26/7/15

Jorge Luis Borges: Visiones proféticas





Las cuatro bestias

En el año primero de Baltasar, rey de Babilonia, tuvo Daniel un sueño, y vio visiones de su espíritu mientras estaba en su lecho. En seguida escribió el sueño.
Vi irrumpir en el mar Grande los cuatro vientos del cielo y salir del mar cuatro bestias diferentes. La primera era como león con alas de águila. Le fueron arrancadas las alas y se puso sobre los pies a manera de hombre y le fue dado corazón de hombre. La segunda bestia, como un oso, tenía entre los dientes tres costillas; le dijeron: levántate y come mucha carne. La tercera, semejante a un leopardo, con cuatro alas de pájaro sobre el dorso, y cuatro cabezas; le fue dado dominio. La cuarta bestia era sobremanera fuerte, terrible, espantosa, con grandes dientes de hierro: devoraba y trituraba, y las sobras las machacaba con los pies. Era muy diferente de las anteriores y tenía diez cuernos, de entre los cuales salió otro pequeño, y le fueron arrancados tres de los primeros, y, el nuevo tenía ojos humanos y boca que hablaba con gran arrogancia.

El anciano y el juicio

Entonces fueron puestos tronos y se sentó un anciano de muchos días con vestimenta y cabellos como la nieve. Su trono llameaba y las ruedas eran de fuego ardiente. Un río de fuego salía de delante de él, y lo servían millares de millares y asistían millones de millones; el tribunal tomó asiento, y fueron abiertos los libros. Yo seguía mirando a la cuarta bestia, por la gran arrogancia con que seguía hablando su cuerno. La mataron y arrojaron su cadáver al fuego; a las otras tres se les quitó dominio pero se les prolongó la vida por cierto tiempo.

El hijo del hombre

Seguí mirando en mi visión nocturna y vi venir sobre las nubes a uno como hijo hombre, y se llegó hasta el anciano y fue presentado. Le fue dado el señorío, la gloria y el imperio, y todos los pueblos, lenguas y naciones le sirvieron, y su dominio es dominio eterno, que no acabará, y su imperio es imperio que nunca desaparecerá.
Me turbé sobremanera; las visiones me desasosegaron. Fui hasta uno de los asistentes y le rogué que me dijera la verdad acerca de todo esto. Las cuatro bestias son cuatro reyes que se alzarán en la tierra. Después recibirán el reino de los santos del Altísimo y lo retendrán por los siglos de los siglos. Sentí curiosidad por saber más de la cuarta bestia. El cuerno hablador y arrogante hacía guerra a los santos y los vencía, hasta que el anciano hacía justicia y llegó el tiempo en que los santos se apoderaron del cielo.

El cuarto reino

Díjome así: La cuarta bestia es un cuarto reino sobre la tierra que se distinguirá de los otros y triturará la tierra. Los diez cuernos son diez reyes que en aquel reino se alzarán, y el último y nuevo diferirá de los primeros y derribará a tres. Hablará arrogantes palabras contra el Altísimo y quebrantará a sus santos y pretenderá mudar los tiempos y la Ley. Aquéllos serán entregados a su poder por un tiempo, tiempos y medio tiempo. Pero el tribunal le arrebatará el dominio y lo destruirá.

El carnero y el macho cabrío

En el año tercero del reino de Baltasar, tuve una visión y me pareció estar en Susa, capital de la provincia de Elam, cerca del río Ulai. Un carnero estaba delante del río y tenía dos cuernos muy altos, uno más que el otro. Arremetía hacia el poniente, el norte y el mediodía sin que ninguna bestia pudiese resistírsele ni librarse de él. Pere vino un macho cabrío sin tocar la tierra con los pies y un cuerno entre los ojos, y destruyó al carnero y se engrandeció, pero se le rompió el gran cuerno y en su lugar le salieron cuatro, uno hacia cada viento del cielo. De uno de los cuatro salió un cuerno pequeño que creció hacia el mediodía y el oriente y hacia la tierra gloriosa, y alcanzó el ejército de los cielos y echó a tierra las estrellas y las holló. Se irguió contra el príncipe del ejército y le quitó el sacrificio perpetuo y destruyó su santuario. Impíamente convocó ejércitos contra el sacrificio perpetuo, echó por tierra la verdad e hizo cuanto quiso. En esto un santo preguntó a otro: ¿Hasta cuándo va a durar esta visión de la supresión del sacrificio perpetuo, de la asoladora prevaricación y de la profanación del santuario? Le fue respondido: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; después será purificado el gran santuario.
Entonces apareció ante mí uno como hombre en medio del Ulai que decía: Gabriel, explícale a éste la visión. Me dijo Gabriel: Atiende, hijo del hombre, que la visión es del fin de los tiempos. Caí sobre mi rostro, pero me levantó y agregó: Voy a enseñarte lo que sucederá al fin del tiempo de la ira.

La explicación

El carnero de dos cuerpos son los reyes de Media y Persia; el macho cabrío es el rey de Grecia, y el gran cuerno de entre sus ojos es el rey primero; los otros cuatro, cuatro reyes que se alzarán en la nación, pero de menos fuerza. Al final de cuyo dominio, cuando se completen las prevaricaciones, levantaráse un rey imprudente e intrigante; crecerá su poder, no por su propia fuerza, producirá grandes ruinas y tendrá éxitos: destruirá a los poderosos y al pueblo de los santos. Se llenará de arrogancia y hará perecer a muchos que vivían apaciblemente y se enfrentará al príncipe de los príncipes; pero será destruido sin que intervenga mano alguna. La visión de las tardes y mañanas es verdadera: guárdala en tu corazón, porque es para mucho tiempo.
Quedé quebrantado y asombrado por la visión, pero nadie la supo.

Las setenta semanas

El año primero de Darío, hijo de Asuero, de la nación de los medos, que vino a ser rey de los caldeos, yo estudiaba en los libros el número de los setenta años que había de cumplirse sobre las ruinas de Jerusalem, conforme lo dicho por Yahvé al profeta Jeremías. Volví mi rostro al Señor, buscándolo en oración y plegaria, ayuno, saco y cenizas, y oré a Yahvé e hice esta confesión:

Oración y confesión de Daniel

Señor que guardas la alianza con quienes te aman y cumplen tus mandamientos: hemos pecado, obrado iniquidad, perversidad y rebeldía, nos hemos apartado de tus mandamientos y juicios, hemos desoído a tus siervos los profetas. Tuya es la justicia y nuestra la vergüenza, hombres de Judá y moradores de Jerusalem, todos los de Israel, cercanos o dispersos. Nuestra vergüenza es con nuestros reyes, príncipes y padres, porque desobedecimos y nos rebelamos. Vino sobre nosotros la maldición y el juramento escrito en la Ley de Moisés; justo es Yahvé. Señor que nos sacaste de la tierra de Egipto, aparta tu ira de tu ciudad de Jesusalem, haz brillar tu faz sobre tu santuario devastado, mira nuestras ruinas. Por tu misericordia, Señor.

Gabriel trae la respuesta

Gabriel se me apareció como a la hora del sacrificio de la tarde. Me dijo: Setenta semanas están prefijadas sobre tu pueblo y tu ciudad santa para redimir de la prevaricación, cancelar el pecado, expiar la iniquidad, traer la justicia eterna, sellar la visión y la profecía, ungir el Santo de los santos. Desde el oráculo sobre el retorno y edificación de Jerusalem hasta un ungido príncipe habrá siete semanas, y en sesenta y dos semanas se reedificarán plaza y foso en la angustia de los tiempos. Después será muerto un ungido, sin que tenga culpa; destruirá la ciudad y el santuario el pueblo de un príncipe que ha de venir, cuyo fin será en una inundación; hasta el fin de la guerra están decretadas desolaciones. Afianzará la alianza para muchos durante una semana, y a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la oblación, y habrá en el santuario una abominación desoladora, hasta que la ruina decretada venga sobre el devastador.
Daniel, 7-9


Los comentaristas bíblicos sostienen que las cuatro fieras se corresponden con las diversas partes de la estatua vista por Nabucodonosor; que la cuarta es Siria, y, el cuerno blasfemador, Antíoco IV, gran perseguidor de los judíos. Los diez reyes son Alejandro Magno, Seleuco I Nicátor, Antíoco Soter, Antíoco II Calínico, Seleuco III, Cerauno, Antíoco III el Grande, Seleuco IV Filopátor, Heliodoro y Demetrio I Soter. Los desaparecidos, Seleuco IV (asesinado por Helidoro), Heliodoro y Demetrio I. El anciano es Dios, dispuesto a juzgar a los imperios orientales. El personaje semejante a un hijo de hombre es el Mesías: Jesucristo recuerda el pasaje en Mateo, 26, 64, ante el sumo sacerdote. Después se alude a la lucha de Alejandro con los persas, a la formación de su imperio y a la desmembración del mismo, tras la muerte del hijo de Filipo de Macedonia. La profecía de Daniel —las setenta semanas— se basa en la de Jeremías —setenta años— y se interpreta como «setenta semanas de años».



En Libro de sueños (1976)
Foto: Graziano Arici, 1983 (detalle) 
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