Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y gustadora y monstruosa cual un Ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda y triste intimidad de los besos.
Nos adunó la perfección del sufrir.
El tiempo inevitable se divulgaba sobre el inútil tajamar del abrazo.
Prodigábamos pasión juntamente, no a nosotros tal vez sino a la venidera soledad.
Yo iba saqueando el porvenir en tus labios aún no amados de amor.
Nos rechazó la luz: la noche vino con urgencia de grito.
Solicitamos juntos la verja en esa dura gravedad de la sombra que ya el lucero alivia.
Como quien vuelve de una pradería yo volví de tu abrazo.
Como quien sale de un país de espadas volví de tu sollozado querer.
Tarde que se alza como sueño notorio entre la errante soñación de otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando noches y singladuras.
A semejanza del candelabro judío que por gradual encendimiento se ilustra,
en luminarias de sucesiva esperanza te anhela mi amor de todas las horas.
En Textos recobrados 1919-1929
© 1997 y 2007 María Kodama
Buenos Aires, Sudamericana, 2011
Proa, segunda época, Buenos Aires, Año 2, N° 8, marzo de 1925
En Luna de enfrente, 1925, con variantes y abreviada bajo el título "Dualidá en una despedida"
Imagen: Un encuentro con Borges en Biblioteca Comunale (Taormina) -noviembre 2018-
de Miguel Ruibal [+] [TW] [FB]