28/5/18

Jorge Luis Borges: La perdida poesía







El 30 de noviembre de 1983, junto al embajador de la India en la Argentina, me tocó acompañar a Borges en un diálogo sobre el budismo, que se llevó a cabo en el Centro de Informaciones de las Naciones Unidas. Antes de retirarnos, una elocuente poetisa se acercó a Borges para entregarle su libro. Era, según ella, una serie de poemas inspirados en el budismo zen, que había titulado, crédulamente, Versos místicos. Con José Bianco y Alberto Lis, que nos acompañaban, nos costó trabajo arrancar a Borges de las manos de la perseverante poetisa.

Una vez instalados en el restaurante donde cenamos, Borges me pidió que le leyera algunos de los versos místicos. No pasé, por supuesto, del primero. «Está bien, me interrumpió Borges. Es suficiente. Le propongo que cuando nos vayamos olvidemos este libro piadosamente sobre la mesa». Así lo hicimos, pero cuando ya habíamos ganado la calle, un mozo nos alcanzó para entregarnos el libro y reprocharnos nuestro olvido. Fuimos luego a un café y repetimos el hecho con un resultado similar, ya que la persona ubicada en una mesa vecina nos hizo notar el olvido. El libro fue depositado finalmente sobre un banco de la plaza San Martín.

A la mañana siguiente, cuando llego a su casa, Borges me recibe sonriendo. «Tengo que mostrarle algo, Alifano», me dijo, al tiempo que exhibía el libro en su mano. «Parece un castigo del Buda por todo lo que hablé anoche. Hace un rato un señor le entregó a Fani los implacables versos místicos, sin duda destinados a seguirnos hasta el infierno».


En: Alifano, Roberto; El humor de Borges (1995)
Imagen: Borges Interview at the Oberlin Inn 1
Oberlin College Archives, 1983, Foto John Harvith
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