25/12/17

Ambrosio García Lao: Los ochenta años del escritor Jorge Luis Borges







En una autobiografía, Borges afirmó muchos años después de cumplir dieciocho meses de edad: «He nacido en agosto de 1900...»; lo que no le impide escribir más tarde: «No en vano fui engendrado en 1899». Pero, en verdad, nació el miércoles 24 de agosto de 1899; o sea, que fue engendrado en las vísperas de la Navidad de 1898. Vino a Buenos Aires, y al resto del mundo, en una casa de la calle Tucumán, entre Suipacha y Esmeralda, de su ciudad; es decir, en el norte; porque como él mismo asegura: «Todo el mundo sabe que el sur comienza en la calle Corrientes». No es sureño, entonces  como hubiera querido, por tan sólo doscientos metros.
Un ascendiente vikingo
«Nada o muy poco sé de mis mayores/ portugueses, los Borges: vaga gente/ que prosigue en mi carne, oscuramente,/ sus hábitos, rigores y temores...»
Su más antiguo ascendiente detectado es el mítico vikingo Olaf el Leñador, sacrificado por su pueblo en 710 y nueve generaciones anterior a Olaf el Santo, también llamado el Gordo. Pero en la genealogía más cercana del autor de Otras inquisiciones hay sangre india y española mezclada en América del Sur por Domingo Martínez de Irala, vasco, y Águeda, una guaraní; además del mestizaje ínglés-portugués de los Haslam y de los Borges con dos líneas españolas: la de los Acevedo y la de los Suárez. Finalmente, en 1898, se casan en Buenos Aires, Jorge Guíllermo Borges Haslam y Leonor Acevedo Suárez, padres de Jorge Luis y de una hermana menor del escritor argentino, Norah.
Jorge Luis Borges Acevedo Haslam Suárez, publicó su primer cuento en 1912, cuando tenía trece años de edad. Es un relato de un folio y medio, firmado con el seudónimo Nemo y que se titula El rey de la selva; es decir: el tigre, por supuesto. Cuando iba a la escuela elemental ya traducía a Oscar Wilde y glosaba a Cervantes. Durante la primera guerra mundial estudió en Ginebra, recorrió Europa y en 1918 vino por primera vez a España.
Conocimiento de Cansinos
En el café Colonial, de Madrid, conoció a Rafael Cansinos Assens y, en esa tertulia, se enroló para siempre en el ultraísmo. Aquí, en España, publicó sus primeras traducciones de los nuevos poetas alemanes de entonces y a fines de 1921 regresó a Buenos Aires para empezar a redescubrir esa ciudad en interminable reflexión y en inacabado sentimiento. Dos años después, en 1923, apareció su primer libro de poemas Fervor de Buenos Aires; en 1925, Luna de enfrente también poesía, y seguidamente sus dos iniciales trabajos en prosa: Inquisiciones y El tamaño de mi esperanza. La renombrada marca Borges como dijo Isaac Wolberg— ya estaba lanzada.
Jorge Luis y Norah, su hermana, fueron entrañables amigos. Los dos hicieron sus lecturas infantiles en la biblioteca del padre, casi en su totalidad en francés. El autor de Laberintos aprendió de niño a leer, hablar y escribir francés con la misma soltura que inglés, alemán y castellano, y leía el latín y el italiano. Ahora, ciego, pide que le lean, y escucha en silencio, con los ojos abiertos y puestos como mirando hacia arriba.
El autor de Historia universal de la infamia tuvo dos profesiones esporádicas: fumador y dibujante. Allá por los años treinta, durante corto tiempo, y especialmente cuando se reunía con amigos, fumaba con el cigarrillo colgado de los labios, pero no tan hacia abajo como un compadrito porteño.
Otra de las profesiones esporádicas del autor de Ficciones fue la de marido. En la tarde del 21 de septiembre de 1967 (día de la primavera en el hemisferio sur), el obispo auxiliar de Buenos Aires casó a Jorge Luis (68 años) y Elsa Astete Millán, viuda de Albarracín (57 años). La unión subsistió dos años, ocho meses y dieciséis días, hasta el 7 de junio de 1970, cuando el escritor dejó llevándose sus libros, el domicilio que compartía con su esposa, de la que se había enamorado cuarenta años atrás.
Poco duraron estas tiernas hogareñas sonrisas entre Elsa y Georgie. «El matrimonio es un destino pobre para la mujer», declaró poco después Borges; y ella: «Yo, por lo menos, era viuda y tenía experiencia del matrimonio; él, no. »
De los 66 años que le duró a Borges su madre, 73 los pasó junto a ella. Doña Leonor era quien oía la primera lectura de sus relatos y poemas, los criticaba, aportaba correcciones y hasta pasaba a limpio los originales. «Mi madre mucho tiene que ver con la esencia de mi obra. Ella es un poco el alma y el espíritu que la impulsa». La insuperable secretaria del autor de El Aleph murió a los 99 años, un mes y medio después de mayo de 1975, cuando se hizo una de las fotografías que acompañan estas líneas.
Medio siglo de distancia en Borges, de uno al otro, y el misterio del espejo o la cavilación del tiempo. Su padre también padeció ceguera. Al principio de esta década tuvo que empezar a resignarse y escribió Elogio de la sombra. Ahora sólo percibe algunas diferencias de luz. El único color que distingue o que sospecha es el amarillo. El amarillo de los tigres. «He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer: no he sido feliz. Que los glaciares del olvido me arrastren y me pierdan, despiadados ... »
Jorge Luis Borges era ya un escritor mundialmente famoso, doctor de varias universidades de América y de Europa, profesor de literaturas extranjeras en la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Buenos Aires y director de una biblioteca municipal cuando, por uno de esos quiebros de la política argentina, le cambiaron su cargo en 1946 por el de «inspector para la venta de aves de corral» en los mercados de la ciudad de Buenos Aires. Renunció. Después del siguiente quiebro político le ofrecieron la dirección de la Biblioteca Nacional. Para entonces, Borges ya tenía declarado: «...La democracia, ese abuso de la estadística».
El fundador de todo un estilo de la nueva literatura argentina ha repetido que los tangos tienen letras lloronas, poco varoniles y que por eso prefiere las mílongas, que son más bravas y valientes. Pero tiene confesado que, cuando no está en la Argentina, «...el tango me emociona; lo que prueba que la opinión no siempre es confirmada por el sentimiento». Además, después de una conversación con Astor Piazzolla, le llevó unos versos para una milonga y terminó ofreciéndole la letra para un tango que finaliza diciendo: «...Porque en la tierra hay una sola mujer / y ella no te quiere».
En El País, Madrid, 24 de agosto de 1979
Retrato de Jorge Luis Borges en publicación periódica años 80
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