Quejumbre mora
bordeando oscuramente ambas eternidades
del cielo gigantesco y de las leonadas arenas,
llevada con horror de alfanjes heroicos
a los límpidos prados andaluces
desgarrándose como una hoguera por las malezas del tiempo,
entre los siglos escurriéndose
quemando las vihuelas en llamarada de jácaras
hasta el milagro de la gesta de Indias
cuando los castellanos
saqueadores de mundos
iban robando tierras de albur al poniente.
Desmelenada por la pampa,
trasegada de guitarra criolla en guitarra,
entreverándose con la pena
de avillanada gente quichua
descoyuntándose con la insolencia del puerto,
hecha otra vez picota de arrufianados vivires
y humilladero de mujeres malas,
ha logrado ahondar con tal virtud en nuestra alma
que si de nochecita una ventana
la regala en sonora generosidad a la calle el caminante
siente como si le palparan el corazón con la mano.
En Fervor de Buenos Aires
Buenos Aires, Imprenta Serantes, 1923 [Edición del autor]
Suprimido en ediciones posteriores
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Foto: Borges por Anatole Saderman
Luego en Textos Recobrados 1919-1929 (2007)
Foto: Borges por Anatole Saderman