6/7/17

Jorge Luis Borges: Veinte preguntas notables [Revista Siete Días, 1976, Borges responde a Pinky, Raúl Lavié, Tato Bores, Vinicius de Moraes, Jorge Schussheim, Edmundo Rivero, Antonio Carrizo y otros]








PINKY

—Las respuestas chocantes que a veces suele dar usted a los periodistas ¿reflejan lo que realmente piensa o dice esas cosas por simple divertimento?

—Debo admitir que siempre actúo ingenuamente y los resultados suelen escandalizar. Precisamente, en los Estados Unidos tuve varias entrevistas y en todas noté que había una reverencia por los negros. Entonces les expresé mi asombro porque no descubría los motivos de tal actitud. Les dije que todo el mundo sabe que los diálogos de Platón, que la Biblia, que Shakespeare, que la obra de Víctor Hugo han sido escritas por los negros y, por lo tanto, para qué insistir, cuando los negros han reducido a la esclavitud a los blancos durante mucho tiempo. Era preciso, pues, reconocer su superioridad.



VICENTE FORTE

—¿Por qué en sus obras los imagineros no son figuras argentinas?

—No creo haber empleado nunca la palabra imaginero. Hay viejas mitologías de origen germano, por ejemplo, que me son muy queridas, por eso usé muchos de sus elementos en mis obras. Por otra parte, cuando yo, muchos años atrás, insistía en los compadritos y las esquinas rosadas, no hacia más que pintoresquismo; en cambio, en cuentos más recientes como La muerte y la brújula, donde no me esforcé por lograr ningún sabor local, la presencia de Buenos Aires, aunque encubierta, no se puede obviar.

—De todos los pintores que conoció en su vida, cuál es el que más recuerda?

—He conocido muchas personas en mi larga vida y sólo ante tres he sentido le presencia del genio: el español Rafael Cansinos Assens que podía saludar al sol en veinte idiomas y que ha realizado la mejor traducción que existe de Las mil y una noches, Macedonio Fernández y el pintor Xul Solar, un hombre algo extravagante y un genio múltiple.



RAÚL LAVIÉ

—¿Cuál era la deshabitada calle del Once en que se encontró con Macedonio Fernández?

—En realidad, yo lo encontré en la confitería La Perla del Once, en Jujuy y Rivadavia. Era un hombre de genio, Macedonio. Yo creo que no conocí a ninguna persona que me haya impresionado tanto como Macedonio Fernández, pero no me refiero a sus escritos. Macedonio no le daba importancia a lo que escribía. Jamás corrigió pruebas, a mi me dijo que él escribía para ayudarle a pensar.

—¿Por qué no lo quiere a Piazzolla?

—Porque yo he trabajado con él y me he dado cuenta de que no tiene oído. En él se conjugan su sordera musical y poética.



TATO BORES

—¿Qué va a decir el día en que finalmente le den el Premio Nobel?

—Ya hay una tradición de que no lo gane. Yo nací el 24 de agosto de 1899 y, desde entonces, no me han dado el Premio Nobel. Durante estos 77 años la tradición se ha mantenido firme. Inclusive en este momento, en que respondo, no lo estoy recibiendo. ¿Por qué causa va a quebrarse eso? ¿Por la ley de gravedad? Los factores que determinan la elección son extraños. Fíjese si no en el caso del poeta bengalí Rabindanath Tagore: sospecho que es más lindo, que es más sorprendente elegir a una persona con turbante, vestido de celeste y con una larga barba blanca. Es un éxito de lo pintoresco, de lo inesperado, creo que el mismo elegido debió estar muy escandalizado: sabía muy bien que lo que escribió no era para tanto.



VINICIUS DE MORAES

—¿Su obra refleja su vida o es toda ficción?

—Yo diría que es todo autobiográfico. No puedo crear personajes como lo hace Dickens. El único personaje soy yo. En todo caso, me imagino situaciones de otros. Diría que la mía, es una obra muy íntima: estoy convencido de que sólo lo íntimo tiene fuerza estética. Y aún cuando escriba ficciones, mas allá de la geografía, más allá de la historia, en la medida en que es posible alejarse de ambas, soy un narrador íntimo.




JORGE MONTES

—¿Es cierto que usted declaró que no le gusta Gardel porque tenía la cara parecida a la de Perón?

—No recuerdo haber visto retratos de Gardel, pero lo conocí. Fue en un cinematógrafo donde daban La ley del hampa de von Stemberg, tras la función, actuaba Gardel pero como a Pepe Mastronardi y a mí nos había gustado mucho la cinta, nos fuimos de la sala. A mí, personalmente, no me gustaba ese cantante y tengo entendido que al propio Gardel no le gustaba el tango, pero sus amigos lo llevaron a eso. El decía que no podía cantar algo que no sintiera, pero sin embargo, allí estaba la fama esperándolo.


—¿Cómo justifica usted que en un cuento suyo aparecido en una revista femenina, un lumpen no pronuncie una sola palabra en lunfardo?


—Lo injustificable es que lo haya publicado. Pero debo advertirle que los malevos no usan lunfardo, esa es una característica del sainete. Yo me he criado en Villa Luro entre malevos y no he tenido tiempo de estudiar lunfardo.



BROCCOLI

—¿Vería con agrado que así como ocurrió en el cine, sus cuentos fueran adaptados para la televisión?

—Lamentablemente, algún cuento mío fue llevado al cine. Pero lo hizo una persona que se llamaba Torre... Torre Nilsson, pero no le salió muy bien. También algunos se sorprenden cuando les digo que en la película Invasión no tuve nada que ver. Yo le permití a Hugo Santiago que pusiera mi nombre porque el joven no quería aparecer como guionista y director a la vez, pero le anticipé a Santiago que yo no podía creer en su argumento. Otra experiencia nefasta fue con El muerto, que está basado en un cuento mío, pero yo no tengo nada que ver con el texto del guión, ni siquiera lo vi. Sé que incurrieron en una sarta de disparates: la historia se desarrolla en una estancia cimarrona, en el norte de la República Oriental sobre la frontera con Brasil y ahí aparecen gauchos jugando al billar. Yo, que conozco esas estancias porque pasé la noche en una de ellas, recuerdo que dormí en catres y que no había ningún billar por ahí. Yo no querría que hicieran nada mío en televisión, aunque no soy quien maneja esos asuntos, sino la editorial que tiene mis derechos. No me gusta la televisión, además, si se hiciera algo en ese medio, sería para aprovechar la propaganda previa. Ocurriría lo mismo que cuando trasladan novelas al cinematógrafo. Por eso yo prefiero que usen mis argumentos, pero sin poner mi nombre, ni el del cuento. A mí no me preocupa que me plagien ni tampoco voy a hacer ningún juicio si lo hacen.



TOQUINHO


—¿Qué prevalece en el acto de la creación: lo emocional o lo racional?

—Yo creo que se trata de dos hechos sucesivos; se empieza por lo emocional. Ocurre que aparece la posibilidad de un poema, un cuento o lo que fuera y uno lo concreta cuando en esa reacción interviene lo intelectual. Sin embargo, hay dos teorías opuestas: la clásica, de la musa y la inspiración, y la de Poe (y es raro que un poeta de su genio la formulara) que habla de la concepción estética de la composición. Yo disiento con eso. Todo poema construido intelectualmente, se resiente en forma notable. Si yo me tomara como ejemplo, podría descubrir con humildad que al comienzo se puede ver el espíritu de la musa, incorporándose luego lo intelectual. Coincido con Oscar Wilde cuando dice que si no fuera por las formas clásicas del verso, estaríamos a merced del genio.



JORGE SCHUSSHEIM

—¿Tiene intención de dejar alguno de sus libros sin firmar para que dentro de unos 10 años sea casi un incunable, una reliquia de museo?

—Esto es algo que afirmo con frecuencia; he firmado tantos de mis ejemplares que el día que me muera, va a tener gran valor el libro que aparezca sin mi firma. Estoy convencido de que algunos intentarán borrarla para que su texto no se venda tan barato.



EDMUNDO RIVERO

—¿Cree que la inspiración está hermanada con las vivencias?

—Como toda mi obra es autobiográfica la inspiración nace, entonces, a partir de una serie de vivencias intransferibles.


—¿Cómo ve a Buenos Aires desde el punto de vista de sus expresiones culturales?


—Ahora las manifestaciones culturales son más numerosas, pero probablemente antes fueran más sólidas. Yo creo, por ejemplo, que Lugones o Banchs eran mejores que yo. ¿No le parece?



CARLOS GARAYCOCHEA

—¿Qué es lo que haría primero sí volviera a ser niño? 


—No puedo imaginarme otro tipo de vida para mi que ésta que llevo. Sin embargo, en ocasiones se me ocurre que podría hacer algo mejor de lo que hice, pero esto es absurdo a los setenta y siete años.

—¿En qué objeto le gustaría reencarnarse? 

—No me gustaría reencarnarme en nada. El día que ocurra, quiero morir íntegramente, en cuerpo y alma.



ANTONIO CARRIZO

—¿Por qué borró de su biblioteca El tamaño de mi esperanza?


—Porque era muy malo, era un remedo del Lunario sentimental de Lugones. Prefiero olvidarlo. Permití que se publicaran mis obras completas para omitir El tamaño de mi esperanza y las Inquisiciones, dos títulos que prefiero no recordar.

—¿Por qué, habiendo sido siempre un poeta medido, austero, que hasta abominó del tango por considerarlo sentimentalista, en sus últimos poemas se muestra sentimental y confidente?

—Los años me han dado cierta impunidad. Tengo una clara imagen de lo que soy y es por ello que sospecho que puedo hacer cualquier cosa y eso no modificará lo que piensen de mí. Debo agregar no obstante, que el tango canción, mejor dicho, la milonga de hace muchos años, me gustaba bastante.



ADOLFO PÉREZ ZELASCHI

—¿Usted se considera un hombre inteligente?


—Conozco muchas personas más inteligentes que yo, pero nombrarlas no significaría para ellas ningún halago.







En revista Siete Días Ilustrados. Año X, Nº 483
Buenos Aires, del 17 al 23 de setiembre de 1976
Imagen y texto digitales ©Mágicas Ruinas
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