25/6/17

Borges profesor. Clase 23: «The Tune of Seven Towers», «The Sailing of the Sword» y «The Earthly Paradise» de William Morris






«The Tune of Seven Towers», «The Sailing of the Sword»
y The Earthly Paradise de William Morris
Las sagas de Islandia. Historia de Gunnar



Proseguiremos hoy con el estudio de la obra de William Morris. Ahora, antes de considerar las dos grandes obras de él, podríamos leer alguno de los poemas de su primer libro, La defensa de Ginebra.
¿Alguno de ustedes no querría repetir lo que hicimos la otra vez, leer no un fragmento sino un poema breve del libro?
Podemos ver un poema que se llama «La melodía de siete torres».478 Es un poema claro, esencialmente musical, aunque tiene argumento. Hay una mujer que podemos suponer muy linda, que se llama «fair Yoland of the flowers», «la hermosa Yolanda de las flores», y que lleva a los caballeros —todo esto ocurre en una vaga época medieval— a un castillo en el que mueren, y que los mata, sin duda por artes mágicas.

(Pasa un alumno y empieza la lectura del poema)

No one goes there now:
For what is left to fetch away
From the desolate battlements all arow,
And the lead roof heavy and grey?
«Therefore» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»479
No one walks there now;
Except in the white moonlight
The white ghosts walk in a row;
If one could see it, an awful sight,
«Listen!» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»

But none can see them now,
Though they sit by the side of the moat,
Feet half in the water, there in a row,
Long hair in the wind afloat.
«Therefore» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»

If any will go to it now,
He must go to it all alone,
Its gates will not open to any row
Of glittering spears —will you go alone?
«Listen!» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers»480

Las estrofas terminan en estribillo, «This is the tune of Seven Towers». Es un poema casi puramente musical y decorativo: «Oíd, dijo la hermosa Yolanda de las flores, ésta es la melodía de las siete torres». Pero al mismo tiempo hay algo ominoso y terrible. La hechicera le propone a un caballero que vaya solo, para morir, se entiende.

«Be my love go there now,
To fetch me my coif away
My coif and my kirtle, with pearls arow,
Oliver, go to-day
«Therefore» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»

I am unhappy now,
I cannot tell you why;
If you go, the priests and I in a row
Will pray that you may not die.
«Listen!» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»

If you will go for me now,
I will kiss your mouth at last;
(She sayeth inwardly.)
(The graves stand grey in a row,)
Oliver, hold me fast!
«Therefore» said fair Yoland of the flowers,
«This is the tune of Seven Towers.»481

Estos poemas corresponden a la juventud de Morris. Después veremos las obras de su madurez, el ciclo de cuentos, The Earthly Paradise, El Paraíso terrenal, y una epopeya, Sigurd the Volsung. Pero éstas las escribió luego, una es del año 68 a 70, y la otra es del año 76. Y luego vinieron otros poemas menos importantes, para convertir a la gente al socialismo.
Ahora leeremos otro poema, «The Sailing of the Sword».482 El «Sword» es una nave que lleva a tres guerreros, creo que a las cruzadas, que dejan a tres hermanas y les dicen que van a volver. Hay un tema que siempre se repite, un verso, «When the Sword went out to sea». Hay aliteración. Una de las hermanas habla. Ha sido abandonada, porque puedo adelantar que el caballero volverá, pero volverá con una mujer espléndida a su lado.

(El alumno comienza la lectura del poema)483

Across the empty garden-beds,
When the Sword went out to sea;
I scarcely saw my sisters’s heads
Bowed each beside a tree.
I could not see the castle leads,
When the Sword went out to sea.

Alicia wore a scarlet gown,
When the Sword went out to sea;
But Ursula’s was russet brown:
For the mist we could not see
The scarlet roofs of the good town,
When the Sword went out to sea,

Green holly in Alicia’s hand,
When the Sword went out to sea;
With sere oak-leaves did Ursula stand—
O! yet alas for me!
I did but bear a peel’d white wand,
When the Sword went out to sea,484
O, russet brown and scarlet bright,
When the Sword went out to sea;
My sisters wore; I wore but white:
Red, brown, and white, are three;
Three damozels; each had a knight
When the Sword went out to sea,

Sir Robert shouted loud, and said,
When the Sword went out to sea;
«Alicia, while I see thy head,
What shall I bring for thee
«O, my sweet lord, a ruby red»
The Sword went out to sea.

Sir Miles said, while the sails hung down,
When the Sword went out to sea;
«O, Ursula! While I see the town
What shall I bring for thee
«Dear knight, bring back a falcon brown:»
The Sword went out to sea.

But my Roland, no word he said
When the Sword went out to sea;
But only turn’d away his head,
A quick shriek came from me:
«Come back, dear lord, to your white maid»
The Sword went out to sea,485
The hot sun bit the garden beds,
When the Sword came back from sea;
Beneath an apple tree our heads
Stretched out toward the sea;
Grey gleam’d the thirsty castle leads,
When the Sword came back from sea.

Lord Robert brought a ruby red,
When the Sword came back from sea;
He kissed Alicia on the head
«I am come back to thee
Tis time, sweet love, that we were wed,
Now the Sword is back from sea

Sir Miles he bore a falcon brown,
When the Sword came back from sea;
His arms went round tall Ursula’s gown,
«What joy, O love, but thee?
Let us be wed in the good town,
Now the Sword is back from sea!»

My heart grew sick, no more afraid,
When the Sword came back from sea;
Upon the deck a tall white maid
Sat on Lord Roland’s knee;
His chin was press’d upon her head,
When the Sword came back from sea!486

Las dos hermanas mayores reciben un regalo. A través de las estrofas, se ve que él está empezando a olvidarla. Ella está vestida de rojo. Luego, de pardo. Esto prefigura o profetiza que algo va a ocurrir. El nombre de la nave es «Sword», y quiere decir «espada». Al fin, cuando él vuelve, vuelve con una doncella blanca, y ella estaba vestida de blanco al principio. Ustedes ven que éste es un poema como un cuadro, además de la música de los versos.
Bueno, como ustedes ven, Morris empezó haciendo poemas pictóricos, musicales, vagamente medievales. Pero luego fueron pasando los años, él se dedicó a sus otras actividades de arquitectura, de decoración, de tipografía, y él planeó una gran obra. Y esa gran obra —yo creo que es la más importante de las suyas— se llamó El Paraíso Terrenal, y se publicó en dos o tres volúmenes desde el año 68 al año 70. Ahora, a Morris le habían interesado siempre los cuentos, pero Morris creía que los mejores cuentos ya habían sido inventados, que un escritor no tenía que inventar nuevos cuentos. Que la verdadera labor del poeta —y él tenía un concepto épico de la poesía— era repetir o recrear las historias antiguas. Esto puede parecemos raro en lo que se refiere a la literatura, pero los pintores, por ejemplo, no lo han entendido así. Casi podríamos decir que durante siglos los pintores han repetido la misma historia, la historia de la Pasión por ejemplo. ¿Cuántas crucifixiones hay en la pintura? Y en cuanto a la escultura exactamente lo mismo. ¿Cuántos escultores han hecho estatuas ecuestres? Y la historia de la guerra de Troya ha sido referida muchas veces y las Metamorfosis de Ovidio vuelven a contar mitos que los lectores ya conocían. Y Morris, al promediar el siglo XIX, pensó que ya existían los cuentos esenciales y que su tarea era reimaginarlos, recrearlos, contarlos de nuevo. Y además él admiraba a Chaucer, que tampoco había inventado argumentos, sino que había tomado argumentos italianos, franceses, latinos, algunos de fuente desconocida pero que sin duda existió, como la historia del vendedor de bulas. Entonces Morris se propuso escribir una serie de cuentos como los Cuentos de Canterbury, y los situó en la misma época, en el siglo XIV. Ahora, este libro, que consta de veinticuatro cuentos y que Morris pudo terminar en unos tres años, está escrito como una imitación de Chaucer. Pero al mismo tiempo —y esto los críticos no parecen haberlo notado— como una suerte de desafío a Chaucer, no sólo en lo que se refiere a las fuentes sino al lenguaje. Porque Chaucer busca, según ustedes saben, un inglés en el cual abundan muchas palabras latinas. Esta intención de Chaucer es lógica, puesto que con la invasión normanda Inglaterra se llenó de palabras latinas. En cambio Morris —Morris, que tradujo el Beowulf— estaba enamorándose de la literatura escandinava, y quiso que el inglés volviera, dentro de lo posible, a su primitiva raíz germánica. Entonces él escribió El Paraíso Terrenal.
Estoy pensando que Chaucer pudo haber hecho algo parecido si hubiera querido, salvo que Chaucer estaba atraído por el sur, por el Mediterráneo, por la tradición latina. Tradición que Morris ciertamente no desdeñó, ya que la mitad de los cuentos de El Paraíso Terrenal son de fuente helénica. Hay once que son de fuente helénica, hay otro que es de fuente árabe, ya que Morris lo tomó del libro medieval de Las Mil y una Noches, que fue compilado en Egipto aunque sus fuentes son más antiguas, son hindúes o persas. Chaucer había encontrado un marco para sus cuentos, la idea de la famosa caminata al santuario de Becket,487 y Morris necesitaba todo un marco, necesitaba un pretexto para que se contaran muchos cuentos. Entonces él inventó una historia, inventó una historia más romántica —diremos— que la de Chaucer. Porque entre Chaucer, del siglo XIV, y Morris, del siglo XIX, habían ocurrido muchas cosas. Entre otras, el movimiento romántico. Y además Inglaterra había redescubierto su raíz germánica, que había olvidado. Creo que Carlyle, al hablar de Shakespeare, lo llama «nuestro Guillermo sajón». Esto hubiera sorprendido a Shakespeare, pues Shakespeare no pensó nunca en la raíz sajona de Inglaterra. Cuando Shakespeare pensaba en el pasado inglés, pensó más bien en la historia inglesa posterior a la conquista normanda, o si no en el pasado celta de Inglaterra. Y hasta que no escribió Hamlet, se sentía tan lejos de todo aquello que, fuera de Yorick, el bufón —creado para siempre en aquel diálogo de Hamlet con la calavera— y los dos cortesanos Rosencrantz y Guildenstern, todo eso viene de otros países. Los soldados que aparecen en la primera escena de Hamlet tienen nombres españoles, se llaman Francisco y Barnardo. La novia de Hamlet se llama Ofelia; su hermano se llama Laertes, el nombre del padre de Ulises. Es decir, lo germano estaba muy lejos de Shakespeare. Sin duda estaba en su sangre, y en buena parte de su vocabulario, pero no tenía mayor conciencia de ello. Él buscó casi todos sus argumentos en Grecia, Roma, en Macbeth lo buscó en Escocia, en Hamlet lo buscó en un argumento danés. En cambio Morris tenía una conciencia de lo germánico, y sobre todo de lo escandinavo, del pasado inglés. Y así él inventó este argumento. Él toma el siglo XIV, la época de Chaucer, y en esa época hay una peste que está arrasando a Europa y especialmente a Inglaterra: la peste negra. Entonces él imagina a un grupo de caballeros que quieren huir de la muerte. Entre ellos hay un bretón, también hay un noruego, un caballero alemán —pero éste muere antes de llegar al fin de la aventura—. Estos caballeros resuelven buscar el Paraíso Terrenal, el paraíso de hombres inmortales. Al Paraíso Terrenal solía situárselo —hay un poema anglosajón que tiene este título—488 en el Oriente. Pero los celtas lo habían situado en el Occidente, hacia la puesta del sol, en el confín de los mares desconocidos que lindaban con América, no descubierta entonces. Los celtas imaginaron toda suerte de maravillas, por ejemplo islas en las que lebreles de bronce perseguían a los ciervos de plata o de oro, islas sobre las cuales pendía como un arco iris un río, un río que no se volcaba, con naves y con peces, islas rodeadas por murallas de fuego, y entre esas islas una que sería el Paraíso Terrenal.
Esos caballeros del siglo XIV resuelven buscar las islas bienaventuradas, las islas del Paraíso Terrenal, y salen de Londres. Y al salir de Londres pasan por la aduana, y en la aduana hay un señor que está escribiendo. Y no se nos dice su nombre, pero se nos da a entender que ese señor era Chaucer, que fue vista de aduana. Así que Chaucer aparece silenciosamente en el poema, así como Shakespeare aparece y no dice una palabra en la novela Orlando de Virginia Woolf. En esa novela hay una fiesta en un palacio, y hay un hombre que está mirando y observando todo y no dice nada, porque tanto Morris como Virginia Woolf no se creyeron capaces de crear palabras dignas de estar en la boca de Chaucer o de Shakespeare.
Luego la nave que lleva a los aventureros se hace a la mar, y se cruzan con otro barco. En ese barco hay un rey, uno de los reyes de Inglaterra que va a pelear contra Francia en la larga Guerra de los Cien Años. Y el rey invita a los caballeros a subir a su barco, y él está en la cubierta, rodeado de caballeros, solo y desarmado. Entonces les pregunta quiénes son. Uno le dice que es bretón, el otro que es noruego, y el rey les pregunta qué fin persiguen, y ellos le dicen que van a buscar la inmortalidad. Y al rey no le parece absurda esta aventura. El rey cree que puede existir un Paraíso Terrenal, pero al mismo tiempo comprende que él es un hombre viejo, que su destino no es la inmortalidad, que su destino es la batalla y la muerte. Y entonces les desea buena suerte, les dice que ellos tienen mejor destino que el suyo, que a él lo único que le queda es morir entre las cuatro paredes de un lugar de batalla.489 Les dice que sigan. Luego él piensa que él es un rey, y que ellos son desconocidos, pero ellos —quizás está dentro de la fe de la época— llegarán a ser inmortales. «Y quizá —dice— puede ocurrir que yo, un rey, seré recordado por una sola cosa, seré recordado porque una mañana, antes que atravesaran el mar, ustedes conversaron conmigo.» Y luego piensa que, a pesar de que ellos verosímilmente serán inmortales, y él será olvidado y morirá como todos los reyes y todos los hombres, él tiene que regalarles algo. Es una manera de demostrar su superioridad. Él es un rey. Él le da a uno un cuerno, al bretón, y dice: «Para que recuerdes esta mañana. Y a ti, noruego, te doy este anillo, para que me recuerdes a mí, que soy de la sangre de Odín».490 Porque ustedes recordarán que los reyes de Inglaterra creían ser descendientes de Odín.
Luego ellos se despiden del rey y emprenden el viaje. El viaje dura muchos años. Los navegantes desembarcan en islas maravillosas, pero envejecen. Y así llegan a una ciudad desconocida en una isla, donde se quedan hasta el fin de sus días. Esa isla está habitada por griegos que han conservado el culto de los antiguos dioses. El padre del noruego ha sido miembro de la escolta escandinava del emperador de Bizancio, de modo que él sabe griego —esa famosa escolta de los emperadores de Bizancio, hecha de suecos, de noruegos, de daneses,491 a la cual se incorporaron muchos sajones después de la conquista normanda a Inglaterra, en el año 1066. Es raro pensar que en las calles de Constantinopla fueron idiomas familiares. En las calles de Constantinopla se hablaron el antiguo danés y, al promediar el siglo XI, el anglosajón.
La ciudad de la isla está gobernada por griegos. Reciben amablemente a los viajeros, y aquí ya tenemos el marco que necesitaba Morris: los mayores de la ciudad proponen a los navegantes que todos se encontrarán dos veces al mes y entonces se contarán cuentos. Los cuentos que los isleños cuentan son todos mitos griegos. Allí están las historias de Eros, de Perseo, todos tomados de la mitología griega. Y los otros cuentan historias de origen diverso, entre ellos una historia islandesa que Morris había traducido al inglés. Se titula «Los amantes de Gudrun». Hay una historia árabe, una historia que el padre le había contado al hijo del noruego, tomada de Las Mil y Una Noches. Hay otras historias escandinavas y persas. Se cuentan así, a lo largo del año, veinticuatro cuentos. Morris ha tomado los metros de la obra de Chaucer. Hay además, como en los cuentos de Chaucer, intervalos entre los doce cuentos de los navegantes y los doce cuentos de los griegos. En esos intervalos se va describiendo el cambio de las estaciones, y por una convención —Morris no buscaba el realismo, desde luego— los paisajes que se describen son paisajes de Inglaterra que corresponden a la primavera, al verano, al otoño, al invierno.
Al fin habla el poeta, y el poeta dice que él ha contado esos cuentos, esos cuentos que no son suyos, pero que él los ha recreado para su tiempo y que, sin duda, otros los contarán después como los contaron antes de él. Luego dice que él no puede cantar sobre el Cielo o el Infierno492 —sin duda estaba pensando en Dante al decir esto—, que él no puede hacer que la muerte parezca una cosa baladí, que él no puede detener el curso del tiempo, que lo arrastrará a él como arrastrará a los lectores. Vemos que no tiene ninguna fe en otro mundo. Dice que él es simplemente «el ocioso cantor de un día vacío». Luego él habla con su libro y le dice al libro que si en alguna parte se encuentra con Chaucer, que lo salude y que en su nombre le diga:«¡Oh, Maestro!, ¡Oh, tú, grande de lengua y de corazón!»493 Y así el libro termina de un modo melancólico.
Este libro está lleno de invenciones fantásticas: hay un aquelarre, por ejemplo, y hay un rey de los demonios que cabalga sobre un caballo de fuego esculpido y cambiante, de modo que en cada momento las facciones del rey y de su cabalgadura tienen una forma precisa, pero esa forma sólo dura un instante.494
Antes de publicar este libro, Morris publicó otro poema extenso que se titula «La vida y la muerte de Jasón».495 Sin duda tenía que ser uno de los cuentos griegos de El Paraíso Terrenal, pero ese cuento fue tan extenso que Morris lo publicó aparte. Uno de los rasgos notables de ese poema anterior a El Paraíso Terrenal, es que en las primeras páginas aparecen los centauros de Thessalia. Nos parece imposible que un poeta del siglo XIX hable de centauros, porque nosotros y él descreemos de los centauros.
Es extraordinario ver cómo Morris prepara al centauro. Primero habla de la selva de Thessalia, luego habla de los leones y de los lobos de esa selva, y luego nos dice que «los centauros de ojos vivos disparan allí sus flechas».496 El empieza por esa parte del cuerpo en que se nota más la vida, los ojos.497 Después tenemos a un esclavo que espera a un centauro. Y de igual modo que Dante en la Divina Comedia se muestra trémulo, no porque fuera cobarde sino porque tiene que comunicar a sus lectores que el Infierno es un lugar terrible, así el esclavo siente una especie de horror cuando, en medio de la selva —que es una selva espesa—, siente los cascos del centauro que se aproximan a él.498 Luego el centauro se acerca y Morris hace que el centauro tenga una guirnalda de flores en la parte en que lo humano cesa y empieza lo equino.499 Morris no nos dice que hay algo terrible con el esclavo, pero nos muestra al esclavo que cae de rodillas ante el monstruo.500 Luego el centauro habla, habla con palabras humanas, y esto el esclavo lo siente como terrible también, porque el centauro es mitad hombre, mitad caballo. En este largo poema, que concluye con la muerte de Medea, todo está contado de modo que, mientras leemos el poema, creemos en él o, como diría Coleridge, cuando habla del drama de Shakespeare, «suspendemos voluntariamente nuestra incredulidad si no creemos».
Morris publica desde el 68 al 70 su Paraíso Terrenal. Este poema es reconocido por todos sus contemporáneos —aun por aquellos que estaban lejos de él— como un gran poema. Pero él, mientras tanto, había iniciado una biblioteca de sagas.501 Son novelas compuestas en su mayor parte en Islandia durante la Edad Media. Morris se hizo amigo de un islandés, Eirik Magnusson, y entre los dos tradujeron varias partes de las novelas. Esto se haría después en los países escandinavos y en Alemania. En Alemania hay una colección famosa, la Biblioteca Thule, nombre que los romanos daban a unas islas que algunos han identificado con las islas Shetland, pero que en general se identifican con Islandia. Morris emprende su peregrinación a Islandia y traduce grandes poemas al inglés, y entre esos poemas está la Odisea. Yo voy a recordar los dos primeros versos de la Odisea de Pope y los dos primeros de la Odisea de Morris. Pope lo hizo en un inglés latino, en un sonoro inglés, y los versos dicen así:

The man, for wisdom’s various arts renown’d,
Long exercis’d in woes, oh muse! resound
Al hombre famoso por las diversas artes de la sabiduría,
Largamente ejercitado en pesares, ¡oh musa, resuena!, ¡oh musa, canta!

Pero Morris quiso limitar, dentro de lo posible, su vocabulario a palabras germánicas. Entonces, fuera de la palabra «musa», que tuvo que retener, tenemos estos extraños versos:

Tell me, o Muse, of the shifty, the man who wandered afar,
after the holy burg, Troytown, he had wasted with war.

Háblame musa del astuto, el hombre que erró muy lejos,
después de haber destrozado con guerra la ciudadela sagrada.

Morris tradujo también la Eneida y el Beowulf. Tradujo las sagas. Las versiones de las sagas son admirables, porque en su versión de la Odisea sentimos cierta incongruencia entre el hecho de que Morris está traduciendo una epopeya griega y el inglés germánico que usa. En cambio, no sentimos ninguna incongruencia en el hecho de que Morris traduzca con palabras germánicas cuentos y novelas escandinavos medievales.
Voy a recordar un episodio de las sagas. La palabra «saga» tiene que ver con sagen, «decir» en alemán. Son cuentos, relatos. Empezaron siendo orales y luego fueron escritos, pero como tenían un origen oral, estaba prohibido al narrador entrar en la conciencia de los héroes. Él no podía contar lo que un héroe soñó; no podía decir que una persona odiaba o quería: eso era entrometerse en la mente de los personajes. Sólo podía contar lo que los personajes hacían y obraban. Las sagas están contadas como reales, y si abundan en hechos fantásticos es porque los narradores y los oyentes creían en ellos. Aparecen en las sagas cincuenta o sesenta personajes, todos personajes históricos, personajes que vivieron y murieron en Islandia y que fueron famosos por su valentía o por sus cualidades. El episodio que voy a recordar es éste: hay una mujer muy linda, con cabellos largos y rubios que le llegan a la cintura.502 Esa mujer ejecuta un acto mezquino y el marido le da una bofetada. Y el narrador no nos dice qué sintió ella, porque eso le está vedado por las reglas de su arte. Y luego pasan doscientas o trescientas páginas y nosotros nos hemos olvidado de la bofetada. Y el marido que le ha dado la bofetada, también. Y luego él está sitiado en su casa y lo atacan. Y el primero que lo ataca logra escalar la torre. Y Gunnar, el marido, desde adentro, lo mata, lo hiere de un lanzazo. El hombre cae al suelo, los compañeros lo rodean. No sabemos nada sobre el carácter del hombre, y uno de sus compañeros le pregunta: «¿Está Gunnar en la casa?» Y el hombre —y esto nos revela que es valiente— muere con una broma en los labios. Dice: «Él, no sé, pero está su lanza», y muere con esa broma. Luego los otros han rodeado la casa, siguen atacando a Gunnar, él se defiende a flechazos. Está con su perro y su mujer. Ya han matado a los otros. Pero él sigue defendiéndose con las flechas, y una de las flechas de los que rodean la casa rompe la cuerda del arco de Gunnar. Gunnar necesita otra cuerda, la necesita inmediatamente y le pide a su mujer —se ha hablado muchas veces de su larga y rubia cabellera— que le teja una cuerda con su pelo.503

«Téjeme una cuerda con tu pelo» —le dice a Hallgerd.
«¿Es cuestión de vida o muerte?» —pregunta ella.
«Sí» —responde Gunnar.
«Entonces recuerdo esa bofetada que me diste una vez y te veré morir» —dice Hallgerd.

Así Gunnar murió, vencido por muchos, y también mataron a Samr, su perro, pero antes el perro mató a un hombre.
El narrador no nos había dicho que Hallgerd guardase rencor a su marido; ahora lo sabemos bruscamente, como suelen revelarse las cosas en la realidad.

Prob. Lunes 12 de diciembre de 1966



Notas


478 «The Tune of Seven Towers», decimonoveno poema del libro.
479 Primera estrofa del poema. «Nadie va hacia allí ahora: / ¿Qué queda allí para traer / De las filas de almenas desoladas, / Y el pesado techo de plomo gris? / “Por tanto”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres.”»
480 Segunda, tercera y cuarta estrofa. «Nadie camina ahora; / Excepto bajo la pálida luz de la luna / Los fantasmas que pasean en fila; / Si uno pudiera verlos, sería una terrible visión, / “¡Oye!”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres”. // Pero nadie puede verlos ahora / Aunque están sentados a lo largo del foso, / Con sus pies sumergidos en el agua y en fila, / Sus largos cabellos flotando al viento. / “Por tanto”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres”. // Si alguien va allí ahora, / Debe ir hacia allí solo, / Las puertas no se abrirán a ninguna fila / De lanzas relucientes —¿irás entonces solo? / “¡Oye!”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres".»
481 Estrofas cinco a siete. «“Sé mi amor, ve hacia allí ahora, / A traer mi cofia de allí, / Mi cofia y mi manto, adornado con perlas, / ¡Oliver, ve hoy mismo! ” / “Por tanto”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres”. // No soy feliz ahora, / No puedo decirte por qué; / Si vas, los curas y yo en fila, / Rezaremos para que no mueras. / “¡Oye!”, dijo la bella Yolanda de las flores, / «Esta es la melodía de las Siete Torres”. // Si vas por mí ahora, / Besaré por fin tu boca; / (Ella dijo para sí) / (Las tumbas se yerguen grises en fila,) / ¡Oliver, abrázame fuerte! / “Por tanto”, dijo la bella Yolanda de las flores, / “Ésta es la melodía de las Siete Torres.”»
482 Decimoquinto poema del libro The Defence of Guenevere.
483 Para una mejor apreciación y dado que Borges no traduce sino sólo comenta, se transcribe a continuación el poema completo, con su traducción.
484 «A través de los canteros vacíos, / Cuando el Sword se hizo a la mar; / Apenas alcancé a ver las cabezas de mis hermanas, / Agachadas, detrás de un árbol, cada una. / No pude ver el castillo, / Cuando el Sword se hizo a la mar. // Alicia llevaba un largo vestido escarlata, / Cuando el Sword se hizo a la mar; / Pero el de Úrsula era marrón rojizo: / La niebla no nos permitía ver / Los techos escarlatas del buen pueblo, / Cuando el Sword se hizo a la mar, // Verde acebo en las manos de Alicia, / Cuando el Sword se hizo a la mar; / Y hojas de encina en las de Úrsula — / ¡Oh, qué pena para mí! / Yo sólo tenía una simple vara blanca, / Cuando el Sword se hizo a la mar.»
485 «¡Oh! marrón rojizo y escarlata, / Cuando el Sword se hizo a la mar; / Vestían mis hermanas; pero yo vestía de blanco: / Rojo, marrón y blanco, son tres; / Tres doncellas; cada una tenía un caballero / Cuando el Sword se hizo a la mar, // Sir Robert alzó la voz y dijo, / Cuando el Sword se hizo a la mar; / “Alicia, mientras veo aún tu cabeza, / ¿Qué debo traer para tí?” / “Oh, mi dulce señor, un rubí rojo” / Y el Sword se hizo a la mar. // Sir Miles dijo, mientras las velas estaban bajas, / Cuando el Sword se hizo a la mar, / “¡Oh, Úrsula! Mientras veo aún la ciudad / ¿Qué debo traer para tí?” / “Mi querido caballero, tráeme un halcón marrón:” / Y el Sword se hizo a la mar. // Pero mi Roland no dijo una palabra / Cuando el Sword se hizo a la mar; / Sólo giró su cabeza, sin mirar hacia atrás, / Entonces salió de mi un grito: / “Vuelve, mi querido señor, a tu blanca muchacha.”/ Y el Sword se hizo a la mar.»
486 «El sol ardiente mordía los canteros, / Cuando el Sword volvió del mar; / Bajo un manzano nuestras cabezas / Se estiraban hacia el mar; / Grises brillaban las sedientas ventanas del castillo, / Cuando el Sword volvió del mar. // Lord Robert trajo un rubí rojo, / Cuando el Sword volvió del mar; / Besó a Alicia en la frente y dijo / “He vuelto a ti, / ¡Es hora, mi dulce amor, que nos casemos, / Ahora que el Sword ha vuelto del mar!” // Sir Miles trajo un halcón marrón, / Cuando el Sword volvió del mar; / Sus brazos rodearon a Úrsula y dijo: / “¿Qué otra alegría, mi amor, que tú? / ¡Casémonos en el buen pueblo, / Ahora que el Sword ha vuelto del mar!” // Mi corazón se enfermó, ya sin más miedo, / Cuando el Sword volvió del mar; / Sobre el casco una alta muchacha blanca / Sentada en las rodillas de Roland, / El mentón de él se apoyaba en su cabeza / Cuando el Sword volvió del mar!»
487 La tumba de St. Thomas Becket, en la catedral de Canterbury.
488 Se trata de la primera sección del poema anglosajón del Fénix, que contiene una descripción del neorxnawango «paraíso terrenal». Borges se refiere a este poema y lo describe brevemente en la clase 7.
489 «For you the worldis wide / For you I say, —forme a narrow place / betwixt the four walls of a fighting place.» The Earthly Paradise, «Prologue —The Wanderers».
490 «Farewell, it yet may hap that I a king / Shall be remembered but by this one thing / That on the mom before ye crossed the sea / Ye gave and took in common talk with me; / But with this ring keep memory of the mom / O Bretón, and thou Northman, by this horn / Remember me, who am of Odin’s blood», The Earthly Paradise, «Prologue —The Wanderers».
491 Borges se refiere a la ya mencionada Guardia Varangia. Ver nota 64.
492 «Of Heaven or Hell I have no power to sing, / I cannot ease the burden of your fears, / Or make quick-coming death a little thing, / Or bring again the pleasure of past years, / Nor for my words shall ye forget your tears, / Or hope again for aught that I can say, /The idle singer of an empty day». The Earthly Paradise, «Apology».
493 «O Master, O thou great of heart and tongue, / Thou well mayst ask me why I wander here, / In raiment rent of stories oft besung! /But of thy gentleness draw thou anear, / And then the heart of one who held thee dear / Mayst thou behold! So near as that I lay /Unto the singer of an empty day». Véase también la nota 456.
494 Borges traduce estos versos en la página titulada «Un rey de fuego y su caballo» de su Libro de los seres imaginarios, OOCC pág. 688.
495 The Life and Death of Jason, publicado en 1867.
496 «In Thessaly, beside the tumbling sea,/ Once dwel taf olk, men called the Minyae; / For, coming of Orchomenus the old, Bearing their wives and children, beasts and gold, / Through many a league of land they took their way, / And stopped at last, where in a sunny bay / The green Anaurus cleaves the white sea-sand, / And eastward inland doth Mount Pelion stand, / Where bears and wolves the centaurs’ arrows find». Primera estrofa de The Life and Death of Jason.
497 «There shall the quick-eyed centaurs be thy friends.» The Life and Death of Jason, Libro 1, línea 87.
498 «But mid this noise the listening man could hear / The sound of hoofs, whereat a little fear / He felt with his heart, and heeded nought the struggling of the child, who ever sought / To gain the horn all glittering with gold / Wrought by the cunning Daedalus of old // But louder still the noise he hearkened grew / Until at last in sight the Centaur drew», op. cit., líneas 132-140.
499 «For to the waist was man, but all below / A mighty horse, once roan, now well-nigh white / With lapse of years; with oak-wreaths was he dight / Where man joined unto horse». Op. cit., líneas 145-147.
500 «So, when he saw him coming through the trees / The trembling slave sunk down upon his knees». Op. cit., líneas 151-152.
501 Se refiere a la ya mencionada Saga Library. Ver nota 16, pág. 302.
502 Este episodio pertenece a la Brennu Njáls saga o Saga de Njal (cap. 77). La mujer era Hallgerd, hija de Hauskuld.
503 En este punto termina la transcripción original de esta clase. Las últimas palabras de Borges probablemente no llegaron a grabarse. La conclusión del episodio de Gunnar y el comentario final de Borges fueron tomados de la primera edición de Antiguas literaturas germánicas (1951), pág. 71.


En Borges profesor 
Curso de literatura inglesa en la Universidad de Buenos Aires 
Edición, investigación y notas: Martín Arias
& Martín Hadis 
Buenos Aires © María Kodama, 2000



Foto: William Morris, March 1877
Archive and Rare Books Library
University of Cincinnati


23/6/17

Jorge Luis Borges: Calle desconocida









Penumbra de la paloma*
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.
En esa hora en que la luz
tiene una finura de arena,
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores tenues como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Todo —la medianía de las casas,
las modestas balaustradas y llamadores,
tal vez una esperanza de niña en los balcones—
entró en mi vano corazón
con limpidez de lágrima.
Quizá esa hora de la tarde de plata
diera su ternura a la calle,
haciéndola tan real como un verso
olvidado y recuperado.
Sólo después reflexioné
que aquella calle de la tarde era ajena,
que toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas,
que todo inmeditado paso nuestro
camina sobre Gólgotas.




[*] Es inexacta la noticia de los primeros versos. De Quincey (Writings, tercer volumen, página 293)
anota que, según la nomenclatura judía, la penumbra del alba tiene el nombre de penumbra de la paloma; 
la del atardecer, del cuervo.

En Fervor de Buenos Aires (1923)
Foto: Borges por Zdravko Dučmelić, 1986 [+]
Sobre Zdravko Dučmelić véase


22/6/17

Jorge Luis Borges: El monstruo Aqueronte






Un solo hombre, una sola vez, vio al monstruo Aqueronte; el hecho se produjo en el siglo XII, en la ciudad de Cork. El texto original de la historia, escrito en irlandés, se ha perdido, pero un monje benedictino de Regensburg (Ratisbona) lo tradujo al latín y de esa traducción el relato pasó a muchos idiomas y, entre otros, al sueco y al español. De la versión latina quedan cincuenta y tantos manuscritos, que concuerdan en lo esencial. Visio Tundali (Visión de Tundal) es su nombre, y se la considera una de las fuentes del poema de Dante.

Empecemos por la voz "Aqueronte". En el décimo libro de la Odisea, es un río infernal y fluye en los confines occidentales de la tierra habitable. Su nombre retumba en la Eneida, en la Farsalia de Lucano y en las Metamorfosis de Ovidio. Dante lo graba en un verso:

Su la triste riviera d'Acheronte

Una tradición hace de él un titán castigado; otra, de fecha posterior, lo sitúa no lejos del polo austral, bajo las constelaciones de las antípodas. Los etruscos tenían libros fatales que enseñaban la adivinación, y libros aquerónticos que enseñaban los caminos del alma después de la muerte del cuerpo. Con el tiempo, el "Aqueronte" llega a significar el "infierno". Tundal era un joven caballero irlandés, educado y valiente, pero de costumbres no irreprochables. Se enfermó en casa de una amiga y durante tres días y tres noches lo tuvieron por muerto, salvo que guardaba en el corazón un poco de calor. Cuando volvió en sí, refirió que el ángel de la guarda le había mostrado las regiones ultraterrenas. De las muchas maravillas que vio, la que ahora nos interesa es el monstruo Aqueronte. Este es mayor que una montaña. Sus ojos llamean y su boca es tan grande que nueve mil hombres cabrían en ella. Dos réprobos, como dos pilares o atlantes, la mantienen abierta; uno está de pie, otro de cabeza. Tres gargantas conducen al interior; las tres vomitan fuego que no se apaga. Del vientre de la bestia sale la continua lamentación de infinitos réprobos devorados. Los demonios dicen a Tundal que el monstruo se llama Aqueronte. El ángel de la guarda desaparece y Tundal es arrastrado con los demás. Adentro de Aqueronte hay lágrimas, tinieblas, crujir de dientes, fuego, ardor intolerante, frío glacial, perros, osos, leones y culebras. En esta leyenda, el infierno es un animal con otros animales adentro.

En 1758, Emmanuel Swedenborg escribió: "No me ha sido otorgado ver la forma general del Infierno, pero me han dicho que de igual manera que el Cielo tiene forma humana, el Infierno tiene la forma de un demonio".


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges por Alicia Schemper, 1977


21/6/17

Jorge Luis Borges: Motivos del espacio y del tiempo (1916-19)








Soñé
La gran nave de hierro atravesaba el mar. Vivía el viento.
Desde la proa yo veía la crucifixión del sol y el oleaje púrpura...
Y al soñar yo pensé: —Este es un sueño
Y este gran mar y este cielo de doloroso azul y este viento viril
y cada matiz y cada contraste de la luz y de la sombra
Ya los sentí una vez, años ha
—Al surcar el Atlántico—
Y desfilaron ante mí y fueron un trozo de mí y hoy por un instante:
             retornan a mí.
Yo le dije adiós a mi amigo
(quién sabe si otra vez lo veré o si nunca se encontrarán nuestras sendas).
Fuimos por la lenta ciudad
y nos sentamos en un banco, bajo la susurrada bendición de los árboles
... Era pesado el cielo de la siesta
y las casas burguesas dormían ciegas, con cicatrizadas persianas,
y un perro nómada pasó y unos chicos jugaban
y era pesada la espera...
Todo era tan pueril! En una casa, algún mal piano
rezongaba melodías sentimentales y plebeyas.
La próxima separación tendía, como un cristal entre nosotros,
y a lo lejos un tranvía quejumbroso y chirriante parecía irrisorio
            y eso que era amarillo como el sol!
Y aunque yo quería sinceramente a mi compañero
y proclamaban nuestros labios sus falsedades afectuosas,
en verdad el uno para el otro ya éramos extraños
y a veces nos mirábamos casi hostiles.

... y las escasas noches que estuvieron llenas de auroras.

Le vi tuberculoso, deshojado,
el alma llena de suicidio,
el alma oscura como la cicatriz de una herida.
Le vi pronto a morir
y sentí envidia.

Anoche
cuando salí con esos dos amigos a la calleja desigual e indecisa
         que salpica jirones de luz azulada o amarillenta
sentí en mí una gran calma y un gran goce
y una verdad que era harto alta
para encerrarla en cárcel de palabras.
Y durmió esa noche a mi lado,
y al despertarme la encontré conmigo y me acompaña desde entonces;
(hoy no he sentido envidia alguna
ante una carta que es clarín de una felicidad vedada y ajena)
Está tan grande en mi alma
tal el instante en que brilló como un fastuoso y estival mediodía
en la noche humilde y desnuda.
E ignoro aún si es el lictor de mi victoria
o de mi definitiva derrota.

A mi retorno,
no iré enseguida hacia las gentes que amo.
Caminaré a la sombra de los rugosos muros altos y antiguos
y saciaré mis manos en la taza colmada de la fuente
y arrancaré una brizna de hierba y sentiré su gusto primaveral en mis labios
y aspiraré la noche, plena de familiares fragancias...
y sabrán las cosas que he vuelto
y habrá en la noche como una fiesta escondida entre las viejas casas y mi alma.




Gran Guignol, Sevilla, Año 1, N° 3, 24 de abril de 1920

También en Textos recobrados 1919-1929
© María Kodama 1997/2007 

© 2011 Editorial Sudamericana


Imagen: Retrato de Borges a lápiz por Silvina Ocampo, 1929
en Horacio Jorge Becco: J.L.B Bibliografía total 1923-1973
Buenos Aires, Casa Pardo, 1973 (edición homenaje)


20/6/17

Adolfo Bioy Casares: "Borges" (Jueves 20 de junio de 1963)






Jueves, 20 de Junio. Come en casa Borges. Leemos poemas para el concurso de La Nación. BORGES: «En el film Lawrence de Arabia, un árabe le dice a Lawrence que Córdoba era una gran ciudad cuando Londres no existía. Un señor recordó eso, como un argumento contra Inglaterra. No advirtió que el árabe que decía tales palabras había sido inventado por un libretista inglés, era personaje de un film inglés. Lo que debía ser un argumento en favor de Inglaterra se vuelve en contra, porque la gente no piensa. ¿Aquí un libretista haría un film en que un venezolano dejara mal parado a San Martín? Sería arriesgado... El autor inglés tiene una idea del fair play, ve a los personajes dramáticamente (cada uno con su verdad) y no quiere que toda la invención parezca salida de un señor que trabaja en Birmingham. Gibbon dijo que si no fuera por Charles Martel, los profesores de Oxford estarían hoy comentando el Corán.1 Es claro que la Universidad no se llamaría así, pero queda más gracioso dejándole el nombre e imaginándola con profesores musulmanes».

Dice: «Mirá que Emerson habrá leído libros sobre panteísmo... Sin embargo parece que la idea de la unidad de todo y de que en él había como virtudes o esencias de todos los animales, de todas las plantas y de todos los minerales, le llegó de pronto, en una iluminación, ¿sabes dónde? En el Jardin des Plantes, en París, en medio de los animales. Había sido pastor de la Iglesia Unitaria. Le gustaba predicar. Cuando abandonó la fe, le prohibieron que predicara. El gusto por la predicación, por los sermones, lo llevó a dar conferencias y a escribir. Era moralmente mejor que Carlyle. En la Guerra de Secesión nunca fue partidario de la esclavitud. Carlyle tenía cosas de loco. Admiraba a un gobernante porque en lugar de mandar ejecutar a un traidor le hizo arrancar los ojos.2 El soneto de Swinburne contra Carlyle está bien. Va muy serenamente hasta calificarlo de serpiente muerta:

Sweet heart [Lamb], forgive me for thine own sweet sake,
Whose kind blithe soul such seas of sorrow swam,
And for my love's sake, powerless as I am,

For love to praise thee, or like thee to make
Music of mirth where hearts less pure would break,
Less pure than thine, our life-unspotted Lamb.
Things hatefullest thou hadst no heart to damn,
Nor wouldst have set thine heel on this dead snake.3

Es claro que Carlyle debía de tener razón sobre Lamb. Lamb sería insoportable, con sus retruécanos».

Comenta: «¿Qué me decís de esta gente de la Universidad que da una cátedra a ese bruto de David Viñas; y de David Viñas, que titula su curso De Roca a Perón. Estudio sociológico de la literatura argentina? Pone a Perón, para adular a los peronistas. Es comunista y practica la famosa integración. ¿Por qué poner de Roca a Perón? ¿Por qué ofender a Roca, mencionándolo en la misma frase que a ese bruto de Perón? La gente elogia a Bismarck porque lo compara con Hitler. No sé hasta dónde es lícito compararlos. Vivieron en épocas diferentes. Como la época de Bismarck era más civilizada, no se hubieran tolerado ciertas cosas. Sus contemporáneos consideraban a Bismarck un político muy inescrupuloso: ésta es la opinión que debemos tener en cuenta».

BORGES: «Le di un libro de cuentos de Kipling a Susana Bombal. Me dijo: "Gracias. Me viene muy bien, porque tengo el otro". Vale decir que Kipling escribió dos libros».


1. Decline and Fall of the Roman Empire (1788), LII.
2. Se refiere a la conducta de Olaf el Santo respecto del rey Raerik [Early Kings of Norway (1875), X].
3. [Dulce corazón (Lamb), perdóname en tu propio dulce beneficio,/ tú cuya alma amable y alegre atravesó tales mareas de tristeza,/y también en beneficio de mi devoción, débil como soy,/ de mi devoción por alabarte, o por estar dispuesto como tú a componer/ músicas gozosas allí donde corazones menos puros habríanse quebrado,/ menos puros que el tuyo, nuestro inmaculado Lamb./ No tuviste corazón para condenar cosas aún más odiosas,/ ni con tu talón habrías pisado esta víbora muerta.] «After looking into Carlyle's Reminiscences», II [A Century of Roundels (1883)]. En unspotted Lamb hay un juego de palabras entre el apellido Lamb y cordero (lamb): el cordero inmaculado es Jesús [I Pedro 1:19].


En Bioy Casares, Adolfo: Borges
Edición al cuidado de Daniel Martino
Barcelona: Ediciones Destino ("Imago Mundi"), 2006
Retrato de Jorge Luis Borges por Anatole Saderman

19/6/17

Jorge Luis Borges: Prólogo a Roberto Godel, «Nacimiento del fuego»






Un libro (creo) debe bastarse. Una convención editorial requiere, sin embargo, que lo preceda algún estímulo en letra bastardilla que corre el peligro de asemejarse a esa otra indispensable página en blanco que precede a la falsa carátula. Con la insegura autoridad que nos da despachar un prólogo, arriesgo, pues, las solicitaciones que siguen.

La primera es olvidar el vano debate de antiguos y modernos. Lugones, poeta no indigno de recordar a Hugo, crítico más adicto a la intimidación que a la persuasión, ha simplificado hasta lo monstruoso nuestros debates literarios. Ha postulado una diferencia moral entre el recurso de marcar las pausas con rimas, y el de omitir ese artificio. Ha decretado luz a quienes ejercen la rima, sombra y perdición a los otros. Peor aún: ha impuesto esa ilusoria simplificación a sus contendores, quorum pars parva fui. Éstos, lejos de repudiar ese maniqueísmo auditivo, lo han adoptado con fervor, invirtiéndolo. Niegan el dogma de la justificación por la rima y aun por el asonante, para instaurar el de justificación por el caos. De ahí la conveniencia de repetir, en nuestro Buenos Aires, que el hecho de rimar o de no rimar, no agota, acaso, la definición de un poeta. Roberto Godel rima con ansioso rigor: ello no basta para clasificarlo como actual o anticuado.

Otra tentación, casi inevitable, acecha en su notoria complejidad. La consabida insipidez de la poesía española, cuya historia no admite más escándalo que el promovido hace trescientos años por Luis de Góngora, hace que todo lo complejo se vincule a ese nombre. Godel no eludirá ese destino. Su agitación romántica no dejará de ser identificada con las hipérboles mecánicas del "precursor" —hombre de tan atrofiada imaginación que se burla una vez de un auto de fe provinciano, que se limitaba a un solo quemado vivo—. Góngora, como Oliverio Twist, quería más. El reproche consta en uno de sus sonetos...

Este Nacimiento del fuego registra en versos memorables el del amor: época de terribles esperanzas y de incertidumbres gloriosas. Leones, estrellas, sangre derramada, metales —todo lo antiguo, lo concreto y lo espléndido— forman el natural vocabulario de esta poesía; que se sabe tan rara y tan verdadera como los símbolos poderosos que invoca. El mundo externo penetra inmensamente en sus líneas, pero siempre como adjetivo de la pasión. Enamorarse es producir una mitología privada —a private mythology— y hacer del universo una alusión a la única persona indudable. La luz, para un escritor místico, no era sino la sombra de Dios. Shakespeare se distraía con las rosas, imaginándolas una sombra de su distante amigo.

Mi amistad con Roberto Godel es larga en el tiempo. En nuestro común Buenos Aires, en el desierto craso y chacarero de la Pampa Central, en un jardín mediterráneo en la Pampa, en otros menos sorprendentes jardines de los pueblos del Sur, he conocido muchos de los versos publicados aquí. Los he difundido oralmente; los he conmemorado con lentitud, bajo las peculiares estrellas de este hemisferio. Sé que también intimarán contigo, preciso aunque invisible lector.

Roberto Godel: Nacimiento del fuego
Prólogo de J. L. B. 
Buenos Aires, Francisco A. Colombo, 1932


Posdata de 1974
Al cabo de medio siglo, casi no pasa un día en que no recuerde este verso:

Corceles exquisitos y ruedas de silencio.

Invenciblemente la sigue en la memoria la inagotable y tenue estrofa de Jaimes Freyre:

Peregrina paloma imaginaria
que enardeces los últimos amores;
alma de luz, de música y de flores,
peregrina paloma imaginaria.




En Prólogos, con un prólogo de prólogos (1975)
© 1995 María Kodama
© 2016 Buenos Aires, Penguin House Mondadori

Luego, antologado en Miscelánea (2011)

Foto: Borges at the Hotel Villa Igea, in the Basile room (Palermo, Sicily, 1984)
© Ferdinando Scianna/Magnum Photos
Al pie: Tapa de la primera edición mencionada


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