19/3/17

Fernando Sorrentino: Algunas lateralidades de «El Aleph»







     No podría establecer cuántas veces he releído este maravilloso cuento de Borges. Pero sé que su lectura es inagotable (al menos, para mí) pues en cada nueva lectura hallo nuevos estímulos, nuevas aristas enigmáticas, nuevas vetas dignas de explorar.
      Por ejemplo: ¿cuál es el tiempo de duración (ficticia) del relato?
     Beatriz Viterbo murió una “candente mañana de febrero” de 1929. Había nacido el 30 de abril de un año que Borges no revela (pero que podemos imaginar, lícitamente por su paralelismo con la edad del narrador, perteneciente a la primera década del siglo XX).
     Inferimos que, en “la casa de la calle Garay” (barrio de Constitución), Beatriz había vivido con su padre y con “su primo hermano”, Carlos Argentino Daneri.
  Conducido por su devoción, por su nostálgico amor, Borges decide, para conmemorar el cumpleaños de Beatriz, visitar cada 30 de abril a su padre y a Carlos Argentino para saludarlos.
    La primera visita se produce, entonces, el martes 30 de abril de 1929. El domingo 30 de abril de 1933, debido a “una lluvia torrencial”, los anfitriones tuvieron que invitarlo a comer.1

en 1934, aparecí, ya dadas las ocho, con un alfajor santafesino; con toda naturalidad me quedé a comer. Así, en aniversarios melancólicos y vanamente eróticos, recibí las graduales confidencias de Carlos Argentino Daneri.

     Es curioso que, después de, en el primer párrafo del cuento, haber nombrado al padre de Beatriz, éste desaparezca por completo de la escena, lo que nos indica que a Borges le interesaba centrarse en Carlos Argentino Daneri.
     No menos extraña es la circunstancia de que, en aquella casa de la calle Garay, vivan dos hombres maduros: el innominado padre de Beatriz, y tío entonces de Carlos Argentino, nacido quizá hacia 1885, y Carlos Argentino, a quien podemos suponer de la misma edad de Borges.
     Ahora bien, Beatriz y Carlos Argentino eran primos hermanos, pero tenían apellidos diversos. Esto nos indica que el padre de Beatriz no era hermano del padre de Carlos Argentino.
  Entonces caben tres posibilidades: a) la madre de Beatriz era hermana del padre de Carlos Argentino: en tal caso, su apellido era Daneri; b) la madre de Carlos Argentino era hermana del padre de Beatriz: en tal caso, su apellido era Viterbo; c) la madre de Carlos Argentino y la madre de Beatriz eran hermanas, y no conocemos sus apellidos.2
   Digamos que, hasta este punto, el relato brinda lo que podemos denominar “informaciones generales”. Se produce en este punto un amplio salto temporal y la acción se traslada al martes 30 de abril de 1941: han pasado doce años desde la muerte de Beatriz.
     Este extenso núcleo narrativo de tiempo sin interrupciones corre a partir de “El treinta de abril de 1941 me permití agregar al alfajor una botella de coñac del país” y concluye en “Hacia la medianoche me despedí”. Su propósito central es exhibir las absurdas concepciones literarias de Daneri (“Tan ineptas me parecieron esas ideas, tan pomposa y tan vasta su exposición, que las relacioné inmediatamente con la literatura”) y su tono general es satírico y humorístico.
    Asimismo hay más de una burla sutil hacia sí mismo. Carlos Argentino escribía sus versos en “hojas de block estampadas con el membrete de la Biblioteca Juan Crisóstomo Lafinur”, evidentemente hurtadas de la institución donde él trabajaba. Lo mismo haría, tal vez, el propio Borges, con las hojas de la Biblioteca Miguel Cané, donde trabajó entre 1937 y 1946.
    El nuevo encuentro se verifica el domingo 11 de mayo de 1941, en (habla Daneri) “el salón-bar que el progresismo de Zunino y de Zungri —los propietarios de mi casa, recordarás— inaugura en la esquina”. El propósito de Daneri es que Borges solicite a Álvaro Melián Lafinur un prólogo para su poema La Tierra; el de Borges, incluir nuevos pasajes satíricos. Ni Borges cumple con el encargo ni Daneri se lo reclama.
     Pero, a fines de octubre de 1941, vuelve Daneri a telefonear a Borges:

Con tristeza y con ira balbuceó que esos ya ilimitados Zunino y Zungri, so pretexto de ampliar su desaforada confitería, iban a demoler su casa.

     Y éste es el verdadero centro del relato, que no tiene sentido reproducir: Borges conoce el Aleph3 que se halla en el sótano de la casa de Daneri y cuyo destino es desaparecer cuando tenga lugar la inevitable demolición de la casa de la calle Garay. Entre las informaciones generales y los datos precisos del final de la narración han corrido doce años; entre el principio del cuento y su epílogo, hemos asistido a las mil delicias de la inteligencia, a las mil y una sutilezas…4 En fin, hemos gozado de una obra maestra de la literatura.



Notas

1 Lamento no haber podido averiguar si, en efecto, el 30 de abril de 1933 hubo en Buenos Aires “una lluvia torrencial”.

2 He consultado el Dizionario dei cognomi italiani, de Emidio De Felice. En él no figuran ni Daneri, ni Zunino, ni Zungri, ni Zunni, pero sí Viterbo: “Cognome israelitico formato dal toponimo Vitèrbo, sede di un’antica comunità ebraica italiana dispersa nel XVI-XVII secolo”.

3 Sobre los detalles del sorprendente influjo que una escritora argentina muy menor (Eduarda Mansilla de García, 1834-1892) ha ejercido en los pasajes puntuales en que Borges describe lo que ve en el Aleph, puede verse mi artículo “¿Huevo de cristal o ramito de romero? El Aleph antes del Aleph”, Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. lean®anle, Nueva York, vol. 2, n.º 4, julio-diciembre 2013, págs. 362-367.

4 Además de la bromilla de que tanto los itálicos apellidos de los propietarios de la casa de Daneri como el del abogado de este comiencen con los mismo fonemas, hay otra alusión que, imagino, nadie advirtió hasta ahora: Daneri lo amonesta a Borges: “La verdad no penetra en un entendimiento rebelde”. Mucho antes, en 1897, Paul Groussac, en la polémica que, respecto de los escritos de Mariano Moreno, sostuvo con Norberto Piñero, había escrito: “[…] las mismas indicaciones materiales de nuestra primera crítica no han logrado penetrar en su entendimiento rebelde”. Y cosa es archisabida que Borges admiraba la lengua viperina de Groussac.




Fernando Sorrentino (Buenos Aires, 1942). Escritor argentino, autor de una vasta y variada obra publicada: la más reciente: Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (1972), reedición Buenos Aires, Editorial Losada, 2007; La venganza del muerto (cuento para niños, 2011); Paraguas, supersticiones y cocodrilos (Verídicas historias improbables) (cuento, 2013); Sanitarios centenarios (novela, 2000-2008); El forajido sentimental. Incursiones por los escritos de Jorge Luis Borges (ensayo, 2011); Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares (entrevista, 1992-2007); y Ficcionario argentino (1840-1940). Cien años de narrativa: de Esteban Echeverría a Roberto Arlt (antología, 2012). Es profesor de Lengua y Literatura.


Cortesía de Revista  Archipiélago (México), n° 95, pág. 35
Foto: Captura de Harto de Borges, de Eduardo Montes Bradley [+]


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