Soy tan poco observador que cuando mi madre
vivía le solicitaba detalles circunstanciales. Porque
ahora se esperan detalles circunstanciales. Vamos
a suponer que en un cuento describía un conventillo
y alguien debía atravesar el patio. Podía haber
flores. Entonces le preguntaba a mi madre qué tipo
de flores podían existir en un conventillo. Y mi madre
me las mostraba y yo las ponía, porque no me
detengo en esas cosas. En otra oportunidad, como
me gustaba situar todo en el pasado para estar más
libre, le preguntaba cómo era tal calle. Me acuerdo de que un día estaba dictándole un cuento sobre
Rosas y hablaba de los cascos de los caballos. “¿Sobre
el empedrado? –preguntó mi madre– ¡Pero, estás
loco!” Y yo le había dictado empedrado por no
decir asfalto. “Bueno –señaló mi madre–, que yo
recuerde, en esa época, todas las calles de Buenos
Aires eran de tierra, salvo Florida y Perú, que estaban
empedradas...” Y ella me evitó cometer esa
gaffe de querer empedrar la calle Suipacha en
tiempos de Rosas.
En Esteban Peicovich: El palabrista. Borges. Visto y oído
Buenos Aires, Editorial Marea, 2006
Foto arriba: Borges y Peicovich (sin atribución) vía El palabrero
Abajo: Cover edición mencionada