4/4/18

Jorge Luis Borges: El apócrifo Menard [Entrevista con Roberto Alifano]









Como todo literato, Borges gustaba de poner trampas a sus lectores. Trampas que sugerían muy otra cosa de aquello que podían parecer. Una muestra ejemplar es La secta del Fénix, en la que nos habla de misteriosos catecúmenos que practicaban, practican y practicarán, ese rito al que los hombres suelen echar mano en su soledad. Pierre Menard es un invento genial de Borges que desde su erudición hace creer de su existencia a los más rigurosos. En el bar de un hotel de la ciudad de Rosario, después de un diálogo sobre literatura fantástica que habíamos mantenido, registré este diálogo:

—Borges, por qué no me cuenta cómo se le ocurrió la historia de Pierre Menard, autor del Quijote, que a muchos lectores pareció verídica.

—Ah, sí, mucha gente la tomó en serio. Incluso hubo un colega que me dijo después de haberlo leído: «Bueno, mirá che, es un artículo interesante el que escribiste sobre ese personaje llamado Menard, yo tenía conocimiento de él; aunque, te tengo que ser sincero, siempre me pareció un poco loco. Un francés bastante rayado, mirá que ponerse a plagiar así a Cervantes».


—¿O sea que creyó que era un personaje real?

—Sí. Bueno, yo le seguí la corriente; le dije que lo había conocido personalmente y que lo que buscaba era hacer un resumen de su obra y de su vida. Y también una señora me dijo: «Borges, me parece lamentable que un zonzo como ese tal Pierre Menard haya imitado a un poeta al que yo admiro tanto, a Paul Jean Toulet».

—¿Y usted qué le respondió?

—Que Pierre Menard no era un zonzo, que era un hombre que había llegado a un grado tal que no podía hacer más que esto, que era un nihilista, un gran escéptico, un hombre de una gran modestia, pero, al mismo tiempo, de una gran ambición.

Borges hace una pausa y sonríe pícaramente. Para que no se interrumpa el diálogo, que me parece interesante, me adhiero a su defensa de Pierre Menard.

—Me parece que está muy bien de su parte el haberlo defendido. Estoy de acuerdo con usted; coincido en que es injusto llamarlo zonzo.

—Uno debe defender a sus personajes, ¿no? —aprueba Borges.

—Pero sí, por supuesto. Además, Pierre Menard es un hombre inteligente, muy inteligente, que se da cuenta de la inutilidad de la literatura; y también de una enorme cortesía.

—Ah, sí, claro, es sobre todo un hombre muy cortés —prosigue Borges—. Una persona inteligente que llega a la conclusión de que hay demasiados libros, de que no está bien seguir atestando las bibliotecas con volúmenes nuevos, y que, bueno, condescender a la copia es una forma de cultura, una forma de respeto, y, ¡por qué no! También una suerte de resignación.

—¿Y una buena cuota de humor? —agrego.

—Claro, por supuesto, una muy buena cuota de humor —asiente Borges—. Pero le voy a decir que cuando yo escribí esta historia, el personaje se me presentó como muy complejo, no como un zonzo. Pierre Menard estaba realizando una tarea vana, conscientemente vana, pero inteligente, ¿no le parece?

—Sí, sobre todo una tarea con sentido. No agregar más libros a las bibliotecas, entre otras. Yo lo veo a Pierre Menard como un hombre genial que se instala en una mesa, abre el Quijote y, casi al azar, copia un capítulo, pero no busca componer otro Quijote; sino escribir «el Quijote». Su admirable ambición era producir un texto que coincidiera palabra por palabra y línea por línea con las de Cervantes. ¿Qué empresa difícil, no?

Borges se entusiasma al hablar de su famoso personaje, y aporta otra clave para entender el cuento:

—Luego Pierre Menard quería olvidar todo eso, quería conservar esa copia como una obra inmortal. Él olvida todo eso, olvida que la ha copiado y lo reencuentra en sí mismo. Bueno, y ahí está la idea de que no inventamos nada, de que todo responde a la memoria, de que se trabaja con la memoria o, para decirlo de una manera más precisa, de que se trabaja con el olvido.

—El relato lo escribió después de ese accidente que tuvo hacia fines de los años treinta, ¿no? —pregunto.

—Sí. El accidente fue en la Nochebuena de 1938, y el resultado, o la consecuencia, digamos, fue Pierre Menard, autor del Quijote.

—¿Fue un accidente grave, Borges?

—Muy grave. Me llevé por delante, cuando subía la escalera, una ventana abierta. La herida se me infectó y me produjo septicemia; y estuve casi un mes entre la vida y la muerte. Luego cuando me curé yo temí por mi integridad mental y me dije: «si puedo escribir es que estoy bien». Con audacia me propuse relatar una historia, algo que nunca había hecho antes, y así se me ocurrió Pierre Menard. Una especie de broma que llegó a confundir a mucha gente.



En: Alifano, Roberto; El humor de Borges (1995)
Manuscrito original de Pierre Menard autor del Quijote, en cuaderno de contabilidad y tinta negra

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