Esta entrevista fue grabada en mi departamento en Nueva York el 31
de enero de 1979, poco tiempo después de la publicación en dicha ciudad
de Jorge Luis Borges: A Literary Biography (E. P. Dutton). Fue una conversación
informal con el propósito de preparar un artículo periodístico
que, por razones ajenas a mi voluntad, nunca se llegó a concretar. Desde
entonces me he sentido en deuda con Emir Rodríguez Monegal, una deuda
que ahora se me da la oportunidad de saldar, aunque en circunstancias
muy tristes que fueron determinadas por el destino. Fue una entrevista
breve, ya que el tema de la misma se limitó, de común acuerdo, al método
que siguió el autor para la preparación del libro y a su relación personal
y literaria con Borges y los personajes de sus biografías anteriores. Si bien
no es una entrevista en profundidad, espero que llegue a revelar la verdadera
personalidad del entrevistado, un hombre de gran erudición, que
dominaba el arte de narrar y era a la vez muy humano. Al igual que su
relación con Borges, mi relación con Emir ha sido de un afecto y respeto
mutuos, pero de distancia, sin confidencias. Lo conocí en 1968 con motivo
de la publicación en la revista Life en español de mi entrevista con Borges [Véase foto].
Desde entonces, y como nuestros intereses coincidían en cuanto a promover
la cultura latinoamericana, siempre conté con su apoyo y colaboración
desinteresada en la preparación y desarrollo de mis proyectos cuyo
objetivo tenían ese fin. Como profesor, crítico, autor y ensayista, Emir
Rodríguez Monegal fue una figura muy polémica y, como tal, contaba con
amigos y enemigos. Nadie, sin embargo, podrá negar su valioso y amplio
aporte a la literatura hispanoamericana. Como dijo su colega Roberto
González Echeverría: "Fue, además,
uno de los primeros críticos en reconocer el valor de Borges y son de particular importancia sus ensayos, interpretaciones y la biografía del escritor
argentino. Como amigo y como profesional, Emir Rodríguez Monegal ha
dejado un gran vacío".
IG: A Literary Biography es el subtitulo de tu libro Jorge Luis Borges
que se acaba de publicar. Ya ha recibido excelentes reseñas, pero se
ha hecho mucho hincapié en el subtítulo.
ERM: Es verdad. Los críticos han hecho mucho hincapié en ese subtítulo.
Yo lo puse para guiar al lector a la interpretación del libro, para
aclararle que no había ninguna trampa. La dificultad en escribir la biografía
de Borges es que en realidad su biografía es la biografía de su literatura.
Es un hombre que ha tenido una vida mediocre, corriente, como
la de casi todos los escritores, para quienes las aventuras son imaginarias.
La verdad es que no se podía pensar en una biografía novelesca o anecdótica.
Por eso decidí poner A Literary Biography, que es una expresión
muy tradicional en la literatura inglesa. Es el título de una obra extraordinaria
que escribió S. T. Coleridge en el período romántico.
RG: La biografia literaria es, además, un género muy antiguo.
ERM: Más antiguo que la crítica literaria. Antes de que se hiciesen las
críticas de los poemas de Homero ya se habían escrito biografías de Homero.
También se han hecho biografías de los filósofos de la Iglesia católica. Es decir, el interés por el hombre que produce una obra literaria no
es nuevo, es antiquísimo y precede a la crítica literaria. En realidad, algunas
de las obras maestras de la crítica literaria son biografías literarias,
por ejemplo, el "Dr. Johnson" del siglo XVIII no escribió un estudio de los
poetas ingleses, sino que hizo un estudio literario en donde contaba la
vida de los poetas. Y un discípulo de Johnson, James Boswell, escribió
una biografía de Johnson que consistía en su mayoría de diálogos, conversaciones,
cosas que pasaban por la cabeza de Johnson. Es decir, escribir
la biografía de una persona cuya vida es poco interesante, que prácticamente
no ha tenido aventuras, es una tradición literaria cuando se hace
literariamente. Yo no pretendía contar la vida de Borges. Para contar la
vida de Borges habría que tener mucho material real, documental. La poca
correspondencia privada que hay es fragmentaria y no es muy útil, y hay
otro material que es tan íntimo que no se puede usar. Por eso no usé la
palabra life, porque podía ser equívoca. Pero sí podía contar la biografía,
que quiere decir la escritura de la vida. En la palabra biografía esta la
palabra graphy —escribir—, y lo que uno está haciendo es una narración
de la vida; no es la vida misma. Yo estoy reduciendo la vida de Borges a
una narración. No pretendo ofrecer la vida real de Borges, sino la grafía
de la vida, y como Borges es un escritor, su vida es en gran parte un escribir. Además, como me baso en la autobiografía de Borges, es la biografía
de la autobiografía. Uso la autobiografía como un texto. Tal vez, la única
cosa revolucionaria y novedosa de mi libro es que se toma muy en serio
su subtítulo.
RG: ¿En qué medida es interesante la vida misma de un escritor?
ERM: La vida de un escritor está en lo que escribe, y lo que le pasa es interesante porque va a ser transformado en su escritura. El único sentido que tiene escribir sobre la vida de Borges, con las pocas cosas que le han pasado, es que esas pocas cosas han alimentado su literatura. Él mismo lo dice en un fragmento de su autobiografía. Borges estuvo unos siete u ocho días en la región gauchesca del Uruguay y en el sur de Brasil y ha escrito innumerables cuentos con fragmentos de cosas que vio en esos días. Es decir, un escritor construye un mundo con pequeñísimos incidentes que en la vida de una persona ordinaria no hubiesen servido ni para hacer una anécdota.
RG: ¿Es importante estudiar al hombre para entender mejor su obra?
ERM: En cuanto a eso hay dos escuelas críticas. La escuela que dice que hay que leer el texto sin preocuparse para nada del contexto y la escuela que dice que hay que leer el texto en el contexto, porque cuando un crítico dice que va a leer el texto sin preocuparse del contexto, quiere decir que va a leer el texto en el contexto del crítico. Pero el contexto del crítico uno lo puede evitar, porque si no uno debería pegarse un tiro. Es decir, que no va a saber nada del texto, va a proyectar toda su ignorancia del texto en el texto. Yo trato de saber lo mas posible del texto porque me parece que eso es lo que el texto da. Es decir, un texto es como un escrito donde debajo hay otros escritos, y uno tiene que saber lo más posible de esos escritos, que son escritos literarios, de las obras que sirvieron de modelo o de inspiración, escritos biográficos de la vida del autor, escritos lingüísticos de la tradición de la lengua, escritos históricos, políticos, etcétera. Me parece que no saber nada de Borges y leer a Borges es una aventura extraordinaria y en la que vamos a depender de la inteligencia del crítico que hace ese trabajo. En cambio, yo he tratado de averiguar todo lo posible de Borges, lo he seguido, y como alguien me dijo, yo era a Borges watcher.
RG: ¿Ese contacto personal con Borges ha influido en tu objetividad de crítico?
ERM: Creo que la objetividad del crítico es una ilusión, porque uno no se puede desprender de la personalidad de uno y leer a un autor, aunque uno lo conozca, sin proyectar su propia subjetividad. Además, mi contacto con Borges ha sido muy continuado, pero no ha sido íntimo. Es decir, él nunca me ha contado intimidades que yo me hubiese sentido molesto en revelar, o que saberlas me hubiesen molestado para escribir. En ese caso hubiera tenido que ejercer una cierta censura. Yo he sido un amigo literario de Borges. Lo conocí cuando yo era joven y tuve una gran admiración por su obra literaria. Me acerqué a él como uno se acerca a un gran maestro a quien uno sigue y escucha. Nunca hubo entre nosotros, ni creo que la habrá, ese tipo de confidencia personal que hace muy difícil tomar distancia. Además, como yo vivía en Montevideo, nos veíamos formalmente cuando yo iba a Buenos Aires o cuando él venía a Montevideo. Yo tengo un gran afecto por él, y pienso que él lo tiene por mí. Pero no es una relación íntima que me impida tomar distancia. Además, el estilo de Borges es de tomar distancia. Todo lo que él escribe es subrayar que la literatura es una toma de distancia, y en eso yo creo que soy un discípulo de él. Yo, cuando escribo, tomo distancia, porque el acto de escribir es un acto de tomar distancia. Claro, no voy a negar que ésa es mi posición. Creo que el libro lo demuestra.
RG: ¿Pueden hacerse biografías de personajes que no gusten?
ERM: Se han hecho biografías odiosas, llevadas por el odio de una personalidad, y otras están escritas por curiosidad. Yo he escrito una biografía de [José Enrique] Rodó y no tenía mucha simpatía por Rodó. Admiraba su actitud literaria, pero me parecía un hombre lleno de limitaciones personales y hasta un poco desagradable, y era muy solemne. La escribí porque me interesaba su pensamiento, me interesaba lo que él representó en su época. Es una biografía más bien del tipo de reconstrucción histórica. Lo mismo podría decir de Andrés Bello. A mí no me interesaba mucho su personalidad, y escribiendo la biografía me llegó a apasionar. Pero no creo que pudiera ser amigo ni de Andrés Bello ni de Rodó. En cambio, me siento amigo de Borges porque me siento identificado con su manera de ver la literatura, y hasta con su estilo irónico, paródico. Me siento muy cerca de él.
RG: ¿Y cuál fue tu relación con Pablo Neruda y su biografía?
ERM: Con Neruda fue distinto. Yo estaba más identificado con la persona de Neruda que con la obra. Su obra, si bien la admiro extraordinariamente, en muchos de sus aspectos la admiraba menos que su personalidad. A Neruda lo conocí poco, pero he tenido mucha más intimidad con él que con Borges, porque Neruda era más abierto. Yo a Borges lo conozco por treinta y tres afios y no he ido a su casa más que para tomar el té, o he salido con él a cenar. Con Neruda he vivido en su casa, como muchos otros, porque era un hombre de puertas abiertas. Pero en el caso de Neruda me fue más complicado escribir el libro [El viajero inmóvil, 1966] porque había un trato personal mucho más cercano, aunque tampoco había confidencias. Cuando escribo la biografía de una persona viva tengo cuidado de no contar nada que pueda ser confidencial o que no esté impreso. Si cuento una cosa confidencial es porque ya otra persona lo contó y está publicado. Pero no voy a contar algo que yo sé, o que me han dicho, y que no puedo verificar. Si está publicado, no quiere decir que sea verdad, pero al menos existe una documentación. En el caso de Neruda he contado cosas que sé que no le hicieron mucha gracia, pero ya se habían publicado, y muchas de ellas las había contado el propio Neruda, pero él se había olvidado.
RG: ¿Sabía Borges que estabas escribiendo su biografía?
ERM: Sí. Yo se lo dije porque no quería que se sintiera sorprendido. Además, aunque mi amistad es sólo literaria, tengo un gran respeto por él. Incluso he incluido en el libro conversaciones que tuve con Borges sobre la biografía. Claro que la situación es paradójica, porque él negaba la posibilidad de escribir biografías y mantenía que él no había tenido una vida; entonces, parecía una empresa de locos, digamos, desde el punto de vista de él. Pero al revés, cuando hablaba con Borges, en lugar de sentirse incómodo, me contaba anécdotas, o si yo le preguntaba alguna cosa, él me la aclaraba. Incluso llegó a contarme cosas de su vida de niño que para mí fueron muy reveladoras. Esas anécdotas sí las he incluido porque él me las había contado, e incluso al terminar mi libro concluyo recordando una conversación que tuve con Borges en la que él me pide que no olvide incluir una anécdota que me había contado sobre un arroyito que pasaba por la región donde él vivía cuando era niño.
RG: ¿Ésta la primera biografía completa de Borges?
ERM: Sí. Se han escrito varios estudios en los que hay partes biográficas. Yo mismo había escrito trabajos en los que había usado elementos de la biografía de Borges, pero nunca había escrito su biografía. En parte por las dificultades en hacer ese tipo de trabajo sobre una persona viva. Uno no tiene acceso a documentos privados y hay ciertas cosas que no se pueden decir, o que se pueden decir en forma indirecta.
RG: ¿Cómo surgió el libro?
ERM: Este libro me fue pedido por la Editorial E. P. Dutton, que es la que tiene los derechos de la mayor parte de las obras de Borges. La casa editorial opinaba que se necesitaba un libro que explique quién es y de dónde viene Borges. Yo conozco a Borges desde hace más de treinta años. Desde 1945 he seguido su carrera de cerca, tanto en Montevideo como en Buenos Aires como en Estados Unidos. Nos hemos encontrado muchas veces. De manera que me sentía preparado para hacer esta biografía. Yo había estado juntando material para escribir un gran libro sobre Borges —grande en el sentido de largo—, y cuando Dutton me lo pidió coincidió con mis propios intereses.
RG: ¿Cómo y cuándo se inicia tu interés por la obra de Borges?
ERM: Yo tenía quince años cuando descubrí a Borges; esto fue en 1936, y lo descubrí como crítico de una revista para señoras que se llamaba El Hogar. Era una revista de la alta burguesía argentina. En esa revista, con fotografías de niñas en Mar del Plata, o de señoras con sus pieles saliendo del Teatro Colón o en el hipódromo, había una página que se llamaba "Libros de autores extranjeros por Jorge Luis Borges". Esa columna
era de tal erudición que era difícil imaginar que esas pobres señoras
podrían entender o leer esas páginas. Era una página muy apretada con
comentarios de libros publicados en inglés, francés, alemán e italiano. De
modo que las señoras además de ser eruditas tenían que ser políglotas.
Yo, aunque tenía quince años y no dominaba las lenguas que dominaba
Borges, quedé deslumbrado. Mi adoración por los libros es anterior a Borges.
Me viene de herencia, ya que vengo de una familia de escritores y
poetas. Pero en esas páginas encontré la vía más maravillosa para una
biblioteca. En realidad, se podría sintetizar mi biografía diciendo que yo
he tratado de leer todos los libros que ha leído Borges, y algunos más. Mi
lista es una lectura de una lista descomunal para seguirle la pista a Borges.
En 1945, cuando lo llegué a conocer personalmente, yo ya era profesor
y había escrito algunas cosas, incluso había escrito sobre él. Entonces me
encontré con la dimensión humana de Borges. Es decir, un hombre en el
que toda su literatura estaba transformada en un juego de imaginación
extraordinaria, sin límite, un juego verbal en el que estaba constantemente
hablando a los autores, pero como si fuera un cuentista de Las mil y una
noches. Leer un libro, hablar de un libro, recordar un libro era una aventura
fabulosa. Es además un hombre con un sentido del humor increíble,
lleno de una chispa que era contagiosa. Y eso ha seguido hasta el día de
hoy. Y los textos de Borges, no todos, pero algunos de ellos, cuanto más
uno los lee, más fabulosos parecen. Hay cuentos, poemas, ensayos que son
inagotables. Esa experiencia de leer, no como una actividad intelectual,
sino leer como una experiencia vital —con la cabeza, con el hígado, con
el sexo—. Todo eso está en Borges. Las pesadillas, las angustias, los terrores,
las fobias, las pasiones, todo eso está en la manera que tiene Borges
de leer, y se ve en sus textos, cuando habla, en su comunicación en general.
Por eso, en este momento que ya es un hombre viejo y agotado, sigue
cautivando a la gente cuando habla. La gente más sutil o menos sutil quedan
agarrados por esa cosa de un hombre que ha convertido el arte de
hablar y de escribir en una aventura de la imaginación, del deseo, de la
fantasía y, naturalmente, de la inteligencia. Pero hablar de la inteligencia
de Borges es reducirlo, porque él es mucho más que la inteligencia. Si
fuera sólo inteligencia sería frío, pero él es todo lo demás, es apasionado.
Y cuando uno lee a Borges, uno se transforma. La reacción de la gente es
pensar que uno se estimula intelectualmente porque sus textos tienen una
superficie de extraordinaria inteligencia, pero después se advierte el humor,
la ironía, la parodia. Yo creo que Borges es un texto extraordinario,
de una riqueza tan variada en sus dimensiones que cuanto uno más lo
conoce más descubre las distintas capas de alusiones, de referencias que
no sólo son cultas, que son humanas. Por eso, los que dicen que es un
nacionalista no saben lo que se pierden.
RG: ¿Cuáles son los complejos de Borges que lo han motivado a sentirse
un cobarde?
ERM: Como Borges viene de una familia de militares, él heredó del
padre la sensación de ser un cobarde. En su familia los hombres o morían
en el campo de batalla o en la cama de heridas recibidas. En el siglo XIX,
en la Argentina como en Uruguay, los hombres se veían obligados a tomar
las armas. El padre de Borges era un abogado muy corto de vista que
quedó ciego a los cuarenta años y Borges es poeta y escritor. Es decir,
que ambos sintieron una especie de falta de hombría que no tiene nada
que ver con la parte sexual, sino con el sentido de defensores de la patria,
con el de la hombría de los constructores de naciones, etc. Borges siempre
se ha sentido un cobarde. Si bien, como yo lo muestro en la biografía, y
basado en la documentación, Borges había sido un hombre muy valiente.
Pero él se consideraba cobarde porque se ha comparado con un paradigma
heroico extraordinario. Bueno, eso forma parte de lo que al principio
de la biografía yo llamo "el mito personal". Todos nosotros heredamos de
nuestra familia unos mitos y los transformamos en un mito personal. Eso
lo explica muy bien Borges en un texto muy bonito llamado "El otro tigre". Él trata de imaginarse un tigre mientras está en la biblioteca, y el
contraste del esfuerzo de imaginarse un tigre —que es la pasión, la cosa
animal— en una biblioteca es el contraste de la vida de él. Es decir, él se
siente que por ser un hombre de biblioteca todo lo que es la vida animal
o pasional ha pasado al margen de él. Y eso es un mito personal. Pero ése
es un mito muy primitivo para un hombre tan sutil, lo cual demuestra
que Borges tiene en él elementos muy primitivos.
RG: ¿Y cuál es tu mito personal?
ERM: Yo he tenido otros mitos. Si bien pertenezco a una familia parecida
a la de Borges, por un lado intelectuales y por el otro militares, en
mi familia el mito era que había un gran desprecio por los militares Monegal.
Por eso yo nunca tuve esa fantasía. Siempre me pareció que era
más heroico pelear sin armas y usar únicamente el arma de la palabra.
Cualquier burro puede tener una escopeta o un rifle para matar a la gente.
Se necesita más valentía tener las manos vacías y usar una palabra a su
debido tiempo. Ése es mi mito personal. Comprendo también que Borges,
como pertenece a una generación anterior, está más cerca de los orígenes
de la nacionalidad. Ahora bien: eso le ha hecho producir una literatura
muy rica.
RG: ¿Cómo explicas el interés de Borges por el compadrito?
ERM: Su interés por el compadrito yo lo veo más como un rechazo
a lo convencional que era su familia. Era una familia de clase media que
se había empobrecido. Vivían en una casa bastante buena, pero en un
barrio pobre donde había muchos compadritos. Era entonces un poco la
tentación de lo prohibido. El niño Borges estaba en el jardín y no podía
salir a la calle porque ahí estaban los compadritos. Los compadritos vivían
unidos en una vida más libre, una vida aventurera y de libertad
sexual que seguramente Borges habrá añorado en algún momento de su
niñez y adolescencia. Pero lo mas cómico es que el único compadrito que
llegó a conocer cuando era niño era un compadrito inglés, el "primo" de
su institutriz inglesa. Después, cuando Borges vuelve a España, ya un muchacho
de unos veinte años, una de sus formas de liberarse de la familia
era irse de noche a recorrer los barrios de compadritos y burdeles. Incluso
hay crónicas de amigos y conocidos que dicen que se vestía como un
compadrito, tomaba caña y había aprendido a bailar el tango como compadrito.
Durante los años veinte, Borges salía a menudo con un grupo de
amigos, entre ellos Leopoldo Marechal, y andaban mucho por los cafetines,
donde conoció a muchos compatriotas. Fue de ahí que sacó la idea de
escribir la biografía de Evaristo Carriego, publicada en los años treinta.
Más tarde escribió Hombre de la esquina rosada.
RG: ¿Cuáles serán tus próximos estudios sobre Borges?
ERM: Bueno, como ahora tengo un período sabático en la Universidad
de Yale, voy a dar un curso en la Universidad de Southern California,
en Los Angeles, donde fui invitado. Enseñaré dos cursos, uno sobre "Borges y la teoría de la parodia", que es un trabajo de crítica literaria
que estoy haciendo, independiente de la biografía, donde muestro cómo
Borges desarrolla el material de parodia en su obra y cómo esto puede
servir de modelo para estudiar la nueva literatura latinoamericana. Es
un libro de crítica que lo estoy presentando a través de varios cursos que
he dado en Yale y otras universidades.
RG: Tu libro termina con una imagen muy melancólica de Borges.
A partir de la muerte de su madre, aunque tiene muchos amigos y parientes, él está viviendo "terriblemente solo" "dentro de un espacio mágico totalmente vacío y gris". "Viejo, ciego, frágil, Borges está finalmente sentado en el centro de su laberinto" .
ERM: Sí, así es como lo había visto en Buenos Aires. Pero en cambio lo vi en noviembre en Quito en un congreso de escritores latinoamericanos
y estaba muy bien, muy animado. Estaba tan entusiasmado que se fue por
Guayaquil a recorrer el Pacífico y quería ir hasta las Islas Galápagos. En
cambio, mi descripción sobre Borges al final del libro es como lo vi hace
dos años en Buenos Aires. Hacía poco que había regresado de una gira
por Estados Unidos que lo había liquidado. Lo vi muy caído. Lo que yo
escribí es mirando hacia el futuro. Es casi una imagen. Todo el último capítulo del libro equivale a lo que en el cine se llama una foto fija, es
decir, las imágenes se van corriendo, corriendo, y al final yo lo inmovilizo
en una imagen, pero no en la imagen de ese momento, sino en una especie
de imagen eterna de Borges. El último capítulo es una descripción de la
casa de Borges, donde vivió por los últimos treinta y cinco años, donde
yo lo visité siempre. Entonces yo describo la casa, las sucesivas visitas y
cómo la casa va envejeciendo, y cómo Borges envejece, y cómo envejece
la madre, y cómo envejezco yo. Termina cuando Borges me cuenta la
muerte de la madre y cómo él solo termina con una foto fija.
RG: ¿En qué medida es interesante la vida misma de un escritor?
ERM: La vida de un escritor está en lo que escribe, y lo que le pasa es interesante porque va a ser transformado en su escritura. El único sentido que tiene escribir sobre la vida de Borges, con las pocas cosas que le han pasado, es que esas pocas cosas han alimentado su literatura. Él mismo lo dice en un fragmento de su autobiografía. Borges estuvo unos siete u ocho días en la región gauchesca del Uruguay y en el sur de Brasil y ha escrito innumerables cuentos con fragmentos de cosas que vio en esos días. Es decir, un escritor construye un mundo con pequeñísimos incidentes que en la vida de una persona ordinaria no hubiesen servido ni para hacer una anécdota.
RG: ¿Es importante estudiar al hombre para entender mejor su obra?
ERM: En cuanto a eso hay dos escuelas críticas. La escuela que dice que hay que leer el texto sin preocuparse para nada del contexto y la escuela que dice que hay que leer el texto en el contexto, porque cuando un crítico dice que va a leer el texto sin preocuparse del contexto, quiere decir que va a leer el texto en el contexto del crítico. Pero el contexto del crítico uno lo puede evitar, porque si no uno debería pegarse un tiro. Es decir, que no va a saber nada del texto, va a proyectar toda su ignorancia del texto en el texto. Yo trato de saber lo mas posible del texto porque me parece que eso es lo que el texto da. Es decir, un texto es como un escrito donde debajo hay otros escritos, y uno tiene que saber lo más posible de esos escritos, que son escritos literarios, de las obras que sirvieron de modelo o de inspiración, escritos biográficos de la vida del autor, escritos lingüísticos de la tradición de la lengua, escritos históricos, políticos, etcétera. Me parece que no saber nada de Borges y leer a Borges es una aventura extraordinaria y en la que vamos a depender de la inteligencia del crítico que hace ese trabajo. En cambio, yo he tratado de averiguar todo lo posible de Borges, lo he seguido, y como alguien me dijo, yo era a Borges watcher.
RG: ¿Ese contacto personal con Borges ha influido en tu objetividad de crítico?
ERM: Creo que la objetividad del crítico es una ilusión, porque uno no se puede desprender de la personalidad de uno y leer a un autor, aunque uno lo conozca, sin proyectar su propia subjetividad. Además, mi contacto con Borges ha sido muy continuado, pero no ha sido íntimo. Es decir, él nunca me ha contado intimidades que yo me hubiese sentido molesto en revelar, o que saberlas me hubiesen molestado para escribir. En ese caso hubiera tenido que ejercer una cierta censura. Yo he sido un amigo literario de Borges. Lo conocí cuando yo era joven y tuve una gran admiración por su obra literaria. Me acerqué a él como uno se acerca a un gran maestro a quien uno sigue y escucha. Nunca hubo entre nosotros, ni creo que la habrá, ese tipo de confidencia personal que hace muy difícil tomar distancia. Además, como yo vivía en Montevideo, nos veíamos formalmente cuando yo iba a Buenos Aires o cuando él venía a Montevideo. Yo tengo un gran afecto por él, y pienso que él lo tiene por mí. Pero no es una relación íntima que me impida tomar distancia. Además, el estilo de Borges es de tomar distancia. Todo lo que él escribe es subrayar que la literatura es una toma de distancia, y en eso yo creo que soy un discípulo de él. Yo, cuando escribo, tomo distancia, porque el acto de escribir es un acto de tomar distancia. Claro, no voy a negar que ésa es mi posición. Creo que el libro lo demuestra.
RG: ¿Pueden hacerse biografías de personajes que no gusten?
ERM: Se han hecho biografías odiosas, llevadas por el odio de una personalidad, y otras están escritas por curiosidad. Yo he escrito una biografía de [José Enrique] Rodó y no tenía mucha simpatía por Rodó. Admiraba su actitud literaria, pero me parecía un hombre lleno de limitaciones personales y hasta un poco desagradable, y era muy solemne. La escribí porque me interesaba su pensamiento, me interesaba lo que él representó en su época. Es una biografía más bien del tipo de reconstrucción histórica. Lo mismo podría decir de Andrés Bello. A mí no me interesaba mucho su personalidad, y escribiendo la biografía me llegó a apasionar. Pero no creo que pudiera ser amigo ni de Andrés Bello ni de Rodó. En cambio, me siento amigo de Borges porque me siento identificado con su manera de ver la literatura, y hasta con su estilo irónico, paródico. Me siento muy cerca de él.
RG: ¿Y cuál fue tu relación con Pablo Neruda y su biografía?
ERM: Con Neruda fue distinto. Yo estaba más identificado con la persona de Neruda que con la obra. Su obra, si bien la admiro extraordinariamente, en muchos de sus aspectos la admiraba menos que su personalidad. A Neruda lo conocí poco, pero he tenido mucha más intimidad con él que con Borges, porque Neruda era más abierto. Yo a Borges lo conozco por treinta y tres afios y no he ido a su casa más que para tomar el té, o he salido con él a cenar. Con Neruda he vivido en su casa, como muchos otros, porque era un hombre de puertas abiertas. Pero en el caso de Neruda me fue más complicado escribir el libro [El viajero inmóvil, 1966] porque había un trato personal mucho más cercano, aunque tampoco había confidencias. Cuando escribo la biografía de una persona viva tengo cuidado de no contar nada que pueda ser confidencial o que no esté impreso. Si cuento una cosa confidencial es porque ya otra persona lo contó y está publicado. Pero no voy a contar algo que yo sé, o que me han dicho, y que no puedo verificar. Si está publicado, no quiere decir que sea verdad, pero al menos existe una documentación. En el caso de Neruda he contado cosas que sé que no le hicieron mucha gracia, pero ya se habían publicado, y muchas de ellas las había contado el propio Neruda, pero él se había olvidado.
RG: ¿Sabía Borges que estabas escribiendo su biografía?
ERM: Sí. Yo se lo dije porque no quería que se sintiera sorprendido. Además, aunque mi amistad es sólo literaria, tengo un gran respeto por él. Incluso he incluido en el libro conversaciones que tuve con Borges sobre la biografía. Claro que la situación es paradójica, porque él negaba la posibilidad de escribir biografías y mantenía que él no había tenido una vida; entonces, parecía una empresa de locos, digamos, desde el punto de vista de él. Pero al revés, cuando hablaba con Borges, en lugar de sentirse incómodo, me contaba anécdotas, o si yo le preguntaba alguna cosa, él me la aclaraba. Incluso llegó a contarme cosas de su vida de niño que para mí fueron muy reveladoras. Esas anécdotas sí las he incluido porque él me las había contado, e incluso al terminar mi libro concluyo recordando una conversación que tuve con Borges en la que él me pide que no olvide incluir una anécdota que me había contado sobre un arroyito que pasaba por la región donde él vivía cuando era niño.
RG: ¿Ésta la primera biografía completa de Borges?
ERM: Sí. Se han escrito varios estudios en los que hay partes biográficas. Yo mismo había escrito trabajos en los que había usado elementos de la biografía de Borges, pero nunca había escrito su biografía. En parte por las dificultades en hacer ese tipo de trabajo sobre una persona viva. Uno no tiene acceso a documentos privados y hay ciertas cosas que no se pueden decir, o que se pueden decir en forma indirecta.
RG: ¿Cómo surgió el libro?
ERM: Este libro me fue pedido por la Editorial E. P. Dutton, que es la que tiene los derechos de la mayor parte de las obras de Borges. La casa editorial opinaba que se necesitaba un libro que explique quién es y de dónde viene Borges. Yo conozco a Borges desde hace más de treinta años. Desde 1945 he seguido su carrera de cerca, tanto en Montevideo como en Buenos Aires como en Estados Unidos. Nos hemos encontrado muchas veces. De manera que me sentía preparado para hacer esta biografía. Yo había estado juntando material para escribir un gran libro sobre Borges —grande en el sentido de largo—, y cuando Dutton me lo pidió coincidió con mis propios intereses.
RG: ¿Cómo y cuándo se inicia tu interés por la obra de Borges?
ERM: Yo tenía quince años cuando descubrí a Borges; esto fue en 1936, y lo descubrí como crítico de una revista para señoras que se llamaba El Hogar. Era una revista de la alta burguesía argentina. En esa revista, con fotografías de niñas en Mar del Plata, o de señoras con sus pieles saliendo del Teatro Colón o en el hipódromo, había una página que se llamaba "Libros de autores extranjeros por Jorge Luis Borges"
Vol. LII, Núm. 135-136, Abril-Septiembre 1986
Fuente
Imagen arriba: Borges Photo by Koberstein/Ullstein Bild via Getty Images