7/12/14

Jorge Luis Borges-Osvaldo Ferrari: Sobre Leonor Acevedo







Mi madre me ayudó muchísimo, me leía largos textos en voz alta, ya cuando casi no tenía voz, estaba fallándole la vista; seguía leyéndome, y yo no siempre fui debidamente paciente con ella. Inventó el final de uno de mis cuentos más conocidos: "La intrusa". Eso se lo debo a ella. Cuando mi padre murió, en 1938, ella no podía leer, porque leía una página y la olvidaba, como si hubiera leído una página en blanco. Entonces, se impuso una tarea que la obligaba a la atención: Se puso a traducir; y luego pensó que un medio de acercarse a mi padre, era ahondar el conocimiento del inglés. Mi madre conocía poco el inglés; le gustó tanto, que al final ya no podía leer en castellano. Tradujo 'The Human Comedy', de William Saroyan, los cuentos de 'The Woman who rode away' (La Mujer que se fue a caballo) de D. H. Lawrence, la novela 'Las Palmeras salvajes', de Faulkner; y también otros libros en inglés, y fueron traducciones excelentes.

[...]

En 1930 recibí una grata sorpresa. Esto era que, a lo largo de ese año, se habían vendido veintisiete libros míos. Yo estaba tan emocionado que quería saber el nombre de cada uno de mis lectores para ir a agradecerles personalmente por haber comprado mi libro. Esto se lo conté a mi madre y ella se emocionó mucho. 'Veintisiete libros es una cantidad increíble', me dijo. Y agregó: 'Estás empezando a ser un hombre famoso, Georgie. (...) - Durante los duros años del peronismo, cuando yo fui expulsado de la Sociedad de Escritores por negarme a poner el retrato de Perón, [mi madre y yo] fuimos amenazados por un matón. El sujeto llamó a altas horas de la noche y lo atendió mi madre: 'Yo voy a matarte a vos y a tu hijo', dijo una voz debidamente tosca y profesionalmente maleva. '¿Por qué, señor?', preguntó mi madre. 'Porque soy peronista', agregó el anónimo individuo. Entonces mi madre le respondió: 'Bueno, en cuanto a matarlo a mi hijo es muy fácil. Él sale todas las mañanas a las ocho para ir a su trabajo; usted no tiene más que esperarlo. En cuanto a mí, señor, he cumplido ochenta años y le aconsejo que se apure si quiere matarme, porque a lo mejor yo me le muero antes.' ¡Qué lindo, ese yo-me-le-muero-antes! ¿No? Es algo dicho de una manera bien criolla. Ahora, ¡qué tonta la amenaza! Bueno, en realidad todas las amenazas de muerte son tontas y ridículas. Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad... 






Fotos: 
Captura Documenta 6 Ciclo del periodista Román Lejtman en América 2
Y en Londres cuando recibió el honor de Caballero del Imperio Británico de manos de SM la reina Elizabeth II (1963)