6/7/18

Jorge Luis Borges: ¿Por qué me siento europeo? (1985)





Un grupo de intelectuales reunidos en Venecia lanzó un llamamiento ante el Parlamento Europeo sobre la necesidad de recuperar el espacio cultural del Viejo Continente. Su alegato se basaba en que Europa no debía limitarse a ser un simple Mercado Común. […] el lector encontrará las respuestas a la única pregunta “¿Por qué me siento europeo?”
DE JORGE LUIS BORGES
Yo creo que la totalidad del mundo occidental y una buena parte del mundo oriental son una proyección de Europa. Creo que nosotros somos el reflejo de Europa, la prolongación de Europa, y que podemos ser un espejo, posiblemente magnífico, de Europa, puesto que Europa olvida generalmente que ella es Europa.
Muy pocos europeos son —como decía Nietzsche— buenos europeos. Por eso es por lo que hemos sufrido una de las más grandes calamidades de la historia universal, a saber: las dos guerras mundiales. Porque los europeos han olvidado que eran europeos y han creído ser solamente —y también gloriosamente, por supuesto— franceses, británicos, italianos, alemanes, austríacos, soviéticos, lo que ustedes quieran. Por eso hemos conocido esas dos calamidades, las dos guerras mundiales europeas, que para mí fueron de hecho dos guerras civiles, de lo que no se daban cuenta los combatientes porque cada uno razonaba en función de su patria. En cambio, nosotros aquí, en esta tierra argentina, lejana y olvidada, estamos en condiciones de percibir la unidad fundamental de Europa, lo que resulta más difícil allá lejos porque, bien entendido, cada país de Europa, sin olvidar a España, posee su propia tradición, y es natural que se delimite esa tradición. En cuanto a nosotros, nosotros poseemos nuestras tradiciones… y Europa es Europa toda entera, Europa es una. Esto se explica por unos hechos históricos muy simples. Nosotros éramos españoles. Resolvimos dejar de serlo en 1810. Estalló la guerra de la Independencia, esa guerra que generalmente se olvida y que fue larga y cruel. En esa época combatieron mis antepasados; en esa época, mi bisabuelo, el coronel Suárez, ganó la batalla de Junín. Tenía veintisiete años y obtuvo esa victoria para Perú; él era un soldado argentino. En resumen, decidimos dejar de ser españoles cuando lo éramos fundamentalmente…
Yo pienso que Europa es nuestro pasado y que debería ser nuestro presente. Es una pena que hoy las gentes aparten su mirada de Europa. A mi entender, es una tragedia para América del Sur. Y ahora, ¿a dónde dirigimos nuestros ojos? Los dirigimos hacia un país que ha sido un gran país, como Estados Unidos —me basta con recordar a Emerson, me basta con recordar a Melville, Whitman, Edgar Allan Poe, Henry James…—. Estados Unidos ha sido un gran país, pero actualmente ya no lo es. Ha llegado a ser mucho menos: ya no es más que una gran potencia, lo que tiene su importancia en el plano político, pero eso es todo.
Ahora nosotros miramos en dirección a Estados Unidos o a la URSS, que también ha sido un gran país —por qué no recordar a Tolstoi o a Dostoievski; esos dos grandes nombres son suficientes—. Pero hoy se trata simplemente de dos grandes potencias, y es una pena que apartemos los ojos de Europa. Europa debe procurar que volvamos de nuevo a mirarla, porque somos fundamentalmente europeos…
Y luego, cuando yo hablo de Europa, no me refiero a una simple entidad geográfica; hablo de algo que para mí está vivo. Quiero decir con ello que tengo sangre española, sangre británica, sangre portuguesa, sangre judía y, de forma mucho más alejada —ello me remonta al siglo XIV—, sangre francesa, normanda para ser más preciso. Por muy raros que sean mis ascendientes franceses y por muy alejados que estén, yo tengo el orgullo de haber compuesto, por ejemplo, la Chanson de Roland, y creo que todo europeo debería enorgullecerse de haber compuesto la obra de Hölderlin, la de Racine, la de Shakespeare y, sobre todo, esa obra maestra de la literatura occidental que es —al lado de la Biblia, que es una obra oriental— la Divina Comedia, de Dante. En otros términos, Europa es para mí algo vivo…
Creo que cometemos un error mirando en dirección a dos países que han llegado a ser esencialmente subalternos, como es el caso de la Unión Soviética y Estados Unidos. Deberíamos dirigir nuestros ojos hacia Europa porque nosotros somos unos europeos exiliados, y además exiliados lo suficientemente lejos como para tener la visión de Europa, porque en Europa you can’t see the woods for the trees, como se dice en inglés, los árboles no dejan ver el bosque. Pero nosotros sí estamos en condiciones de ver ese gran bosque, ese gran bosque secular que es Europa, y podemos percibir su unidad. A fin de cuentas, ¿qué significa pertenecer a un país? ¿Qué significa ser europeo, ser argentino? Es un acto de fe. Bien entendido, los europeos deben hacerlo también y acordarse de que es conveniente que sean, como lo quería Nietzsche, buenos europeos en lugar de contentarse con decirse “somos irlandeses, somos escoceses, somos noruegos…”

En diario El País,113 Madrid, jueves 17 de octubre de 1985

113. Borges encabeza esta encuesta en la que participa gente del este de Europa y del norte y sur del continente americano: Ángel Pestaña, Tom Bottomore, Juan Luis Cebrián, Leda Vigliardi, Robert Gregoire, Román Gubern, Alfredo Fierro, Hans Christoph Buch, Jacques Le Goff, Jean-Pierre Faye, José María González Ruiz, Antonin J. Liehm, Vittorio Strada, Alberto Moravia, José Antonio G. Casanova, René Thom, Miquel de Moragas, Arnold Wesker, Federico Mayor Zaragoza, Efim Etkind, Fernando Savater, José Cardoso Pires, José Luis L. Aranguren, José Mattoso.


Luego, en Textos recobrados 1956-1986 (1987)
Edición al cuidado de Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi
© 2003 María Kodama
© 2003 Editorial Emecé


Imagen: Borges y Marcos Ricardo Barnatán 
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