22/9/17

Jorge Luis Borges: Entrevistas y recepción del premio Ollin Yolitzli en México, 1981







Borges en México: dio entrevistas, firmó autógrafos, dijo “sí” a todo el mundo

En el rostro sereno sobresalen los expresivos ojos claros. Sus movimientos lentos, su voz cansada por los años suplica: “Estoy muy cansado, déjenme”. Jorge Luis Borges acababa de salir del avión que lo condujo desde Buenos Aires, Argentina, a la ciudad de México, donde recibió de manos del presidente José López Portillo el premio Internacional Ollin Yoliztli.

Desde su llegada la pregunta se le repitió constantemente: “¿Qué significa ganar el Ollín Yoliztli?” A sus 82 años de edad la respuesta siempre fue la misma: “Yo no merezco premios. Es una generosa injusticia”.

El escritor y poeta argentino, nacido en 1899, era esperado desde el día 17 de agosto para participar en el Primer Festival Internacional de Poesía, que se celebró en la ciudad de Morelia, Michoacán. Llegó a la clausura. Así, desde el primer día las actividades se sucedieron una a otra. Cansado por los años y los compromisos dio entrevistas, saludó a admiradores, firmó autógrafos.

Del festival de Morelia dice: “Me parece excelente, aunque hay el peligro de que los poetas digan sus versos. Hay ese peligro pero puede decirse que es excelente. Me parece muy bien la idea de que se piense en la poesía, en la cultura y de que no se piense en guerras”.

El lunes 24 participó en la “Noche Internacional de Poesía”, junto con el alemán Günter Grass, el estadunidense Allen Ginsberg, el yugoslavo Vasko Popa, el brasileño Joao Cabral de Melo Neto, el mexicano Octavio Paz, el ruso Andrei Voznesenski y el organizador del Festival en Morelia, Homero Aridjis. Este encuentro se repitió al siguiente día.

Al salir de la sala Ollín Yoliztli un joven le pidió su autógrafo. Borges solicitó papel y lápiz. Sobre el programa dibujó unas líneas “Maestro, por lo menos que diga Jorge Luis”, dijo el solicitante. El poeta hizo notar: “Usted olvida que estoy ciego”.


Desde 1955 cuando Borges perdió la vista, en sus viajes se hace acompañar de una persona de confianza que, además, en Buenos Aires, se encarga de su correspondencia, de sus dictados, de leerle.


Primero fue su madre, quien murió en 1975; según la narración que se hace en la primera parte de la película Los paseos con Borges estrenada el jueves 27 en la Sala Carlos Chávez de la UNAM, “ella siempre era compañera. Ciego yo, siempre estuvo dispuesta al perdón”. Era su secretaria. Ella fue la que en cierta forma promovió su carrera literaria. Pero su padre también “le decía que leyera mucho, que escribiera mucho, que rompiera y no se apresurara a publicar”, narra la película.


Ahora es María Kodama quien lo conduce. Le dice lo que sucede a su alrededor. Le toma dictado y le ayuda a preparar un libro sobre literatura escandinava, “además estoy escribiendo un prólogo a la antología de Quevedo, otra al poeta argentino Leopoldo Lugones; además escribo cuentos fantásticos, poemas”.


Vestido con un traje azul, mientras desayuna hojuelas de maíz —"Me gustan mucho; también el pan me gusta mucho”—, y después de haberle solicitado la entrevista por teléfono, de haberlo despertado de su siesta —”No, no se preocupe, siempre es bello despertar”—.

En el restaurante del hotel donde se hospedó dice a Proceso:
“Los cuentistas dicen que soy poeta, los poetas dicen que soy cuentista. Quizá no sea ninguna de las dos cosas. A mí me gustan mis versos, a mucha gente no. Otros dicen que mis cuentos son mejores, pero no creo que haya una diferencia esencial porque no soy tan variado, aunque soy capaz de hacer cosas distintas”.

Después de establecer que se le hicieran sólo cinco preguntas e ir contándolas, al entrar a ésta dice: “Le tengo una mala noticia: tienen que ser siete, me encantan los impares”. Juega con la numeración: “El cuatro es de mal agüero”. ¿El cinco? “No sé qué significado tiene. Tenemos cinco dedos, no sé si es una ventaja; el pentagrama; el ponche está hecho con cinco ingredientes”.

María le ofrece el café. La conoce desde que ella tenía 12 años ¿Qué piensa de ella? "Esta es mi mejor opinión: No sé cómo aguanta. Es muy joven, muy inteligente y aguanta a un anciano ciego, maniático, deprimente, me sobrelleva, sí”.

Sin embargo, en el rostro de María se refleja el cariño hacia el poeta, pero se niega a contestar preguntas. El mismo Borges le insiste: “Sí, sí, pregúntele a ella. También siete preguntas”. María sonríe tímidamente. Se niega. Borges refuerza: “Entonces pregúntele siete por cuatro, insista ciento una veces, aunque sólo le conteste una”. María se niega.

—¿Desde cuándo la conoce?
—Yo la conozco desde que era chica.
—¿Recuerda alguna anécdota con ella?
—Eso lo tiene que contestar ella.
—¿Usted?
—No recuerdo anécdotas, invento fábulas, ficciones. Quizá bromas.

Durante la ceremonia de entrega del premio Ollín Yoliztli —un millón 750,000 pesos—, Emir Rodríguez Monegal, catedrático de la Universidad de Yale, Estados Unidos, y miembro del Jurado que otorgó el premio a Borges, recordó que en alguna ocasión el poeta hizo la reseña bibliográfica de The Approach to Al’Mutásim, de Bombay por Mir Bahadur Alí.

“Yo pensé en un argumento muy lindo para un libro. Ese libro tenía que ser muy largo. Yo soy muy haragán. Entonces pensé que ese libro había sido escrito, que había sido traducido al inglés y yo comentaba esa traducción. Comentaba y lo criticaba también. Pero ese libro no existió nunca. Fue una broma, digamos, más o menos amistosa”.

El autor de Fervor de Buenos Aires, Luna de enfrente, Historia Universal de la infamia El Aleph, vino a México en 1973 para recibir el premio Alfonso Reyes en la ciudad de México. De Reyes dijo después de recibir el premio: “Me invitaba todos los domingos a comer con él. Estaban él, su mujer, estaba su hijo, estaba yo y quizá nadie más, y hablábamos de literatura, de las literaturas. Y quiero repetir algo que he dicho aquí, en España, en Estados Unidos, en muchos países: Creo que Reyes nos ha dejado la mejor prosa castellana, la que se ha escrito de uno o de otro lado del Atlántico y en cualquier época. De modo que yo sigo siendo discípulo de Reyes, que publicó un libro mío en su colección Cuadernos de Plata”.

Pero además de la obra de Reyes, a Borges le gusta de México el café, el chocolate —”mi padre me dijo que se había pronunciado “chocotatl” y que en España le decían barro de México”, dijo en Los Pinos—, el pan.


Caminar por las calles 

Después de la muerte de su madre era lo único que deseaba. Así, se aceleró la filmación de la película Los paseos con Borges, de Adolfo G. Videla, en la que la lectura de textos y versos la hace el poeta mexicano Eduardo Lizalde.

El viernes 28, Jorge Luis Borges viajó a Yucatán. De ahí se trasladaría a Estados Unidos.
Platicar es una bella palabra que ya no existe en mi país”. ¿Por qué? “No sé, se ha perdido”.
María Kodama: "Es cierto, es una lástima".
Borges reflexiona: “Es una linda palabra porque conversar es muy serio, charlar suena demasiado banal, o frívolo hablar. `Ya hablaremos’, suena muy agresivo, muy negativo. En cambio platicar, es algo sereno”.

Por Sonia Morales
En Proceso, México D.F., 26 de agosto de 1981
Retrato de Borges en su hotel en México DF, el 22 de agosto de 1981
en vísperas de la recepción del premio Ollin Yolitzli el 25 de agosto de ese año 
Foto AFP /Sabetta Bettmann/Getty Images


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