El destino del escritor es extraño, salvo que todos los
destinos lo son; el destino del escritor es cursar el común de las virtudes humanas, las
agonías, las luces; sentir intensamente cada instante de su vida y, como quería Wolser,
ser no sólo actor, sino espectador de su vida, también tiene que recordar el pasado, tiene
que leer a los clásicos, ya que lo que un hombre puede hacer no es nada, podemos
simplemente modificar muy levemente la tradición; el lenguaje es nuestra tradición. El
escritor tiene una desventaja: el hecho de tener que operar con palabras, y las palabras,
según se sabe, son una materia deleznable. Las palabras, como Horacio no ignoraba,
cambian de connotación emocional, de sentido; pero el escritor tiene que resignarse a
este manejo, el escritor tiene que sentir, luego soñar, luego dejar que le lleguen las
fábulas; conviene que el escritor no intervenga demasiado en su obra, debe ser pasivo,
debe ser hospitalario con lo que le llega y debe trabajar esa materia de los sueños, debe
escribir y publicar, como decía Alfonso Reyes, para no pasarse la vida corrigiendo los
borradores, y así trabaja durante años y se siente solo, vivo en una suerte de
sueñosismo; pero si los astros son favorables, uso deliberadamente las metáforas
astrológicas, aunque detesto la astrología, llega un momento en el cual descubre que no
está solo. En ese momento que le ha llegado, que le llega ahora, descubre que está en el
centro de un vasto círculo de amigos, conocidos y desconocidos, de gente que ha leído
su obra y que la ha enriquecido, y en ese momento él siente que su vida ha sido
justificada. Yo ahora me siento más que justificado, me llega este premio, que lleva el
nombre, el máximo nombre de Miguel de Cervantes, y recuerdo la primera vez que leí
el Quijote, allá por los años 1908 ó 1907, y creo que sentí, aún entonces, el hecho de
que, a pesar del titulo engañoso, el héroe no es don Quijote, el héroe es aquel hidalgo
manchego, o señor provinciano que diríamos ahora, que a fuerza de leer la materia de
Bretaña, la materia de Francia, la materia de Roma la Grande, quiere ser un paladín,
quiere ser un Amadís de Gaula, por ejemplo, o Palmerín o quien fuera, ese hidalgo que
se impone esa tarea que algunas veces consigue: ser don Quijote, y que al final
comprueba que no lo es; al final vuelve a ser Alonso Quijano, es decir, que hay
realmente ese protagonista que suele olvidarse, este Alonso Quijano. Quiero decir
también que me siento muy conmovido, tenía preparadas muchas frases que no puedo
recordar ahora, pero hay algo que no quiero olvidar, y es esto: me conmueve mucho el
hecho de recibir este honor en manos de un Rey, ya que un Rey, como un Poeta, recibe
un destino, acepta un destino y cumple un destino y no lo busca, es decir, se trata de
algo fatal, hermosamente fatal, no sé cómo decir mi gratitud, solamente puedo decir mi
innumerable agradecimiento a todos ustedes.
Muchas gracias.
En Jorge Luis Borges, Premio de Literatura en lengua castellana "Miguel de Cervantes" 1979,
Barcelona, Anthropos, Editorial del Hombre, Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, 1989
Antologado en Textos recobrados 1956-1986 (1987)
En Jorge Luis Borges, Premio de Literatura en lengua castellana "Miguel de Cervantes" 1979,
Barcelona, Anthropos, Editorial del Hombre, Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, 1989
Antologado en Textos recobrados 1956-1986 (1987)
Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi
© 2003 María Kodama
© 2003 Editorial Emecé
© 2003 María Kodama
© 2003 Editorial Emecé
Fotos:
Borges en la ceremonia Premio Cervantes 1979. Gerardo Diego en segundo plano
Borges y Gerardo Diego con los Reyes de España en la entrega del premio (Archivo Clarin)
Borges y Gerardo Diego con los Reyes de España en la entrega del premio (Archivo Clarin)