21/8/16

Jorge Luis Borges: Daniel y los sueños de Nabucodonosor






La visión de la estatua

En el año doce de su reinado Nabucodonosor tuvo un sueño que lo agitó pero al despertar no podía recordarlo. Llamó a magos, astrólogos, encantadores y caldeos y les exigió una explicación. Adujeron los caldeos que no podían explicar lo que no conocían. Nabucodonosor les juró que si no le mostraban el sueño y le daban una interpretación, serían descuartizados y sus casas convertidas en muladares, pero que si lo hacían recibirían mercedes y mucha honra. No pudieron hacerlo y el rey decretó la muerte de todos los sabios de Babilonia. La sentencia alcanzaba a Daniel y sus compañeros. Daniel obtuvo un plazo. Fue a su casa e instó a sus compañeros a pedir al Dios de los cielos la revelación del misterio. El misterio fue revelado a Daniel en una visión de la noche. Pudo llegar hasta Nabucodonosor (quien lo llamaba Baltasar) y dijo: Lo que pide el rey es un misterio que ni sabios, ni astrólogos, ni magos ni adivinos son capaces de descubrir; pero hay en los cielos un Dios que revela lo secreto y que ha dado a conocer a Nabucodonosor lo que sucederá con el correr de los tiempos. He aquí tu sueño y la visión que has tenido en tu lecho: Tú, ¡oh rey!, mirabas y estabas viendo una estatua, muy grande y de brillo extraordinario. Estaba de pie ante ti y su aspecto era terrible. La cabeza era de oro puro; el pecho y los brazos, de plata; el vientre y las caderas, de bronce; las piernas, de hierro; y los pies, parte de hierro y parte de barro. Tú observabas, cuando una piedra (no lanzada por mano) hirió a la estatua en los pies y la destrozó. El hierro, el barro, el bronce, la plata y el oro se desmenuzaron y fueron como tamo de las eras en verano; se los llevó el viento y no quedó traza de ellos, mientras la piedra se transformó en montaña que llenó toda la tierra. Hasta aquí el sueño; oíd su interpretación. Tú, ¡oh rey!, eres rey de reyes porque el Dios de los cielos te ha dado el imperio, el poder, la fuerza y la gloria; El ha puesto en tus manos a los hijos de los hombres dondequiera que habitasen; a las bestias de los campos, a las aves del cielo, y te ha dado el dominio de todo; tú eres la cabeza de oro. Después de ti surgirá un reino menor que el tuyo, y luego un tercero, que será de bronce y dominará sobre la tierra. Habrá un cuarto reino, fuerte como el hierro y que todo lo destrozará. Lo que viste de los pies y los dedos, parte de barro de alfareros, parte de hierro, es que este reino será dividido, pero tendrá en sí algo de la fuerza del hierro que viste mezclado con el barro. Se mezclarán alianzas humanas, pero no se pegarán, como no se pegan entre sí el barro y el hierro. En tiempo de esos reyes, el Dios de los cielos suscitará un reino que no será destruido jamás, que permanecerá por siempre y desmenuzará a los otros reinos. Eso es lo que significa la piedra que viste desprenderse del monte sin ayuda de mano, y que desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro. Dios ha dado a conocer al rey lo que sucederá; el sueño es verdadero, y cierta su interpretación.

Nabucodonosor honró a Daniel y reconoció al verdadero Dios entre los dioses y Señor de los reyes, que revela los secretos.

Daniel, 2, 1-47


La visión del árbol

Yo, Nabucodonosor, vivía feliz en mi palacio, hasta que tuve un sueño que me espantó. Los sabios de Babilonia no supieron interpretarlo, e hice venir ante mí a Daniel, llamado Baltasar por el nombre de mi dios, y jefe de los magos. Le expliqué las visiones de mi espíritu mientras estaba en el lecho: Miraba yo, y vi en medio de la tierra un árbol alto sobremanera, muy fuerte y cuya cima tocaba en los cielos, visible desde todos los confines. Era de hermosa copa y abundantes frutos, y había en él mantenimiento para todos. Entonces bajó del cielo uno de esos que velan y son santos, quien me gritó: Abatid el árbol y cortad sus ramas, sacudid su follaje y diseminad sus frutos, que huyan de debajo de él las bestias y las aves del cielo de sus ramas; mas dejad en la tierra tronco con sus raíces y atadlo con cadenas de hierro y bronce, y quede entre las hierbas del campo, que lo empape el rocío y tenga por parte suya, como las bestias, las hierbas de la tierra. Quítesele su corazón de hombre y désele uno de bestia, y pasen sobre él siete tiempos. Esta sentencia es decreto de los vígiles y resolución de los santos, para que sepan los vivientes que el Altísimo es dueño del reino de los hombres y lo da a quien le place, y puede poner sobre él al más bajo de los hombres.

Daniel quedó estupefacto, turbados sus pensamientos. Dijo: Mi señor, que el sueño sea para tus enemigos, y la interpretación para tus adversarios. El árbol que has visto eres tú, ¡oh rey!, que has venido a ser grande y fuerte, y cuya grandeza se ha acrecentado y llegado hasta los cielos, y cuya dominación se extiende hasta los confines de la tierra. Mas te arrojarán de en medio de los hombres y morarás entre las bestias del campo, y te darán de comer hierba como a los bueyes, te empapará el rocío del cielo y pasarán sobre ti siete tiempos hasta que sepas que el Altísimo es el dueño del reino de los hombres y se lo da a quien le place. Lo de dejar el tronco donde se hallan las raíces significa que tu reino te quedará cuando conozcas que el cielo es quien domina. Por tanto, ¡oh rey!, sírvete aceptar mis consejos: redime tus pecados con justicia y tus inquietudes con misericordia a los pobres, y quizá se prolongará tu dicha.

Todo esto tuvo cumplimiento en Nabucodonosor, rey.

Daniel 4, 1-25



En Libro de sueños (1975)
Foto: Borges Stadt  Paranaein Interview - August 1969 
Ullstein Bild / Getty Images



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