11/10/15

María Kodama: Epílogo [Atlas]









¿Qué era un atlas para nosotros, Borges?
Un pretexto para entretejer en la urdimbre del tiempo nuestros sueños hechos del alma del mundo.
Antes de un viaje, cerrados los ojos, juntas las manos, abríamos al azar el atlas y dejábamos que las yemas de nuestros dedos adivinaran lo imposible: la aspereza de las montañas, la tersura del mar, la mágica protección de las islas. La realidad era un palimpsesto de la literatura, del arte y de los recuerdos de nuestra infancia, tan semejante en su soledad.
Roma será para mí su voz recitando las Elegías de Goethe y Venecia, para usted, lo que yo le transmití un atardecer en San Marcos, escuchando un concierto; París será usted niño, terco, encerrado en un hotel, comiendo chocolate mientras leía a Hugo, su manera de descubrir París; para mí, nuestras lágrimas cuando vi en lo alto de la escalinata del Louvre la Victoria de Samotracia, esa estatua sobre la que mi padre me enseñó la belleza. La belleza era la armonía materializada, era haber logrado lo imposible, detener la brisa del mar en el movimiento de los pliegues de la túnica para la eternidad.
El desierto fue la batalla de Ondurman y Lawrence y la mística del silencio, hasta aquella noche en que junto a las pirámides usted me ofreció un imperio de palabras, modificó el desierto y me reveló que la luna era mi espejo.
El tiempo era cóncavo y protector para nosotros. Entrábamos en él como Odín y Beppo, nuestros gatos, en los canastos y en los armarios, con la misma inocencia y la misma ávida curiosidad para descubrir misterios.
Ahora estoy aquí, forjando un tiempo más allá del tiempo donde usted recorre las constelaciones y aprende el lenguaje del universo, donde usted sabe ya que la poesía, la belleza y el amor son allí, por su intensidad, incandescentes.
Mientras, yo recorro aplicadamente los días, los países, las personas, cada instante que irá acercándome a usted hasta que se cumplan todas esas cosas que son necesarias para que otra vez se junten nuestras manos. Cuando esto suceda seremos otra vez Paolo y Francesca, Hengist y Horsa, Ulrica y Javier Otárola, Borges y María, Próspero y Ariel, definitivamente juntos, sólo luz para la eternidad.
Querido Borges, que la paz y mi amor sean con usted. Hasta entonces.
María Kodama








Texto e imágenes en Atlas
Buenos Aires, Emecé, 2008


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