23/1/16

Julio Cortázar: Carta a Ana María Barrenechea [sobre Borges]








París, 21 de septiembre de 1954

Ya veo que México la ha atrapado. Su carta, aunque no sea exactamente entusiasta, vale por la más elocuente de las confesiones. Y me alegro, porque siempre es bello que los amigos estén contentos frente a las cosas que uno quisiera ver alguna vez. Me acuerdo de cuando yo planeaba mi primer viaje a Francia, temblaba cada vez que oía hablar de París a la gente que ya "estaba de vuelta". Las críticas, los retaceos, todo se me antojaba una amenaza y una injusticia, sobre todo porque no podía oponerme. Los ídolos son inmortales, ¿no es cierto? Cada uno tiene su colección privada, y los defiende contra las intrusiones de fuera... Hace doce años tuve la primera gran visión de México, a través de una serie de libros, poesía y cine. Razones tristemente personales me obligaron a quedarme en la Argentina, y luego pudo más mi cariño por Europa. Pero creo que un día iré allá, y me quedaré un largo tiempo; por el momento tengo la sensación estar mirando a través de los ojos de Emma*los suyos, y eso ya es mucho.

Quiero decirle que leí con mucho gusto (y provecho, que es también importante) su estudio sobre Borges. La primera parte me interesó menos, porque mi ignorancia es tan inmensa en materia de lenguaje que todas las indagaciones de vocabulario, giros y formas locales no alcanzan más que a dejarme perplejo.  Pero, en cambio, todo lo que dice usted sobre Borges en la parte más importante —para mí al menos— del trabajo, lo encuentro justísimo, lleno de aciertos y con un valor que va mucho más allá del caso Borges en especial. Supongo que estará enterada del triunfo fulminante de Borges en Francia. La aparición de un nuevo tomo de cuentos traducidos por Caillois ha provocado en los críticos una especie de ola de terror, pues por primera vez en mucho tiempo han tenido que reconocer —cosa siempre dolorosa para el genio francés— que las cualidades aparentemente privativas de su raza se dan en una medida todavía más grande en un escritor de las pampas. Algunos, como de paso, insinúan que Borges se educó en Suiza (!!!). Otros, más decentes, se inclinan hasta tocar el suelo con la estilográfica, y reconocen que hacía rato que no leían nada semejante. Por cierto que en el panorama marcadamente mediocre de las letras francesas de hoy en día, estos relatos llegan como una mise au point bastante dura y a la vez llena de belleza. Todos los diarios y las revistas se ocupan de Borges. Casi siempre equivocándose, pero eso no tiene importancia. Después de Eva Perón, Borges se ha vuelto el argentino más popular en Francia. (Quizá a la par de Fangio, para ser justos, o apenas media máquina atrás.)

La tarjeta con la lista de las conferencias sobre literatura argentina me produjo un ataque de alegre sorpresa. ¡Qué bueno que Emma y usted arremetan con tantas ganas y se ocupen de temas tan fascinantes como Lugones, Quiroga y Cortázar! Está muy bien, lo digo en nombre de los tres, y no me olvido por cierto de Macedonio.

Gracias, Anita, por haberme ayudado en la cuestión de la credencial. Emma y usted han sido muy buenas, y les estoy tan agradecido. Pídame lo que quiera aquí en París, pues se me ocurre que alguna vez podría serles útil en materia de libros o informes. Por el momento me voy con Aurora a Montevideo, donde trabajaré en la Conferencia de la Unesco, y luego pasaremos el verano en Buenos Aires; pero en marzo ya habremos vuelto a París. ¿Por qué no se vienen Emma y usted a pasear por aquí? Sería tan grato para nosotros mostrarles todos los rincones de esta ciudad de locos, de este infinito corazón del mundo. En fin, por el momento sigamos escribiéndonos, que ya es mucho, y usted no se olvide de mandarme todo lo que publique, porque me es útil: conste que no se lo pido por cortesía.

Daniel está muy bien y lo veo casi todos los días. Trabaja como usted bien sabe, y está muy contento; pero todavía más contento está Marcel Bataillon de tenerlo cerca, y creo que no lo soltará muy fácilmente.

Usted me pide que le hable sobre el cuento, y la verdad es que es un tema fascinante, pero tendrá que quedar para otra vez, pues esta carta sale de una pausa (que no refresca, al revés que el famoso producto) entre dos traducciones de la Unesco. Casi en vísperas de viaje, tengo tantas cosas por hacer que el pensar se convierte en un lujo. Algo le he escrito a toda carrera a Arreola, pero no se trata de nada sistemático sino de impresiones del momento, nacidas de la lectura de sus espléndidos cuentos. (¡Qué cronopio fenomenal este Arreola! ¿Verdad que escribe estupendamente?) De todos modos en alguna otra carta le diré lo que se me ocurra sobre el asunto, pues será una manera de obligarme a sistematizar un poco una serie de nociones más o menos vagas sobre algo que no es nada vago y que está requiriendo su poética concreta.

Hasta pronto, con todo el afecto de su amigo

Julio Cortázar


*Emma Speratti Pifiero



En Cortázar, Julio: Cartas 1937-1963
Edición a cargo de Aurora Bernárdez
Alfaguara, Madrid, 2002
Foto: Julio Cortázar mira libros en París.





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