El presente texto apareció por primera vez en el número de marzo de 2017
de la revista Badebec, dedicado a la memoria de Adriana Astutti,junto a un breve homenaje
de Jorge Schwartz. El libro al que pertenece, editado por Schwartz, es
Borges babilônico: uma enciclopédia (São Paulo: Companhia das Letras) y está en prensa
En principio, Beatriz Viterbo es el nombre de la amada muerta de Borges en el cuento “El aleph”. Borges lo publicó por primera vez en la revista Sur en 1945 y lo recogió en libro en El aleph, en 1949. El cuento está dedicado, al final, a Estela Canto (1916-1994), uno de los amores frustrados de Borges, quien sostiene, en Borges a contraluz (1999), que él mismo le dictó la versión mecanográfica del relato, que ella escribió para que Borges la llevara a la revista Sur, dejándole a su vez el manuscrito y la versión de la primera corrección como regalo. Años después, y antes de la muerte de Borges, ella vendió ese manuscrito a la Biblioteca Nacional (Madrid), que lo compró en una subasta a través de Sotheby’s.
Para Estela Canto no hay duda: ella es quien inspiró el personaje de Beatriz
Viterbo. Escritora, ferviente lectora de literatura inglesa, desafiante, describe su
relación con Borges en el libro publicado trece años después de su muerte en 1986.
Las páginas de la biografía de María Esther Vázquez (Borges, esplendor y derrota)
y del Borges, de Bioy Casares (1914-1999) la muestran sin piedad al acecho de un
Borges ahora más poderoso, en la puerta de la Biblioteca Nacional, o en estaciones
de trenes, pasada de copas y al grito de ¡ahora no me querés saludar! A favor de
su ambición de encarnar el personaje puede decirse que en una de las cartas que
le enviara, reproducida en su libro, Borges le dice estar terminando el cuento que
te prometí y la invoca como Estela, Estela Canto… (p. 142), del mismo modo en
que lo hace con Beatriz en uno de los momentos de gracia suprema del cuento:
en una desesperación de ternura me aproximé al retrato y le dije: Beatriz, Beatriz
Elena, Beatriz Elena Viterbo, Beatriz querida, Beatriz perdida para siempre, soy yo,
soy Borges.
También, en otras cartas de 1945, Borges le habla reiteradas veces del
cuento: “Esta semana concluiré el borrador de la historia que me gustaría dedicarte:
la de un lugar (en la calle Brasil) donde están todos los lugares del mundo” (p. 134).
Según María Esther Vázquez, Borges le confesó que el personaje Beatriz Viterbo
estaba inspirado en Estela Canto, Elvira de Alvear Cambaceres (1907-1959), y una
tercera mujer, acaso Ulrica von Kühlmann (1913-1997), o una de las hermanas
Lange, Haydée (1902-1979). En la versión de Emir Rodriguez Monegal (1921-1985)
(Jorge Luis Borges: a literary biography), Beatriz Viterbo esconde a la Beatrice
Portinari (1266-1290) de Dante Alighieri (1265-1321). Carlos Argentino Daneri, su
primo, condensa en su apellido a Dante y la Estela Canto de la dedicatoria está al
final porque es cita de la palabra “Stella” con que Dante concluye cada “Canto” de
su poema.
En 1982 Beatriz Viterbo se funde con otras mujeres para dar lugar,
anagramáticamente, a Vera Ortiz Beti, el personaje de Help a él (también anagrama
de El aleph), primer texto de Rodolfo Enrique Fogwill (1941-2010), conocido más
tarde como Fogwill a secas. Tras la muerte de Borges, el personaje de Beatriz
Viterbo sufre al menos dos avatares más: hacia 1991, quizá para hacer de su costumbre de no abrir los libros que los escritores le hacían llegar una profesión,
se hace editora bajo un sello que lleva su nombre. Y hacia el año 2009 reaparece
en un experimento de otro joven escritor: El aleph engordado, de Pablo
Katchadjian.
¿Pero quién es Beatriz Viterbo en el relato? Alta, frágil, muy ligeramente
inclinada; había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza,
un principio de éxtasis, Beatriz es la amada desdeñosa, la que lo obliga a pretextar
módicas ofrendas de libros para justificar sus visitas, libros que aprendí a cortar,
para no comprobar, meses después, que estaban intactos, muerta una candente
mañana del mes de febrero de 1929, cuya muerte es imprescindible para que el
relato suceda. Desde ese día el narrador, Borges, visita su casa cada 30 de abril,
para el cumpleaños de Beatriz, y en esos aniversarios melancólicos y vanamente
eróticos recibe las graduales confidencias de su primo, el poetastro Carlos
Argentino Daneri, que lo conducen a la revelación del Aleph, el punto donde todos
los puntos conviven y en el que Borges ve, no sin temblor, la reliquia atroz de lo
que deliciosamente había sido Beatriz, y la letra de Beatriz en las cartas obscenas,
increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino.