27/11/18

Jorge Luis Borges: La última conferencia transcripta por Juan Carlos Dido







En «El Evangelio según San Marcos», incluido en el libro El informe de Brodie, Borges adjudica al protagonista haber estudiado en el «colegio inglés de Ramos Mejía». Ramos Mejía es una ciudad del Gran Buenos Aires, a menos de diez kilómetros de la capital argentina, en su continuidad urbana hacia el oeste. Se admite que la institución que menciona en el cuento es el Colegio Ward, con una trayectoria casi centenaria y célebre por la enseñanza de idioma inglés que caracterizaba a sus cursos. Borges visitó el Ward hace diez años, el 5 de septiembre de 1985, invitado por Pedro Urcola, ex director de la institución, quien mantenía con él cierta amistad derivada del quehacer literario. Inicialmente, Borges iba a ofrecer una conferencia en inglés para los estudiantes avanzados. Cuando se conoció ^esta restricción, según recuerdan los testigos, los demás alumnos provocaron un revuelo que obligó a democratizar la presencia del escritor. Borges habló en castellano, para quienes quisieron escucharlo, en la biblioteca del colegio, aunque, atendiendo su pedido, no se dio difusión pública al hecho.

Borges solicitó una mesa y un sillón con brazos y almohada. Pidió, antes de comenzar, un vaso de agua, que le pareció pequeño, por lo que requirió que se lo cambiaran por otro más grande La persona encargada, algo molesta por el reclamo, le trajo entonces un vaso enorme y lo colocó ostensiblemente sobre la mesa Borges no bebió ni un sorbo; el vaso quedó intacto. Almorzó en el colegio. Comió puré de papa, zapallo y zanahoria y tomó jugo de pomelo. Al poco tiempo viajó a Suiza, ya enfermo, y no regresó. Quedan algunas fotos, una de ellas es la de página 170, los recuerdos de testigos y un cassette con sus palabras, que nunca se transcribieron.

El escritor contestó preguntas de los asistentes. Con la misma naturalidad, respondió acerca de temas trascendentes, como la vida, la muerte, Dios, y de otros más domésticos, como los libros, el lector, algunos escritores. En la introducción, la persona que lo presentó hizo un elogio de la poesía citando expresiones de varios autores. «Quién pudiera ser poeta» dijo Borges al escuchar esos conceptos. En la transcripción, las respuestas de Borges se han ordenado según algunos temas recurrentes. En lugar de la pregunta, se enuncia el asunto; siguen las explicaciones del escritor, respetadas textualmente, salvo algún titubeo o  repetición.

Juan Carlos Dido

Lectores/los otros

Yo no escribo para nadie. Escribo porque siento la necesidad de hacerlo, pero no pienso en el lector. Trabajo el texto y procuro que lo trabajoso no se note. Quiero que todo parezca espontáneo. Mis amigos saben que no tienen que hablar de lo que yo escribo. De Bioy Casares tengo un libro espléndido, El Sueño de los Héroes. Tenemos un pacto táctico: yo publico un libro y no se lo mando; él publica un libro y no me lo manda. Nunca hablamos de lo que hemos escrito.

Las condiciones para que pueda considerar «amiga» a una persona no dependen de mí. Hay personas inmediatamente simpáticas y otras me son inmediatamente antipáticas. Por ejemplo: yo conozco a una persona y sé de inmediato si esa persona me mira con amistad, con odio, con indiferencia. Cuando una persona siente amistad por mí, yo lo siento; cuando tiene inteligencia, también. No se siente por lo que la persona dice; se siente casi a pesar de lo que dice. Otro ejemplo: yo voy a una reunión, me presentan a varias personas. Una de ellas dice cosas muy inteligentes, otra dice frivolidades o no dice nada. Al salir, yo sé que la primera era imbécil y la segunda sumamente inteligente por no haber dicho nada.


Creación literaria

Yo siento, a veces, que algo está a punto de ocurrir. Entonces trato de esperar asiduamente que llegue ese algo, que será después un soneto, un cuento, una metáfora, una fábula. De alguna parte recibo ese algo; trato de ser digno de ese honor y procuro intervenir lo menos posible en lo que escribo. Cuando yo era joven, tenía teorías; ahora no tengo ninguna. Creo que cada tema le hace saber al escritor si quiere ser escrito en prosa, en verso, si está buscando un soneto, si está buscando un verso libre. Continuamente recibo esos dones. A veces, escribo un cuento y, una vez escrito, compruebo que es un cuento que escribí hace muchos años, realmente distinto. En fin, creo que lo importante es recibir. Buscar un tema es un error, un error propio de quien no tiene destino de escritor. Un escritor debe recibir temas, tiene que dejar que los temas lo busquen y lo encuentren. Publicar no tiene ninguna importancia, no es parte esencial del destino de un escritor. Coincido con Alfonso Reyes: publicamos para no pasarnos la vida corrigiendo los borradores. Yo no sé si mis libros son un éxito o un fracaso. No leo nada escrito sobre mí. En mi casa no hay libros míos ni libros escritos sobre mí.

Muchos escritores dicen que escribir es un sufrimiento. No es mi caso. Escribir es un alivio En los últimos días he escrito tres sonetos, porque el soneto es portátil, uno lo lleva en la cabeza, las rimas ayudan a la memoria y uno va haciendo borradores mentales. Luego uno lo dicta, luego uno lo olvida, uno lo retoma, uno lo corrige. Para un hombre que tiene que estar solo, escribir en verso es el mejor pasatiempo. Escribir es grato; no importa la calidad de lo que uno escribe. Escribir es un placer.

Yo siempre estoy escribiendo lo mismo. Siempre tengo aquellos temas del laberinto, tengo pesadillas casi todas las noches, estoy perdido. Luego, el tigre que me ha atraído siempre. Cuando yo era chico me demoraba horas y horas en el jardín zoológico, mirándolo. Después encontré una frase que dice que el tigre es un símbolo de terrible elegancia. Tengo otros temas, como el espejo, que es el tema del doble, del alter ego; las máscaras, que me daban tanto miedo cuando era chico. Los temas y los argumentos son pocos, pero los repito con variaciones.


Literatura/sueño/realidad

No sabemos si la realidad es real o fantástica. No sabemos si el universo pertenece al género realista o al fantástico. Posiblemente, todo el mundo es un sueño, toda la historia es un sueño. Ese sueño puede no ser soñado por nadie. Es un sueño que se sueña. La historia es parte de ese sueño y yo, en este momento, soy parte del sueño de cada uno de ustedes, por lo que puedo decir que el sueño de ustedes es un poco trivial. A un joven que quiera empezar a escribir le diría lo que una vez me dijo mi padre: que sólo escribiera cuando sintiera una necesidad íntima de hacerlo, sin apresurarse a publicar; y que leyera mucho, pero que sólo leyera lo que le interese. No hay que leer un libro porque es antiguo, porque es moderno, porque es famoso, tenemos que leerlo cuando realmente nos interesa. Mi padre me ofreció su biblioteca, una vasta biblioteca, con muchos libros ingleses. Yo leía, como sigo leyendo ahora, por ejemplo, Kipling, Las Mil y Una Noches, el Quijote, el Facundo, en fin... yo he leído muy poco realmente. Estoy siempre releyendo los mismos libros. Yo no sé italiano, pero he leído la Divina Comedia diez o doce veces.

Todo lo que escribo es biográfico. Como soy un hombre muy tímido digo todo indirectamente. No he creado personajes ni situaciones. Todo eso me ha ocurrido un poco menos enfático, menos dramático, pero me ha ocurrido. En cierto modo, todo lo que yo escribo es confesional.

La literatura es un arte de la categoría más alta. Las ciencias se modifican constantemente, pero una vez escrita, la Odisea está ahí para siempre. Cuando algo sale bien, sale bien para siempre. Es lo mismo que se haya escrito en la antigüedad remota, en el siglo XVII o ahora: es lo mismo.

Si un hombre siente la necesidad íntima de escribir, debe hacerlo; si no, no tiene por qué hacerlo. Cuando yo era joven, todos sentíamos la gravitación de Lugones. Lugones había dicho que la metáfora era un elemento esencial en la poesía. Últimamente, se ha estudiado, a través del inglés y del alemán, la poesía japonesa. No hay una sola metáfora, como si sintieran que cada cosa es única, que no puede ser transformada en otra. Por ejemplo; un famoso poema japonés, que consta de diecisiete sílabas, puede traducirse así: «Sobre la gran campana de bronce se ha posado una mariposa». Eso es todo. Se compara la gran campana perdurable de bronce con lo fugaz y fino de la mariposa. Y eso es el poema. No hay una sola metáfora. En la poesía china tampoco; nunca se compara una cosa con otra; es la ausencia de la metáfora. Claro que tampoco es obligatoria la ausencia de metáfora. Creo que lo importante en el verso es la cadencia. El verso tiene que tener, esencialmente, música, música verbal. El verso tiene que ser grato al oído. Para los chinos y japoneses, el verso tiene que ser grato a la vista. Lo escriben en ideogramas caligráficos que tienen que ser un espectáculo.

La poesía es una necesidad eterna del hombre. Creo que todo cambia. La conformación de los planetas y de los países cambiará seguramente; pero la poesía es una necesidad eterna. Si se quemaran todos los libros, todo lo que se ha escrito hasta ahora, el hombre volvería a escribir los mejores, de un modo distinto, desde luego, pero esencialmente idénticos.


Dios/muerte

He tratado de creer en un Dios personal. Mi abuela era metodista. Sus mayores eran cuáqueros; era muy religiosa. Yo he tratado de creer en Dios, pero no he podido hasta ahora. Es una incapacidad mía. Pero creo, eso sí, en un propósito ético, quizás estético y quizás intelectual también, para este mundo. Todo el universo está regido por un principio ético. Eso es más importante que creer en un dios, personal o no.

Yo no temo a la muerte. No le temo ni me entristece. Cuando estoy triste pienso: cómo puedo estar triste si me espera esa gran aventura que es la muerte. Si tengo suerte, seré aniquilado, borrado totalmente, y si no, si hay otra vida, la aceptaré como he aceptado ésta. Peor que ésta no será. Hasta puede ser mejor. No sabemos nada, pero podemos pensar que hay una aventura más allá de la muerte.


Política

Dentro de doscientos años mejorarán las cosas en la Argentina. Tengo que pensar en la Argentina del futuro, porque la del presente es bastante opresiva. Soy un viejo anarquista inofensivo. Yo querría una intervención mínima del Estado, que ahora nos está vigilando continuamente.

Yo dije lo que pensaba bajo cualquier régimen político. He tratado de decir cosas ingratas para unos y quizá gratas para todos. Lo que yo he expresado es lo que muchas personas no se atrevían a decir. En ciertos momentos era muy difícil decir ciertas cosas. Pero algunos escritores, Sabato o yo, por ejemplo, gozábamos de cierta impunidad y la aprovechamos, en un país tan fácilmente miedoso como la Argentina.

El nacionalismo hace mal. Espero que en un tiempo futuro no haya países. Espero que haya un solo país. Poco después del primer viaje a la Luna, vino a verme el agregado cultural de la embajada rusa y me dijo: «Ha sido la noche más feliz de mi vida; qué puede importar que sean americanos o rusos; el hombre ha llegado a la Luna». Yo sentía lo mismo. Seguramente es una utopía. Mejor que sea una utopía. Todo empieza por ser una utopía.


Humor

Una de las frases ingeniosas de Macedonio Fernández, fue un regalo de un primo mío, que la había inventado. Se llamaba Guillermo Juan Borges. Murió en Villa Elisa. Había ido a un concierto, porque le gustaba mucho la música. Macedonio Fernández le preguntó: «¿Había mucha gente?» Y mi primo le contestó: «Había tan poca gente que si falta uno más no cabe». Entonces Macedonio le dijo: «Qué linda broma»; y mi primo: «Se la regalo, Macedonio».

Jorge Luis Borges



En Cuadernos Hispanoamericanos 539/540 Mayo-Junio 1995
Transcripción de Juan Carlos Dido
Codirigieron esta publicación Pedro Laín Entralgo, Luis Rosales y José Antonio Maravall
Director: Félix Grande






Imagen arriba: Foto que hemos usado en el blog pero es la que se incluye 
en este número de Cuadernos Hispanoamericanos 539-40 sin data


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