7/7/17

Jorge Luis Borges: Manuel Mujica Láinez, «Los ídolos»






Escéptico de casi todas las cosas, Mujica Láinez no lo fue nunca de la belleza ni —¿por qué no resignarnos a un rasgo puramente local?— de la buena causa unitaria. Había escrito las biografías de Hilario Ascasubi y de Estanislao del Campo y se negó a escribir la de Hernández, que era rosista.

Es difícil imaginar dos hombres más distintos, pero fuimos excelentes amigos. Descubrimos un vago antepasado común, don Juan de Garay, que era realmente, creo, Juan de Garay. Nuestra amistad prescindió de la frecuentación y de la confidencia. Soy ciego y, de algún modo, siempre lo fui; para Mujica Láinez, como para Théophile Gautier, existía el mundo visible. También el teatro y la ópera, que parcialmente me están vedados. Sentía, quizá trágicamente, la vacuidad de las ceremonias, de las reuniones, de las academias, de los aniversarios y de los ritos, pero esas máscaras lo divertían. Sabía aceptar y sonreír. Fue, ante todo, un hombre valiente. No condescendió nunca a lo demagógico.

En toda vasta obra suele haber rincones secretos. He elegido Los ídolos. En otros libros justamente famosos, Manuel Mujica Láinez suele ser the man of the crowd, el hombre de la turba. En éste, el menos populoso, los personajes de la fábula, que se inicia a orillas del Avon, son de algún modo formas de Shakespeare y de Milton. Cada escritor siente el horror y la belleza del mundo en ciertas facetas del mundo. Manuel Mujica Láinez los sintió con singular intensidad en la declinación de grandes familias antaño poderosas.



Antologado en Biblioteca personal (1987)
Véase Prólogo a Biblioteca personal 
Foto: Manuel Mujica Láinez por Alicia D'Amico 
Fuente Vía


1 comentario:

  1. Siempre en círculos vuelo a Borges. Gracias!!! Zoe, Buenos Aires 8 julio 2017

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