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7/8/17

Jorge Luis Borges: Los Trolls






En Inglaterra, las Valquirias quedaron relegadas a las aldeas y degeneraron en brujas; en las naciones escandinavas los gigantes de la antigua mitología, que habitaban en Jotunheim y guerreaban con el dios Thor, han decaído en rústicos Trolls. En la cosmogonía que da principio a la Edda Mayor, se lee que, el día del Crepúsculo de los Dioses, los gigantes escalarán y romperán Bifrost, el arco iris, y destruirán el mundo, secundados por un lobo y una serpiente; los Trolls de la superstición popular son Elfos malignos y estúpidos, que moran en las cuevas de las montañas o en deleznables chozas. Los más distinguidos están dotados de dos o tres cabezas.
El poema dramático Peer Gynt (1867) de Henrik Ibsen les asegura su fama. Ibsen imagina que son, ante todo, nacionalistas; piensan, o tratan de pensar que el brebaje atroz que fabrican es delicioso y que sus cuevas son alcázares. Para que Peer Gynt no perciba la sordidez de su ámbito, le proponen arrancarle los ojos.


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Jorge Luis Borges en la Biblioteca Nacional, por Sara Facio

10/7/17

Jorge Luis Borges: La mandrágora







Como el Borametz, la planta llamada Mandrágora confina con el reino animal, porque grita cuando la arrancan; ese grito puede enloquecer a quienes lo escuchan (Romeo y Julieta, IV, 3). Pitágoras la llamó "antropomorfa"; el agrónomo latino Lucio Columela, "semi-homo", y Alberto Magno pudo escribir que las Mandrágoras figuran la humanidad con la distinción de los sexos. Antes, Plinio había dicho que la Mandrágora blanca es el macho y la negra es la hembra. También, que quienes la recogen trazan alrededor tres círculos con la espada y miran al poniente; el olor de las hojas es tan fuerte que suele dejar mudas a las personas. Arrancarla era correr el albur de espantosas calamidades; el último libro de la Guerra Judía de Flavio Josefo nos aconseja recurrir a un perro adiestrado. Arrancada la planta, el animal muere, pero las hojas sirven para fines narcóticos, mágicos y laxantes.
La supuesta forma humana de las Mandrágoras ha sugerido la superstición de que éstas crecen al pie de los patíbulos. Browne (Pseudodoxia Epidémica, 1646) habla de la grasa de los ahorcados; el novelista popular Hanns Heinz Ewers (Alraune, 1913), de la simiente. Mandrágora, en alemán, es Alraune; antes se dijo Alruna; la palabra trae su origen de runa, que significó "misterio", "cosa escondida", y se aplicó después a los caracteres del primer alfabeto germánico.
El Génesis (XXX, 14) incluye una curiosa referencia a las virtudes generativas de la Mandrágora. En el siglo XII, un comentador judeo-alemán del Talmud escribe este párrafo:
"Una especie de cuerda sale de una raíz en el suelo y a la cuerda está atado por el ombligo, como una calabaza, o melón, el animal llamado Yadu'a, pero el Yadu'a es en todo igual a los hombres: cara, cuerpo, manos y pies. Desarraiga y destruye todas las cosas, hasta donde alcanza la cuerda. Hay que romper la cuerda con una flecha, y entonces muere el animal".
El médico Discórides identificó la Mandrágora con la circea, o "hierba de Circe", de la que se lee en la Odisea, en el libro décimo:
"La raíz es negra, pero la flor es como la leche. Es difícil empresa para los hombres arrancarla del suelo, pero los dioses son todopoderosos".




En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges 
Captura de video filmación de Conferencia sobre La Ceguera

22/6/17

Jorge Luis Borges: El monstruo Aqueronte






Un solo hombre, una sola vez, vio al monstruo Aqueronte; el hecho se produjo en el siglo XII, en la ciudad de Cork. El texto original de la historia, escrito en irlandés, se ha perdido, pero un monje benedictino de Regensburg (Ratisbona) lo tradujo al latín y de esa traducción el relato pasó a muchos idiomas y, entre otros, al sueco y al español. De la versión latina quedan cincuenta y tantos manuscritos, que concuerdan en lo esencial. Visio Tundali (Visión de Tundal) es su nombre, y se la considera una de las fuentes del poema de Dante.

Empecemos por la voz "Aqueronte". En el décimo libro de la Odisea, es un río infernal y fluye en los confines occidentales de la tierra habitable. Su nombre retumba en la Eneida, en la Farsalia de Lucano y en las Metamorfosis de Ovidio. Dante lo graba en un verso:

Su la triste riviera d'Acheronte

Una tradición hace de él un titán castigado; otra, de fecha posterior, lo sitúa no lejos del polo austral, bajo las constelaciones de las antípodas. Los etruscos tenían libros fatales que enseñaban la adivinación, y libros aquerónticos que enseñaban los caminos del alma después de la muerte del cuerpo. Con el tiempo, el "Aqueronte" llega a significar el "infierno". Tundal era un joven caballero irlandés, educado y valiente, pero de costumbres no irreprochables. Se enfermó en casa de una amiga y durante tres días y tres noches lo tuvieron por muerto, salvo que guardaba en el corazón un poco de calor. Cuando volvió en sí, refirió que el ángel de la guarda le había mostrado las regiones ultraterrenas. De las muchas maravillas que vio, la que ahora nos interesa es el monstruo Aqueronte. Este es mayor que una montaña. Sus ojos llamean y su boca es tan grande que nueve mil hombres cabrían en ella. Dos réprobos, como dos pilares o atlantes, la mantienen abierta; uno está de pie, otro de cabeza. Tres gargantas conducen al interior; las tres vomitan fuego que no se apaga. Del vientre de la bestia sale la continua lamentación de infinitos réprobos devorados. Los demonios dicen a Tundal que el monstruo se llama Aqueronte. El ángel de la guarda desaparece y Tundal es arrastrado con los demás. Adentro de Aqueronte hay lágrimas, tinieblas, crujir de dientes, fuego, ardor intolerante, frío glacial, perros, osos, leones y culebras. En esta leyenda, el infierno es un animal con otros animales adentro.

En 1758, Emmanuel Swedenborg escribió: "No me ha sido otorgado ver la forma general del Infierno, pero me han dicho que de igual manera que el Cielo tiene forma humana, el Infierno tiene la forma de un demonio".


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges por Alicia Schemper, 1977


31/5/17

Jorge Luis Borges: Arpías





Para la Teogonía de Hesíodo, las Arpías son divinidades aladas, y de larga y suelta cabellera, más veloces que los pájaros y los vientos; para el tercer libro de la Eneida, aves con cara de doncella, garras encorvadas y vientre inmundo, pálidas de hambre que no pueden saciar. Bajan de las montañas y mancillan las mesas de los festines. Son invulnerables y fétidas; todo lo devoran, chillando, y todo lo transforman en excrementos. Servio, comentador de Virgilio, escribe que así como Hécate es Proserpina en los Infiernos, Diana en la tierra, y Luna en el cielo, y la llaman "diosa triforme", las Arpías son Furias en los infiernos, Arpías en la tierra y Demonios (Dirae) en el cielo. También las confunden con las Parcas.
Por mandato divino, las Arpías persiguieron a un rey de Tracia que descubrió a los hombres el porvenir o que compró la longevidad al precio de sus ojos y fue castigado por el sol, cuya obra había ultrajado. Se aprestaba a comer con toda su corte y las Arpías devoraban o contaminaban los manjares. Los argonautas ahuyentaron a las Arpías; Apolonio de Rodas y William Morris (Life and Death of Jason) refieren la fantástica historia. Ariosto, en el canto treinta y tres del Furioso, transforma al rey de Tracia en el Preste Juan, fabuloso emperador de los abisinios.
Arpías, en griego, significa "las que raptan", "las que arrebatan". Al principio, fueron divinidades del viento, como los Maruts de los Vedas, que blanden armas de oro (los rayos) y que ordeñan las nubes.


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges por Brenno Quaretti



20/1/17

Jorge Luis Borges: Demonios del judaísmo / Los Demonios de Swedenborg








Demonios del judaísmo

Entre el mundo de la carne y del espíritu, la superstición judaica presuponía un orbe que habitaban ángeles y demonios. El censo de su población excedía las posibilidades de la aritmética. Egipto, Babilonia y Persia contribuyeron, a lo largo del tiempo, a la formación de ese orbe fantástico. Acaso por influjo cristiano (sugiere Trachtenberg) la Demonología o Ciencia de los Demonios importó menos que la Angelología o Ciencia de los Ángeles.
Nombremos, sin embargo, a Keteh Merirí, Señor del Medio Día y de los Calurosos Veranos. Unos niños que iban a la escuela se encontraron con él; todos murieron salvo dos. Durante el siglo XIII la Demonología Judaica se pobló de intrusos latinos, franceses y alemanes, que acabaron por confundirse con los que registra el Talmud.

Los Demonios de Swedenborg

Los Demonios de Emmanuel Swedenborg (1688-1772) no constituyen una especie; proceden del género humano. No están felices en esa región de pantanos, de desierto, de selvas, de aldeas arrasadas por el fuego, de lupanares, y de oscuras guaridas, pero en el Cielo serían más desdichados. A veces un rayo de luz celestial les llega desde lo alto; los Demonios lo sienten como una quemadura y como un hedor fétido. Se creen hermosos, pero muchos tienen caras bestiales o caras que son meros trozos de carne o no tienen caras. Viven en el odio recíproco y en la armada violencia; si se juntan lo hacen para destruirse o para destruir a alguien. Dios prohíbe a los hombres y a los ángeles trazar un mapa del Infierno, pero sabemos que su forma general es la de un Demonio. Los Infiernos más sórdidos y atroces están en el oeste.





En El libro de los seres imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Captura del documental Borges. El eterno retorno de Patricia Enis y Fernando Flores
Abajo:Margarita Guerrero en portada de su El huérfano del mar



24/12/16

Jorge Luis Borges: Bahamut







La fama de Bahamut llegó a los desiertos de Arabia, donde los hombres alteraron y magnificaron su imagen. De hipopótamo o elefante lo hicieron pez que se mantiene sobre un agua sin fondo y sobre el pez imaginaron un toro y sobre el toro una montaña hecha de rubí y sobre la montaña un ángel y sobre el ángel seis infiernos y sobre los infiernos la tierra y sobre la tierra siete cielos. Leemos en una tradición recogida por Lane: “Dios creó la tierra, pero la tierra no tenía sostén y así bajo la tierra creó un ángel. Pero el ángel no tenía sostén y así bajo los pies del ángel creó un peñasco hecho de rubí. Pero el peñasco no tenía sostén y así bajo el peñasco creó un toro con cuatro mil ojos, orejas, narices, bocas, lenguas y pies. Pero el toro no tenía sostén y así bajo el toro creó un pez llamado Bahamut, y bajo el pez puso agua, y bajo el agua puso oscuridad, y la ciencia humana no ve más allá de ese punto".
Otros declaran que la tierra tiene su fundamento en el agua; el agua, en el peñasco; el peñasco, en la cerviz del toro; el toro, en un lecho de arena; la arena, en Bahamut; Bahamut, en un viento sofocante; el viento sofocante, en una neblina. La base de la neblina se ignora.
Tan inmenso y tan resplandeciente es Bahamut que los ojos humanos no pueden sufrir su visión. Todos los mares de la tierra, puestos en una de sus fosas nasales, serían como un grano de mostaza en mitad del desierto. En la noche 496 del Libro de Las Mil y Una Noches, se refiere que a Isa (Jesús) le fue concedido ver a Bahamut y que, lograda esa merced, rodó por el suelo y tardó tres días en recobrar el conocimiento. Se añade que bajo el desaforado pez hay un mar, y bajo el mar un abismo de aire, y bajo el aire, fuego, y bajo el fuego, una serpiente que se llama Falak, en cuya boca están los infiernos.
La ficción del peñasco sobre el toro y del toro sobre Bahamut y de Bahamut sobre cualquier otra cosa parece ilustrar la prueba cosmológica de que hay Dios, en la que se argumenta que toda causa requiere una causa anterior y se proclama la necesidad de afirmar una causa primera, para no proceder en infinito.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges, Foto Casa de las Américas, Madrid 

12/11/16

Jorge Luis Borges: Las valquirias







Valquiria significa, en las primitivas lenguas germánicas, "la que elige a los muertos". Un conjuro anglosajón contra los dolores neurálgicos las describe, sin nombrarlas directamente, de esta manera:
"Resonantes eran, sí, resonantes, cuando cabalgaban sobre la altura. Eran resueltas, cuando cabalgaban sobre la tierra. Poderosas mujeres...".
No sabemos cómo las imaginaban las gentes de Alemania o de Austria; en la mitología escandinava son vírgenes armadas y hermosas. Su número habitual era tres.
Elegían a los caídos en el combate y llevaban sus almas al épico paraíso de Odín, cuya techumbre era de oro y que iluminaban espadas, no lámparas. Desde la aurora, los guerreros, en ese paraíso, combatían hasta morir, luego resucitaban y compartían el banquete divino, donde les ofrecían la carne de un jabalí inmortal e inagotables cuernos de hidromiel.
Bajo el creciente influjo del cristianismo, el nombre de Valquiria degeneró; un juez en la Inglaterra medieval hizo quemar a una pobre mujer acusada de ser una Valquiria, es decir una bruja.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)  
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Retrato de Jorge Luis Borges ©Cordon Press

27/10/16

Jorge Luis Borges: Los silfos







A cada una de las cuatro raíces o elementos en que los griegos habían dividido la materia, correspondió después un espíritu. En la obra de Paracelso, alquimista y médico suizo del siglo XVI, figuran cuatro espíritus elementales: los Gnomos de la tierra, las Ninfas del agua, las Salamandras del fuego, y los Silfos o Sílfides del aire. Estas palabras son de origen griego. Littré ha buscado la etimología de "Silfo" en las lenguas celtas, pero es del todo inverosímil que Paracelso conociera o siquiera sospechara esas lenguas.
Nadie cree en los Silfos, ahora; pero la locución "figura de sílfide" sigue aplicándose a las mujeres esbeltas, como elogio trivial. Los Silfos ocupan un lugar intermedio entre los seres materiales y los inmateriales. La poesía romántica y el ballet no los han desdeñado.


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto Jorge Luis Borges ©Paul Benoit/Associated Press


15/10/16

Jorge Luis Borges: Odradek [Franz Kafka]







"Unos derivan del eslavo la palabra odradek y quieren explicar su formación mediante ese origen. Otros la derivan del alemán y sólo admiten una influencia del eslavo. La incertidumbre de ambas interpretaciones es la mejor prueba de que son falsas; además, ninguna de ellas nos da una explicación de la palabra.
"Naturalmente nadie perdería el tiempo en tales estudios si no existiera realmente un ser que se llama Odradek. Su aspecto es el de un huso de hilo, plano y con forma de estrella, y la verdad es que parece hecho de hilo, pero de pedazos de hilos cortados, viejos, anudados y entreverados, de distinta clase y color. No sólo es un huso; del centro de la estrella sale un palito transversal, y en este palito se articula otro en ángulo recto. Con ayuda de este último palito de un lado y uno de los rayos de la estrella del otro, el conjunto puede pararse, como si tuviera dos piernas.
"Uno estaría tentado de creer que esta estructura tuvo alguna vez una forma adecuada a una función, y que ahora está rota. Sin embargo, tal no parece ser el caso; por lo menos no hay ningún indicio en ese sentido: en ninguna parte se ven composturas o roturas; el conjunto parece inservible, pero a su manera completo. Nada más podemos decir, porque Odradek es extraordinariamente movedizo y no se deja apresar.
"Puede estar en el cielo raso, en el hueco de la escalera, en los corredores, en el zaguán. A veces pasan meses sin que uno lo vea. Se ha corrido a las casas vecinas, pero siempre vuelve a la nuestra. Muchas veces, cuando uno sale de la puerta y lo ve en el descanso de la escalera, dan ganas de hablarle. Naturalmente no se le hacen preguntas difíciles, sino que se lo trata -su tamaño diminuto nos lleva a eso- como a un niño. "¿Cómo te llamas?", le preguntan. "Odradek", dice. "¿Y dónde vives?" "Domicilio incierto", dice y se ríe, pero es una risa sin pulmones. Suena como un susurro de hojas secas. Generalmente el diálogo acaba ahí. No siempre se consiguen esas respuestas; a veces guarda un largo silencio, como la madera, de que parece estar hecho.
"Inútilmente me pregunto qué ocurrirá con él. ¿Puede morir? Todo lo que muere ha tenido antes una meta, una especie de actividad, y así se ha gastado; esto no corresponde a Odradek. ¿Bajará la
escalera arrastrando hilachas ante los pies de mis hijos y de los hijos de mis hijos? No hace mal a nadie, pero la idea de que puede sobrevivirme es casi dolorosa para mí".

Franz Kafka [El título original es Die Sorge des Hausvofers (La preocupación del padre de familia).]


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Versión castellana de Jorge Luis Borges
Afiche Mural II Bienal Borges Kafka
Buenos Aires, abril 2010

19/8/16

Jorge Luis Borges: El Gato de Cheshire y los Gatos de Kilkenny






En inglés existe la locución "grin like a Cheshire cat" ("sonreír sardónicamente como un gato de Cheshire"). Se han propuesto varias explicaciones. Una, que en Cheshire vendían quesos en forma de gato que ríe. Otra, que Cheshire es un condado palatino o "earldom" y que esa distinción nobiliaria causó la hilaridad de los gatos. Otra, que en tiempos de Ricardo Tercero hubo un guardabosque, Caterling, que sonreía ferozmente al batirse con los cazadores furtivos.
En la novela onírica Alice in Wonderland publicada en 1865, Lewis Carroll otorgó al Gato de Cheshire el don de desaparecer gradualmente, hasta no dejar otra cosa que la sonrisa, sin dientes y sin boca. De los Gatos de Kilkenny se refiere que riñeron furiosamente y se devoraron hasta no dejar más que las colas. El cuento data del siglo XVIII.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Imagen: ilustración de John Tenniel para la edición 
de 1866 de Alice in Wonderland, de Lewis Carroll



19/7/16

Jorge Luis Borges: El dragón






El Dragón


El Dragón posee la capacidad de asumir muchas formas, pero éstas son inescrutables. En general lo imaginan con cabeza de caballo, cola de serpiente, grandes alas laterales y cuatro garras, cada una provista de cuatro uñas. Se habla asimismo de sus nueve semblanzas: sus cuernos se asemejan a los de un ciervo, su cabeza a la del camello, sus ojos a los de un demonio, su cuello al de la serpiente, su vientre al de un molusco, sus escamas a las de un pez, sus garras a las del águila, las plantas de sus pies a las del tigre, y sus orejas a las del buey. Hay ejemplares a quienes les faltan orejas y que oyen por los cuernos. Es habitual representarlo con una perla, que pende de su cuello y es emblema del sol. En esa perla está su poder. Es inofensivo si se la quitan.

La historia le atribuye la paternidad de los primeros emperadores. Sus huesos, dientes y saliva gozan de virtudes medicinales. Puede, según su voluntad, ser visible a los hombres o invisible. En la primavera sube a los cielos; en el otoño se sumerge en la profundidad de las aguas. Algunos carecen de alas y vuelan con ímpetu propio. La ciencia distingue diversos géneros.

El Dragón Celestial lleva en el lomo los palacios de las divinidades e impide que éstos caigan sobre la tierra; el Dragón Divino produce los vientos y las lluvias, para bien de la humanidad; el Dragón Terrestre determina el curso de los arroyos y de los ríos; el Dragón Subterráneo cuida los tesoros vedados a los hombres. Los budistas afirman que los Dragones no abundan menos que los peces de sus muchos mares concéntricos; en alguna parte del universo existe una cifra sagrada para expresar su número exacto. El pueblo chino cree en los Dragones más que en otras deidades, porque los ve con tanta frecuencia en las cambiantes nubes. Paralelamente, Shakespeare había observado que hay nubes con forma de Dragón (sometimes we see a cloud that's dragonish).

El Dragón rige las montañas, se vincula a la geomancia, mora cerca de los sepulcros, está asociado al culto de Confucio, es el Neptuno de los mares y aparece en tierra firme. Los reyes de los Dragones del Mar habitan resplandecientes palacios bajo las aguas y se alimentan de ópalos y de perlas. Hay cinco de esos reyes: el principal está en el centro, los otros cuatro corresponden a los puntos cardinales. Tienen una legua de largo; al cambiar de postura hacen chocar a las montañas. Están revestidos de una armadura de escamas amarillas. Bajo el hocico tienen una barba; las piernas y la cola son velludas. La frente se proyecta sobre los ojos llameantes, las orejas son pequeñas y gruesas, la boca siempre abierta, la lengua larga y los dientes afilados. El aliento hierve a los peces, las exhalaciones del cuerpo los asa. Cuando suben a la superficie de los océanos producen remolinos y tifones; cuando vuelan por los aires causan tormentas que destechan las casas de las ciudades y que inundan los campos. Son inmortales y pueden comunicarse entre sí a pesar de las distancias que los separan y sin necesidad de palabras. En el tercer mes hacen su informe anual a los cielos superiores.


El Dragón Chino


La cosmogonía china enseña que los Diez Mil Seres (el mundo) nacen del juego rítmico de dos principios complementarios y eternos, que son el Yin y el Yang. Corresponden al Yin la concentración, la oscuridad, la pasividad, los números pares y el frío; al Yang, el crecimiento, la luz, el ímpetu, los números impares y el calor. Símbolos del Yin son la mujer, la tierra, el anaranjado, los valles, los cauces de los ríos y el tigre; del Yang, el hombre, el cielo, el azul, las montañas, los pilares, el Dragón.

El Dragón Chino, el Lung, es uno de los cuatro animales mágicos. (Los otros son el unicornio, el fénix y la tortuga.) En el mejor de los casos el Dragón Occidental es aterrador, y en el peor, ridículo; el Lung de las tradiciones, en cambio, tiene divinidad y es como un ángel que fuera también león. Así, en las Memorias históricas de Ssu-Ma Ch'ien leemos que Confucio fue a consultar al archivero o bibliotecario Lao Tse y que, después de la visita, manifestó:

"Los pájaros vuelan, los peces nadan y los animales corren. El que corre puede ser detenido por una trampa, el que nada por una red y el que vuela por una flecha. Pero ahí está el Dragón; no sé cómo cabalga en el viento ni cómo Llega al cielo. Hoy he visto a Lao Tse y puedo decir que he visto al Dragón".

Un Dragón o un Caballo-Dragón surgió del río Amarillo y reveló a un emperador el famoso diagrama circular que simboliza el juego recíproco del Yang y el Yin; un rey tenía en sus establos Dragones de silla y de tiro; otro se nutrió de Dragones y su reino fue próspero. Un gran poeta, para ilustrar los riesgos de la eminencia, pudo escribir: "El Unicornio acaba como tambre, el Dragón como pastel de carne".

En el I King (Canon de las Mutaciones), el Dragón suele significar el sabio.

Durante siglos, el Dragón fue el emblema imperial. El trono del emperador se llamó el Trono del Dragón; su rostro, el Rostro del Dragón. Para anunciar que el emperador había muerto, se decía que había ascendido al firmamento sobre un Dragón.

La imaginación popular vincula el Dragón a las nubes, a la lluvia que los agricultores anhelan y a los grandes ríos. "La tierra se une con el Dragón", es una locución habitual para significar la lluvia. Hacia el siglo VI, Chang Seng-Yu ejecutó una pintura mural en la que figuraban cuatro Dragones. Los espectadores lo censuraron porque había omitido los ojos. Chang, fastidiado, retomó los pinceles y completó dos de las sinuosas imágenes. Entonces "el aire se pobló de rayos y truenos, el muro se agrietó y los Dragones ascendieron al cielo. Pero los otros dos Dragones sin ojos se quedaron en su lugar".

El Dragón Chino tiene cuernos, garras y escamas, y su espinazo está como erizado de púas. Es habitual representarlo con una perla, que suele tragar o escupir; en esa perla está su poder. Es inofensivo si se la quitan.

Chuang Tzu nos habla de un hombre tenaz que, al cabo de tres ímprobos años, dominó el arte de matar Dragones, y que en el resto de sus días no dio con una sola oportunidad de ejercerlo.


El Dragón en Occidente


Una gruesa y alta serpiente con garras y alas es quizá la descripción más fiel del Dragón. Puede ser negro, pero conviene que también sea resplandeciente; asimismo suele exigirse que exhale bocanadas de fuego y de humo. Lo anterior se refiere, naturalmente, a su imagen actual; los griegos parecen haber aplicado su nombre a cualquier serpiente considerable. Plinio refiere que en el verano el Dragón apetece la sangre del elefante, que es notablemente fría. Bruscamente lo ataca, se le enrosca y le clava los dientes. El elefante exangüe rueda por tierra y muere; también muere el Dragón, aplastado por el peso de su adversario. También leemos que los Dragones de Etiopía, en busca de mejores pastos, suelen atravesar el Mar Rojo y emigrar a Arabia. Para ejecutar esa hazaña, cuatro o cinco Dragones se abrazan y forman una especie de embarcación, con las cabezas fuera del agua. Otro capítulo hay dedicado a los remedios que se derivan del Dragón. Ahí se lee que sus ojos, secados y batidos con miel, forman un linimento eficaz contra las pesadillas. La grasa del corazón del Dragón guardada en la piel de una gacela y atada al brazo con los tendones de un ciervo asegura el éxito en los litigios; los dientes, asimismo, atados al cuerpo, hacen que los amos sean indulgentes y los reyes graciosos. El texto menciona con escepticismo una preparación que hace invencibles a los hombres. Se elabora con pelo de león, con la médula de ese animal, con la espuma de un caballo que acaba de ganar una carrera, con las uñas de un perro y con la cola y la cabeza de un Dragón.

En el libro undécimo de la Ilíada se lee que en el escudo de Agamenón había un Dragón azul y tricéfalo; siglos después los piratas escandinavos pintaban Dragones en sus escudos y esculpían cabezas de Dragón en las proas de las naves. Entre los romanos, el Dragón fue insignia de la cohorte, como el águila de la legión; tal es el origen de los actuales Regimientos de Dragones. En los estandartes de los reyes germánicos de Inglaterra había Dragones; el objeto de tales imágenes era infundir terror a los enemigos. Así, en el romance de Athis se lee:


Ce souloient Romains porter, / Ce nous fait moult à redouter.

Esto solían llevar los romanos, / Esto hace que nos teman muchísimo.


En el Occidente el Dragón siempre fue concebido como malvado. Una de las hazañas clásicas de los héroes (Hércules, Sigurd, San Miguel, San Jorge) era vencerlo y matarlo. En las leyendas germánicas, el Dragón custodia objetos preciosos. Así, en la Gesta de Beowulf, compuesta en Inglaterra hacia el siglo VIII, hay un Dragón que durante trescientos años es guardián de un tesoro. Un esclavo fugitivo se esconde en su caverna y se lleva un jarro. El Dragón se despierta, advierte el robo y resuelve matar al ladrón; a ratos baja a la caverna y la revisa bien. (Admirable ocurrencia del poeta atribuir al monstruo esa inseguridad tan humana.) El Dragón empieza a desolar el reino; Beowulf lo busca, combate con él y lo mata.

La gente creyó en la realidad del Dragón. Al promediar el siglo XVI, lo registra la Historia Animalium de Conrad Gesner, obra de carácter científico.

El tiempo ha desgastado notablemente el prestigio de los Dragones. Creemos en el león como realidad y como símbolo; creemos en el minotauro como símbolo, ya que no como realidad; el Dragón es acaso el más conocido, pero también el menos afortunado de los animales fantásticos. Nos parece pueril y suele contaminar de puerilidad las historias en que figura. Conviene no olvidar, sin embargo, que se trata de un prejuicio moderno, quizá provocado por el exceso de Dragones que hay en los cuentos de hadas. Empero, en la Revelación de San Juan se habla dos veces del Dragón, "la vieja serpiente que es el Diablo y es Satanás". Análogamente, San Agustín escribe que el diablo "es león y Dragón; león por el ímpetu, Dragón por la insidia". Jung observa que en el Dragón están la serpiente y el pájaro, los elementos de la tierra y el aire.





En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero

5/6/16

Jorge Luis Borges: Lilith






"Porque antes de Eva fue Lilith", se lee en un texto hebreo. Su leyenda inspiró al poeta inglés Dante Gabriel Rossetti ( 1828-1882) la composición de Eden's Bower. Lilith era una serpiente; fue la primera esposa de Adán y le dio "glittering sons and radiant daughters" (hijos resplandecientes e hijas radiantes). Dios creó a Eva después; Lilith, para vengarse de la mujer humana de Adán, la instó a probar del fruto prohibido y a concebir a Caín, hermano y asesino de Abel. Tal es la forma primitiva del mito, seguida por Rossetti. A lo largo de la Edad Media, el influjo de la palabra "layil", que en hebreo vale por "noche", fue transformándolo. Lilith dejó de ser una serpiente para ser un espíritu nocturno. A veces es un ángel que rige la generación de los hombres; otras es demonios que asaltan a los que duermen solos o a los que andan por los caminos. En la imaginación popular suele asumir la forma de una alta mujer silenciosa, de negro pelo suelto.







En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Imágenes: Eden´s Bower o Lady Lilith de Dante Gabriel Rossetti
Delaware Art Museum, 1866-73
Y facsímil de la primera publicación del soneto a Lilith
Body´s Beauty en The house of life, Sonnet LXXVIII

14/5/16

Jorge Luis Borges: El minotauro







La idea de una casa hecha para que la gente se pierda es tal vez más rara que la de un hombre con cabeza de toro, pero las dos se ayudan y la imagen del laberinto conviene a la imagen del Minotauro. Queda bien que en el centro de una casa monstruosa haya un habitante monstruoso.

El Minotauro, medio toro y medio hombre, nació de los amores de Pasifae, reina de Creta, con un toro blanco que Poseidón hizo salir del mar Dédalo, autor del artificio que permitió que se realizaran tales amores, construyó el laberinto destinado a encerrar y a ocultar al hijo monstruoso. Éste comía carne humana; para su alimento, el rey de Creta exigió anualmente de Atenas un tributo de siete mancebos y de siete doncellas. Teseo decidió salvar a su patria de aquel gravamen y se ofreció voluntariamente. Ariadna, hija del rey, le dio un hilo para que no se perdiera en los corredores; el héroe mató al Minotauro y pudo salir del laberinto.

Ovidio, en un pentámetro que trata de ser ingenioso, habla del "hombre mitad toro y toro mitad hombre"; Dante, que conocía las palabras de los antiguos, pero no sus monedas y monumentos, imaginó al Minotauro con cabeza de hombre y cuerpo de toro (Inferno, XII, 1-30).

El culto del toro y de la doble hacha (cuyo nombre era labrys, que luego pudo dar laberinto) era típico de las religiones prehelénicas, que celebraban Tauromaquias sagradas. Formas humanas con cabeza de toro figuraron, a juzgar por las pinturas murales, en la demonología cretense. 

Probablemente, la fábula griega del Minotauro es una tardía y torpe versión de mitos antiquísimos, la sombra de otros sueños aún más horribles.



En El libro de los seres imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Jorge Luis Borges, Centro de Documentación Perfil

4/4/16

Jorge Luis Borges: Los gnomos







Son más antiguos que su nombre, que es griego, pero que los clásicos ignoraron, porque data del siglo XV. Los etimólogos lo atribuyen al alquimista suizo Paracelso, en cuyos libros aparece por vez primera.

Son duendes de la tierra y de las montañas. La imaginación popular los ve como enanos barbudos, de rasgos toscos y grotescos; usan ropa ajustada de color pardo y capuchas monásticas. A semejanza de los grifos de la superstición helénica y oriental, y de los dragones germánicos, tienen la misión de custodiar tesoros ocultos.

Gnosis, en griego, es "conocimiento"; se ha conjeturado que Paracelso inventó la palabra "gnomo", porque éstos conocían y podían revelar a los hombres el preciso lugar en que los metales estaban escondidos.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto ©Carlos Pesce, Siete Días5 de abril de 1978

7/3/16

Jorge Luis Borges: Las hadas








Su nombre se vincula a la voz latina "fatum" (hado, destino). Intervienen mágicamente en los sucesos de los hombres. Se ha dicho que las Hadas son las más numerosas, las más bellas y las más memorables de las divinidades menores. No están limitadas a una sola región o a una sola época. Los antiguos griegos, los esquimales y los pieles rojas narran historias de héroes que han logrado el amor de estas fantásticas criaturas. Tales aventuras son peligrosas; el Hada, una vez satisfecha su pasión, puede dar muerte a sus amantes.

En Irlanda y en Escocia les atribuyen moradas subterráneas, donde confinan a los niños y a los hombres que suelen secuestrar. La gente cree que poseían las puntas de flechas neolíticas que exhuman en los campos y a las que dotaban de infalibles virtudes medicinales.

A las Hadas les gusta el color verde, el canto y la música. A fines del siglo XVII un eclesiástico escocés, el Reverendo Kirk, de Aberboyle, compiló un tratado que se titula "La Secreta República de los Elfos, de las Hadas y de los Faunos". En 1815, Sir Walter Scott dio esa obra manuscrita a la imprenta. Del señor Kirk se dice que lo arrebataron las Hadas porque había revelado sus misterios. En los mares de Italia el Hada Morgana urde espejismos para confundir y perder a los navegantes.


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Borges con estudiantes, Buenos Aires, 1978


27/1/16

Jorge Luis Borges: Las ninfas









Paracelso limitó su habitación a las aguas, pero los antiguos las dividieron en Ninfas de las aguas y de la tierra. De estas últimas, algunas presidían sobre los bosques. Las Hamadríadas moraban invisiblemente en los árboles y perecían con ellos; de otras se creyó que eran inmortales o que vivían miles de años. Las que habitaban en el mar se llamaban Oceánidas o Nereidas; las de los ríos, Náyades. Su número preciso no se conoce; Hesíodo aventuró la cifra de tres mil. Eran doncellas graves y hermosas; verlas podía provocar la locura y, si estaban desnudas, la muerte. Una línea de Propercio así lo declara.

Los antiguos les ofrendaban miel, aceite y leche. Eran divinidades menores; no se erigieron templos en su honor.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Jorge Luis Borges y Héctor Olivera
Revista Gente, Número 489, Año 1974

2/12/15

Jorge Luis Borges: Cronos o Hércules







El tratado Dudas y Soluciones sobre los Primeros Principios del neoplatónico Damascio registra una curiosa versión de la teogonía y cosmogonía de Orfeo, en la que Cronos -o Hércules- es un monstruo:

"Según Jerónimo y Helánico (si los dos no son uno solo), la doctrina órfica enseña que en el principio hubo agua y lodo, con los que se amasó la tierra. Estos dos principios puso como primeros: agua y tierra. De ellos salió el tercero, un dragón alado, que por delante mostraba la cabeza de un toro, por detrás la de un león y por el medio el rostro de un dios; lo llamaron "Cronos que no envejece" y también "Heracles". Con él nació la Necesidad, que también se llama la Inevitable, y que se dilató sobre el Universo y tocó sus confines... Cronos, el dragón, sacó de sí una triple simiente: el húmedo Éter, el ilimitado Caos y el nebuloso Erebo. Debajo de ellos puso un huevo, del que saldría el mundo. El último principio fue un dios que era hombre y mujer, con alas de oro en las espaldas y cabezas de toro en los flancos, y sobre la cabeza un desmesurado dragón, igual a toda suerte de fieras".

Tal vez porque lo desaforado y monstruoso parece menos propio de Grecia que del Oriente, Walter Kranz atribuye a estas invenciones una procedencia oriental.



En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Foto: Retrato de Borges, CeDoc Diario Perfil 


17/9/15

Jorge Luis Borges: El Golem










Nada casual podemos admitir en un libro dictado por una inteligencia divina, ni siquiera el número de las palabras o el orden de los signos; así lo entendieron los cabalistas y se dedicaron a contar, combinar y permutar las letras de la Sagrada Escritura, urgidos por el ansia de penetrar los arcanos de Dios. Dante, en el siglo XIII, declaró que todo pasaje de la Biblia tiene cuatro sentidos, el literal, el alegórico, el moral y el analógico; Escoto Erígena, más consecuente con la noción de divinidad, ya había dicho que los sentidos de la Escritura son infinitos, como los colores de la cola del pavo real.

Los cabalistas hubieran aprobado este dictamen; uno de los secretos que buscaron en el texto divino fue la creación de seres orgánicos. De los demonios se dijo que podían formar criaturas grandes y macizas, como el camello, pero no finas y delicadas, y el rabino Eliezer les negó la facultad de producir algo de tamaño inferior a un grano de cebada. Golem se llamó al hombre creado por combinaciones de letras; la palabra significa, literalmente, una materia amorfa o sin vida.
En el Talmud (Sanhedrin, 65, b) se lee:

Si los justos quisieran crear un mundo, podrían hacerlo. Combinando las letras de los inefables nombres de Dios, Raya consiguió crear un hombre y lo mandó a Ray Zera. Éste le dirigió la palabra; como el hombre no respondía, el rabino le dijo:

-Eres una creación de la magia; vuelve a tu polvo.

"Dos maestros solían cada viernes estudiar las leyes de la Creación y crear un ternero de tres años, que luego aprovechaban para la cena".

[Parejamente, Schopenhauer escribe: "En la página 325 del primer tomo de su Zauberoioliothek (Biblioteca mágica), Horst compendia así la doctrina de la visionaria inglesa Jane Lead: Quien posee fuerza mágica, puede, a su arbitrio, dominar y renovar el reino mineral, el reino vegetal y el reino animal; bastaría, por consiguiente, que algunos magos se pusieran de acuerdo para que toda la Creación retornara al estado paradisíaco". (Sobre la Voluntad en la Naturaleza, VII).]

La fama occidental del Golem es obra del escritor austriaco Gustav Meyrink, que en el quinto capítulo de su novela onírica Der Golem (1915) escribe así:

"El origen de la historia remonta al siglo XVII. Según perdidas fórmulas de la cábala, el rabino Judah Loew ben Bezabel construyó un hombre artificial -el llamado Golem- para que éste tañera las campanas en la sinagoga e hiciera los trabajos pesados. No era, sin embargo, un hombre como los otros y apenas lo animaba una vida sorda y vegetativa. Esta duraba hasta la noche y debía su virtud al influjo de una inscripción mágica, que le ponían detrás de los dientes y que atraía las libres fuerzas siderales del universo. Una tarde, antes de la oración de la noche, el rabino se olvidó de sacar el sello de la boca del Golem y éste cayó en un frenesí, corrió por las callejas oscuras y destrozó a quienes se le pusieron delante. El rabino, al fin, lo atajó y rompió el sello que lo animaba. La criatura se desplomó. Sólo quedó la raquítica figura de barro, que aún hoy se muestra en la sinagoga de Praga".

Eleazar de Worms ha conservado la fórmula necesaria para construir un Golem. Los pormenores de la empresa abarcan veintitrés columnas en folio y exigen el conocimiento de "los alfabetos de las doscientas veintiuna puertas" que deben repetirse sobre cada órgano del Golem. En la frente se tatuará la palabra "Emet", que significa "Verdad". Para destruir la criatura, se borrará la letra inicial, porque así queda la palabra "met", que significa "muerto".




En Manual de Zoología Fantástica (1957)
Y en El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero 
Retrato de Jorge Luis Borges en su casa
24 08 1975, Foto Gerardo Horovitz
Revista Siete Días Ilustrados (29 de agosto de 1975)
Digitalización de  Mágicas Ruinas, 2003
Sobre el muro, retrato al óleo de Leonor Acevedo 
de Haydeé Lagomarsino Miranda
Coleción privada, 1972




1/7/15

Jorge Luis Borges: Los Lamed Wufniks - Los justos




© dpa Picture-Alliance borgestodoelanio.blogspot.com




Los Lamed Wufniks

Hay en la tierra, y hubo siempre, treinta y seis hombres rectos cuya misión es justificar el mundo ante Dios. Son los Lamed Wufniks. No se conocen entre sí y son muy pobres. Si un hombre llega al conocimiento de que es un Lamed Wufnik muere inmediatamente y hay otro, acaso en otra región del planeta, que toma su lugar. Constituyen, sin sospecharlo, los secretos pilares del universo. Si no fuera por ellos, Dios aniquilaría al género humano. Son nuestros salvadores y no lo saben.
Esta mística creencia de los judíos ha sido expuesta por Max Brod.
La remota raíz puede buscarse en el capítulo dieciocho del Génesis, donde el Señor declara que no destruirá la ciudad de Sodoma, si en ella hubiere diez hombres justos.

Los árabes tienen un personaje análogo, los Kutb.


En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero 



Los Justos

Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del Sur juegan un silencioso ajedrez.
El ceramista que premedita un color y una forma.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar un mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo.


En La cifra (1981)


Foto Borges en Roma 1982 
© Roberto Pera - Corbis - Deustche Press Agency 




9/6/15

Jorge Luis Borges: El Doble










Sugerido o estimulado por los espejos, las aguas, y los hermanos gemelos, el concepto del Doble es común a muchas naciones. Es verosímil suponer que sentencias como "Un amigo es un otro yo", de Pitágoras, o el "Conócete a ti mismo" platónico se inspiraron en él. En Alemania lo llamaron el Doppelgaenger; en Escocia el Fetch, porque viene a buscar (fetch) a los hombres para llevarlos a la muerte. Encontrarse consigo mismo es, por consiguiente, ominoso; la trágica balada Ticonderoga de Robert Louis Stevenson refiere una leyenda sobre este tema. Recordemos también el extraño cuadro How they met themselves de Rossetti; dos amantes se encuentran consigo mismos, en el crepúsculo de un bosque. Cabría citar ejemplos análogos de Hawthorne, de Dostoievski y de Alfred de Musset.

Para los judíos, en cambio, la aparición del Doble no era presagio de una próxima muerte. Era la certidumbre de haber logrado el estado profético. Así lo explica Gershom Scholem. Una tradición recogida por el Talmud narra el caso de un hombre en busca de Dios, que se encontró consigo mismo.

En el relato William Wilson de Poe, el Doble es la conciencia del héroe. Este lo mata y muere. En la poesía de Yeats, el Doble es nuestro anverso, nuestro contrario, el que nos complementa, el que no somos ni seremos. Plutarco escribe que los griegos dieron el nombre de "otro yo" al representante de un rey.




En El Libro de los Seres Imaginarios (1967)
Con la colaboración de Margarita Guerrero
Imagen: How They Met Themselves,
Dante Gabrel Rossetti, 1864



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