constantemente comparado. Autor de La feria de las vanidades y El libro de los snobs.
327 Escrita entre 1843 y 1844.
328 William Wilkie Collins, escritor inglés (1824-1889).
329 The Moonstone (1868) y The Woman in White (1860). Borges incluyó La piedra lunar en el volumen 23 de la colección El Séptimo Círculo, de Emecé Editores, y en los volúmenes 6 y 7 de la colección Biblioteca personal.
330 Andrew Lang, crítico, ensayista, historiador y poeta escocés (1812-1844). Estudió el folklore y las tradiciones de diversos pueblos, que adaptó en sus «Fairy books» para un público infantil. Su vasta obra abarca también libros de poesía, una historia de Escocia en cuatro tomos y traducciones en prosa, realizadas directamente del griego, de la Ilíada y la Odisea.
331 Editada en castellano por Borges y Adolfo Bioy Casares en 1951 como el volumen 78 de la colección El Séptimo Círculo, de Emecé Editores, con traducción de Dora de Alvear y el prólogo de G. K. Chesterton que Borges cita hacia el final de la clase.
332 En otros párrafos de su estudio, Chesterton dice: «Dickens, que había tenido demasiado poco argumento en las historias que tuvo que contar antes, tenía demasiado argumento en la historia que nunca contó. Dickens muere en el acto de contar, no su décima novela, sino sus primeras noticias del crimen. Cae muerto en el acto de denunciar al asesino. Resumiendo, a Dickens le fue permitido llegar a un final literario tan extraño como fue su comienzo literario. Comenzó perfeccionando la antigua novela de viajes; terminó por inventar la nueva novela policial. (...) Edwin Drood puede o no haber muerto, pero seguramente Dickens no murió. Seguramente nuestro verdadero detective vive y aparecerá en los últimos días de la Tierra. Porque un cuento cumplido puede darla inmortalidad a un hombre, en el sentido superficial y literario; pero un cuento inconcluso sugiere otra inmortalidad, más necesaria y más extraña».



En Borges profesor
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires
Edición, investigación y notas: Martín Arias & Martín Hadis
Buenos Aires © María Kodama, 2000

Foto: Borges por Sameer Makarius en la Biblioteca Nacional de Bs. As.
(Colección Makarius) Fuente


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