24/12/17

Adolfo Bioy Casares: "Borges" - Los 24 de diciembre (1953/1970)









Jueves, 24 de diciembre de 1953. Comida en familia; después, los Canto, los Guido y, como perdido entre demonios, Borges. Estela, mediante una serie de láminas, agresivamente lo psicoanaliza. Borges no ve, porque es casi ciego, y ella le dice que no quiere ver. Una ilustración muy banal muestra a una mujer que abre una puerta y queda tontamente espantada. Alguien dice: «Esa mujer ve algo que la choca; por ejemplo, dos personas haciendo el amor». Yo no creo que necesariamente el que interpreta esto así debe sentir espanto por la cópula; acaso piense que un dibujante tan banal sólo pudo concebir una situación así: banal y tonta. Por último está el señor entre las tumbas que nos dicen que es el padre de cada uno. ¿Por qué? ¿Dios lo ha decretado? Y si hay un cementerio, ¿cómo puede ver uno otra cosa? O mejor dicho: si alguien ve otra cosa, ello puede ser significativo; pero ver un cementerio y tumbas es lo normal, puesto que son el tema del dibujo.



Viernes, 24 de diciembre de 1954. Con Borges y su madre voy al consultorio de Malbrán. En cierto modo, buenas noticias: el desprendimiento no llega a ser tal; es como un desgarramiento; la operación, de poca importancia, calificada de profiláctica, no entrañaría muchos peligros. Borges se había pasado quince o veinte días sin hablar de lo que estaba ocurriendo en sus ojos; sin consultar a un médico; pienso que de terror de volver a empezar la pesadilla de los sanatorios y de las operaciones. Después que Elizalde le dio brutalmente su terrible noticia, Borges anduvo con entereza, bromeando como siempre y pensando mucho. Las amigas se sentían las protagonistas de este episodio de su posible ceguera. Todas querían acompañarlo al oculista. Cuando yo argumentaba: «No podemos ir en caravana; va a parecerle una pesadilla», cada una estaba de acuerdo, pensaba que las otras estaban de más, que sólo ella debía ir, porque era la gran amiga.
En el consultorio, Borges refiere que tiene seis generaciones de cataratas. Su madre me cuenta que el padre de Borges tenía los ojos oscuros; que cuando Borges nació —ochomesino—, el padre ansiosamente le miró los ojos; al ver que eran claros, exclamó: «Está salvado. Tiene ojos claros. Heredó tus ojos». Heredó la claridad de los ojos de la madre y la enfermedad de los ojos del padre. Aprendió a leer en inglés. Un día, teniendo ocho años, la madre le preguntó qué decían las letras de una etiqueta de un frasco de dulce Cross & Blackwell; la etiqueta era blanca; las letras, doradas. Borges contestó: «No dice nada. Es un papel blanco». La madre, aterrada, lo llevó a ver a un tal Molard, que era el gran oculista de aquellos años. Molard dijo: «Este niño tiene cataratas incipientes». Cuando salimos, emocionados y aliviados, llueve a cántaros. Borges ve todo rojizo, y muy poco.
En el viaje de ida, por distracción casi choqué contra otro automóvil. Un sacudón podría dejar ciego a Borges. Me sentía enfermo de disgusto.



Sábado, 24 de diciembre de 1955. Después de comer voy a casa de Borges. Con la madre, con Norah y Guillermo, con Miguel y Luis, brindamos con champagne. Luego vamos a casa, Borges y yo. Conversamos con mi padre. Luego Borges, Silvina, mi padre y yo brindamos con champagne (de Los Dos Chinos) y comemos torta de Navidad. Borges comenta: «Americanos, del siglo xx, cumpliendo sus ritos». Dice también: «Estos ritos son patéticos, porque somos muy pocos. Más raro sería que un hombre solo estuviera haciéndolos».


Martes, 24 de diciembre de 1957. (Ya publicado en blog) Vamos con Silvina a casa de Borges. Con él están su madre, Norah, Guillermo y los chicos. Brindamos. Borges me regala Empédocle d'Agrigente de Jean Zafiropulo; a Silvina, Sappho (pronúnciese Psafo) de Jean Larnac y Robert Salmon. Lo traemos a comer en casa. BIOY: «Cuando yo era chico, Navidad tenía poca importancia». BORGES: «Cuando yo era chico, no tenía ninguna: la celebraban solamente los ingleses y los alemanes, en Belgrano. Ahora es una especie de ensayo de primero de año, que es, como Navidad, una especie de ensayo de carnaval. Ahora celebran Navidad y primero de año con cohetes; pronto lo harán con caretas». BIOY: «Cuando yo era chico no había esta manía de los petardos. Recuerdo que mis primos Blaquier, en Vicente Casares, tiraban petardos: yo veía esa actividad como un rasgo peculiar del carácter de los Blaquier que no podía compartir».
BORGES: «Ha refrescado. Eso es lo típico del verano: encontrar que ha refrescado, que hace menos calor que la víspera. Cuando uno dice eso, tenelo por seguro: hace un dog's weather».
Asegura que el premio municipal se le amargó a Mastronardi, al saber que sus compañeros son Murena, Viñas y Lisa Lenson: «Ya todo se convierte en a roaring farce».
Oímos tangos. De Gardel, al que oímos en Ivette, dice: «Es invertebrado, es un bicho baboso, no vocaliza, se derrama». Volvemos a oír Ivette, ahora cantado por Vidal. BIOY: «Qué raro que Gardel sea el gran cantor». BORGES: «Y la letra de Ivette es extraordinaria. Fijate, todos los regalos que le hace son robados:

¿No te acordás que conmigo
usaste el primer sombrero...?

Qué mundo miserable. Qué bien.

¿No te acordás que traía
aquella crema lechuga
que hasta la última verruga
de la cara te piantó?

Se ve que la mujer era un bagayo». Elogia:

...y que por una pavada
te acoplaste a un mishé.

Parodia los versos, adelantando los labios y poniendo especial énfasis en pavada.
Oímos también Milonga de antaño, Una noche de garufa («el mejor tango»), El pollito («un tango cauteloso», según uno de los sobrinos de Borges).
Borges, muy inspirado —oír tangos, por la noche, lo exalta— me cuenta su cuento (o poema en prosa, o mito) del Rapsoda:1 primero vive en el presente, muy despierto a las sensaciones, en un mundo bárbaro; así un día, muy joven aún, pelea con un enemigo y otro día va hacia una cámara subterránea donde lo espera una mujer; cuando pelea, recuerda a Áyax o Aquiles y se ve como ellos; poco a poco pierde la vista; pasa a una vida en que las sensaciones son más apagadas y por primera vez desciende a sus recuerdos (su vida y las historias que le contaron cuando era chico, de los héroes antiguos); ya ciego, escribe sus Ilíadas y Odiseas (es Homero).
Borges había pensado hacer su mito de Homero con Milton. BIOY: «Ya no sería un mito, sino un juego de erudición y de ingenio». BORGES: «Nadie puede emocionarse con Milton». BIOY: «Con Homero es poético; esa poesía se perdería con Milton. Has sorteado el peligro de poner como héroe a Milton; peligros como éste, que siempre acechan al creador, pueden arruinar un cuento». BORGES: «Y, sin embargo, con Homero o con Milton la idea es la misma». Observa que, para el cuento, debe cuidar especialmente la transición de un mundo bárbaro indeterminado a un mundo griego.



Sábado, 24 de diciembre de 1960. Come en casa Borges. Trae regalos; para mí, un libro sobre la filosofía de Spinoza. Le regalamos té y jabones. BIOY: «Conozco a alguien, una persona de respeto, que acaba de ser internado en un manicomio. Había un tren de juguete instalado en su casa, que recorría. Si uno lo visitaba, debía tener cuidado al entrar, porque el hall, la sala y el escritorio estaban interesados por una complicada red ferroviaria en miniatura. Ahora, sus numerosos hijos por primera vez podrán mirarla de cerca y aun tocarla; mientras el padre estaba allí, debían guardar distancia con respecto a ese juguete extraordinario. Los sábados y domingos, el dueño de casa recibía a sus amigos, todos hombres cincuentones, que jugaban con el trencito. Es un juego, una cofradía de jugadores, internacional. Compran revistas inglesas, norteamericanas y suizas. Hay jugueterías para ellos. Un vagón lechero, como el último que recibió, cuesta trescientos dólares». BORGES: «Son coleccionistas y piensan que los méritos del mecanismo, de alguna manera, se reflejan sobre ellos mismos; desde luego estas virtudes tan propias son apreciadas sobre todo por los colegas. Seguramente es gente que por nada viaja en tren. Si los trenes de verdad llegan a desaparecer, los de juguete, que son su proyección o sombra, ¿subsistirán?»



Martes, 24 de diciembre de 1963. Después de comer, voy con Silvina a buscar a Borges. Hace mucho calor. Vemos la iluminación, cerca del obelisco. En la avenida de las Palmeras, en un banco, descansamos y tomamos fresco los tres. Buenos Aires tiene esta noche poca animación: no hay sirenas ni silbatos; apenas algunos fuegos de artificio, que de pronto sobresaltan con explosiones.



Jueves, 24 de diciembre de 1964. Come en casa Borges. Me refiere: «En el discurso en honor de Clemente afirmé: "No creo que el hombre sea sus circunstancias, como alguien dijo" y no lo cité a Ortega 2 porque en un discurso en honor de alguien me parece mal atacar a otro, y porque Clemente lo admira a Ortega. Guillermo, que todo lo interpreta con mala voluntad, me dijo: "Atacaste a Ortega, solapadamente". La frase declara algo obvio, que somos el resultado de toda la Historia, o bien lo contrario a lo que siempre se sostuvo; recuerda a Horacio: 

Mas nunca el pecho del varón constante,3 

que no somos más que lo que nos imponen las circunstancias: una conformidad bastante innoble. Qué lejos de Ortega estaba ese sargento de la revolución peronista del 56, que al ver una lágrima en uno de los soldados del pelotón que lo fusilaría le dijo: "No es nada, pibe". Ese sargento, peronista y todo, se sobrepuso a las circunstancias en el momento más adverso ». Agrega: «Sospecho que Ortega era rico en frases tan indefendibles como la del hombre y sus circunstancias. Odio las circunstancias: creo que, en lo posible, hay que vivir sub specie aeternitatis». Le pregunto qué explicación da a la frase de Sócrates: «Le debemos un gallo a Esculapio».4 BORGES: «La tradicional. En agradecimiento porque lo había curado de la enfermedad de la vida. O tal vez le agradecía alguna curación, de algún mal sin importancia y del pasado. Quizá sea mejor esta interpretación. Queda patético que antes de morir agradezca una curación de un dolor reumático de años antes. Además, esta interpretación me parece más adecuada a la sencillez de Sócrates... Vlady asegura que leyó atentamente la Ilíada y que no halló un solo momento o rasgo épico. Homero es un gran poeta, pero ¿qué puede hacer con esos felones? Evidentemente, los griegos adelantaron mucho, de Homero a la Apología de Sócrates». 
Dice que Guillermo se complace en las adversidades del prójimo y que señala con gusto las deficiencias ajenas: «Este ventilador no sirve para nada. Hoy no se usan ventiladores, sino aparatos de aire acondicionado». «En la comida a Clemente no había un alma.» «Te han jubilado. No recibirás mucho dinero por mes.» BIOY: «De poco le sirvió a Guillermo la literatura». BORGES: «De nada. Ha leído poesía, elegías. Ha leído novelas, con análisis de la conducta y de los sentimientos. Ha leído teatro, donde se supone que las personas por lo que dicen expresan su alma. ¿No pensó nunca que él sería un personaje horrible?» La otra persona de carácter erizado que Borges conoce es Godel. «Por lo menos es gracioso y parece loco», comenta.



Sábado, 24 de diciembre de 1966. Comen en casa Borges y Peyrou. Se reconcilian. BORGES: «Easter, la Pascua, coincidía con la festividad de una diosa, cuyo nombre, que no recuerdo exactamente, es parecido a esa palabra. Cuanto sabemos de la diosa está en Beda».5 Pensando en sus sobrinos cuando eran chicos —son hombres—, repite Borges la pregunta que oyó a su hermana: «¿Dónde están esos niños?» Me dije que hay varias muertes —esas diversas personas que es y deja de ser cualquiera en el desarrollo— para acostumbrarnos al misterioso milagro de la muerte final.
Un muchacho Spinelli (o de nombre parecido) 6 contó a Borges este episodio, ocurrido en tiempos de Yrigoyen: Un malevo que acaba de salir de la cárcel y no quiere nuevas complicaciones es perseguido por el comisario de Pergamino. Junto a las vías del tren, el comisario lo alcanza. En ese momento llega un tren; el malevo sube a un vagón, y exclama: «Ya no me podes agarrar. Estoy en territorio inglés». El comisario, que no era de muchas luces, tiene un instante de vacilación, el tren parte y el malevo se salva.


Jueves, 24 de diciembre de 1970. A las nueve y cuarto voy a buscar a Borges. Baja con él su madre, flaquita, trémula y un poco tiesa, pero lúcida; dice que quería darme un beso. Traen ambos regalos para nosotros. Se agarra ella de mi brazo; lo retiene entre sus manos.
Después de comer, con Borges traducimos en endecasílabos Macbeth. [Véase aclaración al pie de la entrada sobre este tema]. Lo consulto sobre el pedido de una asociación judía; me piden que alce mi «autorizada voz en protesta» contra un juicio a unos judíos, ciudadanos soviéticos, a quienes les negaron el permiso de salir del país, quisieron robar o desviar un avión, los agarraron y los juzgaron. Me piden que abogue por gente acusada en circunstancias confusas y sobre las que no estoy debidamente informado. BORGES: «Te piden más de lo que se puede pedir».
BORGES: «Mallea quiere que le presente a María Alicia Domínguez, para preguntarle detalles sobre la muerte de Lugones. Yo no puedo presentarlo para eso. Mallea dice: "Estará deseando contarlos"». BIOY: «Sería muy bueno saberlos. Pero Mallea, si no la conoce, ¿cómo de buenas a primeras va a interrogarla? Se parecerá a esos personajes de Henry James, curiosos, ávidos y un poco estúpidos». BORGES: «Nunca consiguen nada». BIOY: «Además, ¿cómo se sabe lo que quiere María Alicia? Tal vez quiera guardar el secreto para revelarlo en un libro de memorias». BORGES: «Yo le dije a Mallea que Leónidas de Vedia es mucho más amigo de Alicia que yo».
Le pregunto si una sonsa que cantaba con Maurice Chevalier en El desfile del amor era Jeanette MacDonald. BORGES: «Sí. La fotografiaban con la boca abierta. Interesante para dentistas. Exigía que le sacaran primeros planos, cantando. Hubiera sido un poco más agradable oírla sin verla. La gente, cuando canta, no queda bien. Me han dicho que los actores exigen que les tomen más primeros planos que a sus colegas. Y algunos exigen que su nombre aparezca solo, en toda la pantalla. Te das cuenta de la bajeza de ese mundo... Ricardo Molinari fue bastante amigo mío. Una vez me dijo que, en no sé qué revista, mis poemas habían salido con los de otros y aconsejó que no tolerara eso. Explicó que cuando él mandaba sus poemas a Nosotros, especificaba que se publicaran solos. Yo le respondí que yo creía que sus poemas eran mejores y no podían confundirse: lo que era manifiestamente inexacto. Después la gente cree que los escritores son mejores personas que el término medio... Mejores han de ser los carpinteros».
Hablamos de Di Giovanni, al que el otro día levanté en varas porque me reprochó el no haber venido antes de Europa y el no decirle la fecha de la vuelta que tan insistentemente me pedía. «You are not my wife», le espeté, aconsejándole que fuera menos metido. Di Giovanni reconoció que tal vez lo fuera por sonso. BORGES: «Qué bueno que le hayas parado el carro a Norman. No sabes cómo te lo agradezco. Va a ser un beneficio para todos: para mí, hasta para él. Con razón estaba tan mansito. Te mandó un abrazo. La frase he doesn't take a hint [no capta las indirectas] parece inventada para Norman. Si le digo que al día siguiente no voy a poder trabajar, me pregunta a quién voy a ver, who is she? Tal vez sea she, tal vez he, tal vez it, le contesto. Let it be... Es un peeping Tom. Ya me dijeron que siempre estaba prying into everything... Su conversación es de derechos y número de ejemplares. No creerás que es un escritor. Pero no es sonso. Me dijo que quiere presentarme a unos amigos leftists; yo le dije que no quiero conocer a leftists. En su oposición al catolicismo está con nosotros; pero el contracatolicismo lo lleva al comunismo. ¿Vos conociste de cerca a católicos? Son bastante espantosos. En casa, durante un té, oí decir a una de estas señoras que, si este país es católico, habría que desterrar a los mormones. Madre replica: "¿Cómo, no sabe que aquí tenemos libertad de cultos?" No me extrañaría que dijera: "¿Esa bruta no sabe...?"»
Comentamos cómo hablaba alguien, la otra tarde, en La Nación.
«Bueno —dijo Borges—: estaba en pleno foco.»



Notas 

1. «El hacedor» (1958)
2. Meditaciones del Quijote (1914)
3. Menéndez y Pelayo, M., «Epístola a Horacio» (1876)
4. Fedón, 118 c.
5. La diosa teutónica Ostera, cuya fiesta era celebrada por los antiguos sajones a principios de la primavera. Cf. Beda el Venerable (674-735), De Ratione Temporum, I, 5.
6. Quizá el poeta Carlos Spinedi (n. 1928). En los años sesenta, colaboró con Borges en la Biblioteca Nacional.



En Bioy Casares, Adolfo: Borges
Edición al cuidado de Daniel Martino
Barcelona: Ediciones Destino ("Imago Mundi"), 2006


Imagen: Muestra fotográfica bajo la curaduría de Daniel Martino sobre la legendaria amistad de 
Borges y Bioy Casares y su entorno íntimo
Año 2016 en la Usina del Arte y en la Biblioteca Ricardo Güiraldes


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