Aquí habrá la figura de una esquina cualquiera de Buenos Aires. No me dirán cuál es. Puede ser la de Charcas y Maipú, la de mi propia casa; la imagino abarrotada por mis fantasmas, inextricablemente entrando y saliendo y atravesándose. Puede ser la de enfrente, donde hay ahora un alto edificio con rampas, y antes, un largo conventillo con macetas de flores en el balcón, y antes una casa que ignoro y, en el tiempo de Rosas, un rancho, con la vereda de ladrillo y la calle de tierra. Puede ser la de ese jardín que fue tu paraíso. Puede ser la de una confitería del Once, donde Macedonio Fernández, tan temeroso de la muerte, nos explicaba que morir es lo más trivial que puede sucedernos. Puede ser la de aquella biblioteca de Almagro Sur, donde me fue revelado Leon Bloy. Puede ser una esquina sin ochava, de las pocas que quedan. Puede ser la de aquella casa a la que María Kodama y yo trajimos una cesta de mimbre con una leve gata abisinia que se llamaba Odín y que había cruzado el Océano. Puede ser la de un árbol que nunca sabrá que es un árbol y que nos prodiga su sombra. Puede ser una de las tantas que vio por última vez Leandro Alem, antes del carruaje cerrado y del balazo que bastó. Puede ser la de aquella librería en la que descubrí, a lo largo del tiempo, dos historias de la filosofía china. Puede ser la de Esmeralda y Lavalle, donde murió Estanislao del Campo. Puede ser cada una de las que forman el desparramado tablero. Puede ser casi todas y es así el no visto arquetipo.
Texto y foto al pie en Atlas (1984)
Arriba: Mural de homenaje a Borges a 30 años de su muerte en una esquina de Buenos Aires
Junio de 2016, Foto Florencia Giani
Junio de 2016, Foto Florencia Giani