23/2/16

Jorge Luis Borges: In Memoriam J.F.K.









Esta bala es antigua.
En 1897 la disparó contra el presidente del Uruguay un muchacho de Montevideo, Arredondo, que había pasado largo tiempo sin ver a nadie, para que lo supieran sin cómplices. Treinta años antes, el mismo proyectil mató a Lincoln, por obra criminal o mágica de un actor, a quien las palabras de Shakespeare habían convertido en Marco Bruto, asesino de César. Al promediar el siglo XVII la venganza la usó para dar muerte a Gustavo Adolfo de Suecia, en mitad de la pública hecatombe de una batalla.
Antes, la bala fue otras cosas, porque la transmigración pitagórica no sólo es propia de los hombres. Fue el cordón de seda que en el Oriente reciben los visires, fue la fusilería y las bayonetas que destrozaron a los defensores del Álamo, fue la cuchilla triangular que segó el cuello de una reina, fue los oscuros clavos que atravesaron la carne del Redentor y el leño de la Cruz, fue el veneno que el jefe cartaginés guardaba en una sortija de hierro, fue la serena copa que en un atardecer bebió Sócrates.
En el alba del tiempo fue la piedra que Caín lanzó contra Abel y será muchas cosas que hoy ni siquiera imaginamos y que podrán concluir con los hombres y con su prodigioso y frágil destino.



En El Hacedor ["Museo"], 1960
Foto: Borges, Sorbonne University, Paris, 1978
Daniel Simon/Gamma-Rapho via Getty Images

22/2/16

Julio Cortázar: Carta a Jorge Luis Borges [sobre el Minotauro, agosto de 1947]

´








      A Jorge Luis Borges


      Habrá notado usted desde algún tiempo atrás la presencia del Minotauro circulando otra vez sordamente entre los hombres que escriben sus imágenes.


        Luego de hallarlo en el Thesée de Gide -entrevisto apenas, pero hermoso-, lo encuentro pleno de admirable inteligencia en el relato que llama usted La casa de Asterión. He querido entonces hacerle llegar este minotauro mío, que curiosamente profetiza al morir (murió en enero de este año) lo que hoy ocurre: su retorno incesante y repetido. Acéptelo usted como testimonio de cariño hacia Asterión, de nostalgia por su voz tan ceñida, tan libre de lo innecesario. 

      Con afecto,
                          Julio Cortázar




Texto e imagen en: Frazier-Yoder, Amy.
"The 'incessant return' of the Minotaur
Jorge Luis Borges's La Casa de Asterión
And Julio Cortázar's Los Reyes
"

Variaciones Borges, 34 
University of Pittsburg, 2012
Primera publicación en: Montes-Bradley, Eduardo
Cortázar sin barba, Ed. Sudamericana
Buenos Aires, 2004


21/2/16

Jorge Luis Borges: Un escolio







Al cabo de veinte años de trabajos y de extraña aventura, Ulises hijo de Laertes vuelve a su Ítaca. Con la espada de hierro y con el arco ejecuta la debida venganza. Atónita hasta el miedo, Penélope no se atreve a reconocerlo y alude, para probarlo, a un secreto que comparten los dos, y sólo los dos: el de su tálamo común, que ninguno de los mortales puede mover, porque el olivo con que fue labrado lo ata a la tierra. Tal es la historia que se lee en el libro vigésimo tercero de la Odisea.
Homero no ignoraba que las cosas deben decirse de manera indirecta. Tampoco lo ignoraban sus griegos, cuyo lenguaje natural era el mito. La fábula del tálamo que es un árbol es una suerte de metáfora. La reina supo que el desconocido era el rey cuando se vio en sus ojos, cuando sintió en su amor que la encontraba el amor de Ulises.





En Historia de la noche (1977)

Foto tomada durante una visita de a Pittsburgh en 1967 

por A. F. Supervielle. Propiedad de Alfredo Roggiano
en 40 inquisiciones sobre Borges
Revista Iberoamericana, Año XLIII N° 100-101 - Julio/Diciembre 1977
Universidad de Pittsburgh, Pennsylvania


20/2/16

Jorge Luis Borges: Alusión a la muerte del coronel Francisco Borges (1833-74)







Lo dejo en el caballo, en esa hora
crepuscular en que buscó la muerte;
que de todas las horas de su suerte
ésta perdure, amarga y vencedora.
Avanza por el campo la blancura
del caballo y del poncho. La paciente
muerte acecha en los rifles. Tristemente
Francisco Borges va por la llanura.
Esto que lo cercaba, la metralla,
esto que ve, la pampa desmedida,
es lo que vio y oyó toda la vida.
Está en lo cotidiano, en la batalla.
Alto lo dejo en su épico universo
y casi no tocado por el verso.



En El hacedor (1960)
Foto: Borges en Bolívar, 8 de marzo de 1972
Visita realizada con motivo del centenario de la batalla de San Carlos
En homenaje a la participación heroica del coronel Francisco Borges

19/2/16

Jorge Zavaleta Balarezo: «El jardín de senderos que se bifurcan». Modelo para un filme







Me gustaría terminar este ensayo refiriéndome a El jardín de senderos que se bifurcan, al que considero el cuento más cinematográfico de Borges, sobre todo si lo imaginamos como un guión, la expresión modélica de una narrativa enteramente visual, en la cual cada detalle está especificado, donde hasta se puede hallar una suerte de indicaciones “técnicas”. La declaración del doctor Yu Tsun es una narrativa digna de los mejores y más acabados clásicos del suspenso cinematográfico. La anécdota que sugiere el cuento bebe también de una (imaginada) fuente fílmica: el asesinato de un hombre que lleva el nombre del lugar que un grupo interesado debe atacar. Situar la narración en plena Primera Guerra Mundial agrega una dimensión de contemporaneidad histórica. Escribe Borges: 

El tren salía dentro de muy pocos minutos, a las ocho y cincuenta. Me apresuré; el próximo saldría a las nueve y media. No había casi nadie en el andén. Recorrí los coches: recuerdo unos labradores, una enlutada, un joven que leía con fervor los Anales de Tácito, un soldado herido y feliz. Los coches arrancaron al fin. Un hombre que reconocí corrió en vano hasta el límite del andén. Era el capitán Richard Madden. Aniquilado, trémulo, me encogí en la otra punta del sillón lejos del temido cristal. (Borges, “El jardín” 87) 

Nuevamente, la escena se plantea desde una concepción cinematográfica: los detalles, otra vez, se presentan como tomas fijas, planos lacónicos; los sentimientos son expresados en adjetivos; las descripciones son veloces, raudas: sugieren la fugacidad de la propia existencia, la urgencia de la aventura que se narra. La ventana (el “temido cristal”) funciona como un espacio ambiguo, de separación, distancia y frontera, que hasta es un alivio para uno y la frustración para otro. La sensación del thriller—un género cinematográfico que, como tal, sólo se consolidaría a partir de los años 70—recorre el cuento. 

La escena del hombre que pierde el tren—o cualquier otro vehículo de locomoción—durante una persecución es un típico motivo fílmico. Baste señalar tan sólo como ejemplo la escena final de The French Connection, de William Friedkin (1971), cuando el traficante de drogas encarnado por Fernando Rey logra evadir al policía Popeye Doyle (Gene Hackman), dejando un amargo sabor (y a partir de este hecho es que se elaboró una segunda parte de la película, que tuvo un éxito menor). 

En la propia descripción del momento en que Yu Tsun se aproxima al “jardín”, Borges opta por su vena más cinematográfica: 

La tarde era íntima, infinita. El camino bajaba y se bifurcaba, entre las ya confusas praderas. Una música aguda y como silábica se aproximaba y alejaba en el vaivén del viento, empañada de hojas y de distancia. Pensé que un hombre puede ser enemigo de otros hombres, de otros momentos de otros hombres, pero no de un país; no de luciérnagas, palabras, jardines, cursos de agua, poniente. (Borges, “El jardín” 89) 

Otra vez Borges une a la abstracción de un pensamiento casi hermético (lo que el personaje está imaginando en esos momentos) un cuadro muy detallado, el escenario de los acontecimientos. En el escritor existe, en esa búsqueda insoslayable de la perfección, un atreverse a visualizar más de lo posible. A que una imagen lleve a otra y a su vez esta a una tercera, y así sucesivamente. 

El tema-problema de la secuencialidad, sugerida por Cozarinsky * y Balderston **, y que en este trabajo hemos tratado de ejemplificar, reclama nuevamente su propio parentesco con el cine. Las escenas borgianas se vuelven, en su esencia, “imágenes animadas”. En El jardín de senderos que se bifurcan los hechos están concebidos, pensados, al servicio de la efectividad de una trama fílmica trabajada con extrema lucidez y precisión. Pensemos en el encuentro con Albert, el asesinato de este personaje; la llegada de Madden, demasiado tarde. Borges juega, también en esta dimensión de lo narrativo, a ser un Hitchcock, pero no como el de Sabotaje (1936), filme basado en El agente secreto de Conrad, al que sin embargo desdeña: “Destreza fotográfica, torpeza cinematográfica: tales son los juicios que me “inspira” el último film de Alfred Hitchcock” (citado en Cozarinsky 51). 

Borges busca demostrar que desde la literatura él puede retar al cine: sus argumentos son mejores, más legibles, más acabados o más ingeniosos. Un asunto muy distinto es tratar de contar una historia escrita en imágenes, usando la tecnología—no sólo la técnica—del cine. 

Curiosamente, El jardín de senderos que se bifurcan—su cuento de mayores posibilidades fílmicas—no ha sido hasta ahora motivo de disputa entre algún grupo de cineastas. Sería interesante y hasta polémico constatar el resultado en la pantalla de un cuento que se presenta a sí mismo con todos los elementos de la ficción que inspira el cine y que constituye una lección maestra. Una muestra pensada, como siempre en Borges, no sólo “más allá del bien y el mal” y con escepticismo sino como cara expresión de su arte narrativo tan particular, siempre vanguardista.



Notas

Balderston, Daniel. El precursor velado: R.L. Stevenson en la obra de Borges
Trad.: Eduardo Paz Leston
Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1985

** Cozarinsky, Edgardo. Borges y el cine. Buenos Aires: Sur, 1974


En Borges y el cine: imaginería visual y estrategia creativa
Zavaleta Balarezo, Jorge, University of Pittsburgh, 2010

Foto captura: Entrevista a Borges por Augusto Bonardo, 1981
Archivo Histórico RTA


18/2/16

Jorge Luis Borges: Entrevista en Austin, 1976









Un día de primavera de 1976 se vio en Austin, Texas, a un hombre que se parecía a Jorge Luis Borges caminando por la calle. Cuando los más observadores comprobaron que el personaje del bastón, guiado por algún profesor de la Universidad de Texas era, efectivamente, Borges, corrieron la voz. Dos estudiantes, Janis Palma y quien esto escribe, solicitamos presurosas una entrevista para el Daily Texan, el diario local. Esta es, casi 40 años después, su versión en español. Se dio en el comedor de su hotel. Nos contó que había estado antes en Austin con su madre, Leonor Acevedo. Ella murió el año anterior tras un lento deterioro, y Borges la echaba de menos. Nos dijo que aquella vez salieron juntos a caminar por la ciudad y se divirtieron como dos niños. Con nostalgia, había ido entonces a tocar las paredes del edificio donde vivieron y que ya no podía ver. Con 77 años seguía muy activo, aunque le aburría hablar de política o de la situación mundial. Su mundo se concentraba en las muchas páginas que recordaba de memoria.

¿Existe la inspiración, o una obra es un esfuerzo consciente de creación?
Desde luego que existe. ¿Cómo no va a existir? ¡No se puede escribir sin ella! La inspiración es necesaria para darle sentido al esfuerzo. Es cuando uno siente que no está escribiendo sino que es el Espíritu Santo el que lo hace, o algo más allá del yo. Algo que puede ser el mismo yo, no sabemos.

Cuando usted escribe, ¿siente algo como una energía en el ambiente, algo como una densidad?
Bueno, cuando me salen bien las cosas sí, pero para llegar a ese estado tengo que escribir de un modo mecánico durante un buen tiempo, ¿no? Y luego hay un punto en el cual comienza a ocurrir algo…


¿Y comienza a entrar algo en usted?
Sí, y entonces ya mejora lo que escribo y generalmente tengo que modificar lo que he escrito antes. Pero yo tengo que darme cuerda, digamos, si usted me permite esa metáfora un poco grosera. Tengo que hacerlo de todas maneras. En realidad, yo no puedo sentarme a escribir y decir “bueno, estoy inspirado”. No sucede así. Es necesaria cierta inercia.


Hablemos de poesía. Rubén Darío hablaba del “ritmo interno de las palabras”. Robert Frost decía cosas muy simples: ponía doce palabras, digamos, y había algo mágico en ellas…
Es que no es fácil realmente. Frost no es un autor simple, es uno muy complejo. Lo que pasa es que tiene una superficie simple. Cuando uno no conoce a Frost (que es un gran poeta americano), puede leerlo sin paráfrasis y preguntarse “¿y esto es poesía?”. Pero la segunda vez, uno se da cuenta de que todo eso está cargado, que está lleno de connotaciones, que esas líneas sencillas tienen una magia.

¿Cuál sería su descripción de poesía?
Frost dio una, pero claro que no es suficiente. Dijo que poesía es lo que no puede traducirse. No basta. Hay cosas que no pueden traducirse y que son muy malas. Ahora, si se refería al hecho de que en toda poesía hay algo misterioso que no puede explicarse y que puede estar parcialmente en la imagen, en la prosodia, si acaso, sí, es cierto. Hay versos que a mí me parecen muy lindos y que yo no podría explicar. Por ejemplo este de [Edward] Fitzgerald que tiene un aire muy  persa: “Dreaming while dawn’s left hand is in the sky” (“Soñando mientras la mano izquierda del alba está en el cielo”). Eso es un ejemplo de poesía. Yo creo que posiblemente la palabra clave sea “izquierda”. “Soñando mientras la mano derecha del alba está en el cielo” no tendría sentido. En cambio “mano izquierda” agrega algo misterioso. Hay una fase en que uno piensa que él está soñando y la mano izquierda del alba, esa luz que se ve oriental del alba, está iluminando el cielo y él no la ve porque está soñando. También está el hecho de una luz no vista. Me doy cuenta en este momento de que eso también está insinuado. Es difícil y, sin embargo, podemos decir que es eficaz. Explicarla sería muy complicado. 

¿Qué aconsejaría a los jóvenes autores?
Lo que voy a decir es muy antipático… yo creo que es necesario leer a los clásicos. Un error que se comete es el de leer demasiado a los contemporáneos. Los contemporáneos pueden enseñarnos muy poco; se parecen demasiado a nosotros. Todos somos contemporáneos. En cambio obras de otros tiempos, de otros países… allí uno encuentra continuamente cosas extrañas. Además, ¿por qué negarse esa felicidad que se llama Virgilio, Shakespeare, Cervantes? Me parece que es empobrecerse, el que pierde es uno. Para mí uno de los escritores esenciales es Robert Louis Stevenson, y él dijo: “Yo comencé imitando a De Quincey, Lambe, Coleridge, Baudelaire, Hazlett, Henry James, George Meredith”; es decir, empezó imitando. Uno debe empezar imitando, haciendo ejercicios. Lugones dijo que nadie podía empezar siendo un revolucionario, “es una cuestión de probidad”, decía. Yo, para modificar algo, tengo que conocerlo. Él dijo en su libro Lunario sentimental —que fue un experimento—: “Yo hago esto porque he demostrado ya que puedo manejar el verso clásico, entonces tengo derecho a innovar”. Generalmente, la gente cree que se empieza innovando, y es por ignorancia. Si me obligaran a ser un músico o un pintor, ¿qué cosa me quedaría si no innovar, ya que no sé nada? ¡Sería un revolucionario!

¿Qué lo llevó a empezar a escribir con dedicación?
Bueno, yo creo que el hecho de haberme criado en una biblioteca, la de mi padre, y de que en esa casa había un ambiente propicio: se hablaba todo el tiempo de literatura. Mi padre me hizo sentir, yo creo que conscientemente, que el mío sería un destino literario, y efectivamente lo fue.

¿Cuándo empezó a tomarse en serio como escritor? Habrá escrito cosas previas a sus primeras publicaciones.
Sí, pero como dijo Alfonso Reyes: “Realmente uno publica para no pasarse la vida corrigiendo los manuscritos” [risas]. Uno publica para librarse de ello. Claro que suena raro, pero un escritor argentino que yo no admiro ciertamente, Enrique Larreta, publicó una novela y puso “edición definitiva”. ¿Cómo puede saber un autor que una edición es definitiva? Lo más probable es que al día siguiente de haber salido la edición recorra las páginas y encuentre cosas: “Caramba, este adjetivo es un poco absurdo”, o “Aquí quedaría mejor suprimir esta línea”. ¿Cómo puede haber una ‘edición definitiva’? Eso se hace después de muerto el autor. Pero que un autor crea que lo que ha hecho es definitivo, muestra, yo no sé, una extraña vanidad o una extraña indiferencia. Yo he alterado muchos poemas, y recuerdo que William Butler Yeats hizo lo mismo y le dijeron que no tenía derecho a modificar su obra pasada. Entonces él escribió un poema que concluye con esta línea: “It is myself that I remake” (“Es a mí mismo al cual rehago”). Cuando él estaba corrigiendo algo, estaba modificando su pasado. Yo creo que tenía pleno derecho. Si no, ¿cuándo pierde uno su derecho? Si yo escribo un poema hoy y lo corrijo dentro de diez días, ¿por qué no dentro de diez años?, ¿en qué momento dejo de tener derecho? Pero mucha gente dice que no.

En "El hacedor" hay un argumento ornitológico de la existencia de Dios…
Ese argumento a favor de Dios es una especie de broma. Como hay el argumento ontológico y teológico, yo hice un argumento ornitológico, que es una forma de juego lógico, nada más.

¿Cuál es entonces su idea de Dios?
Yo digo lo que Bernard Shaw: “God is in the making” (“Dios está en pleno proceso de creación”). Dios no es algo anterior al universo. Todos nosotros estamos creando a Dios. Cuando pensamos, cuando escribimos, cuando sentimos, estamos sencillamente creando a ese ser. Pero no creo que haya existido un Señor anterior al mundo que haya creado todo. Si lo hizo, lo hizo bastante mal, ¿no?

¿Usted ha tenido alguna vez una experiencia mística?
Sí, dos veces en Buenos Aires, en años diferentes, pero hace mucho tiempo ya. Yo estaba cruzando un puente las dos veces, pero puentes distintos. Y de pronto me salí del tiempo como lo conocemos. Fue algo muy extraño.

¿Cuál es su idea del tiempo?
Repito lo de santo Tomás de Aquino: “El tiempo es algo que, si no me lo preguntan, sé qué es; pero si me lo preguntan, no lo sé”.

Una última curiosidad: en su poema “Elogio de la sombra” hay una línea que dice “...pronto sabré quién soy”. ¿Qué quiso decir con esto?
[Risas]. Yo me estoy quedando ciego. De pronto me he visto obligado a estar más conmigo mismo, dentro de mí mismo. Las cosas externas van perdiendo importancia y creo que gracias a esto estoy llegando hacia el centro de mí mismo: a lo que es Jorge Luis Borges.



En El Comercio, Perú
24 de agosto de 2015
Primera publicación (en inglés)
En Daily Texan, 1976
Retrato de Borges por Ernesto Monteavaro

17/2/16

Jorge Luis Borges: Una brújula







A Esther Zemborain de Torres



Todas las cosas son palabras del
idioma en que Alguien o Algo, noche y día,
escribe esa infinita algarabía
que es la historia del mundo. En su tropel

pasan Cartago y Roma, yo, tú, él,
mi vida que no entiendo, esta agonía
de ser enigma, azar, criptografía
y toda la discordia de Babel.

Detrás del nombre hay lo que no se nombra;
hoy he sentido gravitar su sombra
en esta aguja azul, lúcida y leve,

que hacia el confín de un mar tiende su empeño,
con algo de reloj visto en un sueño
y algo de ave dormida que se mueve.



En El Otro, El Mismo (1964) 
Foto: Borges by Gilbert Nencioli - Gamma Rapho - Getty Images


16/2/16

Jorge Luis Borges: Prólogo [Cuaderno San Martín]








He hablado mucho, he hablado demasiado, sobre la poesía como brusco don del Espíritu, sobre el pensamiento como una actividad de la mente; he visto en Verlaine el ejemplo de puro poeta lírico; en Emerson, de poeta intelectual. Creo ahora que en todos los poetas que merecen ser releídos ambos elementos coexisten. ¿Cómo clasificar a Shakespeare o a Dante?

En lo que se refiere a los ejercicios de este volumen, es notorio que aspiran a la segunda categoría. Debo al lector algunas observaciones. Ante la indignación de la crítica, que no perdona que un autor se arrepienta, escribo ahora  Fundación mítica de Buenos Aires y no Fundación mitológica, ya que la última palabra sugiere macizas divinidades de mármol. [Esta composición, por lo demás, es fundamentalmente falsa. Edimburgo o York o Santiago de Compostela pueden mentir eternidad; no así Buenos Aires.]

Las dos piezas de Muertes de Buenos Aires  título que debo a Eduardo Gutiérrez  imperdonablemente exageran la connotación plebeya de la Chacarita y la connotación patricia de la Recoleta. Pienso que el énfasis de Isidoro Acevedo hubiera hecho sonreír a mi abuelo.

Fuera de Llaneza, La noche que en el sur lo velaron es acaso el primer poema auténtico que escribí.


J. L. B.
Buenos Aires, 1969



En Cuaderno San Martín (1929)
Borges en la Plaza San Martín, 
Buenos Aires, década del 60
Foto ©Jorge Aguirre


15/2/16

Jorge Luis Borges: Los poetas






En 1855, Whitman había declarado que su obra no era otra cosa que un conjunto de sugestiones y de apuntes y que los poetas venideros la justificarían y cumplirían. Medio siglo tardada su patria arrebatada por la delicada música de Tennyson y de Swinburne en recoger la herencia de Leaves of Grass

Uno de los primeros innovadores fue Edgar Lee Masters (1868-1950). Nació en Garnett, Kansas, ejerció la abogacía en Chicago y a partir de 1898 publicó libros poéticos y dramáticos, sin mayor resonancia. En 1915 lo hizo bruscamente famoso la Spoon River Anthology, que le fue sugerida por una lectura casual de la Antología griega. Integran este libro, que es una suerte de comedia humana, doscientos cincuenta epitafios o, mejor dicho, confesiones de otros tantos muertos de un obscuro pueblo de provincia, que nos revelan su intimidad. Ahí está Anne Rutledge, "adorada en vida por Abraham Lincoln, desposada con él no por la unión sino por la separación"; ahí está el poeta Petit, que, insensible a la vida que lo rodea, fabrica polvorientos triolets, "mientras Homero y Whitman rugían en los pinos"; ahí está Benjamín Pantier, a quien ha sostenido siempre el amor de su mujer, que no lo quería. La obra está escrita en verso libre y es la única importante que nos ha legado este autor. 

Edwin Arlington Robinson (1869-1935) nació en Head Tide, Maine, se educó en Harvard y fue inspector municipal. Teodoro Roosevelt, impresionado por la lectura de sus poemas, le dio en 1905 un cargo en la aduana de Nueva York. Obtuvo tres veces el premio Pulitzer: la primera en 1922, por una reedición de poemas anteriores publicados a partir de 1896; la segunda en 1924, por The Man Who Died Twice (El hombre que murió dos veces); la última en 1927, por Tristram, que forma parte de una serie de obras sobre la leyenda del rey Arturo. Muchas de sus poesías son, como las de Masters, retratos psicológicos de personas imaginarias, pero ejecutados bajo la compleja influencia de Browning. Su estilo es tradicional; Robinson es un poeta elocuente en el buen sentido de la palabra. Ahora, casi olvidado, salvo por las historias de la literatura, ha sido juzgado por el crítico John Crowe Ransom uno de los tres mayores poetas de Norteamérica entre 1900 y 1950. Los otros dos eran T. S. Eliot y Robert Frost. En su obra perdura la severidad puritana, que lo llevaría después a un pesimismo materialista. 

Sin duda, el más respetado y querido de los poetas de su patria, Robert Lee Frost (1874-1963) no pertenece a la efusiva tradición de Walt Whitman sino más bien a la reticente pero no menos sensible de Emerson. Aunque nacido en San Francisco de California, es por su linaje, por su carácter y por los temas de su obra un poeta de Nueva Inglaterra, es decir de aquella región de los Estados Unidos de cultura más antigua y más asentada. Trabajó en una hilandería, estudió en Harvard, donde no se graduó, fue sucesivamente maestro, zapatero, periodista y, al fin, granjero. En 1912 se estableció con su familia en Inglaterra, donde se hizo amigo de Rupert Brooke, Lascelles Abercrombie y otros poetas. Descubrió tardíamente su vocación. Su primera obra importante, North of Boston (Al norte de Boston), data de 1914 y se publicó en Inglaterra. A este libro, que fijó su fama, siguieron muchos otros. En 1915 regresó a los Estados Unidos y fue nombrado profesor de Poesía en Harvard. Norteamérica ya reconocía en él a su poeta. Recibió cuatro veces el premio Pulitzer de poesía; en 1938, la medalla de la Academia Americana de Artes y Letras, y en 1941, la de la Sociedad de Poesía de América. Dieciséis universidades lo hicieron doctor honoris causa

Frost se ha definido como poeta de la sinécdoque o sea de aquella figura retórica que usa la parte por el todo. En efecto, hay composiciones de Frost, a primera vista triviales, que encierran un sentido complejo. Pueden leerse así, en varios planos, el de lo declarado y el de lo sugerido y latente. Ese procedimiento corresponde al understatement, al no decir del todo las cosas, que es tan característico de Inglaterra y de Nueva Inglaterra. Lo rural y lo cotidiano le sirven para la suficiente y lacónica sugestión de realidades espirituales. Es a la vez tranquilo y enigmático. Desdeñoso del verso libre, ha cultivado siempre las formas clásicas y las maneja con secreta maestría y sin apariencia de esfuerzo. Los poemas no son obscuros; cada uno de los planos que encierran y que podemos interpretar de diverso modo satisface nuestra imaginación, pero su número es indefinido. Así, para un lector Acquainted with the Night (Que ha conocido la noche) es una confesión de antiguas experiencias clandestinas en barrios bajos; para otro, la palabra noche puede no ser un emblema del mal sino de la miseria, de la muerte o del misterio. Stopping by Woods on a Snowy Evening (Detención entre los bosques una tarde de nieve) refiere un episodio verdadero o imaginarlo, de innegable gracia visual; es lícito leerlo literalmente, pero también como una larga metáfora. Lo mismo cabría decir del poema The Road not Taken (La senda no tomada), cuyo primer verso nos muestra un bosque amarillo, que empieza por ser real, y que al fin es también un símbolo de la nostalgia que hay en toda elección. 

Muerto Robert Frost, Carl Sandburg (1878), que de algún modo es su reverso, es ahora el poeta más conocido de los Estados Unidos, si bien una parte de su nombradía se debe a la monumental Vida de Abraham Lincoln en seis volúmenes, que le valió en 1950 el premio Pulitzer. Hijo de inmigrantes suecos, nació en Galesburg, Illinois. Fue sucesivamente repartidor de leche, camionero, albañil, cosechero, lavaplatos, soldado en Puerto Rico durante la guerra con España, periodista y estudiante de letras. Su primera obra In Reckless Ecstasy (En intrépido éxtasis), publicada en 1904, no halló eco. Diez años después le dieron fama sus colaboraciones en la revista Poetry de Harriet Monroe en Chicago. En 1916 dio a conocer sus Chicago Poems. Fue premiado por la Sociedad de Poesía de América en 1919 y 1920. Recorrió luego el país cantando, recitando y recogiendo coplas populares que reuniría en 1927 en el American Song Bag (Bolsa de los cantares americanos). Entre sus muchos libros citaremos Smoke and Steel (Humo y acero) (1920), Good Morning America (Buenos días, América) (1928), The People, Yes (El pueblo, sí) (1936). En 1950 sus Poesías completas merecieron el premio Pulitzer. 

En toda su obra es evidente el influjo de Whitman. Ambos manejan el verso libre y el slang, si bien éste último, en Sandburg, es más espontáneo y más rico. Al principio fue poeta de la energía y aun de la violencia y la vulgaridad; después lo fue de la melancolía y la nostalgia. Este proceso se cifra en una de sus páginas más famosas, Cool Tombs (Frescas sepulturas). 

Como Masters y Sandburg, Nicholas Vachel Lindsay (1879-1931) nació en Springfield, Illinois, patria de Lincoln, cuyo ferviente culto compartieron. Siguió clases en el Instituto de Arte de Chicago; de día trabajaba en una tienda. Continuó esos estudios en la Facultad de Arte de Nueva York sin lograr vender sus dibujos. Abordó entonces la poesía. Hasta 1913, fecha de la publicación de su más famoso poema, General William Booth Enters into Heaven (El general Booth entra en el reino de los cielos), por Harriet Monroe, recorrió a pie el Oeste, ganándose la vida como juglar, recitando sus propios versos a cambio de comida y de teatro. En 1925 se casó y vivió en Spokane, Washington; seis años después se dio muerte en Springfield. Sus obras incluyen Handy Guide for Beggars (Guía para mendigos), The Chinese Nightingale (El ruiseñor chino), The Golden Whales of California (Las ballenas de oro de California) y Every Soul is a Circus (Cada alma es un circo). 

Lindsay quiso ser el poeta del Ejército de Salvación. Fue versificando una mitología de personajes populares: Andrew Jackson, héroe de la Guerra de la Independencia y de las guerras contra los indios; el abolicionista John Brown; Lincoln y Mary Pickford. Su obra es muy despareja; influyeron en ella el fervor religioso de los spirituals y el jazz. En ciertos poemas el autor indica los instrumentos y la melodía que deben acompañar las palabras. 

Hasta ahora, la contribución de los negros americanos a la poesía ha sido menos importante que su contribución a la música. Citaremos en primer término a James Langston Hughes (1902), nacido en Joplin, Missouri, que, como Sandburg, desciende literariamente de Whitman. Su obra, que usa ritmos de jazz, incluye Dear Lovely Death (Querida hermosa muerte), The Dream Keeper (El guardián de sueños), Shakespeare in Harlem, One Way Ticket (Pasaje de ida) y la autobiografía Big Sea (El mar grande). Sus versos son patéticos y no pocas veces sardónicos. 

Más trabajada y más sensible es la labor de Countee Cullen (1903-1946), que estudió en Nueva York, su ciudad natal, y en la Universidad de Harvard. Publicó entre otros libros, Copper Sun (Sol de cobre), The Black Christ (El Cristo negro) y una versión de la Medea de Eurípides. Compiló dos antologías de poesía negra, pero lo racial le interesó menos que lo íntimo. La crítica ha advertido en sus poemas el influjo de Keats.



En Borges, J. L.- Esther Zemborain de Torres Duggan:
Introducción a la literatura norteamericana (1967)
Incluido Obras completas en colaboración
© María Kodama, 1995
© Emecé Editores, 1979, 1991 y 1997
Barcelona,1997

Imagen: Caricatura de JLB por Hermenegildo Sábat
en The New York Times, septiembre 1970
Incluida en Horacio Jorge Becco:
J.L.Borges Bibliografía total 1923-1973
Buenos Aires, Casa Pardo, 1973



14/2/16

Jorge Luis Borges: Amorosa anticipación











Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña,
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios
serán favor tan misterioso
como mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis brazos.
Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.
Arrojado a quietud,
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por primera vez, quizá,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.


En Luna de enfrente (1925)
Publicado primero como Antelación del amor
Borges en la calle Florida
Buenos Aires, década del '60
Foto ©Jorge Aguirre


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...