7/11/17

Adolfo Bioy Casares: "Borges" (Lunes, 6 de junio de 1960)







Lunes, 6 de junio. Comen en casa Borges y Juan José Hernández. BORGES (a Silvina): «Llegó una carta, de una profesora, de nombre español, de una universidad norteamericana. Dice que se ha especializado en literatura femenina latinoamericana y que dará una conferencia sobre vos y Norah Lange. Que se especialice en literatura femenina no está bien. ¿Qué importa que sea femenina? ¿Por qué no de autores con ojos azules?» HERNÁNDEZ: «¿Cómo se llama la profesora? ¿De qué universidad es?» BORGES: «No sé, ni importa. ¿Qué superstición es esa de creer que los nombres propios dan precisión? ¿Cambia algo si saben ahora que se llama de tal o cual manera, que es de la Universidad de Minnesota o de la de Arkansas?»

Recuerda Borges una Antología de la poesía femenina publicada hace veinte o treinta años en Buenos Aires: «La empresa se presentaba como un concurso cuyo premio era la publicación de los poemas. Resultaron premiados todos los poemas presentados. Las autoras tenían la desilusión de verse entre muchas, pero también el consuelo de figurar en una obra importante... Parecía la guía del teléfono, un anuario, un diccionario. Como cada autora compraba cuatro o cinco ejemplares para guardar y regalar, los editores hicieron un buen negocio».

BORGES: «Si Dubliners se presentara al concurso de La Nación lo rechazaríamos justificadamente. Tal vez lo que pueda decirse en favor de Joyce es que representa lo mejor de una mala causa. Hizo lo que los otros quisieron hacer; todos quisieron ser Joyce; Supervielle lo quiso y le salió como su cara. Joyce para la literatura, Picasso para la pintura... Lo que demuestra que había algo mal en la mente de Joyce es que quisiera hacer una novela con el Ulysses. Parece que en la obra de arte tiene que haber un poco de selección; no creo que la acumulación sea el mejor método. Salvo que se haya divertido mucho con sus recuerdos de Dublin, que serían como nuestros recuerdos de Buenos Aires. Se divirtió poniendo todo en ese libro...»

BIOY: «Supervielle tenía una mente arenosa. Vivía en una penumbra mental; entreveía la idea de un cuento, de un poema; la escribía como primero se le ocurría, a tientas siempre, sin llegar nunca a precisar nada, ni pensamientos, ni argumentos, ni siquiera frases; sin averiguar qué idea, qué argumento, había en el fondo de esos destellos de su penumbra. Todo le salió à peu près, siempre meó fuera del tiesto. Hay en él una debilidad ingénita». BORGES: «Y como persona era un viejo sonso». BIOY: «Muy vanidoso». BORGES: «¿Te acordás, esa vez que lo llevamos a Puente Alsina y que Mastronardi lo titeaba y él no comprendía las bromas? Mastronardi puede ser muy perverso... Pero Supervielle no comprendía nada, era un viejo sonso».

Borges vuelve a la idea (que otras veces por negligencia acepté) de que es absurdo que una persona se sienta avergonzada porque otra la deje, ya que el amor está regido por leyes imprevisibles: «Nadie piensa mal de otro porque lo dejen, pero si le pasa a él mismo cree que es una ignominia». BIOY: «Bueno, no tanto, pero indudablemente hay una técnica para manejar a las mujeres, y si uno por ofuscamiento, nerviosidad, vanidad desbordada u otras debilidades pierde el control de la situación puede justificadamente avergonzarse».


En Bioy Casares, Adolfo: Borges
Edición al cuidado de Daniel Martino
Barcelona: Ediciones Destino ("Imago Mundi"), 2006
Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares en la Librería Casares
27 de noviembre de 1985, Foto propiedad de Alberto Casares


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